rSituado al norte de Grecia, el reino de Macedonia había permanecido durante siglos aislado políticamente del resto de estados griegos, aunque estaba muy influido culturalmente por éstos. A mediados del siglo IV a.C. el agotamiento y división de los griegos le dió a Macedonia la oportunidad para intervenir e imponer su dominio sobre la Hélade. Ésto lo llevó a cabo Filipo II (hacia 382 adC a 336 adC), quien, tras derrotar a los griegos en la batalla de Queronea (338 adC), les forzó a agruparse en la Liga Corintia, siendo él el caudillo.El hijo y sucesor de Filipo II, Alejandro, antes de partir para la conquista de Persia, tuvo que reprimir una sublevación de Tebas y Atenas y dejar al mando de Antípatro un ejército lo bastante fuerte para sofocar los alzamientos que pudieran producirse mientras él no estaba. Después de la muerte de Alejandro, Atenas intentó recuperar la independencia; al movimiento de liberación se unieron varias ciudades de la Grecia central, del Peloponeso y de Tesalia, pero fueron derrotadas por Antípatro en Cranón (322 adC). Los territorios del Imperio de Alejandro se dividieron en varios estados, entre ellos el de Macedonia, que siguió manteniendo su hegemonía sobre Grecia. Los griegos no dejaron de intentar librarse del dominio macedónico; y con este objetivo se organizaron las Ligas Etolias y Aquea, que libraron a Atenas del yugo macedónico. Sin embargo las dos Ligas se debilitaron progresivamente a causa de sus guerras y de luchas sociales interiores.