11 poderes del líder por Jorge Valdano
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poder de la credibilidad
La autoridad moral se construye con pequeños y discretos
materiales. Como esa coherencia elemental que consiste en
hacer lo que se dice que se va a hacer. O en la cultura del
esfuerzo, que solo se desliza desde las capas más altas hasta
las máslajas. O en recetas tan simples como la de exigirle
al profesional, porque es un imperativo laboral, y respetar
a la persona, porque es un imperativo moral. O en
entender, y hacer entender, que los derechos son respetables
pero que los deberes hay que respetarlos...
Todo esto no tiene importancia para aquellos que desprecian
el futuro por la impaciencia de obtener beneficios
a corto plazo, o para aquellos que se ven a sí mismos como
predestinados y que anteponen su propio prestigio al de la
empresa. O para los que pretenden fortalecer su poder pisoteando
la dignidad y los derechos de su gente.
poder de la esperanza
Siempre fui partidario de los sueños. Sueños de fútbol (Carmelo
Martín) es una autobiografía autorizada sobre mi vida
deportiva que, ya desde el título, habla del sueño como un
motor que acelera las ambiciones más nobles. El sueño no
es más que un ideal que nos llama desde lejos y que nos convoca
para el esfuerzo y el reto. Renovar los sueños es renovar
el sentido de la vida, y no hay mejor modo de desafiar la
rutina. El líder tiene el privilegio de ser el dueño de un sueño
colectivo que debe ser lo suficientemente atractivo como
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para seducir a toda una organización. Un sueño generoso,
en el que quepan todos.
poder de la pasión
• La naturaleza: que, como la belleza, te elige. No hay
gran futbolista que no tenga, en su base genética, ciertas
ventajas relacionadas con la coordinación, la visión y el talento
físico. • La práctica: que se logra familiarizándose con el juego
durante muchas horas al día. César Luis Menotti hizo
gráfica la idea diciendo, con razón, que era altamente improbable
un Maradona japonés. Maradona, como Di Stéfano
antes y Messi después, es hijo de un país enfermo de fútbol
y eso le permitió aprovechar toda su energía y tiempo
libre para jugar.
poder del estilo
En el mundo del fútbol el resultado es incontestable. Su efecto
es tan contundente que el ganador ni siquiera necesita hablar.
Y si habla, es irrebatible. El que gana no solo tiene razón,
sino que se le extiende el carné de inteligente, de listo
(que no es lo mismo) y, ya que necesitamos consagrar su figura,
hasta de macho alfa. Si es necesario, también se le atribuye
una estrategia a corto, medio y largo plazo, aunque su
éxito haya sido ocasional y haya dependido, en gran medida,
de la suerte o del talento natural de jugadores extraordinarios.
Para esta corriente de opinión, sin duda dominante, el
estilo es cosa de románticos.
Así las cosas: viva el estilo
La diferenciación es una de las grandes ventajas competitivas de las organizaciones de nuestro tiempo. El orgullo de pertenecer tiene que ver, sobre todo, con la cultura de una organización, con los valores que la identifican, con el estilo.
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Subtema
poder de la palabra
¿Hasta qué punto el fútbol necesita de la palabra? Hace
much& arios leí una crónica del gran periodista uruguayo
Diego Lucero que guardo en algún rincón de la memoria.
Hablaba de un partido sin mayor trascendencia que enfrentaba
a Temperley con Newell's Old Boys y en el que ocurrió
algo especial: De Marta, jugador sordomudo de Temperley,
convirtió un gol y salió corriendo a celebrarlo. Como un
loco. La felicidad fue tal que, contaba Lucero, De Marta se
lanzó histérico sobre un micrófono a gritar: «¡Mama...
gol!». Lucero terminaba el relato diciendo: «Se oyó clarito».
Yo le creí siendo un niño y, lo que es mucho peor, le sigo
creyendo ahora. ¿Cómo no vas a gritar cuando metes un
gol? Qué más da que seas sordomudo... Con esta hermosa
historia, doy por comprobado el poder de la palabra. Y también
el poder del gol.
poder de la curiosidad
Cuando Pep Guardiola decidió ser entrenador, estaba avalado
por una larga carrera profesional y por certezas cartesianas
sobre sus gustos futbolísticos. Pero antes de
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sentarse en un banquillo jugó en Italia para mirar, desde
la cultura opuesta, el juego de largas posesiones de balón
en el que se había educado durante toda su carrera en el
F.C. Barcelona. La experiencia no le aportó gran cosa a su
discurso central, pero aprendió detalles menores que un
entrenador no puede despreciar. Más tarde aceptó y honró
una oferta para jugar en Los Dorados de Culiacán (México)
por el interés profesional de ser entrenado por Juan
Manuel Lillo, con quien compartía ideas y del que podía
extraer enseñanzas útiles.
poder de la humildad
Pero la humildad también se entrena. Aún hoy existen equipos
en el fútbol inglés en los que los jugadores deben lavarse
la ropa y lustrarse las botas como parte de una vieja y sana
tradición. En la Selección Argentina de la que yo formé parte,
los jugadores ayudábamos a recoger el vestuario, trasla-
-dábamos los baúles de utilería al autobús después de los partidos,
o cumplíamos con cualquier pequeña obligación que
llevara implícita el respeto al otro.
Carlos Salvador Bilardo fue siempre uno de esos entrenadores
que hacen de la austeridad una obligación comunitaria.
En el Mundial de México 1986, algunos de los
jugadores del equipo, y él mismo, vivimos durante los cuarenta
y cinco días de concentración en unas habitaciones
prefabricadas que estaban muy lejos de ser lujosas. Era
imposible descubrir algún síntoma de prosperidad en
nuestra manera de vestir, de viajar, de vivir...
poder del talento
Pero me gustaría aclarar que no todo depende de la naturaleza.
Claro que hay talentos espontáneos que resuelven los
problemas con total naturalidad. Pero si esta regla fuera la
única relevante, solo habrían jugado al fútbol Di Stéfano,
Puskas, Pelé, Cruyff, Beckenbauer, Maradona, Zidane, los
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Ronaldos (el gordo y el flaco), Messi y fenómenos de esa categoría,
a los que la madre naturaleza dotó de una gran ventaja
inicial. Sin embargo, existe también un talento forzado
por la sencilla razón de que la necesidad hace a la virtud.
Eso lo entendí hace mucho tiempo leyendo unas declaraciones
de Elías Figueroa, un inolvidable defensor chileno que
jugó a caballo entre las décadas de los sesenta y setenta, de
una gran elegancia y riqueza técnica. Cuando fue traspasado
al fútbol uruguayo, se vio obligado a cambiar algunos
hábitos.
poder del vestuario
Pero me gustaría aclarar que no todo depende de la naturaleza.
Claro que hay talentos espontáneos que resuelven los
problemas con total naturalidad. Pero si esta regla fuera la
única relevante, solo habrían jugado al fútbol Di Stéfano,
Puskas, Pelé, Cruyff, Beckenbauer, Maradona, Zidane, los
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Ronaldos (el gordo y el flaco), Messi y fenómenos de esa categoría,
a los que la madre naturaleza dotó de una gran ventaja
inicial. Sin embargo, existe también un talento forzado
por la sencilla razón de que la necesidad hace a la virtud.
Eso lo entendí hace mucho tiempo leyendo unas declaraciones
de Elías Figueroa, un inolvidable defensor chileno que
jugó a caballo entre las décadas de los sesenta y setenta, de
una gran elegancia y riqueza técnica. Cuando fue traspasado
al fútbol uruguayo, se vio obligado a cambiar algunos
hábitos.
poder de la simplecidad
No hay nada más difícil de definir que la simplicidad. Y, posiblemenle,
nada más difícil de conseguir. Porque, de algún
modo, alude a la perfección. No importa que hablemos de
arte, de empresa o de deporte; la simplicidad nos remite a
la pureza máxima. A lo esencial.
Quise empezar este capítulo prestigiando el concepto
(al emparentar «simplicidad» con «perfección») ante el peligro
de que confundamos «simplicidad» con «facilismo».
Sería terrible que cayéramos en ese error. No hay camino
más arduo que el que conduce a la simplicidad. Para quedarse
con lo sustancial, hace falta despojar una obra, una
acción o un discurso de todo lo accesorio, y eso solo lo consiguen
los más inteligentes.