Durante la primera era del cristianismo, el cuidado de los enfermos estaba profundamente influenciado por la religión y la comunidad. Los sacerdotes y hechiceros jugaban un papel crucial en la atención médica, mientras que la Iglesia se encargaba de organizar a las diaconisas, vírgenes, viudas y matronas romanas para ofrecer cuidados y apoyo.