von Hector Fabio Gallego Vor 4 Jahren
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El presidencialismo como forma de gobierno nació como una alternativa tanto a la monarquía (absoluta o constitucional)
y parlamentarismo (republicano o monárquico). Este artículo analiza la historia y evolución de presidencialismo; debates sobre si, y en qué medida, ambos diseños institucionales - presidencialismo y
democracia - son compatibles entre sí; y tendencias en varios sistemas presidenciales desde la década de 1990
adelante.
Historia y Evolución
El presidencialismo como forma de gobierno nació en los Estados Unidos en 1787. Posteriormente se adoptó el modelo estadounidense y adaptado por otros países recientemente independizados, ya sea en la América Latina del siglo XIX o en África del siglo XX. Por lo tanto, parece ser especialmente adecuado para países que enfrentan las complejas tareas de construcción y desarrollo de la nación. El surgimiento de gobiernos autoritarios o dictatoriales en la mayoría de estos países parece ser un efecto secundario frecuente de la adopción de una constitución presidencial antes de un gobierno más democrático y se puede establecer un sistema equilibrado.
Debates
Aunque hemos descrito el presidencialismo como una subespecie del gobierno democrático moderno y una alternativa al parlamentarismo, el debate sigue siendo ambos diseños institucionales: presidencialismo y democracia — son compatibles entre sí. En principio, el presidencialismo se relaciona con las formas autocráticas en las que el poder político se concentra en la cúspide de la pirámide de autoridad. Si la democracia evoca el ideal de una distribución del poder legitimado desde abajo, entonces el presidencialismo sería incompatible con democracia. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, tal incompatibilidad no existe. Aunque los orígenes y trayectoria del presidencialismo no son necesariamente democráticas, la concentración de poder en manos del presidente, también es cierto que, a diferencia de otras formas de gobierno monocrático, el presidencialismo encuentra su legitimidad en la base de la pirámide del poder a través de reglas e instituciones legales; prevé la necesaria y periódica renovación de los cargos políticos (la presidencia en el primer lugar); e incorpora el principio de separación de poderes, que es un legado del liberalismo político.
CONCLUSIÓN
Hemos presentado una breve reseña del presidencialismo, su evolución y desarrollo, sus problemas y transformaciones. En resumen y conclusiones generales se tiene que en 1949, el profesor Karl Loewenstein, en su ensayo clásico sobre "La presidencia fuera de los Estados Unidos", escribió “el prestigio económico y tecnológico de los Estados Unidos no se compara con la popularidad de su forma de gobierno”.
En este período de reconstrucción política agitada, muy pocas las naciones inclinadas a seguir el patrón constitucional comúnmente conocido como presidencialismo bajo la separación de potestades. Si bien se reconoce su idoneidad para este país, la adopción de este patrón en su conjunto, o de su característica más distintiva, el liderazgo presidencial, generalmente se considera que en el extranjero se está en desacuerdo con el entorno nacional. Esto no es sorprendente, en vista del hecho de que en el pasado el trasplante del modelo americano fue igualmente la excepción y que en su principal área de adopción, América Latina rara vez, si es que alguna vez, produjo una estabilidad política duradera.
Tendencias y posiciones
Abrimos esta sección señalando una tendencia intrigante en un número considerable de sistemas presidenciales de la Década de 1990 en adelante: los intentos de destituir a presidentes impopulares o presidentes acusados de corrupción y otros abusos, a través de procedimientos de acusación ante el Legislativo, así como la caída de aquellos presidentes que se vieron obligados a dejar el cargo antes de que terminaran sus mandatos, como consecuencia de la presión popular y mediática. Esta tendencia ha sido particularmente visible en América Latina, aunque sólo sea por la prevalencia de esta forma de gobierno en toda la región. Entre 1992 y 2005, no menos de 12 presidentes latinoamericanos tuvieron que enfrentar procedimientos de acusación, muchos de los cuales tuvieron éxito y resultaron en su destitución (por ejemplo, presidentes Fernando Collor de Mello en Brasil en 1992 y Carlos Andrés Pérez en Venezuela en 1993), o de lo contrario no pudieron permanecen en el cargo durante todo su mandato debido al malestar popular (por ejemplo, el presidente argentino De la Rúa en 2001).
Un sistema presidencial es una forma de gobierno en un estado republicano. Desde esta perspectiva, es una alternativa para la monarquía. Sin embargo, sus orígenes históricos y antecedentes teóricos se encuentran en el gobierno monárquico. La idea de que una misma persona ocupa los cargos de jefe de estado y jefe de gobierno es similar a ambos sistemas presidenciales y monarquías tradicionales. Siempre que estos dos roles se separan, se sientan las bases para una monarquía constitucional o un gobierno parlamentario. Así, el presidencialismo como forma de gobierno nació como una alternativa tanto a la monarquía (absoluta o constitucional) como al parlamentarismo (republicano o monárquico).
Se configura como la estructura de la enseñanza de lo que es justo, toda vez que este debe tener argumentos para sustentar la solución al problema, es decir la filosofía se direcciona más al campo de la lógica, mientras la retorica es el instrumento que coadyuva el argumento visto desde el momento histórico en el cual fue narrado.
Desde GIORGIAS A CICERÓN en esta relación las figuras retoricas ocupan el espacio del argumento persuasivo para el fin, es decir la persuasión se emplea para la construcción del argumento, la estructura retorica es en fin el argumento.
Se debe tener claro si el lenguaje es la estructura del pensamiento o el lenguaje es un modo de presentar el pensamiento. Se obtiene una relación sistemática entre las dos concepciones y se evidencia una cohesión entre sí, como quiera que este concepto se puede comprender desde la concepción propia de cada ser humano “logos – mito “
Esta concepción se vislumbra desde la narración comunitaria entendido como la parte social desde su análisis interpretativo y la teoría del conocimiento visto desde la misma epistemología que permite verificar la identidad propia del individuo.
Es decir, la materialidad se construye de este modo, esto es las relaciones que tiene un sujeto con otro sujeto y permite construir esa concepción concreta. El autor lo plantea como una verdad a nivel colectivo o individual las cuales se pueden compartir o no.
Le corresponde un discurso construido desde la persuasión y la seducción: el concepto de existencia es una construcción retórica. El argumento sustancial deriva de la concepción del lenguaje.
del lenguaje. Las descripciones que el logos hace del ente parten del supuesto de que la palabra nombra los objetos. Detrás de esta concepción se encuentra la idea de que el lenguaje tiene como función primordial la de representar la realidad.
Es el propio modo de ser polisémico de la palabra el que invalida su pretensión de descripción objetiva. El conjunto de significados solo nombra al ente cuando el oyente construye el sentido de la oración,
esta relación se expresa en las prácticas discursivas comunitarias. La palabra en la retórica pierde la supremacía de la función denotativa en el logos y asume la función poética, emotiva, meta lingüística y fundamentalmente metafórica. Esta retórica jurídica concibe al lenguaje como un proceso de construcción
es independiente de la “realidad” natural y es dependiente de un contexto coherente y verosímil. El contexto se crea y dentro de ese contexto creado lingüísticamente se construye la coherencia del corpus jurídico en relación con la verosimilitud de la narración de los hechos. Una comunidad discursiva es aquella que comparte un léxico común con el cual se identifica, pero, fundamentalmente, comunidad discursiva es aquella que reproduce en sus discursos y en la valoración de los discursos de los otros.