EDUCAR SIGNIFICA CONCIENTIZAR

Concientización contra enajenación

La revolución cultural pacífica supone emprender una larga batalla contra la enajenación ambiental: tal vez más peligrosa que el smog, más maloliente que la basura y más contagiosa que el sarampión -entre los niños.

Es enajenado quien:

No es capaz de percibir el drama humano subyacente en la situación crítica de la humanidad

Pretende erguirse en poseedor absoluto de la verdad y de la ciencia, cuando sólo posee verdades a medias, hipótesis por comprobar y aun supuestos ideológicos muy discutibles

Prefiere la evasión a la reflexión

Se parapeta en posiciones dogmáticas -de "izquierda" o de "derecha"- y no busca alternativas de solución a un mismo problema.

Responsabiliza de sus propios actos al "sistema" o a "las relaciones sociales de producción" y no a sí mismo.

Concientizar

Significa enseñar a leer la realidad: no a ocultarla ni a negarla ni a malinterpretarla.

La realidad no es como una escuela nueva: no puede ser inaugurada. Está ahí o aquí, ahora. Y así es. La realidad puede ser amarga o dulce, placentera o dolorosa, picante o ácida. Y así es.

La realidad es una abstracción demasiado general como para que se convierta en nuestra institutriz o educadora fundamental. Vivimos en contacto con fragmentos concretos de la realidad cósmica, atmosférica planetaria y nacional... social, económica o política.

Para leer esos fragmentos de realidad es necesario aprender el alfabeto que nos permita interpretarla adecuadamente y tomar conciencia de lo que sucede. Es decir, el método científico. Esto resulta extremadamente difícil puesto que nuestra percepción está mediatizada o prejuiciada.

Está mediatizada en cuanto que gran parte de la información acerca de la realidad llegan a nosotros mediante otras personas.

También está prejuiciada. Existen símbolos o presiones grupales (familiares, clánicas, clasistas, políticas...) que nos acercan a la realidad -mediata o inmediata- con ojos deformados. Detectar la falsedad suyacente a esa interpretación ideológica de la realidad requiere una enorme dosis de objetividad, sentido común e inteligencia.

Observación:

El proceso educativo no se realiza exclusivamente en las aulas. Se inicia en el momento de nuestra gestación y termina con nuestra muerte. La realidad vivida cotidianamente es la única institución que todos vivimos, sufrimos, analizamos -si somos capaces de hacerlo- o transformamos -si hemos aprendido a actuar y a investigar a dónde vamos.

Subvertir el orden establecido y lograr que las personas transformen su pensamiento -esponja en pensamiento- crítico requiere de paciencia, tenacidad, técnicas de concientización, así como capacidad para detectar en sí mismo los límites de la percepción: los propios prejuicios y las diversas mediatizaciones.

Como punto de partida, habría que iniciar a través de todos los "medios" y en todos los "ambientes" -económicos, organizativos, políticos y socioculturales- un extenso plan de revoluciones copernicanas que inviertan ciertas pautas culturales vigentes. Las que siguen pueden servir de ejemplo, pero pueden multiplicarse hasta donde la creatividad de cada uno lo permita:

A toda pregunta, cuestionamiento o problema existen varias respuestas o soluciones. Ninguna puede ser la solución o la respuesta.

Es mejor la crítica fundamentada que la aceptación pasiva de ideas y teorías.

Conviene poner en su sitio a todas las escuelas tradicionales y las ideologías en que se apoyan: en algún museo de antigüedades.

Es mejor aprender en grupo -solidariamente- que solo-competitivamente.

Los datos y hechos memorizados valen muy poco si esos conocimientos no sirven para promover una sociedad igualitaria y participativa.

Las escuelas no son el único lugar donde se generan mitos como el de la revolución, el de la igualdad. También la t v, el radio, la familia y hasta el automóvil son mitógenos.

Las ideas siempre van acompañadas de sentimientos y cuentan más éstos que las ideas para una educación efectiva.

Los países pobres deberán organizarse para incrementar su poder de negociación.

La industrialización y modernización tecnológica no son indicadores de "desarrollo". A lo más de crecimiento económico o de "desarrollismo".

El desarrollo se mide por la calidad de vida y ésta por la igualdad, la libertad, la solidaridad y la distribución equitativa del poder (y del ingreso).

Es absurdo inculcar valores humanistas a niños y jóvenes, cuando la sociedad en conjunto es inhumana y no se participa en algún proceso de humanización.

Es necesario aprender a confiar más en el propio criterio y en el propio pensamiento crítico que en voces supuestamente autorizadas.

Más vale aceptar sugerencias que rechazarlas por prejuicios ideológicos de cualquier clase.

Educarse no significa asimilar -absorber como esponja- una cantidad creciente de información.

Más vale aprender a hacer una buena pregunta original que mil respuestas copiadas.

Resultaría mejor decir no sé que inventar respuestas falsas o medio verdaderas a problemas que, por lo menos en este momento, no tienen respuesta alguna.

Es más duradero el aprendizaje logrado por los propios descubrimientos -para solucionar problemas de la realidad- que la repetición memorística de la respuesta correcta descubierta por algunos genios.

Habrá que poner límites al crecimiento de las burocracias, de los desempleados y de los represores oficiales del sistema.

La capacidad de investigación -de pensamiento crítico- está presente en todos los seres humanos. Lo que hace falta es desarrollarla.

Para ser capaces de criticar científicamente una obra, a un teórico, o a un sistema, es necesario, primero, comprender el mensaje fundamental que propone, luego hacerse preguntas sobre el mismo y, finalmente, proponer un mensaje alternativo.

Resulta más fácil etiquetar rutinariamente a quienes piensan distinto, desde los propios prejuicios convencionales

Ser conscientes de nuestras propias (y ajenas) limitaciones para leer la realidad inmediata y mediata, puede ser, así, el primer paso para vencer la enajenación que todos llevamos dentro, gracias al proceso manipulador que el grupo nos impone. Manipulación de la cual habrá que liberarse: actuando