La alabanza tiene sus raíces en las tradiciones religiosas de los judíos, donde se utilizaba en los cultos secretos para exaltar a Dios. Este acto de adoración ha evolucionado a lo largo del tiempo, influenciado por figuras bíblicas como Asaf y el rey David, quienes fueron precursores en la creación de salmos y cánticos dedicados a Dios.