Durante el siglo XIX, las revoluciones liberales surgieron como respuesta a la restauración del antiguo orden, que exacerbó la pobreza y la desigualdad social. Estas revoluciones tuvieron causas económicas, como el desequilibrio financiero y los elevados gastos de guerra, así como causas políticas, como la reorganización de los países sin considerar a los grupos humanos y la amenaza a la burguesía por parte de los absolutistas, quienes limitaban la libertad de prensa y opinión.