ARISTOTELES
no existen dos mundos separados, uno sensible y otro inteligible, sino un único mundo, formado por objetos individuales: las sustancias. Cualquier sustancia es un compuesto hilemórfico
En su física, define los seres naturales como aquellos que tienen en sí mismos el principio del movimiento y del reposo.
El movimiento se explica como el paso del ser en potencia al ser en acto: un ser que está privado de cierta forma, pero puede tenerla, pasa a adquirirla efectivamente.
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.
La metafísica, filosofía primera o sabiduría, se ocupa, en cambio, de estudiar las primeras causas y los primeros principios de la realidad.
El ser, aunque es único, se manifiesta de diez maneras diferentes, denominadas categorías: la primera es la sustancia, que es la categoría fundamental, y las nueve restantes (cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, acción y pasión) son accidentes o modificaciones que se predican de la sustancia.
Antropología
Como cualquier otra sustancia, el hombre se compone de forma (alma) y materia (cuerpo), siendo el alma el principio vital que anima y organiza el cuerpo. Como forma y materia van siempre unidas, alma y cuerpo son inseparables, por lo que Aristóteles niega que el alma humana sea inmortal.
El alma racional, específica del hombre, es capaz de adquirir la ciencia, un conocimiento basado en conceptos universales, abstrayendo las formas y separándolas de la materia a la que están unidas.
El proceso de abstracción avanza desde los sentidos al concepto universal, y en él desempeña un papel decisivo la imaginación, sobre la que operan el intelecto paciente, que tiene la posibilidad de conocer las formas, y el intelecto agente, que las separa de la materia. Este último constituye la parte más perfecta y divina del hombre, porque su capacidad para conocer las formas lo hace separado, eterno e inmortal.
Ética y política
La ética aristotélica es eudemonista; es decir, se trata de una ética de la felicidad, bien supremo que Aristóteles no entiende como idea separada, al estilo de Platón, sino como un bien accesible a la actividad práctica del hombre.
El fin último de nuestros actos es alcanzar la felicidad, pero ni la vida activa (política o militar) ni la vida placentera garantizan su logro. Solo la vida teorética o contemplativa, dedicada a la búsqueda del conocimiento, permite ser plenamente feliz, porque esa vida se caracteriza por el ejercicio de aquello que constituye la naturaleza específica del hombre: la razón, y, más concretamente, del intelecto, cuya actividad lo asemeja a los mismos dioses.
El ejercicio de la contemplación permite al hombre alcanzar las virtudes intelectuales, como la prudencia y la sabiduría, pero como el hombre es también un ser corporal, no puede dedicarse siempre a la contemplación; por eso, la felicidad requiere también un disfrute moderado de bienes externos, como la salud, el bienestar, los amigos, etc., sin los cuales ninguna vida puede ser enteramente feliz.
el Estado es anterior, por naturaleza, a los individuos, a las familias y a las aldeas que lo forman, y el hombre puede definirse como un animal político, puesto que carece de sentido fuera del todo social, de la ciudad-estado de la que forma parte.
El Estado posee prioridad, porque únicamente él es autárquico y se basta a sí mismo. Es en él donde el hombre puede alcanzar su perfección, ya que solo el Estado le permite, mediante la educación, actualizar todas las potencialidades inherentes a su naturaleza, tanto intelectuales como morales.