La Ley nueva o Ley evangélica es una perfección de la ley divina, tanto natural como revelada, y se manifiesta especialmente en el Sermón de la Montaña. Esta ley es obra de Cristo y del Espíritu Santo, y se convierte en una ley interior de caridad que establece una nueva alianza con el pueblo de Israel.
La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre “los dos
caminos” (cf Mt 7, 13-14) y la práctica de las palabras del Señor (cf Mt 7, 21-
27); está resumida en la regla de oro: “Todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros; porque ésta es la ley y los profetas” (Mt 7,
12; cf Lc 6, 31).
Toda la Ley evangélica está contenida en el “mandamiento nuevo” de Jesús
(Jn 13, 34): amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (cf Jn 15, 12).
1969
La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el
ayuno, ordenándolos al “Padre [...] que ve en lo secreto”, por oposición al deseo
“de ser visto por los hombres” (cf Mt 6, 1-6; 16-18). Su oración es el Padre
Nuestro (Mt 6, 9-13).
1968
La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón
del monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley
antigua, extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas
exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos
exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el
hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf Mt 15, 18-19), donde se forman la fe,
la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así
la Ley a su plenitud mediante la imitación de la perfección del Padre celestial
(cf Mt 5, 48), mediante el perdón de los enemigos y la oración por los
perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf Mt 5, 44).
1967
La Ley evangélica “da cumplimiento” (cf Mt 5, 17-19), purifica, supera, y
lleva a su perfección la Ley antigua. En las “Bienaventuranzas” da cumplimiento
a las promesas divinas elevándolas y ordenándolas al “Reino de los cielos”. Se
dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres,
los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de
Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino.
1966
«El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor
pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo,
encontrará en él sin duda alguna cuanto se refiere a las más perfectas costumbres
cristianas, al modo de la carta perfecta de la vida cristiana [...] He dicho esto para
dejar claro que este sermón es perfecto porque contiene todos los preceptos
propios para guiar la vida cristiana» (San Agustín, De sermone Domine in monte,
1, 1, 1).
1965
La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina,
natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón
de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley
interior de la caridad: “Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva [...]
pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo” (Hb 8, 8-10; cf Jr 31, 31-34)