von Ana Karina Silva Barboza Vor 5 Jahren
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Es la interrelación entre cambio morfológico y cambio sintáctico.
Se produce principalmente por la conjunción de dos fuerzas, el cambio fonológico y el ajuste analógico.
Por medio de la analogía a menudo se restaura o se mantiene la similitud entre los componentes de un mismo paradigma ya que, a través de este proceso, las formas relacionadas por su función gramatical llegan a asemejarse.
Ha originado que la estructura del paradigma pierda coherencia: allí donde el latín presentaba un único fonema, se ha introducido una alternancia entre dos distintos.
Constaba de un morfema radical seguido de un único morfema trabado que indicaba caso y número; la referencia al género se hacía a través de este mismo morfema, aunque esta información es inherente a la raíz.
Existen cinco tipos de sustantivos.
El español hereda del latín tres tipos de sustantivos, los terminados
en -o, en -a y en consonante o -e.
El resultado de estas evoluciones se vincula con la caída del sistema
de casos que afectó a la lengua latina y obligó a las lenguas
romances a definir nuevas estructuras para expresar la sintaxis.
Sufre dos transformaciones principales:
Caso: papel que desempeña el sustantivo en la oración. Caso nominativo (sujeto), acusativo (apelación, objeto directo), genitivo (posesión), dativo (objeto indirecto) y el ablativo (relaciones en la oración, causa, circunstancia).
El número: como resultado de una serie de ajustes analógicos se produjo una reducción para el singular y otra para el plural. La /s/ final aparece en casi todas las formas de plural, en algunas de singular, por ello, llegó a considerarse como marca de número y ya no de caso.
Su función no cambia en el pasaje del latín al español y las reglas sintácticas se han mantenido semejantes, solo cambiaron las normas que conciertan su colocación, mientras en el latín los adjetivos clasificadores y restrictivos precedenal sustantivo, en español han de seguirlo.
El latín clásico creaba adverbios derivándolos de adjetivos, de muy distintas maneras: añadir la terminación -E a los adjetivos del tipo BONUS (MALE "malamente"), añadir la terminación -ITER a los del modelo GRANDIS (FORTITER "valientemente"), y el simple empleo del neutro singular (nom./acus.) del adjetivo MULTUM "mucho".
Otra manera más informal, de marcar la función adverbial en el español medieval y en otros romances era la llamada "s adverbial" (cierto numero de adverbios que terminaban en "s" MAGIS, LAXIUS. Esta /s/ se extendió a otros adverbios en el castellano de la Edad Media, pero no persistió en todos los casos. La "s adverbial" se aplicó siempre de un modo excesivamente irregular y no llegó a constituir un auténtico sufijo derivativo.
Los pronombres latinos poseían morfemas desinenciales que indicaban número y caso, además de género, como ocurría en los adjetivos, estas terminaciones coincidían con las de sustantivos y adjetivos y también existía confusión y perdida. Sin embargo los pronombres personales y los demostrativos han conservado las formas de neutro singular (ello, esto, eso, etc.) diferentes de las del masculino y femenino. Aunque la función que desempeñan en la oración los sustantivos, los adjetivos y la mayor parte de los pronombres no se marca por el caso pues se ha perdido, los pronombres personales han mantenido ciertos morfemas de este tipo.
Los demostrativos poseían una declinación completa que reflejaba el caso, número y género de su referente.La forma neutra que desapareció en adjetivos y pronombres han mantenido su presencia en los demostrativos, que cuentan con un neutro diferenciado para remitir a ideas y proposiciones no reductibles a un único sustantivo. El latín se servía de las mismas formas cunado el demostrativo funcionaba como adjetivo o como pronombre.
Poseían una declinación completa y concordaban con el sustantivo correspondiente en caso, número y género.
Una de las innovaciones de las lenguas romances respecto al latín es la
creación de una serie de pronombres personales átonos que existe al
lado de la serie de los tónicos. Los primeros son el resultado de la
evolución de pronombres personales latinos oblicuos (lat. ME >
esp. me; lat. TE > esp. te; lat. NOS > esp. nos; lat. VOS >
esp. os; lat. SE > esp. se) y de pronombres demostrativos latinos
oblicuos (lat. ILLUM/ILLUD > esp. lo; lat. ILLAM > esp. la;
lat. ILLI > esp. le; lat. ILLOS > esp. los; lat. ILLAS >
esp. las; lat. ILLIS > esp. les) que, al sufrir un proceso de
clitización, se convirtieron en una palabra fonológicamente
dependiente de otra.
La clitización se manifestó a través de la pérdida de los límites
de la palabra gramatical, lo que la excluyó del ámbito de la regla
de acentuación; el clítico constituyó así una sola palabra
fonológica con la que antecede o con la que sigue. La apócope de
los pronombres personales átonos en el castellano medieval. Los
pronombres personales átonos del castellano antiguo ocupaban una
posición enclítica (Lapesa 1981:209; Gessner 1893, citado por
Nieuwenhuijsen 2006:1341; Rivero 1986:198; Nieuwenhuijsen 2006:1357,
entre otros); la mayoría de las palabras en las que se apoyaban eran
verbos, aunque estas podían pertenecer también a otras clases
léxicas. El clítico y la palabra de la que dependía formaban una
unidad fonológica, en cuyo ámbito aplicaban ciertas reglas, como la
apócope de la vocal final átona. La apócope de los pronombres
átonos constituye uno de los fenómenos fonéticos más llamativos
del castellano medieval.
la evolución del verbo afecta a todas las formas verbales pertinentes. Consideramos las tendencias a la expresión analítica y sintética, la relación entre el cambio fonológico y el analógico, el acento verbal, o el apócope, no enfrentamo a otros problemas.
El aspecto es la categoría verbal cuyas formas permiten al hablante distinguir entre los diversos modos de percibir la organización de una acción o una situación en el tiempo; así pueden expresarse las diferentes estructuras internas de acciones y situaciones. La categoría de aspecto es independiente del tiempo, de manera que el hablante es en principio capaz de discriminar si las estructuras internas de las situaciones pertenecen al presente, al pasado o al futuro (Comrie, 1979). La morfología verbal del español permite al hablante distinguir entre aspecto perfectivo, imperfectivo y perfecto y adicionalmente entre aspecto progresivo y no progresivo (Rona, 1973).
En latín, el contraste entre voz activa y pasiva se expresaba de dos formas diferentes. En el imperfectum la voz pasiva se expresaba de forma sintética, añadiendo el morfema {-(u)r} a las formas activas. Por contraste, en las formas perfectum las formas pasivas eran analíticas, compuestas por un participio y la forma correspondiente del auxiliar ESSE. En latín hablado, el patrón analítico se extendió paulatinamente a los paradigmas del infectum mediante una reiteración del auxiliar, en base a frases atributivas los hablantes latinos comenzaron a asignar un valor de presente. Este cambio obligó a incorporar al uso nuevas formas para expresar lo que anteriormente transmitían, aunque este tipo de pasiva (ser + participio)fue heredado por el español y siempre ha existido en la lengua, ha estado sujeto a ciertas restricciones semánticas y estilísticas.
Tienen valores que se estructuran de una forma más imprecisa que las otras categorías, se organizan en sistemas abiertos semejantes a los que encontramos en el componente léxico de las lenguas; sin embargo como su función se puede describir en primer término como gramatical y solo secundariamente como léxica. Las preposiciones guardan una estrecha relación con los adverbios, en el sentido en que estos también pueden adquirir valor preposicional, además hay ciertos sustantivos que han contribuido a la creación de preposiciones; asimismo, es evidente que existe una clara vinculación entre muchas preposiciones y conjunciones.
Proceden en gran parte del ET "y", al ser átona, se representa generalmente por e en castellano medieval, aunque también se documenta i/y desde los textos más tempranos; la última variante surgió probablemente en casos en los que la conjunción precedía a una vocal (e esto > y esto).
En el siglo XVI e da paso a y, excepto ante /i/, si bien algunos escritores usan también y en este último contexto hasta el siglo XVIII.
El latín carecía tanto de artículo definido como indefinido. En Oriente como en Roma era frecuente el bilingüismo entre este idioma y el griego, quienes hablaban latín sentían la necesidad de recurrir a determinantes similares a los existentes en la lengua helena para lo cuál adoptaron algunas partículas latinas preexistentes.
Tiene como función fundamental el hacer referencia a un elemento o elementos (cosas o personas) no presentes ante los participantes en el diálogo pero cuya existencia es consabida para el (los) oyente (s)
Su función primordial es hacer referencia a un elemento (cosa o persona) que no está presente ante quienes participan en el diálogo y, por tanto, resulta desconocido para el (los) oyente (s); ya que la singularidad del individuo es importante en tal situación comunicativa.