por Juan Diego Nava Rodríguez 3 anos atrás
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1. Identificación del problema: es importante reconocer el obstáculo, por qué hay que afrontarlo y cuál es el origen de la presión o urgencia que conlleva. A partir de ahí, se eligen los criterios a seguir para su mejor resolución. 2. Propuesta de soluciones o alternativas: en este paso hay que recopilar todas las alternativas que sean aplicables y de utilidad. La experiencia o el consejo de expertos en la materia pueden ser de gran ayuda. Por el contrario, aislarse, no escuchar ni atender a otras propuestas o ceñirse únicamente a un punto de vista puede conducir a cometer errores. 3. Evaluación: con todas las propuestas sobre la mesa, hay que analizar cada una de ellas, sopesar sus pros y contras, además de las posibles consecuencias que puedan desprenderse de ellas.
4. Elección de la mejor solución o alternativa: tras superar la etapa anterior, y tras hacer un ejercicio de análisis y razonamiento, llega el momento de elegir la decisión a adoptar. Para ello se discriminarán en primer lugar las que más se alejen de las necesidades u objetivos, hasta encontrar la que se considere más acertada. 5. Implantación de la solución o alternativa: una vez tomada la decisión, hay que informar sobre la misma a las personas o empresas afectadas. Esto requiere de un proceso de planificación y organización previo. 6. Análisis de los resultados: La última etapa debe ser el análisis de los resultados para comenzar el ciclo en caso de ser necesario. Encontrar solución al problema inicial sin que suponga la aparición de otros, sería el ejemplo de éxito más significativo. De ser así, la alternativa elegida podría aplicarse a otros conflictos similares. En caso contrario, otorgaría información para evitar errores en el futuro. La toma de decisiones es un proceso adherido, especialmente, a los líderes, pero no deja de ser una habilidad que cualquier persona de la empresa puede aprender y desarrollar.
Por niveles: Decisiones planificadas: en las empresas, son tomadas por los líderes más altos de la escala jerárquica. Son decisiones que atañen a las relaciones entre la empresa y su entorno, de gran transcendencia y no repetitivas. Requieren de un gran análisis de la información y reflexión. Decisiones tácticas: pueden ser repetitivas -o no- y, con frecuencia, las toman directivos de rango intermedio. Se debe tener cuidado, ya que la consecución de varios errores puede afectar de forma negativa a la compañía. Decisiones operativas: se relacionan con actividades cotidianas de la empresa y de ellas se encargan los líderes de nivel inferior.
Identificar el problema En primer lugar, para gestionar como es debido el proceso de toma de decisiones, lo más importante es detectar el problema. Conocer la problemática y las distintas opciones para solucionarla será el punto de inflexión para analizar el motivo que se nos presenta y conocer su naturaleza. Solo de este modo se sabrá si la situación se puede considerar un problema y plantearte cómo resolverlo.
Ponderación de criterios Los criterios seleccionados para gestionar el proceso de toma de decisiones deben ser ponderados para conocer cuales son los más eficientes para la toma de decisiones final. Sabrás cual es el mejor porque se postulará como el preferente.
Detección y análisis de alternativas En algunos casos, en el proceso de toma de decisiones, se puede dar el caso de que la ponderación de las opciones posibles no sean las más adecuadas. En este caso, se puede abrir la veda a alternativas factibles que sean capaces de ofrecer una solución. La persona responsable de adoptar la resolución debe estudiar las posibles alternativas. Hay que estar en conocimiento de los puntos fuertes y los débiles de cada una de ellas. Se deben analizar y comparar para poder esclarecer si verdaderamente pueden ser una alternativa viable.
Selección de una alternativa Una vez conocidas y evaluadas las alternativas, llega el momento de decidir cual opción escoger. Se escogerá la mejor opción para el buen funcionamiento y el rendimiento de la empresa.
Implantación de la decisión El primer paso es comunicarla a las personas afectas y conseguir que la acepten. Esto será más sencillo si las personas encargadas de llevarla a cabo o de acotarla forman parte del proceso de toma de decisiones. Pero hay que recordar que la decisión final también debe responder y respetar la planificación empresarial, la organización y la dirección organizativa.