Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que no había "historia posible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa", y si tanto March Bloch como Fernand Braudel han retomado esta sentencia pirenniana para agregar que, además, no hay historia posible de Europa que no sea a la vez una historia del mundo
Si un manual tradicional, que ayuda a formar malos historiadores oficiales y tradicionales, comienza siempre por ciertas definiciones, entonces un Antimanual como este, que persigue abrir el espacio y coadyuvar a crear las condiciones para formar buenos historia- dores críticos, debería comenzar tal vez con toda una serie de anti definiciones.

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Para nosotros los historiadores, la
historia es mucho más que esas solas cronologías políticas de presidentes, gobernantes, facciones políticas y Estados, abarcando la
densidad misma del tejido completo de las sociedades, e incluyendo entonces dentro de sus territorios a la historia económica y a la historia cultural,

A las transformaciones demográficas y a las
grandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolución religiosa, psicológica, artística o de la familia, entre tantos y tantos
otros temas que no "ajustan" jamás sus itinerarios evolutivos, a
los simples cortes del "gobierno del presidente x", o del "régimen
político de Y".

También es evidente que todo esto no es otra cosa que el soporte
fáctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual se construye la verdadera historia

La historia no está ni obligada ni condenada fatalmente, a ser sólo el registro y el instrumento de auto legitimación de las clases dominantes y de los
poderes existentes en turno.

La historia es un terreno de disputa constante, donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siempre varios futuros alternativos posibles, varias líneas abiertas de posibles evoluciones diferentes, y en donde la línea o futuro que resulta finalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desde y dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate.

Historia entonces que estudia tanto el "pasado" como el más
actual y candente "presente".

A veces como historia inmediata, o historia del tiempo presente, historia que tomando como su objeto de análisis a esos fenómenos actuales del más diverso orden.

Aprendimos que las fuentes del historiador no
se reducen sólo a los textos y a los testimonios escritos, sino que
abarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos permita descifrar y reconstruir el problema histórico que acometemos.

Ya que cuando se trata de comprender, y luego de
explicar un hecho o proceso histórico determinado, el historiador
inteligente está autorizado a recurrir a cualquier elemento o indicio
posible que le permita entender o analizar el específico problema

Desde una posición abierta-
mente racionalista, y que aspira a ser científica, los historiadores
críticos son también capaces de comparar y de criticar las distintas
interpretaciones que se han hecho de un cierto problema histórico,

Porque "los hechos son testarudos",
y más allá de las sutilezas del lenguaje, continúan desafiándonos
para que seamos capaces de explicarlos de un modo racional y
coherente.

Y si bien es obvio, que no existe historia posible que no se
exprese a través de una cierta construcción narrativa, también es
un abuso ilegítimo querer reducir por ello a la historia a su sola
dimensión narrativa.

Pecados Capitales

El primer pecado capital de los malos historiadores actuales es el
del positivismo, que degrada a la ciencia de la historia a la simple
y limitada actividad de la erudición.

Una historia justamente enamorada de los "grandes" hechos
políticos y de las acciones resonantes y espectaculares de los Estados, igual que de las "grandes" batallas militares, que es también
generalmente acrítica con los poderes y con los grupos dominantes que existen en cada situación.

El segundo pecado capital del mal historiador es el del anacro-
nismo en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cambio
histórico, que asume consciente o inconscientemente

En qué ha consistido precisamente
el cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglos y cuáles se han mantenido, y también cuáles han sido las diversas direcciones o sentidos de esas múltiples mutaciones históricas.

Un tercer pecado capital de la mala historia, hoy todavía impe-
rante, es el de su noción del tiempo, que es la noción tradicional
newtoniana de la temporalidad física.

Los historiadores críticos, no son
iguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revo-
lución social, que los tiempos de lenta evolución, igual que difieren
las temporalidades para una sociedad que se encuentra en pleno
auge y crecimiento, que para otra que vive en cambio su proceso
de decadencia y eclipsamiento social.

El cuarto pecado repetido de la mala historia, en los diversos
manuales tradicionales, es el de su idea limitada del progreso

Su desarrollo no tiene nada de lineal
y de simple, y que lejos de esa "escalera imaginaria" de avances
y conquistas ineluctables, sus itinerarios se despliegan más bien
como una especie de complejo "árbol de mil ramas".

el quinto, es el de la
actitud profundamente acrítica hacia los hechos del presente y del
pasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generaciones han ido construyendo de ese mismo pasado/presente.

Es decir, la típica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienen siempre frente a los testimonios y a los documentos, lo mismo que frente a los resultados y a los hechos históricos "tal y como
han acontecido".

Un sexto pecado capital de los historiadores no críticos es el del
mito repetido de su búsqueda de una "objetividad" y "neutralidad" absoluta frente a su objeto de estudio

. Una idea ampliamente difundida de la posibilidad de hacer una historia completamente "aséptica", que incluso
se utiliza como argumento para negarle al historiador la posibilidad de ocuparse, con mirada igualmente histórica, de los candentes y comprometidos hechos del "presente".

El séptimo pecado capital de los historiadores que son seguidores
de los Manuales hoy al uso, es el pecado del postmodernismo en
historia.

Porque haciéndose eco de algunas posturas que se han
desarrollado recientemente en las ciencias sociales Norteamericanas, y también en la historiografía estadounidense, han comenzado
a proliferar en nuestro país algunos historiadores que intentan
reducir a la historia a su sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando por completo el referente esencial de los propios hechos históricos reales.

Entonces no existe hoy historia científica posible que no rompa totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y considerando

De la misma manera en que el movimiento de 1968 en
México, o el proceso del 'Cordobazo' argentino de 1969, resultan incompletos en su explicación, si no los resituamos dentro de un cuadro mucho mas global que permita compararlos y vincularlos con las similares y también simultáneas experiencias.

Una buena licenciatura en historia, debería de incluir en
su plan de estudios, buenos y sólidos cursos de introducción o de
nociones básicas de la antropología y de la economía, lo mismo que
los fundamentos de la geografía histórica -o mejor aún, de la geohistoria-, de la sociología, de la ciencia política o de la sicología,
por mencionar sólo algunos de los varios ejemplos posibles.

Pero sin teoría no hay buena historia, como no la hay tampoco
sin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el campo de la
reflexión filosófica, sin la comprensión y el manejo de sus múltiples metodologías, y sin el diagnóstico y balance permanente que representa su propio autoexamen.

Desarrollado justamente por esa
rama que constituye dicha historia de la historiografía.
También es importante, para poder escribir y enseña

La mala historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la
buena historia, que la historia crítica

Porque el fruto directo de esa mala historia hecha y
enseñada, son justamente esos libros aburridos y pesados en tantos sentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta, con la excepción de los pobres estudiantes a los que se obliga literalmente a revisarlos y a consultarlos, para poder obtener la nota o la calificación necesaria correspondiente.

. Ensayos y libros que, en su mayoría,
no contienen ni siquiera investigación empírica nueva de hechos
históricos relevantes, sino que en el peor de los casos resumen lo ya
dicho e investigado por otros autores, y en el mejor de los casos
sólo rescatan el fruto casual de algún trabajo directo de visita a
cierto Archivo,

realizado de manera azarosa y sin sistema, y en el que los datos e informaciones que se recolectan no tienen ningún orden ni sentido, al carecer de la definición de una problemática histórica específica, y de un sólido cuestionario que hiciese posible organizar dicha recolección de aquellos datos y hechos históricos que sean realmente los hechos significativos, en torno al problema concreto y específico que se quiere resolver.

Mala historia, fácil de hacer y aburrida para enseñar, y que se
plasma en una gran mayoría de los libros de historia que hoy se
escriben y se editan en nuestro país, y que generalmente repro-
duce, en mayor o en menor medida, a los siete y a veces más
"pecados capitales" del mal historiador, pecados que abordamos a
continuación.

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