por Alejandra Salinas hace 4 años
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La lógica dialéctica deshace las abstracciones de la lógica formal y de la filosofía trascendental, pero también niega la concreción de la experiencia inmediata.
Al contrario, toda realidad establecida se opone a la lógica de las contradicciones: favorece las formas de pensamiento que mantienen las formas de vida establecida y las formas de conducta que las reproducen y mejoran.
Si la lógica dialéctica entiende la contradicción como una «necesidad», que pertenece a la misma «naturaleza del pensamiento» (zur Natur der Denkbestimmungen) lo hace porque la contradicción pertenece a la misma naturaleza del objeto del pensamiento, a la realidad, donde razón es todavía sinrazón y lo irracional es todavía lo racional.
Este objeto es la realidad en su verdadera concreción; la lógica dialéctica excluye toda abstracción que deje el contenido concreto solo y marginado, incomprendido.
El pensamiento es siempre algo más y diferente que el acto individual de pensar; si yo empiezo a pensar en personas individuales en una situación específica, las encuentro en un contexto supraindividual del que participan y pienso con conceptos generales.
La búsqueda de la definición correcta, del «concepto» de virtud, justicia, respeto y conocimiento se convierte en una labor subversiva, porque el concepto supone una nueva polis.
La racionalidad en nombre de la cual la filosofía hacía sus juicios alcanzó esa «pureza» abstracta y general que la hizo inmune al mundo en el que se tenía que vivir
El «idealismo» estaba emparentado con el pensamiento filosófico, porque la noción de la supremacía del pensamiento (la conciencia) implica también la impotencia del pensamiento en un mundo empírico que la filosofía trasciende y corrige, en el pensamiento.
La verdad transforma las formas de pensamiento y de existencia. La razón y la libertad convergen.
Dentro de este contexto, el tratamiento operacional de los conceptos asume una posición política. El individuo y su conducta son analizados en un sentido terapéutico: el ajustamiento a su sociedad.
Los conceptos terapéuticos y operacionales se vuelven falsos en la medida en que aíslan y dispersan los hechos, los estabilizan dentro de la totalidad represiva y aceptan los términos de esta totalidad como términos del análisis. La traducción metodológica del concepto universal en operacional se convierte así en una reducción represiva del pensamiento.
El carácter terapéutico del concepto operacional se muestra con mayor claridad allí donde el pensamiento conceptual es colocado metódicamente al servicio de la exploración y del mejoramiento de las condiciones sociales existentes, dentro del marco de las instituciones sociales existentes; esto es, en la sociología industrial, la investigación de motivaciones, los estudios de mercados y opinión pública.
En tanto que la psicología y la sociología operacional han contribuido a aliviar condiciones infrahumanas, son parte del progreso, intelectual y material. Pero también son la prueba de la ambivalente racionalidad del progreso, que es satisfactorio en su poder represivo y represivo en sus satisfacciones.
«Concepto» se emplea para designar la representación mental de algo que es comprendido, abarcado, conocido como el resultado de un proceso de reflexión.
Si el concepto nunca denota una cosa particular, concreta, si es siempre abstracto y general, lo es porque el concepto abarca algo más y diferente que una cosa particular: alguna condición o relación universal que es esencial a la cosa particular, que determina la forma en la que aparece como objeto concreto de la experiencia.
Todos los conceptos cognoscitivos tienen un sentido transitivo: van más allá de la referencia descriptiva hacia los hechos particulares.
El lenguaje cerrado no demuestra ni explica: comunica decisiones, fallos, órdenes. Cuando define, la definición se convierte en «separación de lo bueno y lo malo»; establece lo que es correcto y lo equivocado sin permitir dudas, y un valor como justificación de otro
El lenguaje ritual-autoritario --- controla mediante la reducción de las formas lingüísticas y los símbolos de reflexión, abstracción, desarrollo, contradicción, sustituyendo los conceptos por imágenes. Niega o absorbe el vocabulario trascendente; no busca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone.
Si el lenguaje de la política tiende a convertirse en el de la publicidad, parece expresar el grado en el que la dominación y la administración han dejado de ser funciones separadas e independientes en la sociedad tecnológica.
El lenguaje funcional es un lenguaje radicalmente antihistórico: la racionalidad operacional tiene poco espacio y poco empleo para la razón histórica.
El recuerdo es una forma de disociación de los hechos dados, un modo de «mediación» que rompe, durante breves momentos, el poder omnipresente de los hechos dados.
Las abreviaturas denotan sólo aquello que está institucionalizado de tal modo que la connotación trascendente es eliminada. El sentido está fijo, definido, cerrado. El lenguaje funcionalizado, contraído y unificado es el lenguaje del pensamiento unidimensional.
La contracción del concepto en imágenes fijas; el desarrollo detenido en fórmulas hipnóticas que se autovalidan; la inmunidad contra la contradicción; la identificación de las cosas (y las personas) con su función: estas tendencias revelan a la mente unidimensional en el lenguaje que habla.
Se excluye de la expresión mediante la cerrada definición de los conceptos en términos de los poderes que configuran el respectivo universo del discurso. El resultado es la aparición del conocido lenguaje orweliano («paz es guerra» y «guerra es paz», etc.)
Es relativamente nueva la aceptación general de estas mentiras por la opinión pública y privada, lo mismo que la supresión de su monstruoso contenido
La unificación de los opuestos que caracteriza el estilo comercial y político es una de las muchas formas en las que el discurso y la comunicación se inmunizan contra la expresión de protesta y la negación.
La predicación analítica es una construcción represiva de este tipo. El hecho de que un sustantivo específico sea unido casi siempre con los mismos adjetivos y atributos «explicativos», convierte la frase en una fórmula hipnótica que, infinitamente repetida, fija el significado en la mente del receptor.
Las proposiciones toman la forma de sugestivas órdenes. La predicación llega a ser prescripción; toda la comunicación tiene un carácter hipnótico. Al mismo tiempo se tiñe de una falsa familiaridad
La misma familiaridad se establece mediante el lenguaje personalizado, que juega un papel considerable en la comunicación avanzada
En los sectores más avanzados de la comunicación funcional y manipulada, el lenguaje impone mediante construcciones verdaderamente sorprendentes la identificación autoritaria entre persona y función.
¿Cómo puede tal protesta y negación encontrar la palabra correcta cuando los organismos del orden establecido admiten y anuncian que la paz es en realidad el borde de la guerra, que los últimos cañones llevan consigo la justificación de su precio, y que los refugios contra bombas pueden ser muy acogedores?
Al exhibir sus contradicciones como la clave de la verdad, este universo del discurso se cierra a cualquier otro discurso que no se desarrolle en sus propios términos. Y, por esta capacidad de asimilar todos los demás términos a los suyos, ofrece la posibilidad de combinar la mayor tolerancia posible con la mayor unidad posible.
La difusión y la efectividad de este lenguaje prueban el triunfo de la sociedad sobre las contradicciones que contiene; las mentiras son reproducidas sin que hagan estallar el sistema social. Y la franca, ostensible contradicción se convierte en constante del habla y la publicidad.
En este mundo del lenguaje público, el lenguaje se mueve mediante sinónimos o tautologías; en realidad, nunca avanza hacia la diferencia cualitativa.
La estructura analítica aísla al sustantivo principal de todos aquellos significados que podrían invalidar o por lo menos perturbarían el uso del sustantivo aceptado en declaraciones políticas o que se refieren a la opinión pública. La característica del concepto ritualizado es que se hace inmune a la contradicción.
El rechazo y la rebelión, sojuzgados en la esfera política, estallan a través del vocabulario que llama a las cosas por su nombre
La palabra se hace cliché y como cliché gobierna al lenguaje hablado o escrito: la comunicación impide el desarrollo genuino del significado
Sin embargo, los laboratorios de defensa y las oficinas ejecutivas, los gobiernos, etc., hablan un idioma diferente y, por el momento, parecen tener la última palabra. Ésta es la palabra que ordena y organiza, que induce a la gente a actuar, comprar y aceptar
Sus agentes de publicidad configuran el mundo de la comunicación en el que la conducta «unidimensional» se expresa
El lenguaje creado por ellos aboga por la identificación y la unificación, por la promoción sistemática del pensamiento y la acción positiva, por el ataque concertado contra las tradicionales nociones trascendentes. Dentro de las formas dominantes del lenguaje, se advierte el contraste entre las formas de pensamiento «bidimensionales», dialécticas, y la conducta tecnológica o los «hábitos de pensamiento» sociales.
Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de «los altos niveles de bienestar». « ¡La comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse! »
Se ha dicho a menudo que la civilización industrial avanzada opera con un mayor grado de libertad sexual; «opera» en el sentido que ésta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales. Sin dejar de ser un instrumento de trabajo, se le permite al cuerpo exhibir sus caracteres sexuales en el mundo de todos los días y en las relaciones de trabajo.
Éste es uno de los logros únicos de la sociedad industrial, hecho posible por la reducción del trabajo físico, sucio y pesado; por la disponibilidad de ropa barata y atractiva, la cultura física y la higiene; por las exigencias de la industria de la publicidad, etc.
Como consecuencia, el «universo» de catexia libidinal se reduce del mismo modo. El resultado es una localización y contracción de la libido, la reducción de lo erótico a la experiencia y la satisfacción sexual.
Parece que tal desublimación represiva es operativa en la esfera sexual, y en ella, como en la desublimación de la alta cultura, opera como un subproducto de los controles sociales de la realidad tecnológica, que extiende la libertad al tiempo que intensifica la dominación.
A la luz de la función cognoscitiva, la desublimación triunfante en la sociedad industrial avanzada revela su verdadera función conformista. Esta liberación de la sexualidad (y de la agresividad) libera a los impulsos instintivos de buena parte de la infelicidad y el descontento que denuncian el poder represivo del universo establecido de la satisfacción
El concepto de desublimación controlada implica la imposibilidad de una liberación simultánea de la sexualidad reprimida y de la agresividad.
La desublimación institucionalizada parece ser así un aspecto de la «conquista de la trascendencia» lograda por la sociedad unidimensional.
Las verdaderas obras literarias de vanguardia comunican la ruptura con la comunicación.
El Gran Rechazo es rechazado a su vez; la «otra dimensión» es absorbida por el estado de cosas dominante. Las obras de la alienación son incorporadas dentro de esta sociedad y circulan como uña y carne del equipo que adorna y psicoanaliza el estado de cosas dominante. Así se hacen comerciales: venden, confortan o excitan.
Los esfuerzos por recuperar el Gran Rechazo en el lenguaje literario sufren el destino de ser absorbidos por lo que niegan.
La verdad de la literatura y el arte ha sido aceptada siempre (si era aceptada) como la de un orden «más alto» que no debería perturbar el orden de los negocios y en realidad no lo hacía. Lo que ha cambiado en la época contemporánea es la diferencia entre los dos órdenes y sus verdades.
El poder absorbente de la sociedad vacía la dimensión artística, asimilando sus contenidos antagonistas. En el campo de la cultura, el nuevo totalitarismo se manifiesta precisamente en un pluralismo armonizador, en el que las obras y verdades más contradictorias coexisten pacíficamente en la indiferencia.
Antes del advenimiento de esta reconciliación cultural, la literatura y el arte eran esencialmente alienación que sostenía y protegía la contradicción: la conciencia desgraciada del mundo dividido, las posibilidades derrotadas, las esperanzas no realizadas y las promesas traicionadas. Eran una fuerza racional cognoscitiva que revelaba una dimensión del hombre y la naturaleza que era reprimida y rechazada en la realidad.
La tensión entre lo actual y lo posible se transfigura en un conflicto irresoluble, en el que la reconciliación se encuentra gracias a la obra como forma: la belleza como la promesa de felicidad.
Ahora estas imágenes son invalidadas. Su incorporación a la cocina, la oficina, la tienda; su liberación comercial como negocio y diversión es, en un sentido, desublimación: reemplaza la gratificación mediatizada por la inmediata.
La celebración de la personalidad autónoma, del humanismo, del amor trágico y romántico parecen ser el ideal de una etapa anterior del desarrollo. Lo que se presenta ahora no es el deterioro de la alta cultura que se transforma en cultura de masas, sino la refutación de esta cultura por la realidad.
La realidad sobrepasa su cultura. Pero también ha traicionado la esperanza y destruido la verdad que se preservaban en las sublimaciones de la alta cultura.
La alta cultura estuvo siempre en contradicción con la realidad social, y sólo una minoría privilegiada gozaba de sus bienes y representaba sus ideales. Las dos esferas antagónicas de la sociedad han coexistido siempre; la alta cultura ha sido siempre acomodaticia, mientras que la realidad se veía raramente perturbada por sus ideales y verdades.
La alta cultura se hace parte de la cultura material.
Para ser efectiva, tal producción de despilfarro socialmente necesario requiere una continua racionalización: la incansable utilización de la técnica y de la ciencia avanzada.
En consecuencia, un constante aumento del nivel de vida es el subproducto casi inevitable de la sociedad industrial políticamente manipulada, una vez que un cierto nivel de retraso ha sido superado.
El rechazo del Estado de bienestar en nombre de las ideas abstractas de libertad parece poco convincente. La pérdida de las libertades económicas y políticas que fueron el verdadero logro de los dos siglos anteriores, puede verse como inconveniente menor de un Estado capaz de hacer segura y cómoda la vida administrada.
A pesar de toda su racionalidad, el Estado de bienestar es un Estado sin libertad, porque su administración total es una sistemática restricción de:
c) la inteligencia (consciente e inconsciente) capaz de aprehender y realizar las posibilidades de la autodeterminación.
b) la cantidad y calidad de los bienes y servicios «técnicamente» disponibles para las necesidades vitales individuales.
a) el tiempo libre «técnicamente» disponible
Los esclavos deben ser «obligados a ser libres», a «ver los objetos como son y algunas veces como deberían ser», se les debe enseñar el «buen camino» que están buscando.
En vista del peso cada vez mayor del elemento de «cuello blanco» en este proceso, la radicalización política tendrá que estar acompañada de la aparición de una conciencia y una acción política independiente entre esos mismos grupos de empleados; un desarrollo muy poco probable en la sociedad industrial avanzada.
El impulso hacia adelante para organizar el creciente elemento de «cuello blanco» en los sindicatos industriales, si tiene éxito puede provocar un crecimiento de la conciencia sindical de estos grupos, pero difícilmente su radicalización política.
Parece ser que la automatización llevada a los límites de su posibilidad técnica es incompatible con una sociedad basada en la explotación privada del poder del trabajo humano en el proceso de producción.
El proceso social de la automatización expresa la transformación, o más bien transubstanciación de la fuerza de trabajo, en el que ésta, separada del individuo, deviene un objeto productor independiente, y por tanto, un sujeto en sí mismo.
Marcuse plantea que evadiendo la cuestión de una posible guerra nuclear, el “Enemigo” seguiría siendo permanente, es decir, el comunismo seguiría coexistiendo con el capitalismo.
El capitalismo seguiría siendo capaz de mantener e incluso incrementar el nivel de vida para una parte de la población cada vez mayor, a pesar y a través de la producción intensificada de los medios de destrucción y el despilfarro metódico de los recursos y facultades. Esta capacidad se ha afirmado a pesar y por medio de dos guerras mundiales y la inmensa regresión física e intelectual provocada por los sistemas fascistas.
La base material de esta capacidad seguirá encontrándose en:
d) La integración económica y política de los países capitalistas y el fortalecimiento de sus relaciones con las zonas subdesarrolladas.
c) La permanente economía de defensa
b) El crecimiento de la tasa de natalidad en la población existente
a) La creciente productividad del trabajo (progreso técnico)
Las clases trabajadoras en las zonas avanzadas de la civilización industrial están pasando por una transformación decisiva, que ha llegado a ser el objeto de una vasta investigación sociológica.
Principales factores de la transformación
4) El nuevo mundo del trabajo tecnológico refuerza un debilitamiento de la posición negativa de la clase trabajadora: ésta ya no aparece como la contradicción viviente para la sociedad establecida.
El odio y la frustración son despojados de su propósito específico y el velo tecnológico oculta la reproducción de la desigualdad y la esclavitud.
Con el progreso técnico como su instrumento, la falta de libertad en el sentido de la sujeción del hombre a su aparato productivo se perpetúa e intensifica bajo la forma de muchas libertades y comodidades.
3) Los cambios en el carácter del trabajo y los instrumentos de producción modifican la actitud y la conciencia del trabajador, que se hace manifiesta en la ampliamente discutida o integración social y cultural de la clase trabajadora con la sociedad capitalista.
Los aspectos negativos de la automatización predominan: aumento del ritmo de trabajo, paro tecnológico, fortalecimiento de la posición directiva, mayor impotencia y resignación por parte de los trabajadores.
2) La tendencia hacia la asimilación se muestra en la estratificación ocupacional. En los establecimientos industriales claves, la proporción de trabajo manual declina en relación con la del elemento de «cuello blanco»; el número de trabajadores separados de la producción aumenta.
Este cambio cuantitativo remite a un cambio en el carácter de los instrumentos básicos de la producción
La máquina llega a ser en sí misma un sistema de instrumentos y relaciones mecánicas y se extiende así mucho más allá del proceso individual de trabajo, afirma su mayor dominio reduciendo la «autonomía profesional» del trabajador e integrándolo con otras profesiones que sufren y dirigen el aparato técnico.
1) La mecanización está reduciendo cada vez más la cantidad e intensidad de energía física gastada en el trabajo
Ahora la cada vez más completa mecanización del trabajo en el capitalismo avanzado, al tiempo que mantiene la explotación, modifica la actitud y el status de los explotados.
Hay una continuidad en la revolución: la racionalidad tecnológica liberada de las restricciones y destrucciones irracionales, se sostiene y consuma en la nueva sociedad.
Movilizada contra esta amenaza, la sociedad capitalista muestra una unión y una cohesión internas desconocidas en las etapas anteriores de la civilización industrial. Es una cohesión que descansa sobre bases muy materiales; la movilización contra el enemigo actúa como un poderoso estímulo de la producción y el empleo, manteniendo así el alto nivel de vida.
Las tendencias principales son conocidas: concentración de la economía nacional en las necesidades de las grandes empresas, con el gobierno como una fuerza estimulante; economía a un sistema a escala mundial de alianzas militares, convenios monetarios, asistencia técnica y modelos de desarrollo; entre otras.
La gente entra en esta etapa ya como receptáculos precondicionados desde mucho tiempo atrás; la diferencia decisiva reside en la disminución del contraste (o conflicto) entre lo dado y lo posible, entre las necesidades satisfechas y las necesidades por satisfacer. Y es aquí donde la llamada nivelación de las distinciones de clase revela su función ideológica.
La asimilación indica, no la desaparición de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservación del «sistema establecido» son compartidas por la población subyacente.
La sociedad industrial que hace suya la tecnología y la ciencia se organiza para el cada vez más efectivo dominio del hombre y la naturaleza, para la cada vez más efectiva utilización de sus recursos.
La dominación —disfrazada de opulencia y libertad— se extiende a todas las esferas de la existencia pública y privada, integra toda oposición auténtica, absorbe todas las alternativas
Uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada es el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado en que esta civilización transforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación
La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido.
Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo.
Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienación.
Las únicas necesidades que pueden inequívocamente reclamar satisfacción son las vitales: alimento, vestido y habitación en el nivel de cultura que esté al alcance. La satisfacción de estas necesidades es el requisito para la realización de todas las necesidades, tanto de las sublimadas como de las no sublimadas
Las necesidades humanas son necesidades históricas y, en la medida en que la sociedad exige el desarrollo represivo del individuo, sus mismas necesidades y sus pretensiones de satisfacción están sujetas a pautas críticas superiores
Estas necesidades tienen un contenido y una función sociales, determinadas por poderes externos sobre los que el individuo no tiene ningún control.
Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. «Falsas» son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia.
La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo.
Éstas eran las bases empíricas sobre las que se levantó la teoría, y de estas bases empíricas se derivó la idea de la liberación de posibilidades inherentes: el desarrollo, de otra manera obstruido y distorsionado, de la productividad de las facultades y necesidades materiales e intelectuales.
En otras palabras, la sociedad será racional y libre en la medida en que esté organizada, sostenida y reproducida por un Sujeto histórico esencialmente nuevo.
La imaginación no ha permanecido inmune al proceso de reificación. Somos poseídos por nuestras imágenes, sufrimos nuestras propias imágenes.
La obscena mezcla de la estética y la realidad refuta a las filosofías que oponen la imaginación «poética» a la razón científica y empírica. El progreso tecnológico va acompañado de la racionalización progresiva e incluso de la realización de lo imaginario.
Las categorías estéticas se integrarán en la tecnología de la pacificación, en la medida en que la maquinaria productiva esté construida teniendo en cuenta el libre juego de las facultades.
La afirmación de Marx cierra el paso a toda interpretación romántica sobre la «abolición del trabajo».La idea de tal milenio es tan ideológica en la civilización industrial avanzada como lo era en la Edad Media, y quizás aún más
La reducción estética aparece en la transformación tecnológica de la naturaleza cuando tiene éxito en el propósito de asociar el dominio y la liberación, dirigiendo el dominio hacia la liberación.
En este caso, la conquista de la naturaleza reduce la ceguera, la ferocidad y la fertilidad de la naturaleza; lo que implica reducir la ferocidad del hombre contra la naturaleza.
Sin embargo, al constituirse metódicamente como empresa política, la ciencia y la tecnología sobrepasarían la etapa en que se encontraban, por su neutralidad, sometidas a la política y funcionando contra su intención como instrumentos políticos.
Porque la definición tecnológica y el dominio técnico de las causas finales es la construcción, el desarrollo y la utilización de los recursos (materiales e intelectuales) liberados de todos los intereses particulares que impiden la satisfacción de las necesidades humanas y la evolución de las facultades humanas.
En otras palabras, es la empresa racional del hombre como hombre, de la humanidad.
Bajo tales condiciones, el mismo proyecto científico estará libre de fines trans-utilitarios, y libre para el «arte de vivir» más allá de las necesidades y el lujo de la dominación.
La elección es primariamente privilegio de aquellos grupos que han obtenido el control sobre el proceso productivo. Su control protege la forma de vida de la totalidad, y la necesidad de esclavitud es el resultado de su libertad.
La posible abolición de esta necesidad depende de una nueva inserción de la libertad: no cualquier libertad, sino la de los hombres que comprenden la necesidad dada como dolor insufrible e innecesario.
En la medida en que el proyecto filosófico es ideológico, es parte de un proyecto histórico; esto es, pertenece a una etapa y un nivel específicos del desarrollo social, y el concepto crítico filosófico se refiere a posibilidades alternativas de este desarrollo.
Las cosas particulares (entidades) y los sucesos sólo aparecen en (e incluso como) una colmena y una continuidad de relaciones, como incidentes y partes en una configuración general de la que son inseparables; no pueden aparecer de ningún otro modo sin perder su identidad.
La ausencia de armonía entre el individuo y las necesidades sociales, y la falta de instituciones representativas en las que los individuos trabajen para sí mismos y hablen por sí mismos, lleva a la realidad de universales como la Nación, el Partido, la Constitución, la Empresa, la Iglesia; una realidad que no es idéntica a ninguna entidad particular identificable (individuo, grupo o institución).
Si la filosofía no comprende estos procesos de conversión e identificación como procesos sociales, esto es, como mutilación de la mente (y del cuerpo) infligida a los individuos por su sociedad, la filosofía sólo lucha contra el fantasma de la sustancia que quiere desmitificar.
En su exactitud y claridad es probablemente insuperable: es correcto. Pero eso es todo lo que es, y yo afirmo que no sólo no es suficiente sino que es destructivo del pensamiento filosófico y del pensamiento crítico como tal. Desde el punto de vista filosófico, surgen dos preguntas:
2) la exactitud y la claridad, ¿son fines en sí mismas o están relacionadas con otros fines?
1) la explicación de conceptos (o de palabras), ¿puede orientarse hacia, y terminar en, el universo actual del discurso ordinario?
Contra esta nueva mistificación, que convierte la racionalidad en su opuesto, la distinción debe ser mantenida. Lo racional no es irracional y la diferencia entre un reconocimiento y un análisis exactos de los hechos y una especulación vaga y emocional es más esencial que nunca.
El problema es que las estadísticas, las medidas y los estudios en el campo de la sociología empírica y la ciencia política no son suficientemente racionales.
El descuido o la aclaración de esta dimensión filosófica específica ha llevado al positivismo contemporáneo a moverse en un mundo sintéticamente empobrecido de concreción académica, y a crear más problemas ilusorios de los que ha destruido.
El pensamiento clásico estaba suficientemente comprometido con la lógica del control secular y hay un componente de acusación y rechazo en el pensamiento moderno suficiente para invalidar la formulación de John Dewey.
En otras palabras, el universo científico sería el horizonte de una práctica social concreta que se preservaría en el desarrollo del proyecto científico
No quiero sugerir que la filosofía de la física contemporánea niegue o incluso ponga en duda la realidad del mundo externo
El proceso, que empieza con la eliminación de sustancias independientes y causas finales, llega a la idealización de la objetividad.
La actitud «correcta» hacia la instrumentalidad es el tratamiento técnico, el logos correcto es tecnología, que proyecta y responde a una realidad tecnológica.
En esta realidad, tanto la materia como la ciencia es neutral; la objetividad no tiene ni un telos en sí misma ni está estructurada hacia un telos.
En el grado en el que este operacionalismo llega a ser el centro de la empresa científica, la racionalidad asume la forma de la construcción metódica; organización y tratamiento de la materia como el simple material de control, como instrumentalidad que se lleva a sí misma a todos los propósitos y fines: instrumentalidad perse, en «sí misma».
De una manera u otra, suspende el juicio sobre lo que pueda ser la realidad misma o considera la pregunta incontestable.
La división cartesiana del mundo ha sido puesta en cuestión también en su propio terreno. El dualismo cartesiano sería engañoso y el ego-sustancia pensante de Descartes, igual a la res extensa, anticipando el sujeto científico de observación y medida cuantificables.
El dualismo de Descartes implicaría ya su negación; aclararía antes que cerraría el camino hacia el establecimiento de un universo científico unidimensional en el que la naturaleza es «objetivamente de la mente», o sea, del sujeto.
La racionalidad técnica y científica y la manipulación están soldadas en nuevas formas de control social.
El doble significado de «racionalización» es relevante en este contexto. La gestión científica y la división científica del trabajo aumentan ampliamente la productividad de la empresa económica, política y cultura.
El verdadero conocimiento y la razón requieren la dominación sobre —si no la liberación de— los sentidos.
Aquello por lo que la naturaleza (incluyendo al hombre) debe estar luchando es científicamente racional sólo en términos de las leyes generales del movimiento: físico, químico o biológico.