von Martina Contreras Peralta Vor 1 Jahr
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Las discusiones sobre la identidad a menudo oscilan entre dos extremos: uno que ve al individuo como un sujeto soberano que controla su identidad y otro que considera que las identidades se imponen sobre las personas. Sin embargo, ambas perspectivas pasan por alto que los sujetos no son entidades previas a las identidades, sino que más bien, son parcialmente constituidos o interpelados por las prácticas de diferenciación y marcación en su entorno. Además se destaca el concepto de performatividad de las identidades, enfatizando que las identidades no son estáticas, sino que se construyen y se desempeñan en la vida cotidiana. Las identidades son complejas y no tienen un significado fijo y compartido. Varían en su significado debido a las interacciones y prácticas sociales, lo que puede llevar a múltiples, contradictorios y a veces incompatibles sentidos. Aunque son flexibles, no son completamente libres, ya que están influenciadas por el contexto social y político en el que surgen. Las identidades son polifónicas y cambiantes, pero están ancladas en contextos específicos.
Por un lado, es necesario que la identidad asignada se reconozca, y por otro lado tienen la agencia de construir su propia identidad. En su existencia hacen sentido para quienes las asumen y para los excluidos. Son proscritas y marcadas (estigmatizadas y expresan explícitamente lo que son) y también arquetípicas y naturalizadas (no marcadas, son los paradigmas normalizados). Son el resultado de la articulación entre sujeción y subjetivación, ya que las prácticas discursivas y las experiencias personales se entrelazan.
Las prácticas de diferenciación y marcación no solo crean divisiones entre identidades y alteridades, sino que también están relacionadas con la perpetuación o desafío de las jerarquías económicas, sociales y políticas. Estas desigualdades en el acceso a recursos y la dominación contribuyen a establecer ciertas diferencias mientras ocultan otras posibles. Enfatiza que las luchas por el poder y la explotación suelen dar lugar al surgimiento y fortalecimiento de identidades. Estas identidades se desarrollan a través de las acciones colectivas y las experiencias resultantes, no existen de antemano. Son esenciales para empoderar a quienes desafían las estructuras de poder establecidas. Además, se reconoce que las identidades no son meramente relacionadas con el poder o la resistencia; a menudo están influenciadas por procesos complejos de atribución y marcación, tanto por grupos dominantes como dentro de las propias identidades de resistencia.
Las identidades surgen por las diferencias con el otro. Son de tipo múltiple, es decir, no podemos hablar sólo de una, sino que hay muchas identidades que "trabajan" simultáneamente. No son fijas y están moldeadas por los discursos sociales en los que participamos. En cuanto a las narrativas modernas las conceptualizaciones de la identidad a menudo siguen patrones modernos, pero se sugiere una nueva perspectiva: La narrativa moderna ve la diferencia como una negatividad y la individualidad como algo dado. En cambio, se propone pensar en "otredades" de manera positiva y cuestionar la idea de individuo. También se critica la jerarquía temporal sobre espacial en la narrativa moderna y se aboga por considerar el espacio en igualdad de condiciones con el tiempo. Se cuestiona el excesivo enfoque textual en el análisis de la identidad y se sugiere explorar enfoques alternativos, como la genealogía foucaultiana y el esquizoanálisis deleuziano.