tiene origen latín “Prudentia” y se emplea como sinónimo de sensatez, templanza, mesura, moderación, y cautela.
La prudencia es un concepto que puede tocar todos los aspectos de la vida de un individuo.
La prudencia implica respeto por la vida del prójimo y por los sentimientos ajenos.
Podemos mencionar, que en el antiguo Egipto, el pueblo representaba la prudencia como una serpiente con tres cabezas.
Los egipcios decían que una persona es prudente cuando posee la astucia de las víboras, el vigor de los leones y la paciencia propia de los perros
Así como también, para cada circunstancia y elegir los medios adecuados y correctos para realizarlos. Junto a la Justicia, la Fortaleza y la Templanza, la prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales. Este importante término es la guía de las demás virtudes.
El término prudencia se refiere al respeto por los sentimientos, la vida y las libertades de los demás individuos.
Una persona que se expresa de manera clara y adecuada en la comunicación de hechos trascendentes y de malas noticias es considerada una persona prudente. Requiere un buen sentido, un buen juicio, así como también cordura y sabiduría.
Una persona que desee alcanzar la estabilidad debe tenerla como medio para lograrlo. La prudencia toca nuestra seguridad, y también la de quienes nos rodean, las relaciones que establecemos con otros y hasta nuestra economía.
Una cabeza tenía la apariencia de un león, la otra cabeza se veía como un lobo y la tercera cabeza como un lobo.
El valor de la prudencia es fundamental es todo individuo. Porque una persona prudente es aquella que reflexiona sobre las consecuencias de sus actos antes de realizarlos.
Esta ley facilita la creación de los fondos y las reservas y ayuda a prevenir catástrofes y estar preparados ante situaciones económicas que resulten inestables en la empresa o negocio.
Pues bien, para el catolicismo, la prudencia dispone de la razón de cada individuo para discernir su propio y verdadero bien.