Cambios en la vida femenina durante
la primera mitad del siglo XX
En síntesis, la economía del hogar, las tareas domésticas, la educación y
disciplinamiento de los hijos, la integridad moral de todos los miembros de la familia,
los cuidados de salud e higiene fueron todas tareas femeninas elevadas a la categoría de oficio bajo el título de ama de hogar.
A medida que avanzaba el siglo y los procesos de modernización, la mujer ocupó,
cada vez con mayor insistencia, nuevos espacios.
Su presencia se hizo habitual en
el teatro, las salas de cine, los salones de té y aun en los clubes sociales, en los
cuales, a principios del siglo, sólo se permitía la presencia masculina.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se reforzó el ideal femenino de la mujer
identificada con la virgen María, reina de los cielos y madre
de Cristo.
La Iglesia le asignó la misión de disciplinar al esposo y
educar a los hijos en valores católicos, pero al tiempo funcionales en el nuevo
modelo capitalista.
La facilidad para los sectores femeninos de la élite y de la clase media para
dedicarse a otras actividades por fuera del hogar radicaba en la facilidad de
proveerse de servicio doméstico, como bien lo ilustra un manual educativo de 1938:
El incremento significativo de la población urbana durante las primeras décadas
del siglo XX se debió, en gran parte, a la migración campesina de las áreas más
cercanas a las ciudades.
La maternidad era reivindicada como la función femenina por excelencia, pero dejando absolutamente claro que el acto reproductivo nada tenía que ver con el disfrute de la sexualidad.
Este ideal femenino continuó, en lo fundamental, vigente durante la
primera mitad del siglo XX.