LÍNEA TEMPORAL DE SÍMBOLOS
RENOVADA OPORTUNIDAD DE MINISTERIO
En el año 2000, tuve la oportunidad de viajar a Ambato por motivos laborales, y en 2012 establecí mi residencia permanente en esta ciudad. Este cambio fue una valiosa oportunidad para crecer y servir en el ministerio. En la primera iglesia donde me congregué, tuve el honor de ser Presidenta de Damas, liderando y sirviendo a mi comunidad.
Transcurridos diez años y, por motivos de ubicación, me uní a otra congregación donde sigo sirviendo con gratitud, actualmente soy la Presidenta de Damas. Mi oración constante es que Dios me permita utilizar los dones y talentos que me ha dado donde Él considere necesario. Ahora mi vida tiene un propósito claro: vivir para servir a los más vulnerables y reflejar el amor de Dios en todo lo que hago.
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AVANCE ESPIRITUAL
Con un renovado interés por la Biblia, comencé a estudiarla profundamente y a involucrarme activamente en el servicio dentro de la iglesia. A pesar de mis propias incomodidades, me uní al equipo de ujieres y ayudaba en la limpieza de la iglesia, incluyendo tareas como barrer y limpiar los baños. Ver a otras hermanas realizar estas tareas con gozo me inspiró a hacerlo también. Mi hijo, que tenía 13 años, también encontró un lugar en la iglesia, donde era muy querido por todos. Pasaba las tardes allí, ya que la iglesia permanecía abierta todo el día para consejería.
Fue un tiempo especial de descubrir la profundidad de la Palabra de Dios y entender que Él tenía planes hermosos para nosotros. Mi hijo incluso se involucró en el ministerio de alabanza como baterista, aportando su talento a pesar de su corta edad. La iglesia se convirtió en nuestro hogar espiritual, un lugar de amor, aprendizaje y comunidad.
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TIEMPO DE DESCUBRIMIENTO ESPIRITUAL
Como madre soltera, comencé a asistir a la iglesia y a las reuniones en células en la ciudad de Guayaquil, rodeándome de amigos cristianos, principalmente familias. En ese tiempo, se presentó una oportunidad laboral en Quito, así que me mudé con mi hijo, quien tenía 8 años. En Quito, asistí a una congregación donde experimenté un verdadero cambio espiritual. Allí, por primera vez entendí que Dios me amaba profundamente y deseaba sanar mis heridas, mi tristeza y mis traumas. Comencé a estudiar la Palabra de Dios, asistía regularmente a reuniones de oración, y vi cambios significativos en mi vida. Fue un tiempo de descubrir que Dios me ama incondicionalmente.
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ÉPOCA DE PREGUNTANDO
Durante mi adolescencia, atravesé un periodo difícil debido a un problema de salud que me afectaba profundamente. Además, vivía lejos de mis padres, hermanos y hermanas, lo que me hacía sentir sola. Aunque tenía respeto por Dios, no lo conocía de verdad. Me preguntaba constantemente si a Dios le importaba mi vida, si escuchaba mis oraciones, o si estaba demasiado distante. Mi fe era más una religión basada en reglas y evitar hacer cosas malas, como mentir o robar, que una relación personal con Él. No sabía que Dios me amaba ni comprendía el sacrificio de Cristo en la cruz.
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MOMENTO DIFÍCIL/CONFUSO
Mis padres me enviaron a Guayaquil para continuar mis estudios en el colegio, y durante ese tiempo viví con unos familiares que no compartían la fe cristiana. Este periodo fue desafiante para mí, ya que no tenía una comunidad cristiana ni amigos que compartieran mis creencias. Aunque no me aparté del todo, tampoco crecía en el conocimiento de la Palabra de Dios ni participaba en ningún ministerio en la iglesia. Me sentía desconectada y espiritualmente estancada.
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EXPERIENCIA DE CONVERSIÓN
Cuando tenía 8 años, unos misioneros norteamericanos llegaron a la provincia de Los Ríos, Ecuador, y realizaron una campaña evangelística en mi pueblo. Sus visitas se convirtieron en un evento recurrente, y con el tiempo, reconocieron el liderazgo de mi padre, nombrándolo como Pastor de esa obra. Este acontecimiento marcó un antes y un después en mi vida y en la de mi familia.
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