Cómo Hacer que te
pasen cosas buenas

2. EL ANTÍDOTO AL SUFRIMIENTO: EL AMOR

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Dividamos este capítulo en cinco grandes amores:— El amor «sano» a uno mismo: la autoestima.— El amor a una persona.— El amor a los demás.— El amor a los ideales y a las creencias.— El amor a los recuerdos. 

Topic principal

3. EL CORTISOL

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Pensar altera nuestro mundo interior. Imagina que estás en un cine o un teatro y oyes que alguien grita: —¡Fuego! Inmediatamente te pondrías alerta y buscarías corriendo y con angustia la salida más próxima. ¿Qué sucede en ese instante en tu cuerpo? El organismo se sobresalta y manda una señal al hipotálamo, que, a su vez, activa otras zonas cerebrales. Comienza una respuesta involuntaria del organismo a través de señales hormonales y nerviosas —la mente a veces todavía no ha tomado conciencia del peligro— con la taquicardia, sudoración y subida de temperatura que todos hemos experimentado en algún momento. Esta información pasa por el tálamo y por la corteza cerebral, donde se procesa de forma cognitiva la información recibida y se decide, en la medida en que la sensación de miedo lo permite, cómo responder ante la amenaza. A continuación las glándulas suprarrenales, ubicadas encima de los riñones, tras recibir la señal del hipotálamo, liberan una serie de hormonas entre las que destacan la adrenalina y el cortisol.

4. NI LO QUE PASÓ NI LO QUE VENDRÁ

5. VIVIR EL MOMENTO PRESENTE

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La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa. Depende de la forma en que asimilamos una realidad, y nuestra capacidad de orientar o enfocar dicha asimilación es clave para poder ser felices. Por lo tanto, de lo que aquí vamos a hablar es de tu capacidad de elegir. De elegir felicidad en vez de infelicidad. Desde el inicio de estas páginas hemos tratado el dolor, el sufrimiento, los traumas y las heridas profundas. No venimos a negar el mundo real —hablaremos de la tolerancia a la frustración más adelante—, pero sí a aprender a disfrutar en la medida de lo posible, a pesar… de los pesares. Tu realidad depende de cómo decides percibirla. Entiendo que te sorprenda este mensaje, y surjan en ti mil frases —¡barreras y resistencias!— de este tipo: «Ya lo he intentado todo», «mi vida es muy dura», «depende de las circunstancias», «mi infancia fue terrible», «qué fácil es decirlo y qué difícil conseguirlo»… Si rechazas elegir agarrarte a lo bueno de tu vida —por pequeño que sea—, estás dándote por vencido en la lucha más decisiva de tu existencia. La felicidad no es un sumatorio de alegrías, placeres y emociones positivas. Es mucho más; pues también depende de haber conseguido superar las heridas y dificultades y seguir creciendo. Es vivir con cierto gozo a pesar del dolor y el sufrimiento —en mayor o menor medida, inevitables—. Si negamos o bloqueamos constantemente el sufrimiento, nuestra mente pierde la capacidad de saber afrontarlo y superarlo. No significa entrar en el «barro tóxico» e intentar enfrentarse a todas y cada una de las batallas que se nos presenten, sino aprender a gestionar los malos momentos. Conozco mucha gente que no sabe enfrentarse a los conflictos, a las emociones negativas y que como vía de escape las anula de forma automática e inconsciente. Eso conlleva un riesgo, porque la evitación constante de lo negativo te lleva a perderte una parte de la vida y a desconectar muchas veces del sufrimiento de los que te rodean. Ya hablamos en el capítulo anterior de la importancia de la «compasión», de conectar de forma sana con el sufrimiento de otros para ayudarles a salir adelante. No olvidemos que un gran error frecuente es aspirar a una felicidad excesiva o a un estado de alegría y placer utópicos y constantes. Eso deriva en personas frustradas por la insatisfacción permanente. ¿Es la felicidad la gran aspiración de una persona? Eso parece; pero la felicidad tiene un componente instantáneo, placentero: una comida, una reunión con amigos, un viaje…, y otro más estructural, asentado en los pilares fundamentales de la vida: familia, pareja, trabajo, cultura, amigos… La felicidadplacentera es como una chispa fugaz, la felicidad-estructural habla, en cambio, de un balance de vida equilibrado. Voy a transmitirte varias ideas de forma práctica. Probablemente, muchas ya las hayas leído o incluso las hayas experimentado alguna vez en tu vida. Intentemos que lo que vas a leer sobre esta materia sea útil para tu vida o bien para ayudar a gente de tu entorno. La realidad de tu vida depende de cómo decides responder o reaccionar ante ciertas circunstancias, es decir, el comportamiento que surge ante los estímulos exteriores. Aquí te transmito otra idea importante.Toda emoción viene precedida de un pensamiento.La mente es la responsable de fabricar la emoción. El sentimiento es la reacción física a esa emoción. Sin cerebro, no hay emoción. En las lesiones cerebrales, en los ictus, en las malformaciones…, pueden verse afectadas zonas del cerebro que te lleven a «no sentir». Una persona puede perder la sensibilidad en las extremidades —¡y quemarse al no reaccionar!— si tiene esa zona del cerebro desactivada o lesionada. Desde hace unos años, a través de las personas que perdían el habla tras un infarto cerebral, se han ido descubriendo las zonas del cerebro encargadas de esa función. Ese es el origen remoto del mapeo cerebral. Actualmente contamos con herramientas para conocer en tiempo real cómo funciona el cerebro, lo que nos permite observar en directo cómo reaccionan y se alteran ciertas zonas cuando se realiza una actividad o se experimenta un estímulo. Una de esas técnicas es la resonancia magnética funcional. Esta se emplea tanto para tratamiento clínico como para investigación. Mediante ella podemos detectar los cambios de distribución de los flujos de sangre en los diferentes momentos, permitiéndonos así conocer la mente y el sistema nervioso de forma mucho más profunda y global sin necesidad de medios más agresivos como «abrir» el cerebro o esperar a una autopsia. Esta técnica de neuroimagen avanzada nos da la oportunidad de observar cómo se activa nuestro cerebro ante ciertos pensamientos, motivaciones o estados de ansiedad o depresión.

6. LAS EMOCIONES Y SU
REPERCUSIÓN EN LA SALUD

7. QUÉ COSAS O ACTITUDES
ELEVAN EL CORTISOL

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Existen multitud de situaciones que nos perturban y perjudican alterando los niveles normales de cortisol. Estamos inmersos en una sociedad que trabaja, genera noticias y tendencias, viaja y se divierte y descansa a un ritmo frenético, tanto que, en ocasiones, no somos capaces de seguir ese ritmo y nos «rompemos». Existen algunos «mitos emocionales» —ser perfectos, perder el control…— que tienen un efecto más nocivo para el organismo de lo que podamos imaginar. No olvidemos algo importante, el estrés crónico es dañino y perjudicial para el cuerpo y para la mente. En cambio, el estrés positivo —eustrés—, en pequeñas dosis, mejora la concentración, la capacidad de rendir de forma más eficiente y la atención para responder ante un desafío. Entremos a analizar algunas circunstancias que suben el cortisol de forma crónica.

8. CÓMO BAJAR EL CORTISOL

9. TU MEJOR VERSIÓN

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Para llegar a cualquier éxito o triunfo en la vida hay que comenzar por algo que de primeras puede parecer sencillo, pero que tiene su dificultad si uno desea realizarlo correctamente.

NUNCA ES TARDE PARA EMPEZAR
DE NUEVO. EL CASO DE JUDITH,
LA ACTRIZ PORNO

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Conocí a Judith al terminar una conferencia sobre educación y resiliencia en un colegio. Se acercó a hablar conmigo y me dijo: —Soy actriz, he visto a través de las redes que dabas una charla en este colegio y he venido. No quiero seguir viviendo. No puedo más, me voy a suicidar. Me quedé helada. No sé mucho de cine, y menos internacional —tenía un ligero acento extranjero—. Le pregunté su nombre, pero en ese instante, la directora del colegio se acercó para obsequiarme con un libro editado con motivo del cincuenta aniversario de la institución. Aproveché ese momento para buscar su nombre en Google. ¡Era una actriz porno y tenía más de un millón de seguidores en las redes! Me acerqué de nuevo y le pregunté la razón de su tristeza. Me explicó que su novio de siempre —se conocieron en la infancia— le había pedido casarse. Ella le quería, aunque con ciertas dudas —«¡No sé si estoy enamorada…, no sé si soy capaz de enamorarme!»—, pero sabía que no tenía futuro con él. Me dijo: —Él quiere que yo deje el cine, y estoy dispuesta a hacerlo… pero, si tenemos hijos…, tú no me entiendes…, si algún día ellos buscan mi vida a través de internet… Yo no tengo futuro. De forma delicada entramos, todavía junto al escenario de la conferencia, en el mundo de la pornografía. Yo trataba el tema con sumo cuidado para evitar herirla y ella lo percibió. —Gracias por no juzgarme, necesito ayuda… Lo que más me preocupa es no poder borrar mi pasado, mis heridas, y volver a empezar. La cité al día siguiente a primera hora en consulta. Pasé toda la noche dando vueltas al tema… y llamé a un conocido mío que trabaja en la Policía para preguntarle si se podía cambiar una identidad y qué requisitos eran necesarios. A la mañana siguiente tenía la información necesaria. Su madre era extranjera y su padre español, y ella tenía doble nacionalidad. Hablamos de la posibilidad de cambiar su nombre, aunque ella ya empleaba un pseudónimo para su trabajo. Fuimos entrando de forma cautelosa en su pasado. En cómo había terminado grabando en diferentes países, rozando en algunos momentos el mundo de la prostitución de lujo y las drogas. Había muchas heridas profundas que sanar. Ella me permitió adentrarme en su biografía. Con máximo cuidado fuimos buceando en su infancia, en el abandono de su madre, en el alcoholismo de su padre y su posterior suicidio. A la temprana edad de diez años sufrió un abuso sexual por parte de un familiar cercano… A los dieciocho, convertida en una chica guapa, atraía a los chicos. Ahí fue cuando conoció a Raúl, su novio de siempre. Ella no quería nada serio, pero él le declaró amor eterno desde el primer día y le prometió esperarla. Al poco, le ofrecieron trabajar de modelo en otro país y ella aceptó. Necesitaba dinero… Por las noches iba de fiesta. Fue ahí donde entró en contacto con la droga y la prostitución de lujo. Pagaban muy bien. Ella dejó de sentir. Fingía. Por las noches lloraba, sin lágrimas, con un vacío interior cada vez más fuerte. Raúl, que conocía la situación, la buscaba, intentaba sacarla de aquello, pero sin éxito. Le regalaba libros, le enviaba conferencias para que ella escuchara hablar sobre la superación, el dolor y el trauma. Tras varias semanas de terapia, ella se encontraba más tranquila. Fue realizando todos los trámites para cambiar de vida y de apariencia. No tenía una cara especialmente llamativa y con poco esfuerzo modificó su aspecto. Meses después de conocerla vino con Raúl a consulta. Él era un chico profundamente bueno, la quería desde siempre y sabía que ella tenía un gran potencial herido por la vida que había llevado. Hace unos meses recibí esta carta:Querida doctora: Ya he llegado a mi nuevo país. En el fondo no es nuevo, mi madre vivió su infancia a cien kilómetros de donde nos hemos instalado. He comenzado un negocio de ropa, va despacio, pero tengo mucha ilusión. He traído mis ahorros y, si todo va bien, nos casaremos en la primavera siguiente. He recuperado las ganas de vivir, ¡gracias por la ayuda prestada! […] Nunca es tarde para empezar de nuevo. PD: He enviado tu contacto a algunas compañeras de trabajo para que las puedas ayudar a ellas también. No les digas dónde estoy. Un abrazo con cariño, Judith  

AGRADECIMIENTOS

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Mi primer agradecimiento es, sin lugar a dudas, para Jesús, por su apoyo incondicional e incansable. Sin él jamás habría podido escribir este libro. A Jesusín, por su alegría constante; a Enrique, por sacar mi lado resiliente en su peor momento; a Javier, por acompañarme desde la primera página hasta la última. A mi padre, por ser mi maestro y guía en la ciencia del alma. A mi madre, por demostrarme que con esfuerzo y pasión todo se logra. A Cristina, por su entrega y compañía durante toda la vida. A Isabel, por caminar de la mano en el mundo de las emociones y en esta labor profesional apasionante de ayudar a los demás. A los profesores y médicos que me han formado a lo largo de estos años. A mis pacientes, verdaderos maestros, por permitirme formar parte de su vida en momentos difíciles y hacerme disfrutar con sus recuperaciones. A Planeta y a Espasa por darme la oportunidad de volcar en un libro lo que siempre he querido comunicar. A Fernando, por su paciencia en la corrección de los textos. Finalmente, quiero agradecer a Almudena y a Quique, unidos por lo más Grande, por cuidarme y acompañarme todos los días.

Sinopsis

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Uniendo el punto de vista científico, psicológico y humano, la autora nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz: conocer y optimizar determinadas zonas del cerebro, fijar metas y objetivos en la vida, ejercitar la voluntad, poner en marcha la inteligencia emocional, desarrollar la asertividad, evitar el exceso de autocrítica y autoexigencia, reivindicar el papel del optimismo…

UN VIAJE QUE EMPIEZA…

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Un viaje de mil millas comienza con el primer paso. LAO-TSÉLos aviones, los trenes y, en general, los medios de transporte son lugares maravillosos para que sucedan cosas sorprendentes. Únicamente hay que dejarse llevar, observar e intervenir si surge una buena oportunidad. Las mejores historias de mi vida han surgido en situaciones de ese tipo. Hace unos años, en un vuelo Nueva York-Londres, viajaba sentada en el asiento de la ventanilla. Siempre elijo ese lugar porque disfruto observando el cielo, las nubes, el mar y sobre todo porque me gusta recordar la insignificancia del ser humano ante la inmensidad de la naturaleza, relativizando así lo que nos pasa en la tierra. Siempre presto atención al pasajero que se sienta junto a mí. Tras tantas horas de vuelo, uno conecta de cierta manera con su vecino. Analiza lo que lee; lo que ve en la pantalla…, si come, si duerme…; involuntariamente, uno no puede evitar conjeturar sobre sus circunstancias y los motivos de su viaje. ¿Tendrá familia? ¿Viajará por trabajo? No faltan momentos en que uno se levante, y por educación se cruzan unas palabras sencillas. Generalmente, al final del vuelo, uno se despide cordialmente. Siempre he pensado aquello de que «basta mirar a alguien con atención, para que se convierta en alguien interesante». Es normal que haya una conversación en algún momento del vuelo. Gracias a esas interacciones he conocido a personas de lo más fascinantes y me han sucedido historias que han marcado mi vida en muchos aspectos. En este vuelo en concreto, despegando desde Nueva York, me senté al lado de un señor mayor. Leía el periódico y yo saqué de mi bolso unos apuntes de la carrera. Era anatomía, mis dibujos tomados en clase no tenían calidad —siempre he dibujado mal— y mientras intentaba memorizar los cientos de nombres noté la mirada del tipo sobre mis hojas. Le sonreí: —I study Medicine. Me contestó: —My father is a doctor.Analicé rápidamente al tipo —me encanta hacerlo desde joven—, pero mantenía, a pesar de la cordialidad, una mirada fría e infranqueable. Me curioseó y añadí, —¿Ha heredado usted la profesión de su padre? —No. Siempre me ha gustado más la investigación. —¿De qué tipo? —Investigo terrorismo. Cerré los apuntes. Se me planteaba una conversación que pintaba muy interesante. Mi colección de músculos y extraños huesecillos seguiría ahí al llegar a Madrid. Mi interlocutor me confesó que acababa de jubilarse después de más de treinta años en la CIA. Desde hacía un tiempo estaba permitido hablar más «libremente» de su trabajo y durante el resto del vuelo me explicó la guerra de Irak y las tensiones geopolíticas en la zona, las pugnas por el petróleo y los gaseoductos, los intereses de los distintos países occidentales… Todo ello sobre un improvisado mapa de Oriente Medio con flechas hacia todos lados. Soy una apasionada de la historia y las relaciones internacionales, y reconozco que no paraba de tomar notas. En un instante de la conversación, le comenté que estudiaba para ser psiquiatra. Me escudriño con atención y mantuvo un silencio durante unos instantes antes de hacerme preguntas de lo más peculiares sobre mis gustos y mi forma de ser. No estoy acostumbrada a que me pregunten con tanta intensidad sobre mí, ya que suelo ser yo la que hago esas preguntas, pero intentaba responder lo más sinceramente posible. Tras una pausa, me propuso hacer una estancia en la CIA cuando terminara mi especialidad y realizar algún tipo de trabajo como psiquiatra forense o de investigación. En ese momento se me iluminaron los ojos. Me parecía un mundo apasionante. Sonreí y añadí: —Siempre y cuando no tenga que ir al terreno, tiendo a ser un poco miedosa. Me dejó su contacto y nos despedimos. Le escribí varias veces y mantuvimos correspondencia vía mail durante varios años. Desgraciadamente, para el lector, nunca llegué a trabajar ahí, ya que la vida me ha llevado por otros derroteros, pero llevo en mi cartera la tarjeta de mi «amigo analista» que me recuerda que las oportunidades están cerca, pero hay que salir a buscarlas. En mi opinión, pocas frases han hecho más daño que la de «vendrá cuando menos te lo esperas». Nadie va a venir a buscarnos a casa para proponernos el proyecto de nuestra vida. Hay que ir a su encuentro. Una de las cosas que genera más angustia es la incapacidad de saber qué es aquello a lo que debo dedicarme o dónde elegir. Decidir se plantea como un reto imposible. Vivimos en un mundo lleno de oportunidades; nunca hemos tenido tanto al alcance con tan poco. Nos encontramos en el momento de mayor estimulación de la historia; hoy en día, cualquier niño de siete años ha recibido más información y estímulos —música, sonido, comidas, sabores, imágenes, vídeos…— que cualquier otro ser humano que haya poblado antes la Tierra. Esa sobre-estimulación dificulta la toma de decisiones. La juventud de hoy —los famosos millennials, entre los que tengo un pie puesto— se encuentra aturdida sin saber qué decidir y hacia dónde dirigirse. En lo profesional, los distintos lugares donde una cursa los estudios y, concluidos estos, las salidas profesionales son incontables y se plantean como algo imposible de elegir. De golpe surgen multitud de posibilidades y uno no sabe hacia dónde dirigir su vida. Es la sociedad de la confusión y de la dificultad de compromiso. Veo cada vez más chicos «bloqueados» sin saber, porque para decidirse necesitan sentir. Los millennials viven empapados de emociones y sentimientos que les llevan a necesitar una gratificación constante para avanzar. Hablaremos más adelante de esto para comprender mejor qué está sucediendo en la mente de muchos jóvenes. Existe una brecha clara entre dos generaciones que conviven: los nacidos antes de los ochenta y los nacidos después de los noventa. Los que nos encontramos entre los ochenta y los noventa hemos vivido en una época de transición importante. Los anteriores a los ochenta, generalmente han luchado bastante; muchos vienen de hijos de las guerras, han sacado a familiares adelante; y lo más importante: el mundo digital, internet y las redes sociales les ha pillado después de la adolescencia. Esto es clave. Sus relaciones personales, su manera de trabajar y enfrentarse a la vida, así como sus creencias están basadas en otros conceptos —no me refiero a ideologías concretas, sino a la manera en que están constituidas—. Después de los noventa acontece algo decisivo: nace internet. En este libro entenderemos qué impacto posee el bombardeo de estímulos al que están sometidos desde que nacen los más pequeños en nuestra sociedad actual, así como el efecto de las redes sociales en el sistema de gratificación del cerebro, razón por la cual nos encontramos ante una generación profundamente insatisfecha. Para motivarles —en lo educativo, emocional, afectivo, profesional y económico— con frecuencia se precisan estímulos cada vez más fuertes, más intensos. Cómo hacer que te pasen cosas buenas requiere de varios elementos. En la vida hay instantes muy duros donde lo importante es sobrevivir y encontrar algún apoyo donde sostenerse. El resto del tiempo, tenemos luchar por sacar TMV —Tu Mejor Versión —. Hablaremos de la actitud y del optimismo; la forma con la que nos enfrentamos a la vida tiene un gran impacto en lo que nos sucede. La predisposición, la actitud previa ante cualquier situación, determina cómo respondemos a ella. Años de experimentos demuestran que la manera como uno decide responder ante los problemas y cuestiones que se le plantean cada día influye en el resultado. El cerebro, los marcadores fisiológicos, los genes, las células, los sentimientos, las emociones, los pensamientos funcionan como un todo. Las enfermedades físicas tienen, en muchos casos, una relación directa con las emociones, y siempre podemos intentar encauzar el efecto que una enfermedad física produce en nuestro estado de ánimo. Para entender el cerebro intentaremos simplificar lo complejo. Entendiendo nuestro cerebro, gestionando nuestras emociones, mejoramos nuestra vida. Hoy, la neurociencia, en concreto la neurobiología y lo que denominamos el inconsciente —desde emociones, hasta la profundidad de nuestra psique— explica gran parte de nuestro comportamiento.Este libro habla de la felicidad, porque todos ansiamos encontrarla, y del éxito; pero el éxito es el gran mentiroso. En mi consulta en muchas ocasiones tengo ocasión de admirar a personas que ante historias de sufrimiento, dolor y fracaso han sido capaces de superarlas. El fracaso enseña lo que el éxito oculta, dice mi gran maestro de la vida, mi padre. En este libro quiero intentar explicar no solo los problemas de mente, corazón y cuerpo, sino sobre todo los aspectos buenos y saludables de nuestra vida; aquello que pueda ayudar al lector a tener mejor salud de alma y cuerpo y así, quizá, acercarnos a la ansiada felicidad. Aquí comienza un camino apasionante, para entendernos y reinventarnos. Siempre existe una segunda posibilidad de volver a ilusionarse y diseñar un camino mejor para cada uno.ResumenEl texto aborda varios temas relacionados con la vida, la toma de decisiones, la generación millennial, la neurociencia y la búsqueda de la felicidad. La autora comparte una experiencia en un vuelo en el que conoció a un exanalista de la CIA, lo que la llevó a reflexionar sobre la importancia de buscar oportunidades y tomar la iniciativa en la vida. Se destaca la idea de que nadie vendrá a ofrecernos el proyecto de nuestra vida, y que es necesario salir a buscarlo.Se menciona la confusión y la dificultad de compromiso que experimentan los millennials al enfrentar una amplia gama de opciones profesionales y personales. La autora sugiere que esta generación está influenciada por la sobreestimulación de información y emociones a través de Internet y las redes sociales, lo que puede llevar a una profunda insatisfacción.El texto también aborda la importancia de la actitud y el optimismo en la vida, así como la relación entre las emociones y la salud física. La autora destaca que comprender el funcionamiento del cerebro y gestionar las emociones puede mejorar la calidad de vida.En resumen, el texto es una reflexión sobre la importancia de tomar la iniciativa en la vida, la influencia de la generación millennial en la sociedad actual, la importancia de la actitud y el optimismo, y la relación entre la mente y el cuerpo en la búsqueda de la felicidad. La autora invita al lector a entenderse y reinventarse en busca de una vida más saludable y satisfactoria.

1. DESTINO: LA FELICIDAD

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La felicidad no se define, «se experimenta». Para conocerla hay que haberla sentido y, una vez se ha sentido, las palabras se quedan cortas para explicarla. Pese a ello vamos a intentar acercarnos a ella desde diferentes ángulos. La primera idea que quiero trasladar es la siguiente: no hay guías rápidas ni atajos que aseguren la felicidad. Existe una gran crítica sobre los libros de autoayuda que prometen la felicidad con una receta rápida, pero lo cierto es que actualmente contamos con multitud de estudios y datos científicos que nos acercan con cierta precisión al nivel de bienestar físico y psicológico indispensables para ser feliz. Los psiquiatras estudiamos las enfermedades mentales, o mejor, estudiamos a las personas que sufren trastornos de la mente o del estado de ánimo. Nuestro gremio celebra muy a menudo congresos sobre asuntos de lo más variado: sobre el cerebro o regiones concretas del mismo, sobre marcadores neuronales y la fisiología que hay tras ellos, sobre las causas internas o externas que favorecen las enfermedades psiquiátricas o sobre cómo mejorar la fiabilidad de los diagnósticos y los últimos tratamientos experimentales. En general, tratamos los males de la mente desde todos los enfoques científicos posibles. Desde joven mi vocación ha sido curar y ayudar a las personas que sufren tristeza y angustia, y eso me ha llevado a investigar la felicidad, el placer, el amor, la compasión y la alegría, y a hacerme una serie de preguntas de difícil respuesta: ¿por qué hay gente que tiene tendencia a sufrir y quejarse cualquiera que sea su situación?, ¿existe la buena suerte o no es tan aleatoria como parece?, ¿qué importancia tiene la carga genética en la configuración de la mente y el carácter de las personas?, ¿qué factores me predisponen —o indisponen— a ser más feliz? La investigación sobre estos temas me ha conducido a recorrer caminos variopintos y lecturas de lo más sugestivas. Nuestra sociedad actual es comparativamente más rica que nunca. Jamás hemos tenido tanto como hasta ahora. Nuestras necesidades están cubiertas y podemos disponer casi de cualquier cosa; en la mayor parte de los casos a un solo clic de distancia. Como consecuencia, y aunque no es deseable y debemos huir de ello, estamos normalizando esa sobreabundancia.En ocasiones creemos que nos merecemos todo, algo a lo que contribuye el materialismo imperante que nos hace pensar que es bueno que tengamos acceso a todo lo que deseamos. Sin embargo, ninguna acumulación de cosas puede proporcionar por sí sola el acceso a la felicidad, a ese estado interior de plenitud. La felicidad consiste en tener una vida lograda, donde intentamos sacar el mejor partido a nuestros valores y a nuestras aptitudes. La felicidad es hacer una pequeña obra de arte con la vida, esforzándonos cada día por sacar nuestra mejor versión.La felicidad está íntimamente relacionada con el sentido que le damos a nuestra vida, a nuestra existencia.Como vemos, el primer paso para intentar ser felices es conocer qué le pedimos a la vida. En un mundo que ha perdido el sentido, que anda desorientado, tendemos a sustituir «sentido» por «sensaciones». La sociedad sufre un gran vacío espiritual que se intenta suplir con una búsqueda frenética de sensaciones tales como satisfacciones corporales, sexo, comidas, alcohol, etc. Existe una necesidad insaciable de experimentar emociones y sensaciones nuevas cada vez más intensas. No hay nada malo per se en las relaciones sexuales, una gastronomía cuidada o el placer de un buen vino… Hablamos de cuando la búsqueda de esas sensaciones sustituye el verdadero sentido en la vida. En esos casos de desorientación, la acumulación de sensaciones produce una gratificación momentánea, mientras que el vacío en nuestro interior crece como un agujero negro apoderándose paulatinamente de nuestra vida, lo que conduce de manera inevitable a rupturas psicológicas o comportamientos destructivos. Solo entonces, cuando el daño está hecho, la persona afectada o alguien de su entorno toman conciencia de que remontar es superior a sus fuerzas y buscan ayuda externa. Aparece entonces la labor del psiquiatra o del psicólogo para ayudar a recomponer esa vida. El ser humano busca tener y relaciona felicidad con posesión. Nos pasamos la vida buscando tener estabilidad económica, social, profesional, afectiva… Tener seguridad, tener prestigio, tener cosas materiales, tener amigos… La felicidad verdadera no está en el tener, sino en el ser. Nuestra forma de ser es la base de la verdadera felicidad.¡Ojo! Cuidado con la felicidad light, esa que se nos vende como que está al alcance de todos con un clic. Algo no funciona bien en ese concepto materialista cuando el 20 por 100 de nuestra sociedad está medicada por problemas de ánimo.Si acaparar bienes materiales no es la solución para ser feliz, ¿cuál es? En mi opinión, en este mundo tan cambiante y en plena evolución, la felicidad pasa necesariamente por volver a los valores. ¿Y qué son los valores? Aquello que nos ayuda a ser mejor persona y nos perfecciona. Es básico y se convierte en la guía en los momentos de caos y de incertidumbre. Cuando uno se pierde y no sabe hacia dónde dirigirse, el tener unos valores, unas directrices claras, ayuda a que el barco no se hunda. Ya lo decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco: «seamos con nuestras vidas como arqueros que tienen un blanco». Hoy en día no existen blancos donde apuntar, se han extinguido los arqueros y las flechas vuelan caóticas en todas las direcciones. Para entender a qué mundo nos enfrentamos, me gusta este acrónimo introducido por la US Army War College: VUCA, que nos sitúa de forma sociológica en contexto. Volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA por sus siglas en inglés: volatility, uncertainty, complexity y ambiguity). Esta noción fue descrita para describir cómo se encontraba el mundo tras el final de la Guerra Fría. Actualmente se usa en liderazgo estratégico, en análisis sociológicos y en educación para describir las condiciones socioculturales, psicológicas y políticas. La volatilidad se refiere a la rapidez de los cambios. Nada parece ser estable: los portales de noticias cambian cada pocos segundos para enganchar a los lectores, las tendencias como ropas o lugares de moda pueden modificarse en días, la economía y la bolsa fluctúan en cuestión de horas… La incertidumbre; pocas cosas son predecibles. Los acontecimientos se suceden y uno puede sentirse impactado ante el giro de la situación. A pesar de que existen algoritmos para intentar adelantar o prever el futuro, la realidad acaba superando a la ficción. La complejidad se explica porque nuestro mundo está interconectado y el nivel de precisión en todos los campos del saber humano es casi infinitesimal. Hasta los más mínimos detalles influyen en el resultado de la vida —el famoso efecto mariposa de la teoría del caos—. La ambigüedad —que yo conectaría con el relativismo— no deja paso a una claridad de ideas. Todo puede ser o no ser. No existen ideas claras sobre casi ningún aspecto. Siempre he pensado que la psiquiatría es una profesión maravillosa. Es la ciencia del alma. Ayudamos a las personas que se acercan a pedir ayuda a entender cómo funciona su mente, su procesamiento de la información, sus emociones y su comportamiento. Intentamos restaurar heridas del pasado o aprender a manejar situaciones difíciles o imposibles de controlar. Actualmente existen múltiples libros para aprender a enfocarse mejor en la vida y aprender a gestionar diferentes temas. Como todo, hay que saber filtrar y, principalmente, encontrar el tipo o estilo que más nos conviene. Los psiquiatras y psicólogos debemos adaptarnos a nuestros pacientes, entender sus silencios, sus momentos, sus miedos, sus preocupaciones, sin juzgar, con orden y sosiego, sabiendo transmitir serenidad y optimismo. Me fascina entender y saber cómo pensamos, las causas de nuestras reacciones y qué son las emociones y cómo se reflejan estas en la mente. Al final, la felicidad tiene mucho que ver con la manera en que yo me observo, analizo y juzgo, y con lo que yo esperaba de mí y de mi vida; es decir, en una frase, la felicidad se encuentra en el equilibrio entre mis aspiraciones personales, afectivas, profesionales y lo que he ido poco a poco logrando. Esto tiene un resultado: una autoestima adecuada, una valoración adecuada de uno mismo.EL CASO DE MAMEN - Mamen es una paciente de treinta y tres años. Trabaja como administrativa en una gran empresa. Vive con sus padres con los que tiene una buena relación. Tiene novio, un chico tímido y retraído que la cuida mucho. En su trabajo hay buen ambiente y de vez en cuando queda con la gente de la oficina. Un día acude a mi consulta. Dice tener la autoestima por los suelos. No sabe explicar la razón, y añade: —Mis padres me quieren, me gusta mi trabajo, soy una persona con amigos, pero me creo poca cosa… Después de relatarme de forma resumida su biografía, calla en seco y me dice: —Me da vergüenza estar aquí, contando mis problemas a una desconocida, yo que en principio no tengo nada de qué quejarme. Se levanta, se dirige a la puerta y se marcha. La sigo y le digo que vuelva a entrar, es mejor que terminemos la sesión porque, si ella está triste o a disgusto, es porque algo en su interior no funciona. Por fin se serena y accede a volver a entrar.Llevamos en terapia ocho meses. Está mucho mejor, pero yo sé que todos los días en plena consulta tiene lo que yo llamo «su momento». Se agobia, me confiesa: —Me da vergüenza estar aquí, eres una desconocida a la que cuento mi vida. E intenta marcharse. Le cuesta aceptar que está compartiendo su vida con otra persona. Poco a poco se va dando cuenta y ella misma razona en voz alta los motivos que le hacen tener que resolver ciertos conflictos internos que la impiden crecer. En cualquier situación, a una persona que actúa así uno puede decirle: —No hace falta que vuelvas, ya cuando te sientas cómoda llamas y pides cita. Pero acepto su instante y sin juzgar sigo la consulta como si no hubiera dicho nada.ResumenEl texto explora la noción de felicidad desde la perspectiva de un psiquiatra que busca entenderla y ayudar a sus pacientes a alcanzarla. Se enfatiza que la felicidad es una experiencia personal y que no hay atajos ni recetas rápidas para alcanzarla. En lugar de eso, se menciona la importancia de entender el bienestar físico y psicológico como factores esenciales para la felicidad.El autor discute la sobreabundancia y el materialismo en la sociedad actual, señalando que acumular posesiones materiales no conduce necesariamente a la felicidad. En cambio, sugiere que la felicidad se encuentra en el desarrollo personal, en la búsqueda de valores y en vivir una vida significativa.Se aborda la tendencia de buscar sensaciones y gratificaciones momentáneas en lugar de encontrar un sentido en la vida. La falta de sentido es vinculada con la búsqueda de satisfacciones inmediatas, como el consumo de alcohol o comida, y cómo esta búsqueda puede llevar a un vacío interior y comportamientos destructivos.El autor advierte sobre la "felicidad light" que se promociona como fácil de alcanzar y señala que un enfoque en los valores personales es esencial para encontrar la verdadera felicidad. También se discute la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad en la sociedad actual, y cómo estas condiciones pueden afectar la búsqueda de la felicidad.El texto finaliza con un caso clínico que ilustra la lucha de una paciente por superar sus problemas de autoestima y su dificultad para compartir sus sentimientos con un terapeuta. A lo largo del proceso terapéutico, se destaca la importancia de la autoaceptación y la valoración personal como componentes clave para la felicidad.En resumen, el texto aborda la felicidad desde una perspectiva psiquiátrica, destacando la importancia de la autoaceptación, la búsqueda de valores personales y el bienestar físico y psicológico como elementos esenciales para alcanzar la felicidad. También se destaca la complejidad de la sociedad actual y su influencia en la búsqueda de la felicidad.

Autoestima y felicidad

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La autoestima y la felicidad están íntimamente relacionadas. Una persona en paz, que tiene cierto equilibrio interior y que disfruta de las cosas pequeñas de la vida, normalmente tendrá un nivel de autoestima adecuado.PERSONAJE SIN PROBLEMAS DE AUTOESTIMA - Miguel de Unamuno fue uno de los grandes autores de la generación del 98. Poseía una personalidad campechana y cercana, conocida por todos. En una ocasión fue condecorado con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, entregada por el mismísimo rey Alfonso XIII. Unamuno, que era conocido por ser militante del Partido Socialista y republicano, en el momento de la entrega del galardón comentó: —Me honra, majestad, recibir esta cruz que tanto merezco. El rey, sorprendido, pero conociendo la personalidad del escritor, contestó: —¡Qué curioso! En general, la mayoría de los galardonados aseguran que no se la merecen. Unamuno, con su habitual cercanía, respondió sonriendo: —Señor, en el caso de los otros, efectivamente, no se la merecían.ResumenLa autoestima y la felicidad están relacionadas, ya que una persona en equilibrio interior y que disfruta de las cosas pequeñas de la vida generalmente tiene una autoestima adecuada. Un ejemplo de una persona con una alta autoestima es Miguel de Unamuno, un conocido autor y militante socialista que, al recibir una condecoración, comentó de manera segura: "Me honra, majestad, recibir esta cruz que tanto merezco", destacando su autoconfianza y sentido del humor.

La felicidad y el sufrimiento

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Se dice que uno no sabe lo que es la felicidad hasta que la pierde. Ante el dolor, el sufrimiento, el duelo, los problemas económicos, ahí nos sale de dentro: «¡No soy feliz!, ¡qué sufrimiento!, ¡qué mala suerte la mía!». En esos instantes nos cuesta vislumbrar momentos de felicidad de nuestro pasado, apreciar destellos de alegría que nos llenaban en algún momento. La vida es un constante volver a empezar, un camino donde uno atraviesa situaciones alegres o incluso instantes de felicidad, pero también momentos difíciles. Para ser feliz hay que ser capaz de rehacerse en lo posible de los traumas y dificultades. La razón es sencilla: no existe una biografía sin heridas. Las derrotas y cómo encajarlas son lo más decisivo en cualquier trayectoria. El ser humano a lo largo de toda una vida atraviesa momentos muy exigentes y difíciles, por lo que no podrá ser feliz si no aprende a superarlos o, al menos, a intentarlo. Como psiquiatra, en consulta, he tratado toda clase de traumas, y soy consciente al redactar estas líneas de que existen biografías muy duras, algunas mucho más que otras. Hay aspectos ajenos a nosotros que no podemos cambiar. No podemos elegir gran parte de lo que nos sucederá en la vida, pero somos absolutamente libres, todos y cada uno de nosotros, de elegir la actitud con la que afrontarlo. Nos reparten unas cartas, mejores o peores, pero son las que tenemos y hay que jugarlas lo mejor posible. El hombre necesita herramientas para superar las heridas y los traumas del pasado. Los episodios que nos arrasan física y psicológicamente van dejando una huella importante en nuestra biografía. La manera en la que cada uno se sobrepone y vuelve a empezar marca nuestra personalidad en muchos aspectos. Ese talento nace de una fortaleza interior que todos tenemos desarrollada en mayor o menor medida: la resiliencia. El concepto de resiliencia fue puesto en boga por el médico francés Boris Cyrulnik. Este psiquiatra, hijo de unos emigrantes judíos de origen ucraniano, nació en Burdeos en 1937. Tras la ocupación nazi, cuando tenía solo cinco años, sus padres fueron arrestados y deportados a campos de exterminio, pero él huyó, permaneció escondido en diversos lugares y finalmente fue acogido en una granja bajo la identidad ficticia de un niño no judío llamado Jean Laborde. Pasada la guerra, la familia que le acogió le animó a estudiar medicina y ser psiquiatra. El joven Boris pronto se dio cuenta de que, a través de su biografía, podía entender las causas del trauma e intentar ayudar a otros, fundamentalmente niños, a rehacerse tras un trauma o ruptura emocional.El diccionario de la RAE define resiliencia en una de sus entradas como la «capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido». Cyrulnik amplió el significado del concepto a «la capacidad del ser humano para reponerse de un trauma y, sin quedar marcado de por vida, ser feliz».La resiliencia nos envía un mensaje de esperanza. Antes se pensaba que los traumas sufridos en la infancia eran imborrables y perduraban marcando decisivamente la trayectoria del niño afectado. ¿Cómo podemos superar esas heridas tan profundas y dolorosas? La clave se sustenta en la solidaridad, en el amor, en el contacto con otros; en definitiva, en los afectos. Cyrulnik, a lo largo de su experiencia, muestra numerosos ejemplos al respecto. En la Universidad de Toulon —donde es profesor— ha trabajado con enfermos de Alzheimer; muchos de ellos han olvidado las palabras, pero no los afectos, la música, los gestos o las muestras de cariño. Cyrulnik insiste en la flexibilidad de la psique. Antes se pensaba que una persona quedaba marcada por el dolor y el sufrimiento. Si la persona supera ese trauma, esa herida, se convierte en alguien resiliente. En este proceso de ayuda es clave no culpabilizarla por los errores del pasado y prestarle apoyo y cariño. Existen múltiples terapias para ello. Hace unos años trabajé en Camboya sacando niñas de la prostitución infantil. Ha sido, de forma clara, uno de los momentos que ha marcado mi vida de manera más importante. Me dediqué a ir por los burdeles de Camboya rescatando niñas en condiciones deplorables. Recuerdo de forma nítida a una niña, recién rescatada de una red de prostitución con trece años, que me preguntaba con la mirada perdida: —¿Seré capaz de tener una vida normal y de disfrutar de algo? El mensaje de esperanza está ahí, la ciencia lo explica, mi experiencia me lo ha enseñado. Existen métodos de curación que sanan las heridas más profundas. A lo largo de estas páginas contaré cómo acabé colaborando en ese proyecto tan apasionante en Camboya y algunas de las historias que han marcado mi vida. Todo el camino que he recorrido me ha ayudado a entender mejor el cerebro humano y, con él, el sufrimiento y, en última instancia, el camino a la felicidad.ResumenLa felicidad y la resiliencia están estrechamente vinculadas. La vida es un constante ciclo de experiencias, que incluyen momentos de alegría y dificultades. La capacidad de superar traumas y dificultades es esencial para la felicidad. La resiliencia, la capacidad de recuperarse de los traumas y ser feliz, es fundamental en este proceso. Boris Cyrulnik, un psiquiatra que vivió la ocupación nazi y experimentó la resiliencia personal, popularizó este concepto. La resiliencia se basa en el amor, la solidaridad y los afectos, y demuestra la flexibilidad de la mente humana para superar el sufrimiento. La culpa no debe pesar sobre las personas que han experimentado traumas, sino que deben recibir apoyo y cariño para sanar. La resiliencia es un mensaje de esperanza que ofrece la posibilidad de superar heridas profundas y vivir una vida plena. La autora comparte su experiencia en el trabajo con niñas rescatadas de la prostitución infantil en Camboya, destacando cómo la ciencia y la resiliencia pueden sanar las heridas más profundas y conducir al camino de la felicidad.

El trauma

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Un acontecimiento traumático destruye la identidad y la convicción sobre uno con respecto a los demás y al mundo. Esa ruptura es el inicio de lo que conocemos como trauma. Cyrulnik estableció que para que suframos un trauma se ha de cumplir la teoría del doble golpe. El primer golpe sería el evento perturbador propiamente dicho, el acontecimiento traumático en sí; pero para que este se asiente en la vida ha de sobrevenir un segundo golpe que proviene de ciertos comportamientos del entorno que, a grandes rasgos, pueden implicar rechazo o abandono, estigmatización, asco, menosprecio o humillación, siendo la incomprensión un fenómeno común a todos ellos. Los pilares de la resiliencia, según Boris Cyrulnik son tres: — El personal. Contar con herramientas interiores desde el nacimiento; el apego seguro. Es una de las prevenciones más potentes que existen para superar un trauma. — El contexto familiar y social. El tipo de apoyo que otorgan los cuidadores, padres y figuras de apego. Estos son clave para sobreponerse a un trauma doloroso (aquí entra en juego el segundo golpe de forma importante). — El contexto social. Es decir, contar con el apoyo social y legal en esos momentos, el apoyo de la comunidad, mitiga el trauma y fortalece a la víctima.Cyrulnik: «Imagínese que un niño ha tenido un problema, que ha recibido un golpe, y cuando le cuenta el problema a sus padres, a estos se les escapa un gesto de disgusto, un reproche. En ese momento han transformado su sufrimiento en un trauma».EL CASO DE LUCÍA - Lucía es una niña de seis años. Vive con sus padres y sus dos hermanos de siete y dos años. Va al colegio de su barrio y es una niña muy feliz, creativa y con gran capacidad imaginativa. Un día, estando en una fiesta de cumpleaños en casa de un amigo del colegio, acude al cuarto de baño. Al entrar, ve que dentro está el padre de un chico de su clase. Se queda fuera y se disculpa de forma educada. El tipo en cuestión —no merece otro nombre— le dice de forma amable que entre. Se baja el pantalón y le pide a Lucía que le toque. La niña, asustada, obedece. Acto seguido, él le quita la ropa interior a ella y le mete la mano bajo el vestido. Paralizada, Lucía no puede hablar ni 20 gritar. El tipo amenaza a la niña para que no cuente nada a nadie o le hará mucho daño a ella y a sus hermanos. Lucía sale del baño y se esconde a llorar en una esquina. Sus padres no están en la fiesta, pero espera que lleguen lo antes posible. Media hora después, les ve entrar en la casa. Observa que el tipo del baño se acerca y de forma amable les saluda, les dice que su hija se ha portado muy bien y que es muy educada. Lucía comienza a sudar, quiere llorar. El tipo se acerca, le coge de la mano y le dice: —Tus padres están aquí, ya les he dicho que te has portado muy bien, dales un besito a tus hermanos cuando les veas. Para Lucía no hay duda y, al subir al coche, lo primero que hace es contar a sus padres lo sucedido. No dan crédito, pero la escuchan con suma atención. A los dos días, acuden a mi consulta a pedir consejo y ver cómo gestionarlo. Dudan de que sea cierto, pero no quieren, en ningún caso, poder herir más a la niña.Traté a Lucía durante medio año. Tenía pesadillas, le daba miedo tratar con hombres mayores, se sentía triste, no quería ir al colegio. Desde el primer momento se le mostró el apoyo de sus padres. El tema se llevó a juicio y ella aprendió a mejorar sus fortalezas interiores. Hoy es una niña sana, feliz, de trece años. Hace pocos meses vino a verme a la consulta a contarme que se va una temporada a Irlanda a aprender inglés. Sus palabras en la despedida fueron: —Ya no tengo miedo, lo he superado. Quiero darte las gracias por apoyarme, por creerme y por fortalecer la relación con mis padres; sé que dudaron de mí durante unos instantes; el hecho de que me apoyaran hasta el final y de que tú me trataras desde el inicio me ha librado de un gran trauma para siempre.Ser feliz es ser capaz de superar las derrotas y levantarse después.El presente puede resultar en ocasiones una pesadilla. En algunos casos uno ansía huir hacia delante. En otros momentos uno se bloquea y se queda paralizado en algún recuerdo o evento pasado traumático. Sentarse en el pasado nos convierte en personas agrias, rencorosas, incapaces de olvidar el daño cometido o la emoción sufrida. Todos hemos pasado por etapas donde percibimos que necesitamos una pausa o freno para recuperar fuerzas tras una temporada muy exigente, física o psicológicamente, o solo para volver a intentar alcanzar una meta que no hemos logrado. En esos momentos de parón, sobre todo al principio de unas vacaciones, afloran la tensión y el agotamiento. Uno se percibe más vulnerable que nunca. Esa vulnerabilidad no solo es psíquica, sino que al relajar el cuerpo tras una temporada de esfuerzo se produce una bajada generalizada de nuestras defensas que favorece que se contraigan catarros, gripes u otras enfermedades. Son precisamente esos momentos postensión los más importantes en nuestra trayectoria psicológica, puesto que en función de cómo los afrontemos pueden sobrevenir importantes desajustes mentales. Debemos estar muy vigilantes en esas temporadas porque con frecuencia es al frenar la actividad, al tener tiempo, cuando nos paramos a pensar y cuando podemos darnos cuenta de si nuestra salud psicológica está en riesgo por algo que ha ocurrido. En cualquier caso, las batallas las ganan los soldados cansados; las guerras, los maestros de la fortaleza interior. Esa fortaleza interior nos ayudará a superar los problemas, y se cultiva aprendiendo a dominar el yo interior, los pensamientos del pasado o inquietudes del futuro que nos atormentan y nos impiden vivir de forma equilibrada en el presente. El tiempo no cura todas las heridas, pero sí aparta lo más doloroso del centro de mira. El sufrimiento es, por tanto, escuela de fortaleza. Cuando ese torrente que emana del sufrimiento es aceptado de manera «sana», uno adquiere un dominio interior importante y fundamental para la vida.El equilibrio es aprender a mantener cierta paz interior, ecuanimidad y armonía a pesar de los mil avatares de la vida.Tras el golpe, hay que retomar las riendas de la propia vida para alcanzar el proyecto de vida que uno tenga trazado. Ser señores de nuestra historia personal. Lo sencillo es actuar en las distancias cortas, vivir, limitándonos a reaccionar a los anárquicos impulsos externos que nos afecten, dejándonos llevar; lo deseable, aunque complejo, es diseñar la vida con objetivos a largo plazo, de modo que, aunque algo nos desvíe, podamos redirigirnos hacia nuestra meta. Quien no tiene ese proyecto, quien no conoce en qué se quiere convertir, y que no encuentre sentido a su vida, no puede ser feliz. La solución no está en las pastillas. La medicación es clave para momentos de bloqueo donde el propio organismo es incapaz de recuperarse por sí solo, o cuando las circunstancias son tan adversas que precisamos de un apoyo extra para no derrumbarnos. La medicación regula las sustancias elevadas o bajas del cerebro. No suplanta la función cerebral o anímica, pero permite que puedas sentir o realizar esa función cuando esta te falla. La medicación ofrece soluciones, pero existe otra terapia que es efectiva y ayuda: la actitud del médico. Unas palabras de aliento, una escucha real y verdadera, poseen un efecto de curación importante.ResumenEl trauma es un evento perturbador que puede causar una ruptura en la identidad y la confianza de una persona. Según Boris Cyrulnik, un trauma requiere de un "doble golpe" para arraigarse en la vida de alguien. El primer golpe es el evento traumático en sí, y el segundo proviene de las reacciones del entorno, como rechazo, abandono o estigmatización. La resiliencia, según Cyrulnik, se basa en tres pilares: factores personales, apoyo familiar y social, y apoyo de la comunidad. Los cuidadores y padres desempeñan un papel fundamental en la recuperación de una persona traumatizada.El texto ilustra el caso de Lucía, una niña que sufrió un trauma y recibió apoyo de sus padres y terapia para superarlo. A través de este apoyo y la resiliencia, Lucía logró superar su trauma y llevar una vida feliz y saludable. Además, el texto destaca la importancia de enfrentar el presente y aprender a mantener la paz interior y la armonía a pesar de los desafíos. La medicación puede ser útil en momentos de bloqueo extremo, pero la actitud del médico, que brinda apoyo y aliento, también es esencial en el proceso de curación. La conclusión subraya que superar las dificultades y aprender a mantener un proyecto de vida a largo plazo son fundamentales para la felicidad. La medicación puede ser útil en ciertos casos, pero la actitud del médico y el apoyo de los cuidadores también son cruciales en el proceso de curación.

El sufrimiento tiene un sentido

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La sociedad actual huye de él y cuando uno se topa con este surgen las preguntas: ¿me lo merezco?, ¿se debe a mis errores del pasado?, ¿por qué lo permite Dios?… Veamos algunos puntos interesantes del sufrimiento que pueden ayudarnos. Solo existe un antídoto al sufrimiento, al dolor y a la enfermedad: el amor. Entremos a bucear en el interior del ser humano, a entender los pensamientos y las emociones que nos embargan y cómo responde nuestro cerebro ante el estrés o el conflicto. A lo sencillo se tarda tiempo en llegar. Empecemos.ResumenEl sufrimiento tiene un valor humano y espiritual que puede llevar a la superación y el crecimiento. Puede transformar a las personas, haciéndolas más reflexivas y llevándolas a considerar el sentido de sus vidas. El dolor también ayuda a aceptar las limitaciones personales, promoviendo la humildad y la solidaridad con otros que sufren. Además, el sufrimiento puede acercarnos al corazón de otras personas, aumentando la empatía y el amor auténtico. Aunque el dolor puede ser desafiante, puede ser una vía hacia la madurez, la entrega a los demás y un mayor conocimiento de uno mismo. El amor se presenta como el antídoto al sufrimiento, el dolor y la enfermedad, y se destaca como un elemento fundamental en el camino hacia la felicidad y el bienestar.

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