によって Diego Rubio 1年前.
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Efraín Omar Padilla Flores
Diego Rolando Rubio Osorio
Janeth Gabriela Valladares Castro
Sonia Yamileth Girón Valladares
La selección de rugby de Nueva Zelanda, oficialmente apodada All Blacks, es la selección oficial de rugby de varones representativa de Nueva Zelanda. Considerados por muchos medios asociados a este deporte, como el mejor seleccionado de todos los tiempos, son toda una leyenda en el mundo del rugby y por supuesto también en la propia Nueva Zelanda, donde el rugby se considera deporte nacional.1
Es la selección que ha ganado más veces la Copa Mundial de Rugby, en tres ocasiones (1987, 2011 y 2015) junto a Sudáfrica. Nueva Zelanda compite con Argentina, Australia y Sudáfrica en el Rugby Championship, conocido como el Torneo de las Tres Naciones antes de la entrada de Argentina en 2012. Los All Blacks han ganado el trofeo diecinueve veces en los 27 años de historia del torneo, siendo el país que en más ocasiones lo ha obtenido, también ostentan la Copa Bledisloe, que se disputa anualmente con Australia, y la Freedom Cup, que se disputa con Sudáfrica. Nueva Zelanda ha logrado un Grand Slam (derrotando a Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales en una gira) cuatro veces, en 1978, 2005, 2008 y 2010.
Han ganado más del 76% de sus partidos y el equipo que más puntos ha conseguido en todos los tiempos. Su porcentaje de victorias los sitúa entre los más exitosos equipos de cualquier deporte en la historia. Son el único equipo mundial que tiene un balance de más victorias que derrotas frente a todos los países contra los que ha jugado, y desde su debut internacional en 1903 solo siete equipos han derrotado a Nueva Zelanda en partidos oficiales: Australia, Inglaterra, Irlanda, Francia, Sudáfrica, Gales y Argentina. Desde la introducción del World Rugby Ranking en octubre de 2003, Nueva Zelanda ha sido el número 1 del ranking más veces que el resto de los equipos todos juntos.2
También han sido elegidos el mejor equipo del año siete veces desde 2005.3 Cinco miembros han ganado el premio al mejor jugador del año -el antiguo capitán Richie McCaw, Dan Carter, Kieran Read, Brodie Retallick y Beauden Barrett. Quince jugadores All Black se han incluido en el Salón de la Fama del Rugby; cuatro de ellos también en el Salón de la Fama de la World Rugby.
Los primeros uniformes neozelandeses fueron un jersey negro con un helecho plateado y bombachos blancos. Para la gira de 1905, vestían todos de negro, salvo por el helecho plateado, y el nombre All Blacks data de esta época. El equipo ejecuta antes de cada partido un haka, danza de la cultura maorí que representaba en el pasado el grito de guerra de estas tribus en el campo de batalla, y que los All Blacks lo adaptaron al rugby como señal de respeto y desafío al equipo contrario. El haka tradicional es el Ka Mate de Te Rauparaha, aunque desde 2005 se representa ocasionalmente el Kapa o Pango, una versión modificada de la haka All Black de 1924 Kia Whaka-ngawari.
Los maoríes o maorís4 (Māori en idioma maorí) son una etnia polinésica que llegó a las islas de Nueva Zelanda, en el océano Pacífico sur, posiblemente de islas más al norte como Rarotonga o Tongatapu. La palabra maorí significa ‘común’, ‘normal’, en la lengua maorí, y también en otros idiomas de la Polinesia. Maoli en la lengua de Hawái quiere decir ‘nativo’, ‘indígena’, ‘verdadero’, ‘real’.
Zimbabue, oficialmente la República de Zimbabue, es un país sin litoral situado en el sudeste de África, entre el río Zambeze, las cataratas Victoria y el río Limpopo. Limita al oeste con Botsuana, al norte con Zambia, al sur con Sudáfrica y al este con Mozambique. La capital y ciudad más grande es Harare. La segunda ciudad más grande es Bulawayo. Zimbabue, un país de aproximadamente 15 millones de habitantes, tiene 16 idiomas oficiales, siendo el inglés, el shona y el ndebele los más hablados.
Desde el siglo XI, la región que ahora es Zimbabue ha sido el sitio de varios Estados, como los reinos de Butua, Rozvi y Monomotapa, además de una ruta importante para la migración y el comercio.11 La Compañía Británica de Sudáfrica demarcó su territorio actual cuando conquistó Mashonalandia en 1890 y Matabelelandia en 1893 durante la primera guerra Matabele. El gobierno de la compañía terminó en 1923 con el establecimiento de Rodesia del Sur como colonia británica autónoma. En 1965, un gobierno conservador de la minoría blanca declaró unilateralmente su independencia como Rodesia
El Imperio de Mutapa, también llamado Mwene Mutapa, Manhumutapa o Monomotapa fue un reino kalanga ubicado en el sur de África, específicamente en la frontera delimitada por el río Zambeze entre Zambia, Botsuana y Mozambique, durante la Edad Moderna (entre 1430 y 1629). Se desconoce la ubicación real de su capital incluso a día de hoy, aunque se sabe que mantenía una importante presencia en la que había sido capital del anterior Reino de Zimbabue, Gran Zimbabue. Se cree que el rey Mwene Mutapa y su gente estaban emparentados con los reinos Mwene de Zambia, como Bemba o Mbunda, sin embargo las únicas fuentes documentales disponibles surgen con la llegada de los portugueses y se centrarían en describir determinados aspectos político-económicos del reino en conjunción con los sucesivos conflictos que se darán entre ambos imperios.
Con la llegada de los mismos se conocería que Mutapa era un reino aparentemente invulnerable debido al férreo control que ejercía sobre sus recursos económicos: principalmente la nada desdeñable cantidad de oro que producían sus minas y obtenían de los ríos, y por supuesto el control del comercio con las consecuentes rutas que plagaban la región. Desgraciadamente los cismas internos provocados por los conflictos entre diferentes facciones sumados a la presión lusa conllevarían la transición del imperio al estado de protectorado portugués y la pérdida de una importante porción de su capital económico.
Cuando las reservas de oro comenzaron a agotarse, su comercio fue reemplazado por el tráfico de esclavos. Por esa época, los estados árabes de Zanzíbar y Kilwa se tornaron prominentes potencias esclavistas que abastecían a Arabia, Persia e India.
El dragón de Komodo (Varanus komodoensis), además de ser un gran cazador, es el lagarto más grande del mundo. Este reptil alcanza hasta 3 metros de longitud y 135 kilogramos de peso. Parte de sus grandes dimensiones se deben a la cola, la cual es larga y fuerte, si se le compara con la de otros miembros del orden. La cabeza, que da lugar a un hocico redondeado, tiene proporciones similares. Las extremidades son cortas y arqueadas.
La coloración del dragón de Komodo atraviesa importantes cambios conforme el desarrollo se comienza a presentar. Los ejemplares más jóvenes se distinguen por ser verdes y tener bandas amarillas y negras. Los que han llegado a la edad adulta logran un color uniforme, el cual puede ir de marrón a rojo grisáceo.
Esta es una especie endémica de las Islas menores de la Sonda, territorios insulares ubicados al sur del archipiélago malayo. Precisamente, debido a una de estos es que el dragón o monstruo de komodo, como también se le llama, recibe su nombre popular. Los espacios en los cuales habita el animal en cuestión se hallan dentro del territorio de Indonesia.
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A lo largo de su historia el dragón de Komodo ha habitado zonas llanas de sabana y bosques abiertos que crecen en estas islas de origen volcánico, asegura el Zoológico de Barcelona. Sin embargo, también es visto en playas y cimas de montañas. Su clima es el seco y caluroso.
Depredador, carroñero y caníbal
Conforme a lo publicado por el Smithsonian National Zoological Park, el dragón de Komodo es un animal carroñero que come casi cualquier tipo de carne. Igualmente, es un cazador de variadas especies. Ejemplos de sus presas son:
serpientes
aves
roedores
monos
cabras
jabalís
ciervos
búfalos de agua
Una empresa lucrativa tan poderosa que en su día gobernó casi todo el subcontinente indio. Entre 1600 y 1874, construyó la empresa más potente que ha conocido el mundo. Tenía su propio ejército, su propio territorio y un poder casi absoluto del comercio de un producto que ahora se considera británico por excelencia: el té.
A comienzos del siglo XVII, llamaban al subcontinente indio las «Indias Orientales» y, como albergaba especias, telas y bienes de lujo muy preciados por los europeos ricos, se consideraba una tierra con un potencial aparentemente infinito. Debido a su destreza marítima, España y Portugal habían monopolizado el comercio en el Lejano Oriente. Pero Gran Bretaña lo ansiaba y, cuando tomó los barcos de la Armada española tras derrotarla en 1588, allanó el camino para que la monarquía se convirtiera en una potencia naval.
En 1600, un grupo de empresarios ingleses solicitó a Isabel I una cédula real que les permitiera viajar a las Indias Orientales en nombre de la corona a cambio de tener el monopolio del comercio. Los mercaderes pusieron casi 70 000 libras de su propio bolsillo para financiar el proyecto y así nació la Compañía de las Indias Orientales.
La empresa se basó en un sistema de «factorías», que consistía en dejar representantes llamados «factores» para que establecieran puestos comerciales y adquirieran y negociaran los bienes. Gracias a un tratado de 1613 con el emperador mogol Jahangir, estableció su primera factoría en Surat, en la actual India occidental. Con el paso de los años, la compañía pasó de centrarse en la pimienta y otras especias al calicó y la seda y, finalmente, al té y se expandió al golfo Pérsico, China y otras partes de Asia.
La cédula real de la Compañía de las Indias Orientales le proporcionó el poder de «guerrear» e inicialmente usó la fuerza militar para protegerse y luchar contra los comerciantes rivales. Sin embargo, en 1757 tomó el control de todo el estado mogol de Bengala. Robert Clive, que dirigió el ejército de 3000 soldados de la compañía, se convirtió en gobernador de Bengala y empezó a recaudar impuestos y aranceles que se usaban para comprar bienes indios y exportarlos a Inglaterra. Aprovechando su victoria, la compañía expulsó a los franceses y los holandeses del subcontinente indio.
En los años posteriores, la Compañía de las Indias Orientales se anexionó por la fuerza otras regiones del subcontinente y estableció alianzas con los gobernantes de los territorios que no podían conquistar. En su apogeo, su ejército contaba con 260 000 efectivos (el doble que el ejército permanente británico) y era responsable de casi la mitad del comercio británico. El subcontinente estaba dominado por los accionistas de la Compañía de las Indias Orientales, quienes cada año elegían a «mercaderes/gobernadores» para que dictaran las políticas en sus territorios.
Pero los problemas financieros y la toma de conciencia generalizada de los abusos de poder hizo que Gran Bretaña tratara de obtener el control total de la Compañía de las Indias Orientales. En 1858, tras un prolongado periodo cuesta abajo, el gobierno británico puso fin al gobierno de la compañía en India. Para 1874, la compañía era solo una sombra de lo que era y acabó disolviéndose.
Por aquel entonces, la Compañía de las Indias Orientales ya había enganchado a China al opio (cultivaba opio en la India y lo exportaba ilegalmente a China a cambio de los codiciados bienes chinos) y se había dedicado al tráfico internacional de esclavos (llevó a cabo expediciones esclavistas, transportó esclavos y usó mano de obra esclava en los siglos XVII y XVIII). Puede que el capitalismo haya eclipsado a la Compañía de las Indias Orientales, pero su legado aún es palpable en todo el mundo.
“Hay un mito central que articula una gran cantidad de historias y es el del rey, identificado con un dios particular, Horus, quien a su vez se articula con diversos dioses en una serie de relatos fundamentales para entender la religión y la política” del Antiguo Egipto, afirmó Campagno.
De ese mito central del rey, representado por un drama mitológico, se desprende un cuadrilátero que tiene a Isis, Osiris, Seth y Horus como los dioses protagónicos de la cultura egipcia.
“Es el relato mítico más importante de la cultura egipcia porque representa el drama de la herencia real. Es decir, cuando un rey es muerto por un pariente, ¿quién debe recibir la herencia del trono?”, interpeló Campagno.
Para el investigador, este conjunto mítico de Osiris, Isis, Horus y Seth es casi omnipresente. Sin embargo, aclaró que a lo largo de distintas épocas hay distintos dioses centrales vinculados a la realeza en tiempos determinados.
Por su parte, el magíster español en filosofía, egiptólogo y director de la Fundación Sophia de México, Víctor Vilar, destacó mediante videollamada a National Geographic: “Probablemente, cada localidad en Egipto tenía su propio dios y, de hecho, existe un listado de localidades donde aparece un dios con su nombre y no sabemos nada más de él”.
Lo que más conocemos del mundo egipcio, cuenta Vilar, son aquellos dioses que tuvieron una influencia mayor en todo el territorio o los que están vinculados principalmente con la monarquía.
“El dios solar Ra o Re, por ejemplo, va a estar vinculado con el rey, porque éste es su hijo. Entonces va ser el patrono de la realeza al igual que Horus”, detalló.
Superado el largo período que vivió Egipto durante el llamado I Período Intermedio (2216-2020 a.C.), la ciudad de Tebas (Alto Egipto) se impuso sobre los poderosos monarcas del Valle del Nilo que se habían convertido en reyezuelos independientes dentro de sus territorios. Con el advenimiento al trono de Mentuhotep II se consolidó la XI dinastía (2119-1976 a.C.) bajo la cual Egipto conoció un nuevo período de unificación. Le siguió la XII dinastía (1976-1793 a.C.) en la que alternaron los poderosos ‘Amenemhats’ y ‘Sesostris’ que fijaron su residencia en las riberas de la Laguna de El Fayun, en cuyas proximidades levantaron sus pirámides, de menores pro-porciones que las de sus antecesores y de materiales tan deleznables que, en muchos de los casos, sólo queda de dichas construcciones simples amasijos de escombros.
En los últimos años de la VI dinastía, como ya se ha apuntado, Egipto se sumió en una rui- na tan terrible que, en ciudades como Menfis, llegaron a producirse casos de canibalismo. Las normas brutales de la supervivencia impusieron en el país la ley del más fuerte. Unos nomos se defendieron mejor que otros, y, de entre ellos, el de Tebas, con el tiempo, se perfiló como el único capaz de intentar la difícil misión de la unificación.
Este largo período de crisis supuso para Egipto la disolución total del poderoso sistema político y religioso que había crecido y prosperado a partir del momento mismo de su unificación, allá en torno al año 3000 a.C., y que de la mano de los faraones de la IV y V dinastías había proporcionado al valle del Nilo una larga etapa de seguridad y bienestar. Muestra clara de la catástrofe vivida durante el llamado Primer Período Intermedio, a falta de mejores calificativos, es la pobreza de las manifestaciones artísticas a lo largo de la crisis. En tales momentos, apenas se percibe el eco de lo que fue el estilo suntuoso, compañero y testigo de las pasadas épocas de esplendor y centralismo monárquico.
Al parecer, en Menfis se mantuvieron la VII y VIII dinastías (2216-2170 a.C.), aunque hay quien sitúa a la última en la ciudad de Abidos. Lo cierto es que los monarcas y grandes señores de la nobleza, cuya influencia ya se dejaba sentir desde la V dinastía, se convirtieron en auténticos príncipes feudales, cada vez más fuertes e independientes, al frente de sus estados.
ISBN: 978-84-9822-849-6
Autora: Pilar González Serrano
Extensión: 20 Págs