Animación sociocultural,
educación y no
educación no formal
Los paradigmas en la animación
sociocultural.
los autores de animación
sociocultural se
han ubicado, por lo general, en un
paradigma de forma exclusiva. Los
que habitualmente han sido
utilizados son los propuestos por
Habermas en su
obra de 1968, Conocimiento e
interés: el tecnológico o tecnocientífico, el hermenéutico-interpretativo o cultural y el crítico, socio-crítico o político' .
Desde una visión compleja de la
realidad, como la que hemos
presentado, los tres resultarían inadecuados -considerados de forma respectiva
y en exclusivo- por simplificadores,
tanto de la realidad en la que se
interviene como de la propia acción intervenida.
La complejidad y dinamismo de los
grupos y comunidades actuales no
puede ser tratada desde la
simplicidad de un único
planteamiento que excluya todos
los demás. La diversidad de
realidades sociales demanda
necesariamente diversidad de
planteamientos intervenidos que
pueden realizarse en función de numerosas variables como serían, por citar algunas: ideología del interventor y destinatarios de la intervención; nivel o grado de
desarrollo sociocultural de la
comunidad objeto de la
intervención; objetivos que se pretende conseguir con la
intervención; procedimientos o
actividades que se desea
implementar, etc.
Líneas generales para definir
modelos de intervención en
animación sociocultural.
Relaciones entre los agentes de la
intervención.
Metodología de la intervención.
Resultados del proceso.
La evaluación de la realidad.
El marco ideológico de la
intervención.
Los agentes de la intervención.
La planificación del proceso de intervención.
El planteamiento del proceso de
intervención.
Los objetivos del proyecto de
intervención
La animación sociocultural como
paradigma de
la intervención en educación social.
Armengol habla a de que cada vez
más se considera que la animación
sociocultural constituye, además
de un sector o ámbito de la
educación
social, un paradigma de la
intervención en dicho campo
profesional
( 1995: 18).
1. Valor y funcionalidad de la
formación y autoformación como
paso previo e indispensable para
cualquier proceso de
autodeterminación
y de autonomía. sea personal,
grupal o comunitaria.
2. Confianza en el diálogo y en la
capacidad de interrelación y de
entendimiento entre las personas,
los grupos y las comunidades.
3. Valor del trabajo cooperativo y
de la autoorganización grupal y
comunitaria como motores de un
desarrollo verdaderamente
humano.
4. Confianza en la capacidad de los
grupos humanos para decidir por
sí mismos su propio futuro, más
allá de dirigismos de los grupos de
presión.
5. Confianza en la capacidad y
posibilidad de los individuos para
ser y actuar como personas.