door Angelica Quintero 2 jaren geleden
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Al atacar debemos conocer previamente la identidad de los generales que defienden, sus aliados, sus visitantes, sus centinelas y sus criados; con ayuda de los espías.
Debes conocer primero los talentos de los servidores del enemigo, y así puedes enfrentarte a ellos según sus capacidades.
Un gobierno no debe movilizar un ejército por ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera.
El fuego se utiliza para sembrar la confusión en el enemigo y así poder atacarle.
Rapidez de acción: Factor esencial aprovechándose de los errores de los adversarios, desplazándose por caminos que no esperan y atacando cuando no están en guardia.
Consolida la energía más entusiasta de tus tropas, ahorra las fuerzas sobrantes, mantén en secreto tus formaciones y tus planes, permaneciendo insondable para los enemigos, y espera a que se produzca un punto vulnerable para avanzar.
Los combatientes se encuentran en peligro de muerte, todos tienen el mismo objetivo, y, están alerta sin ser estimulados, tienen buena voluntad de manera espontánea y sin necesidad de recibir órdenes.
Ocho formaciones clásicas de batalla dice: "Haz del frente la retaguardia, haz de la retaguardia el frente, con cuatro cabezas y ocho colas. Haz que la cabeza esté en todas partes, y cuando el enemigo arremeta por el centro, cabeza y cola acudirán al rescate."
Tener éxito tanto con tropas débiles como con tropas aguerridas se basa en la configuración de las circunstancias.
El general debe ser tranquilo, reservado, justo y metódico. Examina las adaptaciones a los diferentes terrenos, las ventajas de concentrarse o dispersarse, y las pautas de los sentimientos y situaciones humanas. Sus planes son tranquilos y absolutamente secretos para que nadie pueda descubrirlos. Su mando es justo y metódico. Puede mantener a sus soldados sin información y en completa ignorancia de sus planes. Cambia de lugar su emplazamiento y se desplaza por caminos sinuosos.
Estas son las seis maneras de ser derrotado: 1. No calibrar el número de fuerzas; 2. Ausencia de un sistema claro de recompensas y castigos; 3. Insuficiencia de entrenamiento; 4. Pasión irracional; 5. Ineficacia de la ley del orden; y 6. El fallo de no seleccionar a los soldados fuertes y resueltos.
Tener claras las capacidades de los soldados y cuales son las áreas en las que se desenvuelven mejor dependiendo la situación.
Cuida de la salud física de tus soldados con los mejores recursos disponibles. Tener presente el peligro que siempre los rodea.
Estar atento del lenguaje corporal y verbal del emisario puede revelar las verdaderas intenciones de las tropas enemigas.
Identificar actitudes negativas de parte de los soldados significa que sus superiores a cargo ya no se estan tomando como un autoridad capaz.
El enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado. Nuestro plan siempre debe tener una estrategia de retirada o posterior al ataque en caso de emergencias.
Los soldados deben ser dirígidos mediante el arte civilizado (humanidad) y unifícalos mediante las artes marciales (reglamentos). Las órdenes son razonables y justas, se dan de manera clara, sencilla y consecuente a las tropas, éstas las aceptan.
Si la campaña cambia conforme a la percepción del momento, la ventaja no cambia y los enemigos siguen por debajo. No existe una estructura permanente debido a que necesitamos adaptarnos al ímpetu de las fuerzas.
Norma general de las operaciones militares: No importa que el enemigo no acuda, sino confiar en tener los medios de enfrentarte a él.
Una fuerza militar se usa según la estrategia prevista, se moviliza mediante la esperanza de recompensa, y se adapta mediante la división y la combinación.
Para ocupar un lugar, divide a tus tropas. Para expandir tu territorio, divide los beneficios. En localidades donde la gente no tiene mucho, es necesario dividir a las tropas en grupos más pequeños para que puedan tomar en diversas partes lo que necesitan.
Regla general de la lucha armada: Actúa después de haber hecho una estimación.
Unificar los oídos y los ojos de los soldados significa hacer que miren y escuchen al unísono de manera que no caigan en la confusión y el desorden. La señales se utilizan para indicar direcciones e impedir que los individuos vayan a donde se les antoje.
La mente original es firme, la energía fresca es victoriosa. Cuando una persona de débil corazón se dispone a combatir se siente animado y poseído por la energía, pero cuando entra en batalla esta energía se desvanece, se detendrá, estará asustado y se arrepentirá de haber comenzado.
Dominar el corazón: A menos que tu corazón esté totalmente abierto y tu mente en orden, no puedes esperar ser capaz de adaptarte a responder sin límites, a manejar los acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades graves e inesperadas sin turbarte.
La regla general de las operaciones militares es no enfrentarse a una gran montaña ni oponerse al enemigo de espaldas a esta.
Si el enemigo huye no se lancen a su persecución, ya que, podría ser una emboscada. Si abandonan de repente sus provisiones, estas han de ser probadas antes de ser comidas, por si están envenenadas.
Sé extremadamente sutil, discreto, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso y confidencial, hasta el punto de ser silencioso. Las situaciones militares se basan en la velocidad.
Haz que los adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti y viceversa. Esto es inducir al enemigo a efectuar una formación. Una vez vista la formación del adversario, concentras tus tropas contra él. Como tu formación no está a la vista, el adversario dividirá seguramente sus fuerzas.
Cuando estás fuertemente atrincherado y no dejes filtrar ninguna información sobre tus fuerzas, sal afuera sin formación precisa, ataca y conquista de manera incontenible.
Incitar al enemigo a la acción para descubrir cuál es el esquema general de sus movimientos, sus hábitos de comportamiento de ataque y de defensa. Indúcelos a adoptar formaciones específicas, para conocer sus puntos flacos. Estos son métodos para confundir y perturbar.
El punto final de la formación de un ejército es llegar a la no forma, no dejas huellas que puedan ser seguidas, los informadores no encuentran ninguna grieta por donde mirar y los que están a cargo de la planificación no pueden establecer ningún plan realizable.
Determinar los cambios apropiados: No repetir las estrategias previas para obtener la victoria. Genio: La capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.
El orden y el desorden son una cuestión de organización; la cobardía es una cuestión valentía y de ímpetu; la fuerza y la debilidad son una cuestión de la formación en la batalla. Nada está fijado en las leyes de la guerra: estas se desarrollan sobre la base de la fuerza de ímpetu (percepción).
Los buenos guerreros son capaces de escoger a la mejor gente y desplegarlos adecuadamente. Con entusiasmo, convicción, orden, organización, recursos, compromiso de los soldados, tienes la fuerza del ímpetu. Así es posible asignar a los soldados por sus capacidades, habilidades y encomendarle deberes y responsabilidades adecuadas.
El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cual es útil.
La defensa (borrar los rastros) es para tiempos de escasez, el ataque (movimientos rápidos) para tiempos de abundancia. De esta manera pueden protegerse.
Las victorias de los buenos guerreros son debidas a haberse situado previamente en una posición de poder, ganar con seguridad, imponiéndose sobre los que ya han perdido de antemano.
Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados.
El ejército está estrictamente disciplinado, hasta el punto en que los soldados morirían antes que desobedecer. Camino y sus leyes: No destruir todo a su paso y respetar ciertos lineamientos.
Las reglas militares son cinco: El terreno da lugar a las mediciones, éstas dan lugar a las valoraciones, las valoraciones a los cálculos, éstos a las comparaciones, y las comparaciones dan lugar a las victorias.
La peor táctica es atacar a una ciudad, sólo se lleva a cabo como último recurso. Nunca se debe atacar por cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan.
La victoria completa se da cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia.
Triunfan aquellos que: Saben cuándo luchar y cuándo no. Saben discernir cuándo utilizar muchas o pocas tropas. Tienen tropas cuyos rangos superiores e inferiores tienen el mismo objetivo.
Los generales son lo suficientemente competentes y no son limitados por los gobiernos civiles. Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro.
Donde hay grandes recompensas hay hombres valientes, sin embargo, es muy importante tratar bien a los soldados y préstales atención, también a los soldados prisioneros, para conseguir que en el futuro luchen para ti.
El que está a la cabeza del ejército está a cargo de las vidas de los habitantes y de la seguridad de la nación.
Poner cebos para atraer al enemigo, golpearlo cuando está desordenado como factor sorpresa del ataque y usar sus falencias en su contra; son algunas de las estrategias que se pueden usar contra el enemigo.
Aquel que no realiza cálculos tiene menos oportunidades de victoria.