por Javier Sánchez-Collado hace 4 años
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La física cartesiana es, por tanto, geometría: aquí se ve cómo la reducción de lo cualitativo a lo cuantitativo está en relación con su gran hallazgo matemático, la geometría analítica. Los conceptos aristotélicos de forma y naturaleza quedan excluidos de esta concepción del mundo, que ya no es finalista sino mecanicista (se rechaza la causa final, sustituida únicamente por la causa eficiente). Aquel mundo compuesto de cualidades, significados, fines que la matemática no podía interpretar, se ve sustituido por un mundo cuantificado y matematizable, en el que ya no hay vestigios de cualidades, fines o valores. El universo es así concebido como una gran máquina perfectamente diseñada por Dios, en la que todos los cambios se producen necesariamente. El universo es simple, lógico y coherente, como los teoremas de Euclides. No hay que descubrir ninguna profundidad y desaparece definitivamente el modo de pensar sustancialista. La matemática es el modelo mismo de la realidad física. El mundo ya no tiene rasgos humanos, y el mismo Dios le es ajeno: es creador y conservador, pero no comparte nada con él. Se abre así el proyecto de Bacon, por el que se conoce el mundo para dominarlo
Es su ser