El hombre unidimensional. Herbet Marcuse.

Cap 6: Del pensamiento negativo al positivo: La racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación

En la realidad social, a pesar de todos los cambios, la dominación del hombre por el hombre es todavía la continuidad histórica que vincula la Razón pre-tecnológica con la tecnológica.

La sociedad que proyecta y realiza la transformación tecnológica de la naturaleza, altera la base de la dominación, reemplazando gradualmente la dependencia personal por la dependencia al «orden objetivo de las cosas».

El verdadero conocimiento y la razón requieren la dominación sobre —si no la liberación de— los sentidos.

Aquello por lo que la naturaleza (incluyendo al hombre) debe estar luchando es científicamente racional sólo en términos de las leyes generales del movimiento: físico, químico o biológico.

Fuera de esta racionalidad, se vive en un mundo de valores y los valores separados de la realidad objetiva se hacen subjetivos.

La sociedad se reproduce a sí misma en un creciente ordenamiento técnico de cosas y relaciones que incluyen la utilización técnica del hombre; en otras palabras, la lucha por la existencia y la explotación del hombre y la naturaleza llegan a ser incluso más científicas y racionales.

El doble significado de «racionalización» es relevante en este contexto. La gestión científica y la división científica del trabajo aumentan ampliamente la productividad de la empresa económica, política y cultura.

La racionalidad técnica y científica y la manipulación están soldadas en nuevas formas de control social.

Los «acontecimientos», «relaciones», «proyecciones», «posibilidades» pueden ser significativamente objetivos sólo para un sujeto: no sólo en términos de observación y medida, sino en términos de la misma estructura del suceso o la relación.

El sujeto tratado aquí es un sujeto constitutivo; esto es, un sujeto posible para el que algún data debe ser o puede ser concebible como suceso o relación

La división cartesiana del mundo ha sido puesta en cuestión también en su propio terreno. El dualismo cartesiano sería engañoso y el ego-sustancia pensante de Descartes, igual a la res extensa, anticipando el sujeto científico de observación y medida cuantificables.

El dualismo de Descartes implicaría ya su negación; aclararía antes que cerraría el camino hacia el establecimiento de un universo científico unidimensional en el que la naturaleza es «objetivamente de la mente», o sea, del sujeto.

No quiero sugerir que la filosofía de la física contemporánea niegue o incluso ponga en duda la realidad del mundo externo

De una manera u otra, suspende el juicio sobre lo que pueda ser la realidad misma o considera la pregunta incontestable.

El proceso, que empieza con la eliminación de sustancias independientes y causas finales, llega a la idealización de la objetividad.

En el grado en el que este operacionalismo llega a ser el centro de la empresa científica, la racionalidad asume la forma de la construcción metódica; organización y tratamiento de la materia
como el simple material de control, como instrumentalidad que se lleva a sí misma a todos los propósitos y fines: instrumentalidad perse, en «sí misma».

La actitud «correcta» hacia la instrumentalidad es el tratamiento técnico, el logos correcto es tecnología, que proyecta y responde a una realidad tecnológica.

En esta realidad, tanto la materia como la ciencia es neutral; la objetividad no tiene ni un telos en sí misma ni está estructurada hacia un telos.

La racionalidad científica requiere una organización social específica precisamente porque proyecta meras formas (o mera materia: en este terreno, los términos de otra manera opuestos, convergen) que pueden llevarse a fines prácticos.

El pensamiento científico moderno, en tanto que es puro, no proyecta metas prácticas particulares ni formas particulares de dominación.

En otras palabras, el universo científico sería el horizonte de una práctica social concreta que se preservaría en el desarrollo del proyecto científico

Las dos racionalidades en contraste no pueden ser correlacionadas con el pensamiento clásico y el moderno respectivamente, como en la formulación de John Dewey, «del gozo contemplativo a la manipulación y el control activos»; y «del conocimiento como un goce estético de las propiedades de la naturaleza... al conocimiento como un medio de control secular».

El pensamiento clásico estaba suficientemente comprometido con la lógica del control secular y hay
un componente de acusación y rechazo en el pensamiento moderno suficiente para invalidar la formulación de John Dewey.

Cap 7: El triunfo del pensamiento positivo: La filosofia unidimensional

La nueva definición del pensamiento que ayuda a coordinar las operaciones mentales con las de la realidad social aspira a una terapia. El pensamiento está en el mismo nivel que la realidad cuando se cura de la trasgresión más allá de un marco conceptual que es, o puramente axiomático, o coextensivo con el universo establecido del discurso y la conducta.

En términos del universo establecido, tales formas contradictorias de pensamiento son pensamiento negativo. «El poder de lo negativo» es el principio que gobierna el desarrollo de los conceptos y la
contradicción se convierte en la cualidad distintiva de la Razón.

Bajo las condiciones represivas en las que los hombres piensan y viven, el pensamiento —cualquier forma de pensar que no esté confinada a la orientación pragmática dentro del statu quo— puede
reconocer los hechos y responder a los hechos sólo «yendo detrás» de ellos.

El descuido o la aclaración de esta dimensión filosófica específica ha llevado al positivismo contemporáneo a moverse en un mundo sintéticamente empobrecido de concreción académica, y a crear más problemas ilusorios de los que ha destruido.

Contra esta nueva mistificación, que convierte la racionalidad en su opuesto, la distinción debe ser mantenida. Lo racional no es irracional y la diferencia entre un reconocimiento y un análisis exactos de los hechos y una especulación vaga y emocional es más esencial que nunca.

El problema es que las estadísticas, las medidas y los estudios en el campo de la sociología empírica y la ciencia política no son suficientemente racionales.

El esfuerzo contemporáneo por reducir el alcance y la verdad de la filosofía es tremendo y los mismos filósofos proclaman la modestia y la inefectividad de la filosofía. Ésta deja intacta la realidad establecida; aborrece las transgresiones.

¿Qué puede objetarse a este análisis?

En su exactitud y claridad es probablemente insuperable: es correcto. Pero eso es todo lo que es, y
yo afirmo que no sólo no es suficiente sino que es destructivo del pensamiento filosófico y del pensamiento crítico como tal. Desde el punto de vista filosófico, surgen dos preguntas:

1) la explicación de conceptos (o de palabras), ¿puede orientarse hacia, y terminar en, el universo actual del discurso ordinario?

2) la exactitud y la claridad, ¿son fines en sí mismas o están relacionadas con otros fines?

Las palabras se revelan como términos auténticos no sólo en un sentido gramatical y
lógico-formal, sino también material; esto es, como los límites que definen el significado y su desarrollo: los términos que la sociedad impone sobre el discurso y la conducta.

Esta dimensión histórica del significado ya no puede elucidarse mediante ejemplos como «mi escoba está en el rincón» o «hay queso en la mesa».

La transformación del pensamiento crítico en positivo tiene lugar principalmente en el tratamiento terapéutico de los conceptos universales; su transformación en términos operacionales y de conducta es estrechamente paralela a la traducción sociológica discutida antes.

Cap 8: El compromiso histórico de la filosofía

El compromiso de la filosofía analítica con la realidad mutilada del pensamiento y el habla se muestra claramente en su tratamiento de los universales. El problema ya fue mencionado como parte del carácter general inherentemente histórico y al mismo tiempo trascendente de los conceptos filosóficos.

No se trata de su propia acción y su propio comentario; es algo que les pasa a ellos y que los viola en tanto que son obligados, por las «circunstancias», a identificar su espíritu con el proceso mental, su yo con los roles y las funciones que tiene que desempeñar en su sociedad.

Si la filosofía no comprende estos procesos de conversión e identificación como procesos sociales, esto es, como mutilación de la mente (y del cuerpo) infligida a los individuos por su sociedad, la filosofía sólo lucha contra el fantasma de la sustancia que quiere desmitificar.

La ausencia de armonía entre el individuo y las necesidades sociales, y la falta de instituciones representativas en las que los individuos trabajen para sí mismos y hablen por sí mismos, lleva a la
realidad de universales como la Nación, el Partido, la Constitución, la Empresa, la Iglesia; una realidad que no es idéntica a ninguna entidad particular identificable (individuo, grupo o institución).

El universal sustantivo no sólo se abstrae de la entidad concreta, denota asimismo una entidad diferente. El «espíritu» es algo más y diferente que los actos conscientes y la conducta.

Su realidad puede ser descrita aproximadamente como la manera o la forma en que estos
actos particulares son sintetizados, integrados por un individuo.

El universal comprende en una sola idea las posibilidades que están realizadas y al mismo tiempo detenidas en la realidad.

Los universales son elementos primarios de la experiencia; no como conceptos filosóficos, sino como las cualidades propias del mundo con el que uno es confrontado diariamente.

Las cosas particulares (entidades) y los sucesos sólo aparecen en (e incluso como) una colmena y una continuidad de relaciones, como incidentes y partes en una configuración general de la que son inseparables; no pueden aparecer de ningún otro modo sin perder su identidad.

Raramente ha alcanzado la filosofía contemporánea una formulación más auténtica del conflicto entre su objeto y su función. El síndrome lingüístico de «agradable», «sentido estético» y «paisaje desértico» evoca el aire liberador del pensamiento de Nietzsche, que destroza la Ley y el Orden, mientras el «campo abierto para los elementos del desorden» pertenece al lenguaje hablado por las
autoridades judiciales y de información.

De este modo, se levanta el espectro del «historicismo». Si el pensamiento procede de condiciones históricas que siguen operando en la abstracción, ¿hay alguna base objetiva sobre la que se puede
hacer la distinción entre las varias posibilidades proyectadas por el pensamiento, entre formas de trascendencia conceptual diferentes y en conflicto? Es más, la cuestión no puede ser discutida sólo con referencia a diferentes proyectos filosóficos.

En la medida en que el proyecto filosófico es ideológico, es parte de un proyecto histórico; esto es, pertenece a una etapa y un nivel específicos del desarrollo social, y el concepto crítico filosófico se refiere a posibilidades alternativas de este desarrollo.

La sociedad establecida ha demostrado ya su verdadero valor como proyecto histórico. Ha tenido éxito en la organización de la lucha del hombre con el hombre y con la naturaleza; reproduce y protege (más o menos adecuadamente) la existencia humana (siempre con la excepción de aquellos que son declarados proscritos, enemigos extraños u otras víctimas del sistema).

Dentro del marco de una situación dada, la industrialización puede proceder de diferentes maneras, bajo control privado o colectivo, e incluso, bajo control privado, en diferentes direcciones de progreso y con diferentes metas.

La elección es primariamente privilegio de aquellos grupos que han obtenido el control sobre el proceso productivo. Su control protege la forma de vida de la totalidad, y la necesidad de esclavitud es el resultado de su libertad.

La posible abolición de esta necesidad depende de una nueva inserción de la libertad: no cualquier libertad, sino la de los hombres que comprenden la necesidad dada como dolor insufrible e innecesario.

Cap 9: La catástrofe de la liberación

El pensamiento positivo y su filosofía neopositivista neutralizan el contenido histórico de la racionalidad. Este contenido nunca es un factor o significado ajeno que puede o no ser incluido en el análisis; entra en el pensamiento conceptual como un factor constitutivo y determina la validez de sus conceptos.

La tolerancia del pensamiento positivo es una tolerancia forzada; forzada no por una organización terrorista, sino por el abrumador poder anónimo y la eficacia de la sociedad tecnológica. Como tal, impregna la conciencia general y la conciencia del crítico

El pensamiento crítico lucha por definir el carácter irracional de la racionalidad establecida (que se
hace cada vez más manifiesto) y definir las tendencias que provocan que esta racionalidad genere su propia transformación.

Si la verdad de las proposiciones metafísicas está determinada por su contenido histórico (esto es, por el grado en que definen posibilidades históricas), la relación entre metafísica y ciencia es estrictamente histórica.

En nuestra propia cultura, al menos, todavía se da por sentada la parte de la ley de los tres estadios
de Saint-Simon que estipula que el estado metafísico precede al científico de la civilización.

El progreso ulterior implicaría la ruptura, la conversión de la cantidad en calidad. Abriría la posibilidad de una realidad humana esencialmente nueva; la de la existencia en un tiempo libre sobre la base de las necesidades vitales satisfechas.

Bajo tales condiciones, el mismo proyecto científico estará libre de fines trans-utilitarios, y libre para el «arte de vivir» más allá de las necesidades y el lujo de la dominación.

Sin embargo, al constituirse metódicamente como empresa política, la ciencia y la tecnología sobrepasarían la etapa en que se encontraban, por su neutralidad, sometidas a la política y funcionando contra su intención como instrumentos políticos.

Porque la definición tecnológica y el dominio técnico de las causas finales es la construcción, el desarrollo y la utilización de los recursos (materiales e intelectuales) liberados de todos los intereses particulares que impiden la satisfacción de las necesidades humanas y la evolución de las facultades humanas.

En otras palabras, es la empresa racional del hombre como hombre, de la humanidad.

La «pacificación de la existencia» no sugiere una acumulación de poder, sino más bien lo contrario. ¡Paz y poder, libertad y poder, Eros y poder pueden muy bien ser contrarios! Trataré de mostrar ahora que la reconstrucción de la base material de la sociedad con vistas a la pacificación puede implicar una reducción del poder tanto cualitativa como cuantitativa, para poder crear el espacio y el tiempo
necesarios para el desarrollo de la productividad como incentivos autodeterminados.

Si la naturaleza es en sí misma un objeto legítimo racional de la ciencia, es entonces no sólo el objeto legítimo de la Razón como poder, sino también de la Razón como libertad; no sólo como dominación, sino también como liberación.

El materialismo, que no está afectado por semejante abuso ideológico del alma, tiene un concepto de la salvación más universal y realista. Admite la realidad del Infierno sólo como un lugar definido, aquí en la tierra, y afirma que este Infierno fue creado por el hombre (y por la naturaleza).

La reducción estética aparece en la transformación tecnológica de la naturaleza cuando tiene éxito en el propósito de asociar el dominio y la liberación, dirigiendo el dominio hacia la liberación.

En este caso, la conquista de la naturaleza reduce la ceguera, la ferocidad y la fertilidad de la naturaleza; lo que implica reducir la ferocidad del hombre contra la naturaleza.

Las categorías estéticas se integrarán en la tecnología de la pacificación, en la medida en que la maquinaria productiva esté construida teniendo en cuenta el libre juego de las facultades.

La afirmación de Marx cierra el paso a toda interpretación romántica sobre la «abolición del trabajo».La idea de tal milenio es tan ideológica en la civilización industrial avanzada como lo era en la Edad Media, y quizás aún más

Cap 10: Conclusiones

La sociedad unidimensional avanzada altera la relación entre lo racional y lo irracional. Contrastado con los aspectos fantásticos y enajenados de su racionalidad, el reino de lo irracional se convierte en el ámbito de lo realmente racional: de las ideas que pueden «pro- mover el arte de la vida».

Si la sociedad establecida administra toda comunicación normal, dándole validez o invalidándola de acuerdo con exigencias sociales, los valores ajenos a esas exigencias quizá no puedan tener otro medio de comunicación que el anormal de la ficción.

La imaginación está abdicando ante esta realidad, que atrapa y sobrepasa a la imaginación. Éste es el escenario en el que tienen lugar los grandes logros humanos de la ciencia, la medicina, la tecnología

La obscena mezcla de la estética y la realidad refuta a las filosofías que oponen la imaginación «poética» a la razón científica y empírica. El progreso tecnológico va acompañado de la racionalización progresiva e incluso de la realización de lo imaginario.

La imaginación no ha permanecido inmune al proceso de reificación. Somos poseídos por nuestras imágenes, sufrimos nuestras propias imágenes.

Darle a la imaginación todos los medios de expresión sería un retroceso. Los individuos mutilados (mutilados también en sus facultades imaginativas) organizarían y destruirían incluso más de lo que se les permite destruir hoy.

Liberar la imaginación para que pueda disponer de todos sus medios de expresión presupone la regresión de mucho de lo que ahora está libre y perpetúa una sociedad represiva.

Las instituciones dentro de las que puede imaginarse la pacificación, desafían así la tradicional clasificación en administraciones autoritarias y democráticas, centralizadas y liberales.

Hoy, la oposición a la planificación central en nombre de una democracia liberal que es negada en la realidad sirve sólo como pretexto ideológico para los intereses represivos.

El trabajo es un trabajo técnico y como verdadero trabajo técnico tiende a la reducción del esfuerzo físico y mental. En este campo, el control centralizado es racional si establece las precondiciones de una autodeterminación verdadera.

En otras palabras, la sociedad será racional y libre en la medida en que esté organizada, sostenida y reproducida por un Sujeto histórico esencialmente nuevo.

Sobre bases teóricas tanto como empíricas, el concepto dialéctico pronuncia su propia desesperanza.

El conflicto entre la dominación fija y satisfactoria por un lado y sus logros, que tienden a la autodeterminación y a la pacificación, por el otro, puede llegar a ser ostensible más allá de toda posible negación

La teoría crítica de la sociedad estaba, en sus orígenes, confrontada por la presencia de fuerzas reales en la sociedad establecida en la que se movía hacia instituciones más racionales y libres mediante la abolición de las existentes, que habían llegado a ser obstáculos para el progreso.

Éstas eran las bases empíricas sobre las que se levantó la teoría, y de estas bases empíricas se derivó la idea de la liberación de posibilidades inherentes: el desarrollo, de otra manera obstruido y distorsionado, de la productividad de las facultades y necesidades materiales e intelectuales.

La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo.

transformaciones

Cap 1: Las nuevas formas de control

Una sociedad que parece cada día más capaz de satisfacer las necesidades de los individuos por medio de la forma en que está organizada, priva a la independencia de pensamiento, a la autonomía y al derecho de oposición política de su función crítica básica.

Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la satisfacción de las necesidades vitales, su control bien podría ser centralizado; tal control no impediría la autonomía individual, sino que la haría posible

La intensidad, la satisfacción y hasta el carácter de las necesidades humanas, más allá del nivel biológico, han sido siempre precondicionadas.

Las necesidades humanas son necesidades históricas y, en la medida en que la sociedad exige el desarrollo represivo del individuo, sus mismas necesidades y sus pretensiones de satisfacción están sujetas a pautas críticas superiores

Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. «Falsas» son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia.

Estas necesidades tienen un contenido y una función sociales, determinadas por poderes externos sobre los que el individuo no tiene ningún control.

Las únicas necesidades que pueden inequívocamente reclamar satisfacción son las vitales: alimento, vestido y habitación en el nivel de cultura que esté al alcance. La satisfacción de estas necesidades es el requisito para la realización de todas las necesidades, tanto de las sublimadas como de las no sublimadas

El rasgo distintivo de la sociedad industrial avanzada es la sofocación efectiva de aquellas necesidades que requieren ser liberadas

Los derechos y libertades que fueron factores vitales en los orígenes y etapas tempranas de la sociedad industrial se debilitan en una etapa más alta de esta sociedad: están perdiendo su racionalidad y contenido tradicionales.

Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, prevalece en la civilización industrial avanzada.

Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo.

Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienación.

La libertad política significaría la liberación de los individuos de una política sobre la que no ejercen ningún control efectivo. Del mismo modo, la libertad intelectual significaría la restauración del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicación y adoctrinamiento de masas, la abolición de la «opinión pública» junto con sus creadores.

El «fin» de la racionalidad tecnológica es objetivo de la sociedad industrial. Sin embargo, el que opera en realidad es el rumbo contrario; el aparato impone sus exigencias económicas y políticas para expansión y defensa sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, sobre la cultura material e intelectual.

En virtud de la manera en que ha organizado su base tecnológica, la sociedad industrial contemporánea tiende a ser totalitaria. Porque no es sólo «totalitaria» una coordinación política terrorista de la sociedad, sino también una coordinación técnico-económica no-terrorista que opera a través de la manipulación de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra el todo.

Uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada es el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado en que esta civilización transforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación

La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido.

Hoy en día el poder político se afirma por medio de su poder sobre el proceso mecánico y sobre la organización técnica del aparato.

El gobierno de las sociedades industriales avanzadas y en crecimiento sólo puede mantenerse y asegurarse cuando logra movilizar, organizar y explotar la productividad técnica, científica y mecánica de que dispone la civilización industrial.

La sociedad industrial que hace suya la tecnología y la ciencia se organiza para el cada vez más efectivo dominio del hombre y la naturaleza, para la cada vez más efectiva utilización de sus recursos.

La dominación —disfrazada de opulencia y
libertad— se extiende a todas las esferas de la existencia pública y
privada, integra toda oposición auténtica, absorbe todas las
alternativas

El hecho brutal de que el poder físico de la máquina sobrepasa al del individuo, y al de cualquier grupo particular de individuos, hace de la máquina el instrumento más efectivo en cualquier sociedad cuya organización básica sea la del proceso mecanizado.

Hay una insistencia en la profundidad y eficacia de los controles sujeta a la objeción de que se le da demasiada importancia al poder de adoctrinamiento de los mass-media, y de que la gente por sí misma sentiría y satisfaría las necesidades que hoy le son impuestas. Tal objeción no es válida

El precondicionamiento no empieza con la producción masiva de la radio y la televisión y con la centralización de su control.

La gente entra en esta etapa ya como receptáculos precondicionados desde mucho tiempo atrás; la diferencia decisiva reside en la disminución del contraste (o conflicto) entre lo dado y lo posible, entre las necesidades satisfechas y las necesidades por satisfacer. Y es aquí donde la llamada nivelación de las distinciones de clase revela su función ideológica.

La asimilación indica, no la desaparición de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservación del «sistema establecido» son compartidas por la población subyacente.

Las formas predominantes de control social son tecnológicas en un nuevo sentido. Es claro que la estructura técnica y la eficacia del aparato productivo y destructivo han sido instrumentos decisivos para sujetar la población a la división del trabajo establecida a lo largo de la época moderna.

En la época contemporánea, los controles tecnológicos parecen ser la misma encarnación de la razón en beneficio de todos los grupos e intereses sociales, hasta tal punto que toda contradicción parece irracional y toda oposición imposible.

Cap 2: El cierre del universo político

La sociedad de movilización total, que se configura en las áreas más avanzadas de la civilización industrial, combina en una unión productiva elementos del Estado de Bienestar y el Estado de Guerra.

Los tradicionales aspectos problemáticos están siendo
eliminados o aislados, los elementos perturbadores dominados.

Las tendencias principales son conocidas: concentración de la economía nacional en las necesidades de las grandes empresas, con el gobierno como una fuerza estimulante; economía a un sistema a escala mundial de alianzas militares, convenios monetarios, asistencia técnica y modelos de desarrollo; entre otras.

En cuanto a Occidente, los antiguos conflictos dentro de la sociedad son modificados y juzgados bajo el doble (e interrelacionado) impacto del progreso técnico y el comunismo internacional. Las luchas de clases se atenúan y las «contradicciones imperialistas» se detienen ante la amenaza exterior

Movilizada contra esta amenaza, la sociedad
capitalista muestra una unión y una cohesión internas desconocidas en las etapas anteriores de la civilización industrial. Es una cohesión que descansa sobre bases muy materiales; la movilización contra el enemigo actúa como un poderoso estímulo de la producción y el empleo, manteniendo así el alto nivel de vida.

LA CONTENCIÓN DEL CAMBIO SOCIAL

La teoría marxista clásica ve la transición del capitalismo al
socialismo como una revolución política: el proletariado destruye el aparato político del capitalismo, pero conserva el aparato tecnológico sometiéndolo a la socialización.

Hay una continuidad en la revolución:
la racionalidad tecnológica liberada de las restricciones y destrucciones irracionales, se sostiene y consuma en la nueva sociedad.

En el capitalismo avanzado, la racionalidad técnica se encierra, a pesar de su uso irracional, en el aparato productivo. Ni la nacionalización ni la socialización alteran por sí mismas este aspecto material de la racionalización tecnológica; al contrario, la última constituye una condición previa para el desarrollo
socialista de todas las fuerzas productivas.

Las clases trabajadoras en las zonas avanzadas de la civilización industrial
están pasando por una transformación decisiva, que ha llegado a ser el objeto de una vasta investigación sociológica.

Principales factores de la transformación

1) La mecanización está reduciendo cada vez más la cantidad e intensidad de energía física gastada en el trabajo

Ahora la cada vez más completa mecanización del trabajo en el capitalismo avanzado, al tiempo que mantiene la explotación, modifica la actitud y el status de los explotados.

2) La tendencia hacia la asimilación se muestra en la
estratificación ocupacional. En los establecimientos industriales claves, la proporción de trabajo manual declina en relación con la del elemento de «cuello blanco»; el número de trabajadores separados de la producción aumenta.

Este cambio cuantitativo remite a un cambio en el carácter de los instrumentos básicos de la producción

La máquina llega a ser en sí misma un sistema de instrumentos y relaciones mecánicas y se extiende así
mucho más allá del proceso individual de trabajo, afirma su mayor dominio reduciendo la «autonomía profesional» del trabajador e integrándolo con otras profesiones que sufren y dirigen el aparato técnico.

3) Los cambios en el carácter del trabajo y los instrumentos de producción modifican la actitud y la conciencia del trabajador, que se hace manifiesta en la ampliamente discutida o integración social y cultural de la clase trabajadora con la sociedad capitalista.

Los aspectos negativos de la automatización predominan: aumento del
ritmo de trabajo, paro tecnológico, fortalecimiento de la posición directiva, mayor impotencia y resignación por parte de los trabajadores.

4) El nuevo mundo del trabajo tecnológico refuerza un
debilitamiento de la posición negativa de la clase trabajadora: ésta ya no aparece como la contradicción viviente para la sociedad establecida.

El odio y la frustración son despojados de su propósito
específico y el velo tecnológico oculta la reproducción de la
desigualdad y la esclavitud.

Con el progreso técnico como su instrumento, la falta de libertad en el sentido de la sujeción del hombre a su aparato productivo se perpetúa e intensifica bajo la forma de muchas libertades y comodidades.

PERSPECTIVAS DE CONTENCIÓN

¿La cadena de productividad y represión puede ser rota?

Marcuse plantea que evadiendo la cuestión de una posible guerra nuclear, el “Enemigo” seguiría siendo permanente, es decir, el comunismo seguiría coexistiendo con el capitalismo.

El capitalismo seguiría siendo capaz de mantener e incluso incrementar el nivel de vida para una parte de la población cada vez mayor, a pesar y a través de la producción intensificada de los medios de destrucción y el despilfarro metódico de los recursos y facultades. Esta capacidad se ha afirmado a pesar y por medio de dos guerras mundiales y la inmensa regresión física e intelectual provocada por los
sistemas fascistas.

La base material de esta capacidad seguirá encontrándose en:

a) La creciente productividad del trabajo (progreso técnico)

b) El crecimiento de la tasa de natalidad en la población existente

c) La permanente economía de defensa

d) La integración económica y política de los países capitalistas y el fortalecimiento de sus relaciones con las zonas subdesarrolladas.

Hay una tendencia a la automatización. Según Marcuse, la automatización que se extiende es algo más que un crecimiento cuantitativo de la mecanización: es un cambio en el carácter de las fuerzas productivas básicas.

Parece ser que la automatización
llevada a los límites de su posibilidad técnica es incompatible con una sociedad basada en la explotación privada del poder del trabajo humano en el proceso de producción.

El proceso social de la automatización expresa la transformación, o más bien transubstanciación de la fuerza de trabajo, en el que ésta, separada del individuo, deviene un objeto productor independiente, y por tanto, un sujeto en sí mismo.

La declinante proporción de la fuerza de trabajo humana en el proceso productivo implica una disminución en el poder político de la oposición.

En vista del peso cada vez mayor del elemento de «cuello blanco» en este proceso, la radicalización política tendrá que estar acompañada de la aparición de una conciencia y una acción política independiente entre esos mismos grupos de empleados; un desarrollo muy poco probable en la sociedad industrial avanzada.

El impulso hacia adelante para organizar el creciente elemento de «cuello blanco» en los sindicatos industriales, si tiene éxito puede provocar un crecimiento de la conciencia sindical de estos grupos, pero difícilmente su radicalización política.

La sociedad debe crear primero los requisitos materiales de la libertad para todos sus miembros, antes de poder ser una sociedad libre.

Los esclavos deben ser «obligados a ser libres», a «ver los objetos como son y algunas veces como deberían ser», se les debe enseñar el «buen camino» que están buscando.

EL ESTADO DE BIENESTAR Y DE GUERRA

Las perspectivas de la contención del cambio, ofrecidas
por la política de la racionalidad tecnológica, dependen de las
perspectivas del Estado de bienestar. Tal Estado parece capaz de elevar el nivel de la vida administrada.

A pesar de toda su racionalidad, el Estado de bienestar es un Estado sin libertad, porque su administración total es una sistemática restricción de:

a) el tiempo libre «técnicamente» disponible

b) la cantidad y calidad de los bienes y servicios «técnicamente» disponibles para las necesidades vitales individuales.

c)
la inteligencia (consciente e inconsciente) capaz de aprehender y realizar las posibilidades de la autodeterminación.

El rechazo del Estado de bienestar en nombre de las ideas
abstractas de libertad parece poco convincente. La pérdida de las libertades económicas y políticas que fueron el verdadero logro de los dos siglos anteriores, puede verse como inconveniente menor de un Estado capaz de hacer segura y cómoda la vida administrada.

La publicidad, las relaciones públicas, el adoctrinamiento, la obsolescencia planificada, ya no son gastos generales improductivos, sino más bien elementos de los costes básicos de la producción.

Para ser efectiva, tal producción de
despilfarro socialmente necesario requiere una continua racionalización: la incansable utilización de la técnica y de la ciencia avanzada.

En consecuencia, un constante aumento del nivel de vida
es el subproducto casi inevitable de la sociedad industrial
políticamente manipulada, una vez que un cierto nivel de retraso ha sido superado.

Cap 3: La conquista de la conciencia desgraciada: Una desublimación represiva

En este capítulo, algunas nociones e imágenes claves
de la literatura y su destino ilustrarán cómo el progreso de la
racionalidad tecnológica está anulando los elementos de oposición y los trascendentes en «alta cultura». Éstos sucumben de hecho al proceso de desublimación que prevalece en las regiones avanzadas de la sociedad
contemporánea.

Los logros y los fracasos de esta sociedad invalidan su alta cultura.

La celebración de la personalidad autónoma, del humanismo, del amor trágico y romántico parecen ser el ideal de una etapa anterior del desarrollo. Lo que se presenta ahora no es el deterioro de la alta cultura que se transforma en cultura de masas, sino la refutación de esta cultura por la realidad.

La realidad sobrepasa su cultura. Pero también ha traicionado la esperanza y destruido la verdad que se preservaban en
las sublimaciones de la alta cultura.

La alta cultura estuvo siempre en contradicción con la realidad social, y sólo una minoría privilegiada gozaba de sus bienes y representaba sus ideales. Las dos esferas antagónicas de la sociedad han coexistido siempre; la alta cultura ha sido siempre acomodaticia, mientras que la realidad se veía raramente perturbada por sus ideales y verdades.

La alta cultura se hace parte de la cultura material.

La alienación artística es sublimación. Crea las imágenes de
condiciones que son irreconciliables con el «principio de realidad» establecido pero que, como imágenes culturales, llegan a ser tolerables, incluso edificantes y útiles.

Ahora estas imágenes son invalidadas. Su incorporación a la cocina, la oficina, la tienda; su liberación comercial como negocio y diversión es, en un sentido, desublimación: reemplaza la gratificación mediatizada por la inmediata.

En contraste con el concepto marxiano, que denota la relación del hombre consigo mismo y su trabajo en la sociedad capitalista, la alienación artística es la trascendencia consciente de la existencia alienada: un «nivel más alto» o una alienación mediatizada.

Las imágenes tradicionales de la alienación artística son en verdad románticas en tanto que están en incompatibilidad estética con la sociedad en desarrollo. Esta incompatibilidad es la clave de su verdad.

La verdad de la literatura y el arte ha sido aceptada siempre (si era aceptada) como la de un orden «más alto» que no debería perturbar el orden de los negocios y en realidad no lo hacía. Lo que ha cambiado en la época contemporánea es la diferencia entre los dos órdenes y sus verdades.

El poder absorbente de la sociedad vacía la dimensión artística, asimilando sus contenidos antagonistas. En el
campo de la cultura, el nuevo totalitarismo se manifiesta
precisamente en un pluralismo armonizador, en el que las obras y verdades más contradictorias coexisten pacíficamente en la indiferencia.

Antes del advenimiento de esta reconciliación cultural, la literatura y el arte eran esencialmente alienación que sostenía y protegía la contradicción: la conciencia desgraciada del mundo dividido, las posibilidades derrotadas, las esperanzas no realizadas y las promesas traicionadas. Eran una fuerza racional cognoscitiva que revelaba una dimensión del hombre y la naturaleza que era reprimida y rechazada en la realidad.

La tensión entre lo actual y lo posible se transfigura en un conflicto irresoluble, en el que la reconciliación se encuentra gracias a la obra como forma: la belleza como la promesa de felicidad.

El lugar de la obra de arte en una cultura pretecnológica y bidimensional es muy diferente del que tiene en una
civilización unidimensional, pero la alienación caracteriza tanto al arte positivo como al negativo.

Ahora esta ruptura esencial entre las artes y el orden del día, que permanecía abierta en la alienación artística, está siendo
progresivamente cerrada por la sociedad tecnológica avanzada.

El Gran Rechazo es rechazado a su vez; la «otra dimensión»
es absorbida por el estado de cosas dominante. Las obras de la alienación son incorporadas dentro de esta sociedad y circulan como uña y carne del equipo que adorna y psicoanaliza el estado de cosas dominante. Así se hacen comerciales: venden, confortan o excitan.

Los esfuerzos por recuperar el Gran Rechazo en el lenguaje literario sufren el destino de ser absorbidos por lo que niegan.

las bellas artes se convierten en engranajes de una máquina cultural que reforma su contenido. La alienación artística sucumbe, junto con otras formas de negación, al proceso de la racionalidad técnica.

Puesto que la contradicción es la obra del debe haber un medio de comunicación. La lucha por hallar este medio, o más bien dicho la lucha contra su absorción en la unidimensionalidad predominante, se muestra en los esfuerzos de la vanguardia por crear un distanciamiento que haría la verdad artística comunicable otra vez.

La movilización total de todos los medios para la defensa de la realidad establecida ha coordinado los medios de expresión hasta un punto en el que la comunicación de contenidos trascendentes se hace técnicamente imposible

Las verdaderas obras literarias de vanguardia comunican la
ruptura con la comunicación.

El «principio de placer» absorbe el «principio de realidad», la
sexualidad es liberada (o, más bien liberalizada) dentro de formas sociales constructivas.

Esta noción implica que hay modos represivos de desublimación, junto a los cuales los impulsos y objetivos
sublimados contienen más desviación, más libertad y más negación para conservar los tabúes sociales.

Parece que tal desublimación represiva es operativa en la esfera sexual, y en ella, como en la desublimación de la alta cultura, opera como un subproducto de los controles sociales de la realidad tecnológica, que extiende la libertad al tiempo que intensifica la dominación.

A la luz de la función cognoscitiva, la desublimación triunfante en la sociedad industrial avanzada revela su verdadera función conformista. Esta liberación de la sexualidad (y de la agresividad) libera a los impulsos instintivos de buena parte de la infelicidad y el descontento que denuncian el poder represivo del universo establecido de la satisfacción

El concepto de desublimación controlada implica la imposibilidad de una liberación simultánea de la sexualidad reprimida y de la agresividad.

La desublimación institucionalizada parece ser así un aspecto de la «conquista de la trascendencia» lograda por la sociedad
unidimensional.

El ambiente del que el individuo podía obtener placer —que podía percibir como gratificante casi como una extensión
de su cuerpo— ha sido rígidamente reducido.

Como consecuencia, el «universo» de catexia libidinal se reduce del mismo modo. El resultado es una localización y contracción de la libido, la reducción de lo erótico a la experiencia y la satisfacción sexual.

Se ha dicho a menudo que la civilización industrial avanzada opera con un mayor grado de libertad sexual; «opera» en el sentido que ésta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales. Sin dejar de ser un instrumento de trabajo, se le permite al cuerpo exhibir sus caracteres sexuales en el mundo de todos los días y en las relaciones de trabajo.

Éste es uno de los logros únicos de la sociedad industrial, hecho posible por la reducción del trabajo físico, sucio y pesado; por la disponibilidad de ropa barata y atractiva, la
cultura física y la higiene; por las exigencias de la industria de la publicidad, etc.

Cap 4: El cierre del universo del discurso

La conciencia feliz —o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes— refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social.

El poder sobre el hombre adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural.

Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de «los altos niveles de bienestar». « ¡La comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse! »

EL LENGUAJE DE LA ADMINISTRACIÓN TOTAL

El tipo de bienestar de la superestructura productiva que
descansa sobre la base desgraciada de la sociedad, impregna a los «mass-media» que constituyen la mediación entre los amos y sus servidores.

Sus agentes de publicidad configuran el mundo de la comunicación en el que la conducta «unidimensional» se expresa

El lenguaje creado por ellos aboga por la identificación y la unificación, por la promoción sistemática del pensamiento y la acción positiva, por el ataque concertado contra las tradicionales nociones trascendentes. Dentro de las formas dominantes del lenguaje, se advierte el contraste entre las formas de pensamiento «bidimensionales», dialécticas, y la conducta tecnológica o los «hábitos de pensamiento» sociales.

El lenguaje es despojado de las mediaciones que forman las etapas del proceso de conocimiento y de evaluación cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos y por tanto los trascienden están perdiendo su auténtica representación lingüística.

El rechazo y la rebelión, sojuzgados en la esfera política, estallan a través del vocabulario que llama a las cosas por su nombre

Sin embargo, los laboratorios de defensa y las oficinas ejecutivas, los gobiernos, etc., hablan un idioma diferente y, por el momento, parecen tener la última palabra. Ésta es la palabra que ordena y organiza, que induce a la gente a actuar, comprar y aceptar

La palabra se hace cliché y como cliché gobierna al lenguaje hablado o escrito: la comunicación impide el desarrollo genuino del significado

En los puntos claves del mundo del lenguaje público, las
proposiciones con valor propio, analíticas, funcionan como fórmulas mágico-rituales. Machacadas y remachacadas en la mente del receptor, producen el efecto de encerrarlo en el círculo de las condiciones prescritas por la fórmula.

En este mundo del lenguaje público, el lenguaje se mueve mediante sinónimos o tautologías; en realidad, nunca avanza hacia la diferencia cualitativa.

La estructura analítica aísla al sustantivo principal de todos aquellos significados que podrían invalidar o por lo menos perturbarían el uso del sustantivo aceptado en declaraciones políticas o que se refieren a la opinión pública. La característica del concepto ritualizado es que se hace
inmune a la contradicción.

Se excluye de la expresión mediante la cerrada definición de los conceptos en términos de los poderes que configuran el respectivo universo del discurso. El resultado es la aparición del conocido lenguaje orweliano («paz es guerra» y «guerra es paz», etc.)

Es relativamente nueva la aceptación general de estas mentiras por la opinión pública y privada, lo mismo que la supresión de su monstruoso contenido

La difusión y la efectividad de este lenguaje prueban el triunfo de la sociedad sobre las contradicciones que contiene; las mentiras son reproducidas sin que hagan estallar el sistema social. Y la franca, ostensible contradicción se convierte en
constante del habla y la publicidad.

La unificación de los opuestos que caracteriza el estilo comercial y político es una de las muchas formas en las que el discurso y la comunicación se inmunizan contra la expresión de protesta y la negación.

¿Cómo puede tal protesta y negación encontrar la palabra
correcta cuando los organismos del orden establecido admiten y anuncian que la paz es en realidad el borde de la guerra, que los últimos cañones llevan consigo la justificación de su precio, y que los refugios contra bombas pueden ser muy acogedores?

Al exhibir sus contradicciones como la clave de la verdad, este universo del discurso se cierra a cualquier otro discurso que no se desarrolle en sus propios términos. Y, por esta capacidad de asimilar todos los demás términos a los suyos, ofrece la posibilidad de combinar la mayor tolerancia posible con la mayor unidad posible.

La predicación analítica es una construcción represiva de este
tipo. El hecho de que un sustantivo específico sea unido casi siempre con los mismos adjetivos y atributos «explicativos», convierte la frase en una fórmula hipnótica que, infinitamente repetida, fija el significado en la mente del receptor.

Las proposiciones toman la forma de sugestivas órdenes. La predicación llega a ser prescripción; toda la comunicación tiene un carácter hipnótico. Al mismo tiempo se tiñe de una falsa familiaridad

La misma familiaridad se establece mediante el lenguaje
personalizado, que juega un papel considerable en la comunicación avanzada

En los sectores más avanzados de la comunicación funcional y
manipulada, el lenguaje impone mediante construcciones
verdaderamente sorprendentes la identificación autoritaria entre persona y función.

La abreviatura puede ayudar a reprimir preguntas indeseables.

Las abreviaturas denotan sólo aquello que está institucionalizado de tal modo que la connotación trascendente es eliminada. El sentido está fijo, definido, cerrado. El lenguaje funcionalizado, contraído y unificado es el lenguaje del pensamiento unidimensional.

La contracción del concepto en imágenes fijas; el desarrollo detenido en fórmulas hipnóticas que se autovalidan; la
inmunidad contra la contradicción; la identificación de las cosas (y las personas) con su función: estas tendencias revelan a la mente unidimensional en el lenguaje que habla.

Un universo del discurso en el que las categorías de la libertad han llegado a ser intercambiables e incluso idénticas con sus opuestos, no está sólo utilizando un lenguaje orweliano o esopiano, sino que está rechazando y olvidando la realidad histórica

El lenguaje funcional es un lenguaje radicalmente antihistórico: la racionalidad operacional tiene poco espacio y poco empleo para la razón histórica.

El recuerdo es una forma de disociación de los hechos dados, un modo de «mediación» que rompe, durante breves momentos, el poder omnipresente de los hechos dados.

La ritualización autoritaria del discurso es más fuerte
cuando afecta al lenguaje dialéctico mismo.

El lenguaje cerrado no demuestra ni explica: comunica decisiones, fallos, órdenes. Cuando define, la definición se convierte en «separación de lo bueno y lo malo»; establece lo que es correcto y lo equivocado sin permitir dudas, y un valor como justificación de otro

El lenguaje ritual-autoritario --- controla mediante la reducción de las formas lingüísticas y los símbolos de reflexión, abstracción, desarrollo, contradicción, sustituyendo los conceptos por imágenes. Niega o absorbe el vocabulario trascendente; no busca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone.

Si el lenguaje de la política tiende a convertirse en el de la
publicidad, parece expresar el grado en el que la dominación y la administración han dejado de ser funciones separadas e independientes en la sociedad tecnológica.

EN BUSCA DE LA ADMINISTRACIÓN TOTAL

La comunicación funcional es sólo la capa exterior del universo
unidimensional en el que se enseña al hombre a olvidar, a traducir lo negativo en positivo para que pueda seguir ejerciendo su función, disminuido pero adaptado y con un razonable bienestar

La coordinación del individuo con su sociedad llega hasta aquellos estratos de la mente donde son elaborados los mismos conceptos que se destinan a aprehender la realidad establecida.

«Concepto» se emplea para designar la representación mental de algo que es comprendido, abarcado, conocido como el resultado de un proceso de reflexión.

Si el concepto nunca denota una cosa particular, concreta, si es siempre abstracto y general, lo es porque el concepto abarca algo más y diferente que una cosa particular: alguna condición o relación universal que es esencial a la cosa particular, que determina la forma en la que aparece como objeto concreto de la experiencia.

Todos los conceptos cognoscitivos tienen un sentido transitivo: van más allá de la referencia descriptiva hacia los hechos particulares.

El «exceso» de significado sobre y por encima del concepto
operacional ilustra la forma limitada e incluso engañosa en que se admite la experimentación de los hechos. De ahí la tensión, la discrepancia, el conflicto entre el concepto y el hecho inmediato

Cuando los conceptos reducidos gobiernan el análisis de la
realidad humana, individual o social, mental o material, llegan a una falsa concreción: una concreción separada de las condiciones que constituyen su realidad.

Dentro de este contexto, el tratamiento operacional de los conceptos asume una posición política. El individuo y su
conducta son analizados en un sentido terapéutico: el ajustamiento a su sociedad.

El carácter terapéutico del concepto operacional se muestra con mayor claridad allí donde el pensamiento conceptual es colocado metódicamente al servicio de la exploración y del mejoramiento de las condiciones sociales existentes, dentro del marco de las instituciones sociales existentes; esto es, en la sociología industrial, la investigación de motivaciones, los estudios de mercados y opinión pública.

En tanto que la psicología y la sociología operacional han contribuido a aliviar condiciones infrahumanas, son parte del progreso, intelectual y material. Pero también son la prueba de la ambivalente racionalidad del progreso, que es satisfactorio en su poder represivo y represivo en sus satisfacciones.

Los conceptos terapéuticos y operacionales se vuelven falsos en la medida en que aíslan y dispersan los hechos, los estabilizan dentro de la totalidad represiva y aceptan los términos de esta totalidad como términos del análisis. La
traducción metodológica del concepto universal en operacional se convierte así en una reducción represiva del pensamiento.

Cap 5: El pensamiento negativo: La lógica de protesta derrotada

En la ecuación Razón = Verdad = Realidad, que une los mundos subjetivo y objetivo en una unidad antagónica

La razón es el poder subversivo, el «poder de lo negativo» que establece, como razón teórica y práctica, la verdad para los hombres y las cosas.

El cerrado universo operacional de la civilización industria avanzada es prefigurado en esta idea de la razón como un proyecto histórico específico.

Gracias a esta ecuación entre verdad y ser (real), la verdad es un valor, porque ser es mejor que no-ser. Lo último no es simplemente la nada; es una potencialidad y una amenaza al ser: la destrucción.

El verdadero razonamiento, la lógica, revela y expresa aquello que realmente es, separado de aquello que parece ser.

¿Cuáles son los criterios para esta distinción? ¿Sobre qué base se asigna el estatuto de «verdad» a una forma o condición antes que a otra?

La filosofía clásica griega se apoya principalmente en lo que luego fue llamado (en un sentido bastante peyorativo) «intuición», esto es, una forma de conocimiento en la que el objeto

El pensamiento científico ha tenido que romper la unión entre el juicio de valor y el análisis, porque se vio cada vez mejor que los valores filosóficos no guiaban la organización de la sociedad ni la transformación de la naturaleza. Eran inefectivos, irreales.

En las exigencias del pensamiento y en la locura del amor se encuentra la negación destructiva de las formas de vida establecida.

La verdad transforma las formas de pensamiento y de existencia. La razón y la libertad convergen.

La filosofía vislumbra la igualdad del hombre, pero, al mismo tiempo, se somete a la negación de hecho de esa igualdad.

Es así como el discurso de Sócrates es un discurso político, en tanto que contradice las instituciones políticas establecidas.

La búsqueda de la definición correcta, del «concepto» de virtud, justicia, respeto y conocimiento se convierte en una labor subversiva, porque el concepto supone una nueva polis.

El «idealismo» estaba emparentado con el pensamiento filosófico, porque la noción de la supremacía del pensamiento (la conciencia) implica también la impotencia del pensamiento en un mundo empírico que la filosofía trasciende y corrige, en el pensamiento.

La racionalidad en nombre de la cual la filosofía hacía sus juicios alcanzó esa «pureza» abstracta y general que la hizo inmune al mundo en el que se tenía que vivir

La lógica formal aspiraba a la validez universal de las leyes del pensamiento.

El pensamiento sería un asunto privado, sin importancia, incapaz de comprender el menor aspecto de la existencia.

El pensamiento es siempre algo más y diferente que el acto individual de pensar; si yo empiezo a pensar en personas individuales en una situación específica, las encuentro en un contexto supraindividual del que participan y pienso con conceptos generales.

El pensamiento dialéctico es y sigue siendo «acientífico» en la medida en que es tal juicio, y el juicio es impuesto sobre el pensamiento dialéctico por la naturaleza de su objeto: por su objetividad.

Este objeto es la realidad en su verdadera concreción; la lógica dialéctica excluye toda abstracción que deje el contenido concreto solo y marginado, incomprendido.

Si la lógica dialéctica entiende la contradicción como una «necesidad», que pertenece a la misma «naturaleza del pensamiento» (zur Natur der Denkbestimmungen) lo hace porque la contradicción
pertenece a la misma naturaleza del objeto del pensamiento, a la realidad, donde razón es todavía sinrazón y lo irracional es todavía lo racional.

Al contrario, toda realidad establecida se opone a la lógica de las contradicciones: favorece las formas de pensamiento que mantienen las formas de vida establecida y las formas de conducta que
las reproducen y mejoran.

El objeto del pensamiento dialéctico no es ni la forma de objetividad abstracta y general, ni la forma de pensamiento abstracta y general; ni los datos de la experiencia inmediata.

La lógica dialéctica deshace las abstracciones de la lógica formal y de la filosofía trascendental, pero también niega la concreción de la experiencia inmediata.