von david alejandro aguirre Vor 1 Jahr
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El cierre de restaurantes y los puestos de venta de alimentos en la calle elimina un mercado clave para muchos productores y elaboradores que puede producir un exceso temporal o desencadenar recortes de la producción en las fases iniciales, como puede observarse en los sectores del pescado y la carne.
El bloqueo de las rutas de transporte es particularmente perjudicial para las cadenas de suministro de alimentos frescos y ha dado lugar a un aumento de los niveles de pérdida y desperdicio de alimentos. El pescado y los productos acuáticos frescos que son muy perecederos y, por tanto, deben venderse, procesarse o almacenarse en un tiempo relativamente limitado, corren un riesgo especial.
La pandemia ha tenido su impacto en el sector ganadero a causa de un menor acceso a los piensos y la reducida capacidad de los mataderos (debido a las limitaciones logísticas y la escasez de mano de obra), de manera similar a lo que ocurrió en China. En los países ya afectados por otras crisis, nuevos datos objetivos de las evaluaciones de la FAO ponen de manifiesto que el sector ganadero es especialmente vulnerable a los efectos de la pandemia.
Además, en el caso de la pesca de captura y la acuicultura, los problemas de logística asociados a la restricción del transporte, los cierres de fronteras y la reducción de la demanda en restaurantes y hoteles pueden generar importantes cambios en el mercado, lo que afecta a los precios.
Aunque ya se considera probable la reducción de la producción de alimentos básicos de elevado valor (es decir, frutas y hortalizas), todavía no se percibe debido al confinamiento y la interrupción de la cadena de valor.
Los más jóvenes empiezan a ser conscientes del problema que el ganado intensivo (del que se obtiene la mayor parte de la carne que consumimos) representa para el planeta, por eso muchos o excluyen la carne roja de sus dietas o limitan el consumo. Concienciación, sentimiento, responsabilidad… Si vale, seguro que también hay algo de postureo, pero sea como sea la tendencia avanza y ha venido para quedarse.
Si quieres comer y no quieres cocinar alguien tiene que hacerlo por ti. Además de Deliveroo, Uber Eats y otras cadenas de reparto a domicilio, en Madrid ha comenzado a funcionar Madrid es la Bomba, especializada en arroces gourmets , dirigida por Christophe París quien hasta hace unos meses regentaba La bomba Bistró. Los operadores estudian las posibilidades de superar la frontera del fast food y el confort food e incluir establecimientos de alta cocina entre sus asociados.
Instagram es la red social que más crece y es la favorita de los foodies. La fiebre por mostrar lo que comemos, dónde lo comemos, cómo y con quién, crece y crece. Lejos de pararse, Instagram va camino de convertirse en una potente herramienta de venta. Su desarrollo es tal que los restaurantes y tiendas de alimentación ya pueden ofertar productos desde las fotografías, y los usuarios, además de darle al like, comprar a golpe de click.
El primer confinamiento nos hizo expertos en Zoom y desde entonces le hemos cogido el gusto a la pantalla, del teléfono o del ordenador. Nunca antes asistimos a más clases de cocina, participamos en más catas o estuvimos pendientes de tantos congresos… Hemos salido un poco empachados, pero hemos descubierto la comodidad de dar clase online y todas las ventajas que nos ofrece el mundo virtual. La formación virtual se acelera y las escuelas de cocina se apuntan a las clases a distancia.
También se han reforzado otros sentimientos de identidad, no solo el nacional. Grupos minoritarios como los veganos crecen con fuerza, amparados en actitudes propias de la sociedad de los ofendidos. La industria se fija en ellos y aprovecha sus reclamaciones para crecer. Burger King ha incluido una hamburguesa vegana y Taco Bel, tacos vegetales. Según el informe de previsiones del Mercado Global de Alimentos Veganos se prevé que el mercado global de la comida vegana mantenga una tasa anual de crecimiento compuesto del 9% entre 2021 y 2026.
La pandemia nos ha hecho ser conscientes de que la globalización quizá no es tan buena como pensábamos. Este sentimiento también se extiende a la alimentación. Esto supone una oportunidad para que productores, industriales y artesanos vuelvan a conectar con sus mercados nacionales.
No hay alimentos milagrosos pero sí hay hábitos alimentarios beneficiosos. No es extraño el auge de los alimentos funcionales, formulados para resolver carencias; los superalimentos; los probióticos, que gracias a sus bacterias ayudan a nuestro organismo; ni la predilección de los consumidores por productos a los que se atribuyen cualidades saludables como el jengibre, los cítricos o el ajo.
Un alto porcentaje de consumidores están preocupados por la calidad de los alimentos que consumen y su relación con la salud y el bienestar. Según el informe anual de la empresa británica Waitrose «la mitad de los consumidores planifican mejor la comida y el 70% de los consumidores se esfuerza por cocinar platos diferentes durante el fin de semana».