von Valeria Najar Ramos Vor 3 Jahren
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El lenguaje puede definirse como un sistema de signos. Signo es todo aquello que representa o está en lugar de algo -de tal manera que el signo siempre refiere a otra cosa, a lo que el signo significa; cuando se dice "el árbol está seco", no se pone la atención sobre el signo "árbol" (la palabra), sino sobre el objeto a que se refiere, la cosa "árbol". Los signos pueden ser naturales, cuando la referencia a los objetos no ha sido establecida por el hombre -como ocurre con el humo respecto del fuego-, o bien artificiales, creados por el hombre, con a la flecha indicadora de la dirección del tránsito, o bien una palabra o frase. Resulta claro que el lenguaje más importante es el que está constituido por palabras, y a él nos referiremos exclusivamente en lo que sigue. En el signo se diferencian tres dimensiones o aspectos: mantiene relaciones con otros signos, con los objetos, y con los sujetos que lo emplean. Por ello se distinguen tres disciplinas dentro de la semiótica o ciencia general de los signos- sintaxis, semántica y pragmática.
Lógica matemática
Todas las proposiciones de la lógica y de la matemática son, según los; empiristas lógicos (y gran cantidad de lógicos modernos), proposiciones analíticas, y, por ende, tautológicas. Las proposiciones fácticas se fundan en la experiencia, en las sensaciones. Si las leyes de la lógica son independientes de la experiencia, es decir, a priori, ello es así porque no son más que tautologías; la lógica, en rigor, no se refiere más que a la forma cómo funciona el lenguaje, o, dicho de otra manera, no es más que el conjunto de reglas sintácticas de un determinado lenguaje.
La teoría de verificación
El lenguaje informativo está constituido por proposiciones o sentencias, vale decir, por estructuras de signos que tienen la propiedad de ser verdaderas o falsas. Ahora bien, las proposiciones o sentencias se dividen en dos tipos: proposiciones fácticas (esto es, referentes a hechos) o empíricas, como v. gr., "la mesa es verde", y proposiciones analíticas, que son tautologías1 (es decir, expresiones en las cuales el predicado dice lo mismo que el sujeto, o, en otros términos, que no pueden ser falsas), como "el triángulo es una figura de tres ángulos". Estas proposiciones analíticas no dan ningún conocimiento nuevo, y su verdad no depende de los hechos, sino solamente de principios lógicos. Todas las proposiciones de la lógica y de la matemática son, según lo; empiristas lógicos (y gran cantidad de lógicos modernos), proposiciones analíticas, y, por ende, tautológicas. Las proposiciones fácticas se fundan en la experiencia, en las sensaciones. Si las leyes de la lógica son independientes de la experiencia, es decir, a priori, ello es así porque no son más que tautologías; la lógica, en rigor, no se refiere más que a la forma cómo funciona el lenguaje, o, dicho de otra manera, no es más que el conjunto de reglas sintácticas de un determinado lenguaje.
Critica de la metafísica
Las proposiciones atómicas que enuncian algo acerca de hechos, acerca de la realidad, se las denomina proposiciones protocolares -así llamadas porque constituyen como el protocolo, las actas o documentos en que se registran los hechos, conformando una especie de inventario de la realidad. Un enunciado protocolar "contiene regularmente los siguientes datos: coordenadas temporales y espaciales, circunstancias y descripción del fenómeno. En la práctica se incluye, además, el nombre del observador. Un sencillo ejemplo de enunciado protocolar es la ficha médica que hace una enfermera de la temperatura de un paciente.
En la efectiva posibilidad de llevar a cabo la observación (como, por ejemplo, la proposición "el fuego quema", es posible verificarla porque podemos sencillamente meter el dedo en el fuego), y la verificación "en principio", o potencial, que significa que no tenemos las posibilidad técnica de efectuarla, pero que, de todas maneras, sabemos qué operaciones empíricas tendríamos que realizar para llevarla a cabo; por ejemplo, si decimos: "en el centro de Saturno hay un ratón comiendo queso", esta proposición no se la puede verificar técnicamente, porque hasta el momento no se poseen recursos para ello, pero es verificable "en principio" porque se sabe qué operaciones tendrían que hacerse para verificarla (ir en cohete a Saturno, descender allí, hacer una excavación hasta el centro del planeta, etc.)
Apunte critico
También es muy discutible la idea, primariamente instrumentalista, que los empiristas lógicos se hacen del lenguaje. Porque piensan (aunque sea tácitamente) que hay, de un lado, un mundo de cosas ya constituidas e independientes del hombre, por el otro los hombres, y en tercer lugar el conocimiento como relación entre ambos órdenes; y que luego el hombre, de manera convencional, establece el lenguaje, que no resulta ser entonces nada más que un puente con ayuda del cual los hombres se comunican entre si.
Los empiristas, que pretendieron eliminar la metafísica, han tropezado con serias dificultades al tratar de ponerse en claro acerca del significado de la verificación - dificultades que son de índole ontológica. En un principio la noción de verificación que emplearon fue muy estrecha: sólo otorgaban sentido a una proposición cuando de hecho se la verifica. Pero entonces había que afirmar que todas las proposiciones falsas carecían de sentido, puesto que, por ser falsas, no pueden verificarse. Ni tampoco tendrían sentido las proposiciones referentes al futuro, como "el sol saldrá mañana". Pero ocurre que gran parte de las proposiciones científicas son de este tipo, porque las leyes, v. gr., representan afirmaciones, no sólo sobre hechos pasados y presentes, sino también futuros; cuando se dice que "el calor dilata los cuerpos", se quiere decir que esto es verdad hoy y también mañana. Este género de dificultades obligó a los empiristas a introducir modificaciones en su criterio fundamental, y dio lugar también a posiciones divergentes dentro de la historia de la propia escuela.
Critica de la idea de causalidad
Ahora bien, se trata de una idea compleja, en la que el análisis revela cuatro elementos o componentes, a) Ante todo un primer hecho, lo que llamamos "causa", que inicia el proceso, b) En segundo lugar, otro hecho, como término del proceso causal, y que es lo que se llama "efecto", c) En tercer lugar, una cierta relación temporal entre a) y b), a saber, una sucesión: primero aparece la causa, más tarde el efecto, d) Por último, para que pueda hablarse de relación causal, el primer hecho tiene que producir el segundo, o, dicho con otros términos, el primer hecho posee una cierta fuerza o energía que hace que aparezca el segundo, y ello de tal manera que, dado el primer hecho, el otro necesariamente tiene que darse; la relación de causalidad, pues, y esto es lo esencial, es una relación de conexión necesaria. Dicho de otro modo: con la razón solamente -esto es, sin recordar lo que ya sabemos y sin ningún otro recurso a la experiencia-, simplemente pensando sobre un hecho, nunca se llegará a saber qué efecto podrá producir, porque racionalmente son pensables sin contradicción las más diversas posibilidades. La idea de conexión necesaria, pues, tampoco procede de la razón.
Origen de la idea de casualidad
Pues bien, el principio que ha permitido la inferencia no es, según Hume, sino lo que se llama hábito o costumbre. Porque esa especie de mecanismo mental que es el hábito, y que se forma mediante un proceso de repetición -piénsese en la memorización de una poesía, v. gr.-, consiste en la tendencia a reproducir un plexo o conjunto de hechos psíquicos aprendidos cuando se revive una parte de dicho conjunto (no hace falta más que decir: "en el cielo las estrellas...", para que el niño inmediatamente siga con "en el campo las espinas, etc."). De modo parejo, a fuerza de observar casos semejantes se asocian en el espíritu tan estrechamente la idea de una bola de billar en movimiento y el movimiento de otra, que llega un momento -el momento en que el hábito se ha constituido- en que, con sólo percibir el primer movimiento, inmediatamente acude a la imaginación el segundo, y así se lo anticipa antes de que realmente haya ocurrido.
La crítica de Hume, entonces, viene a suprimir el valor teorético de la noción de causalidad. Que pueda tener alcance objetivo, no es más que creencia (belief) nuestra, sin duda útil, de gran importancia práctica, según se dijo (cf. § 5), porque sin ella la vida humana se haría imposible; pero una "creencia", por muy sólida que parezca, no es más que una convicción subjetiva, carente en principio, hasta donde sepamos, de fundamento en la realidad, y por tanto, encarando la cuestión con rigor y desde un punto de vista puramente teórico, la idea de causalidad es una idea inválida. Y si bien dentro del campo de la experiencia constituye una guía útil y aun indispensable, resultará totalmente engañosa si pretende empleársela en la metafísica: porque en este territorio no es posible comprobar sucesiones constantes, y por tanto su empleo será enteramente arbitrario y caprichoso.
Conocimiento demostrativo y conocimiento factico
Hume distingue dos tipos fundamentales de objetos de conocimiento y, respectivamente, de ciencias. Por una parte, posible objeto de conocimiento lo constituyen las relaciones entre las ideas: éste es el tema de las matemáticas ciencia demostrativa -es decir, que se vale tan sólo de la razón-, cuyas verdades son necesarias (a priori), no dependen para nada de la realidad, sino que se fundan exclusivamente en el pensamiento.
La segunda clase de objetos de la razón humana, los hechos, no son descubiertos del mismo modo, ni nuestra evidencia (evidence) de su verdad; por más grande que sea, es de naturaleza igual a la anterior. Lo contrario de todo hecho es siempre posible, porque nunca puede implicar contradicción y porque el espíritu lo concibe con la misma facilidad y distinción como si estuviese complétame: te de acuerdo con la realidad. La proposición el sol no saldrá mañana no es menos inteligible y no implica mayor contradicción que la afirmación mañana saldrá. Sería en vano, pues, tratar de demostrar su falsedad.