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von Evelyn Ferrera Vor 6 Jahren

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CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM

Tres cuentos de los hermanos Grimm se destacan por sus tramas únicas y enseñanzas. En "El hombre de la piel de oso," un joven soldado valiente se encuentra sin rumbo tras la guerra, buscando un propósito en tiempos de paz.

CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM

CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM

EL OSO Y EL REYEZUELO:

El oso los hubiera seguido con mucho gusto, pero le detuvo el lobo por la manga, diciéndole: -No, espera a que salgan. Tuvieron únicamente cuidado con el lugar donde se hallaba el nido y continuaron su camino. Mas el oso no podía parar de curiosear hasta ver el palacio del rey de los pájaros y no tardó en volver.

LOS DOCE CAZADORES:

Había una vez un príncipe que tenía una novia, a la cual quería mucho; hallábase siempre a su lado y estaba muy contento, pero tuvo noticia de que su padre, que vivía en otro reino, se hallaba mortalmente enfermo y quería verle antes de morir; entonces dijo a su amada: -Tengo que marcharme y abandonarte, pero aquí tienes esta sortija en memoria de nuestro amor y cuando sea rey volveré y te llevaré a mi palacio.

EL SASTRECILLO VALIENTE:

Un sastrecillo estaba sentado en su mesa cerca de la ventana en una hermosa mañana de verano, cosiendo alegremente y con mucha prisa, cuando acertó a pasar por la calle una mujer que voceaba: -¿Quién compra buena crema? Esta palabra crema sonó tan agradablemente a nuestro hombre que, asomando su pequeña cabeza por la ventana

PULGARCITO:

Un pobre labrador estaba sentado una noche en el rincón del hogar; mientras su mujer hilaba a su lado, él le decía: -¡Cuánto ciento no tener hijos! ¡Qué silencio hay en nuestra casa mientras en las demás todo es alegría y ruido! -Sí -respondió su mujer suspirando-, yo quedaría contenta, aunque no tuviésemos más que uno solo tan grande como el dedo pulgar y le querríamos con todo nuestro corazón.

LA ONDINA DEL ESTANQUE:

Había en cierto tiempo un molinero que vivía feliz con su mujer: tenían dinero, bienes y su propiedad aumentaba de año en año, pero la desgracia, dice el proverbio, viene durante la noche; su fortuna disminuyó de año en año, lo mismo que se había aumentado y por último el molinero apenas podía llamar suyo el molino en que habitaba.

LOS TRES RAMOS VERDES:

Había una vez un ermitaño que vivía en un bosque al pie de una montaña; pasaba el tiempo rezando y haciendo buenas obras, y todas las tardes llevaba por penitencia dos cubos grandes de agua desde la ladera hasta la cumbre de la montaña, para regar las plantas y dar de beber a los animales, pues reinaba en aquella altura un aire tan fuerte que todo lo secaba, y los pájaros, que huían en aquel desierto de la presencia del hombre, buscaban en vano agua que beber con sus perspicaces ojos.

LA LIEBRE Y EL ERIZO:

He aquí la historia tal como ha pasado. Era una hermosa mañana de verano, durante el tiempo de la siega, precisamente cuando el alforfón, trigo negro está en flor. El erizo estaba delante de su puerta, tenía los brazos cruzados, miraba pasar el tiempo y cantaba un cantarcillo, ni más ni menos que como lo canta un erizo en una hermosa mañana de domingo.

EL HUSO LA LANZADERA Y LA AGUJA:

Quedose huérfana una joven a poco de nacer y su madrina que vivía sola en una cabaña al extremo de la aldea, sin más recursos que su lanzadera, su aguja y su huso, se la llevó consigo, la enseñó a trabajar y la educó en la santa piedad y temor de Dios.

LA SEPULTURA:

Un labrador muy rico estaba un día delante de su puerta, mirando sus campos y sus huertos; el llano estaba cubierto por la cosecha; los árboles estaban cargados de fruta. Entró en su cuarto y dirigió una mirada al cofre en que encerraba el dinero

LOS ENANOS MÁGICOS:

Había un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, llegó a ser tan pobre que no le quedaba material más que para un solo par de zapatos. Lo cortó por la noche para hacerlos a la mañana siguiente: después, como era hombre de buena conciencia, se acostó tranquilamente, rezó y se durmió.

LOS HUÉSPEDES IMPORTUNOS:

En una ocasión dijo un gallo a una gallina. -Ya es la estación de las nueces, iremos al prado antes que las coja todas la ardilla. -Excelente idea, -contestó la gallina-, partamos pues; nos divertiremos mucho. Fueron juntos al prado, donde permanecieron hasta la noche

CAPERUCITA ROJA:

Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja.

EL LOBO Y LAS SIETE CABRITAS:

Erase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una madre puede querer a sus hijos. Un día quiso salir al bosque a buscar comida y llamó a sus pequeñuelas

LA MUERTE MADRINA:

Un hombre muy pobre tenía doce hijos; y aunque trabajaba día y noche, no alcanzaba a darles más que pan. Cuando nació su hijo número trece, no sabía qué hacer; salió a la carretera y decidió que al primero que pasara le haría padrino de su hijito.

EL AGUA DE LA VIDA:

Hubo una vez un rey que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor. Después de mucho deliberar, los sabios decidieron que sólo podría curarle el agua de la vida, tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina.

EL PÁJARO DE ORO:

En tiempos remotos vivía un rey cuyo palacio estaba rodeado de un hermoso parque, donde crecía un árbol que daba manzanas de oro. A medida que maduraban, las contaban; pero una mañana faltó una. Dio parte del suceso al Rey y él ordenó que todas las noches se montase guardia al pie del árbol.

LOS SIETE CUERVOS:

Había una vez, hace ya mucho tiempo, un matrimonio que tenía siete hijos y ninguna hija. Esto era siempre motivo de pena para aquellas buenas gentes, porque les hubiera encantado tener una niña. Y con tanto fervor anhelaban su llegada, que por fin un día tuvieron la inmensa alegría de acunar una hijita entre sus brazos.

EL GATO Y EL RATÓN HACEN VIDA EN COMÚN:

Un gato había trabado conocimiento con un ratón, y tales protestas le hicieron de cariño y amistad que, al fin, el ratoncito se avino a poner casa con él y hacer vida en común. -Pero tenemos que pensar en el invierno, pues de otro modo pasaremos hambre, -dijo el gato-. Tú, ratoncillo, no puedes aventurarte por todas partes, al fin caerías en alguna ratonera.

LAS TRES PLUMAS:

Érase una vez un rey que tenía tres hijos, de los cuales dos eran listos y bien dispuestos, mientras el tercero hablaba poco y era algo simple, por lo que lo llamaban “El lelo”. Sintiéndose el Rey viejo y débil, pensó que debía arreglar las cosas para después de su muerte, pero no sabía a cuál de sus hijos legar la corona.

EL ENEBRO:

Hace ya mucho, mucho tiempo, como unos dos mil años, vivía un hombre millonario que tenía una mujer tan bella como piadosa. Se amaban tiernamente, pero no tenían hijos, a pesar de lo mucho que los deseaban; la esposa los pedía al cielo día y noche; pero no venía ninguno.

EL REY PICO DE TORDO:

Había una vez un rey que tenía una hija cuya belleza física excedía cualquier comparación, pero era tan horrible en su espíritu, tan orgullosa y tan arrogante, que ningún pretendiente lo consideraba adecuado para ella. Los rechazaba uno tras otro, y los ridiculizaba lo más que podía.

BLANCANIEVES:

Era un crudo día de invierno, y los copos de nieve caían del cielo como blancas plumas. La Reina cosía junto a una ventana, cuyo marco era de ébano. Y como mientras cosía miraba caer los copos, con la aguja se pinchó un dedo, y tres gotas de sangre fueron a caer sobre la nieve. El rojo de la sangre se destacaba bellamente sobre el fondo blanco, y ella pensó: “¡Ah, si pudiere tener una hija que fuere blanca como nieve, roja como la sangre y negra como el ébano de esta ventana!”. No mucho tiempo después le nació una niña que era blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de cabello negro como la madera de ébano; y por eso le pusieron por nombre Blancanieves. Pero al nacer ella, murió la Reina.

EL JOVEN GIGANTE:

Un labrador tenía un hijo tan grande como el dedo pulgar. Nunca crecía y en muchos años su estatura no se aumentó ni en un solo dedo. Un día que iba su padre a trabajar al campo, le dijo el pequeñillo: -Padre, quiero ir contigo.

JUANITO Y JUANITA:

En medio de un espeso bosque había un antiguo castillo habitado únicamente por una anciana, la cual era hechicera, por el día se convertía en gato o ave nocturna, mas por la noche volvía a tomar su forma humana.

EL HOMBRE DE LA PIEL DE OSO:

Un joven se alistó en el ejército y se portó con mucho valor, siendo siempre el primero en todas las batallas. Todo fue bien durante la guerra, pero en cuanto se hizo la paz, recibió la licencia y orden para marcharse donde le diera la gana.

LOS DOS COMPAÑEROS DE VIAJE:

Las montañas no se encuentran nunca, pero los hombres se encuentran y con mucha frecuencia los buenos con los malos. Un zapatero y un sastre se encontraron frente a frente en sus viajes o correrías por su país.

EL PESCADOR Y SU MUJER:

Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza a la orilla del mar. El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y lo echaba y lo echaba sin cesar. Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo

LA CENICIENTA:

Por la noche cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del hogar, y como siempre estaba llena de polvo y ceniza, la llamaban la Cenicienta. Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían les trajese.

LOS MÚSICOS DE BREMEN:

Un pobre labrador tenía un asno que le había servido lealmente durante muchos años, pero cuyas fuerzas se habían debilitado de manera que ya no servía para el trabajo. El amo pensó en desollarle para aprovechar la piel, pero el asno, comprendiendo que el viento soplaba de mala parte, se escapó y tomó el camino de Bremen.

LA PEQUEÑA BRIAR-ROSE:

Hace muchos años vivía un rey y una reina, que decían todos los días: -¡Ay, si tuviéramos un hijo! -y no les nacía ninguno; pero una vez, estando la reina bañándose, saltó una rana en el agua, la cual le dijo: -Antes de un año verás cumplido tu deseo, y tendrás una hija. No tardó en verificarse lo que había predicho la rana, pues la reina dio a luz una niña tan hermosa, que el rey, lleno de alegría, ignoraba que hacer y dispuso un gran festín, al cual invitó no sólo a sus parientes, amigos y conocidos, sino también a las hadas para que la niña fuese amable y de buenas costumbres.

LA PASTORA DE GANSOS EN LA FUENTE:

En una ocasión había una mujer muy vieja que vivió con una manada de gansos en un desierto en medio de las montañas, donde tenía su habitación. El desierto se hallaba en lo más espeso de un bosque, y todas las mañanas recogía hierba para sus gansos, tomaba las frutas salvajes que pudiera alcanzar, y las llevaba luego a su casa sobre su espalda.

RAPUNZEL:

Había en una ocasión un matrimonio que deseaba hacía mucho tiempo tener un hijo, hasta que al fin la mujer esperaba que el Señor estuviera a punto de cumplir sus deseos. En la alcoba de los esposos había una ventana pequeña, cuyas vistas daban a un hermoso huerto, en el cual se encontraban toda clase de flores y legumbres. Un día estaba la mujer a la ventana mirando al huerto en el cual vio un cuadro plantado de ruiponces, y le parecieron tan verdes y tan frescos, que sintió antojo por comerlos.

BLANCANIEVE Y ROJAROSA:

Una pobre mujer vivía en una cabaña en medio del campo; en un huerto situado delante de la puerta, había dos rosales, uno de los cuales daba rosas blancas y el otro rosas encarnadas. La viuda tenía dos hijas que se parecían a los dos rosales, la una se llamaba Blancanieve y la otra Rojarosa. Eran las dos niñas lo mas bueno, obediente y trabajador que se había visto nunca en el mundo, pero Blancanieve tenía un carácter más tranquilo y bondadoso; a Rojarosa le gustaba mucho más correr por los prados y los campos en busca de flores y de mariposas. Blancanieve, se quedaba en su casa con su madre, la ayudaba en los trabajos domésticos y le leía algún libro cuando habían acabado su tarea. Las dos hermanas se amaban tanto, que iban de la mano siempre que salían, y cuando decía Blancanieve: -No nos separaremos nunca, contestaba Rojarosa: -En toda nuestra vida; Una vez que pasaron la noche en el bosque, cuando las despertó la aurora, vieron a su lado un niño muy hermoso, vestido con una túnica de resplandeciente blancura.

HERMANO Y HERMANA:

Un hermanito tomó a su hermanita de la mano, y le dijo: -Desde que ha muerto nuestra madre no hemos tenido una hora buena; nuestra madrastra nos pega todos los días, y si nos arrimamos a ella, nos echa a puntillones. Los mendrugos del pan que quedan son nuestro alimento. ¿si lo supiera nuestra madre? Mira, ¿no será mejor irnos a correr el mundo? ¡Acaso nos vaya mejor! Caminaron todo el día atravesando campos, prados y sierras, y cuando llovía decía la hermanita: -Dios llora lo mismo que nuestros corazones. Tengo sed, hermanita, si supiera dónde hay una fuente, iría a beber.

LA REINA DE LAS ABEJAS:

Allá en aquellos tiempos hubo un rey que tenía dos hijos, que se fueron en busca de aventuras, lanzándose a todos los excesos de la disipación, por lo que no volvían a su casa paterna. Fue a buscarlos su hermano menor, al que llamaban el Simple, pero cuando los encontró comenzaron a burlarse de él. Los tres hermanos llegaron por último a un castillo cuyas caballerizas estaban llenas de caballos convertidos en piedras. Atravesaron todas las salas y llegaron al fin delante de una puerta cerrada con tres cerraduras. En medio de la puerta había un pequeño postigo por el que se veía una habitación; desde él distinguieron a un hombre de poca estatura y cabellos grises que estaba sentado delante de una mesa.

EL PRÍNCIPE RANA O ENRIQUE EL FÉRREO:

En aquellos tiempos, cuando se cumplían todavía los deseos, vivía un rey, cuyas hijas eran todas muy hermosas, pero la más pequeña era más hermosa que el mismo sol, que cuando la veía se admiraba de reflejarse en su rostro. Cerca del palacio del rey había un bosque grande y espeso, y en el bosque, bajo un viejo tilo, había una fuente; cuando hacía mucho calor, iba la hija del rey al bosque y se sentaba a la orilla de la fresca fuente; cuando iba a estar mucho tiempo, llevaba una bola de oro, que tiraba a lo alto y la volvía a coger, siendo este su juego favorito. Pero sucedió una vez que la bola de oro de la hija del rey no cayó en sus manos, cuando la tiró a lo alto, sino que fue a parar al suelo y de allí rodó al agua. Entonces comenzó a llorar. Y se lamentaba

EL JUDÍO EN LAS ESPINAS:

Un hombre rico tenía un criado que le servía con la mayor fidelidad: era el primero que se levantaba por la mañana, y el último que se acostaba por la noche. Al espirar el plazo de su ajuste, no le pagó su amo. -

JUAN EL FIEL:

Un rey muy viejo que cayó enfermo. Conociendo que iba a morir, hizo llamar al fiel Juan. -Mi fiel Juan, conozco que se acerca mi fin: sólo me tiene con cuidado la suerte de mi hijo; es todavía muy joven, y no sabrá siempre dirigirse bien; -Entonces, ya puedo morir en paz -dijo el viejo rey-. Después de mi muerte le enseñarás todo el palacio, todas las cercanías, las salas, los subterráneos con las riquezas en ellos encerradas; pero no le dejes entrar en la última cámara de la galería grande, donde está el retrato de la princesa de la Cúpula de Oro.

LAS TRES HILANDERAS:

En aquellos tiempos había una joven muy perezosa que no quería hilar. Su madre se incomodaba mucho; pero no podía hacerla trabajar. Un día perdió la paciencia de manera que llegó a pegarle. En aquel momento pasaba por allí la Reina, y oyendo los sollozos. La mujer, avergonzada, no quiso contarle de la pereza de su hija, y le dijo: -No puedo hacerla que suelte el huso ni un solo instante, quiere estar hilando siempre. Yo tengo lino suficiente e hilará todo lo que quiera. La Reina se llevó a la joven. Hílame todo ese lino -le dijo-, y cuando esté concluido, te casaré con mi hijo mayor.