Desmoralización
Lo amoral, inmortal y la desmoralización en el hombre, se convierte en un abandono de la posibilidad de llegar a ser cada vez más humano, más justo,honesto, libre, racional y todo aquello que de acuerdo con la moral constituy lo estrictamente humano
Desmoralización a nivel nacional
A nivel nacional, esto ocurre también con los pueblos. Nos ocurre a nosotros como colectivo nacional. Estamos desmoralizados, estamos siendo desmoralizados, imperceptible y cotidianamente. Nos están mostrando que somos nada, a lo sumo poca cosa y de poco valor. Los principales medios a través de los cuales nos desmoralizan son los de comunicación masivo, la escuela y las religiones de corte pentecostalistas
Ejemplos
En la tele, la crónica roja
En la escuela nos enseñan a no saber aprender
Del fundamentalismo religioso no hablemos
Pero todavía falta un agente, un vector de este proyecto nacional de desmoralización. El Estado nacional por las obras y las pompas del gobierno de turno. Nos enteramos por ejemplo, que niñas y niños cruzan tal o cual frontera para ir a estudiar al otro país, que los enfermos apelan a parientes en algún país fronterizo para hacerse atender gratis (incluyendo medicamentos), que nuestros puestos y centros de salud están desabastecidos (de profesionales, instrumental y medicamentos), o que tal o cual hospital está colapsado (palabrita de moda en cronistas también de moda).
Teoría de la Desmoralización
Se sabe, desde siempre, que un modo (entre muchos combinados y desiguales) para derrotar a un enemigo u oponente, radica en hacerle perder todo lo que de confianza hubiere podido abrigar respecto a su victoria. Arrebatarle su certeza, su dignidad y sus destrezas convenciéndolo (antes, durante o después de la batalla) de su insolvencia, su pequeñez, sus complejos y su inferioridad: desmoralizarlo pues. Y para ese fin se han estudiado, y se estudian, mil modos de precipitar la derrota del oponente desde las más cotidianas, y aparentemente intrascendentes, burlas, desprecios, calumnias... hasta las más sofisticadas agresiones, verbales o simbólicas, entrenadas en laboratorios de guerra psicológica. Aquí se entiende la moral como la entendía Adolfo Sánchez Vázquez.