PRINCIPIOS PARA UNA TERAPIA SISTEMICA
«Los principios están para saltárselos»
siempre habrá excepciones para todos los principios expuestos, situaciones en las que algunos de ellos no resulte útil o sea incluso contraproducente. Por eso nos parece importante que, como terapeutas, sepamos poner entre paréntesis nuestras creencias preferidas. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Nazaré, de veintitrés años, acudió a nosotros acompañada de su madre y de su novio. Unos años atrás, ella había presenciado la muerte de su hermano, debido a un ataque de asma mal atendido y desde entonces sufría fuertes ataques de ansiedad que la habían llevado varias veces al servicio de urgencias. Sin embargo, Nazaré había conseguido seguir adelante con sus estudios y con la relación con su novio, había podido limitar el impacto de los ataques de ansiedad en su vida y en general estaba haciendo bien las cosas, aprovechando bien la ayuda de su novio y de su familia. Eso fue también lo que le devolvimos en nuestro mensaje al final de la primera entrevista, llevados por la idea de aprovechar al máximo los recursos de los consultantes. Sin embargo, la respuesta de Nazaré ante nuestros elogios fue que no quería que le dijéramos lo que hacía bien, sino que le señaláramos sus «errores», las cosas que estaba haciendo mal y que le impedían superar sus problemas. Además, prefería venir sola a las entrevistas. Así que renunciamos a nuestra forma habitual de actuar: en las siguientes sesiones trabajamos sólo con ella y dedicamos más tiempo a señalar lo que estaba «haciendo mal» que a remarcar en lo que sí acertaba.
«No es posible cambiar a los consultantes, se cambian ellos mismos»
No importa el diseño de las intervenciones que hagamos, un terapéutica no puede cambiar a sus consultantes, son ellos los que se cambian a si mismos. Debemos co-construir con los clientes para que los cambios resulten mas probables. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Ernesto y Jacinta habían consultado con nosotros porque su matrimonio estaba desde hace años en una crisis profunda y querían salvar la relación. Trabajamos con ellos durante varias entrevistas, sin ningún resultado aparente y sin conseguir que llegaran a hacer las tareas que les proponíamos. En la cuarta sesión nos dimos por vencidos, reconocimos que no habíamos encontrado la forma de ayudarles y les derivamos a otro profesional. Cuando hicimos un seguimiento informal, un año más tarde, nos contaron que estaban muy bien, aunque no habían llegado a iniciar una nueva terapia. Las cosas habían seguido mal unos cuantos meses y después, tras las navidades, habían empezado a mejorar. Ernesto nos contó que de alguna forma «habían tocado fondo» en Navidad, y Jacinta comentó que sólo entonces habían empezado a hacer alguna de las tareas que en su día les habíamos propuesto y que ahora, «hechas con otras ganas», les habían parecido útiles, aunque por supuesto lo más importante eran las cosas que ellos mismos habían hecho y de las que habían hablado.
«Vísteme despacio, que tengo prisa»
A pesar de que esta psicoterapia reduce un número de sesiones, no quiere decir que debemos ir deprisa al momento de intervenir.
Consecuencias:
Ajustarnos al tipo de relación que establece con nosotros cada consultante en particular.
Pensamos que es más fácil alcanzar objetivos pequeños y que lograr unos objetivos facilita conseguir los siguientes.
No intentar provocar grandes transformaciones, sino propiciar pequeños cambios y luego ayudar a que se mantengan y se amplíen. (Beyebach, 2006
EJEMPLO: En el caso de la familia de Julia, de veintidós años, todo parecía necesitar una rápida intervención: Julia se emborrachaba todos los fines de semana hasta perder el conocimiento y había recibido un diagnóstico de trastorno de personalidad. Su madre llevaba casi diez años con un diagnóstico de depresión mayor y se autorecetaba todo tipo de psicofármacos. Ernesto, el hermano mayor, y el padre tenían violentas discusiones en las que habían llegado a las manos. Desbordados ante tantos problemas, recordamos el principio de «ir despacio». Nos planteamos como único objetivo mejorar un poco la comunicación en la familia, y al final de la primera sesión prescribimos solamente la Tarea de Fórmula de Primera Sesión (De Shazer, 1985), es decir, les animamos a que, hasta la próxima entrevista, cada uno de los cuatro miembros de la familia se fijara en las cosas que quería mantener de su relación. En la segunda sesión había mejorado bastante el clima en la familia, y apostamos por mantenernos en esta línea y ampliar un poco los cambios, sin pasar a las otras cuestiones. Las cosas siguieron mejorando poco a poco en las siguientes sesiones y Ernesto y el padre dejaron de tener discusiones. A partir de aquí Julia empezó a controlar su consumo de alcohol y la madre incluso se animó a volver a consultar con su psiquiatra para ajustar la medicación que tomaba.
«Aprovecha al máximo la matriz relacional y la red social de los consultantes»
No limitarnos a entender únicamente el problema dentro de su red familiar sino de toda la red relacional relevantes de los involucrados , con el fin de incluir a personas en terapia que se ven directamente relacionados aprovechando los recursos que estos nos ofrecen. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Penélope, de diesiséis años, vino a terapia obligada por sus padres y acompañada de sus hermanos. Había dejado de comer hacía algunos meses y recibido un diagnóstico de anorexia nerviosa. En un principio fue muy difícil establecer una buena relación terapéutica con ella y el trabajo terapéutico se realizó sobre todo a través de sus padres y hermanos. Sin embargo, cuando invitamos a sus dos mejores amigas a la cuarta sesión, Penélope cambió su actitud y empezó a interesarse mucho más por la terapia. Algunos meses después, en un momento de atasco terapéutico, le ofrecimos la oportunidad de conversar con Paola, una chica con la que habíamos empezado a trabajar antes y que estaba ya casi recuperada de su anorexia. De nuevo, ampliar el sistema terapéutico tuvo consecuencias positivas, y el encuentro con Paola contribuyó a superar el impasse.
«Aprovecha al máximo los recursos de los consultantes»
Creer en las capacidades y posibilidades de los clientes
Poniendo por tanto en primer plano los recursos que estos tienen y la forma de optimizar nuestra cooperación con ellos(Beyebach, 2006)
EJEMPLO : El marido de Paula había sido atropellado por un camión, delante de sus hijos, tres meses antes de que vinieran a nuestra consulta. Paula estaba destrozada, pero quería que la ayudáramos en relación con su hija Noelia, de doce años, y su hijo Juan, de seis, porque sentía que no les estaba ayudando y temía que nunca superaran el impacto que había supuesto presenciar la muerte de su padre. En la primera sesión pudimos constatar que Paula había desarrollado toda una serie de estrategias tremendamente sensatas para acompañar y apoyar a sus hijos y que éstos estaban sobrellevando bien la situación. Tuvimos algunas sesiones y seguimientos más con esta familia, pero en realidad sólo hizo falta apoyar a la madre y ayudarla a seguir haciendo aquellas cosas que ya estaban funcionando.
Es más respetuoso, y más eficaz, ver a los consultantes como aliados, no como adversarios: la «muerte de la resistencia».
No se debe considerar a los consultantes como auténticos adversarios, si un terapeuta se posiciona de forma desconfiada ante una familia. Probablemente terminara provocando una respuesta de oposición.
La “muerte de la resistencia” consiste en aprovechar cada estilo de colaboración en terapia con las personas, independientemente de la creencia de oposición al cambio de los consultantes. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Cuando consultó con nosotros, Miguel Ángel había pasado ya por la consulta de varios terapeutas. Sus terapias anteriores habían tenido escasos resultados y él había interrumpido la mayoría de esos tratamientos. En la sesión se presentó desanimado, pesimista en cuanto a sus posibilidades de cambiar y bastante desconfiado sobre nuestras posibilidades de ayudarle. En vez de entender su postura como una forma de resistencia o de sabotaje a nuestra ayuda, elogiamos a Miguel Ángel por su determinación de no dejarse derrotar por el problema y seguir buscando ayuda pese a lo poco afortunados que hasta ese momento habíamos sido los profesionales. Le pedimos consejo sobre cómo enfocar el trabajo con él, discutiendo con calma qué cosas de las que había hecho con los terapeutas anteriores sí habían sido de cierta utilidad y cuáles debíamos descartar del todo porque no eran de ayuda. Desde esta base de cooperación y respeto mutuo fue posible iniciar una terapia que terminó teniendo buenos resultados.
“El cliente (casi) siempre tiene la razón ”
-Idiosincrasia de los clientes (no imposición de un modelo de normalidad )
Principios:
Evitar la tentación de “arreglar lo que no esta roto”
Se renuncia al diagnostico psicopatológico tradicional
Ahorro en número de sesiones
Evita el etiquetado de los consultantes
Inconveniente:
Limitación en la aplicación de contextos de tipo coactivo(Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Elvira y Juan consultaron con nosotros por los problemas de conducta de su hijo Javier. La pareja mantenía una relación correcta, pero muy fría y distante. En el equipo nos planteamos si recomendarles terapia de pareja, e incluso, en sintonía con los planteamientos tradicionales de la terapia familiar sistémica , fantaseamos con la posibilidad de que la conducta de Javier fuera un mero síntoma del supuesto conflicto de pareja. Finalmente, nos mantuvimos dentro de la postura no-normativa y nos limitamos a trabajar con Juan y Elvira para que fueran padres más eficaces, sin entrar en el tema de su relación de pareja. Comprobamos que, pese a sus diferencias, ambos colaboraban muy bien como padres y que consiguieron resolver los problemas con Javier en muy pocas sesiones. En el seguimiento, dos años más tarde, Javier seguía muy bien, sin que aparentemente hubiera ningún cambio en la relación entre sus padres.
“Comprender un problema esta bien. Ayudar a solucionarlo, aun mejor”
En terapia está bien escuchar el relato del problema, comprender a nuestros interlocutores y hacer que se sientan comprendidos, pero lo que realmente servirá para aliviar el sufrimiento de los consultantes es ayudarles de forma efectiva a cambiar la situación presente. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: La madre de Lucía, una chica de veintidós años, nos llamó con mucha urgencia porque su hija había hecho un intento de suicidio la semana anterior. Sin embargo, para cuando pudimos tener la entrevista, casi un mes más tarde, las cosas habían mejorado mucho y tanto Lucía como su madre tenían mucha confianza en que el intento de suicidio no iba a repetirse. Por eso optamos por centrar la sesión en los avances y las mejorías que ya se habían producido y, aunque nos aseguramos con un pregunta de escala de que no había riesgo de suicidio, no entramos a trabajar ni las circunstancias del mismo ni por qué se había producido. Durante las seis sesiones que tuvimos nos dedicamos a mantener y ampliar los avances, así como a hacer prevención de recaídas Terminamos la terapia con el problema solucionado, ¡sin haber necesitado saber cuál era!
«No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»
podemos intervenir mejor o peor, con una u otra intención, pero estaremos siempre dando mensajes terapéuticos.
Implicaciones:
La evaluación y la intervención van unidas desde el inicio de la terapia, la mejor forma de evaluar es interviniendo y observando cuál es el feedback de los clientes.
Terapia y sesiones deben comenzar y terminar preguntándonos cómo y cuando terminarla, y preguntando al cliente que quiere sacar de esa sesión.
Cada sesión debe tener un cierre y un efecto terapéutico autónomo (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Durante un proyecto de terapia breve con personas con tartamudez, Alberto Rodríguez Morejón y yo estuvimos utilizando la técnica de la externalización como herramienta terapéutica principal. Puesto que nos daba mucho juego, normalmente el tiempo de la primera entrevista se terminaba cuando habíamos revisado en detalle de qué forma la tartamudez (el problema externalizado) afectaba, limitaba y «derrotaba» al consultante, por lo que dejábamos para la segunda sesión el trabajo con la parte complementaria, de qué manera el consultante conseguía limitar y derrotar en ocasiones a la tartamudez. Pronto comprendimos que separar este trabajo en dos sesiones tenía el inconveniente de que la mayoría de los consultantes terminaban la primera entrevista francamente desmoralizados. A partir de ese momento, decidimos alargar un poco la primera entrevista y acortar la primera parte del trabajo, de forma que en la primera sesión los consultantes pudieran contarnos ya sus «victorias» frente a la tartamudez. De esta manera iniciaban la terapia con más esperanza.
«En caso de duda, elige lo más simple»
Simplicidad como modelo integrador para centrar el trabajo en soluciones y avanzar hacia el trabajo de interrupción de secuencias problemáticas o intervenciones estructurales y psicoeducativas . (Beyebach, 2006)
«Todo es relación»
la terapia es un proceso continuo de construcción de la relación: la amabilidad al recoger la llamada telefónica, la orientación y el acogimiento en los momentos iniciales de la primera entrevista, la escucha activa al establecer la demanda , la cuidadosa elección de los elogios en el mensaje final o la forma de plantear tareas «difíciles» de tal modo que sean aceptables para los consultantes. La implicación más importante de este principio es que como terapeutas debemos monitorizar el estado de la relación con nuestros consultantes y adaptar nuestras intervenciones a él. (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: Ana María, una estudiante de veintiún años, consultó inicialmente por sus problemas de ansiedad y por las dificultades que encontraba en la relación con los chicos. Empezamos a trabajar sus ob-jetivos en relación con estos dos temas y la situación comenzó a mejorar. En la tercera sesión, Ana María se atrevió a revelar algo que nunca había contado a nadie. Pensaba que sus problemas se debían a que, entre los seis y los siete años, su tío había abusado sexualmente de ella. Agradecimos la confianza que nos había mostrado al contarnos estos terribles sucesos, y empezamos a trabajar también sobre este tema. Desde nuestro punto de vista, había hecho falta que Ana María crease una relación de confianza con su terapeuta antes de poder contar lo que le había sucedido.
«Lo que no mata engorda»: el principio de utilización
el ajuste con nuestros interlocutores supone ante todo no perder de vista cuáles son sus objetivos y ayudarles a conseguirlos trabajando desde su postura y utilizando su lenguaje.” (Beyebach, 2006)
EJEMPLO: César, de dieciocho años, venía a terapia con un diagnóstico de «trastorno de personalidad», tras haber hecho varios intentos de suicidio y haberse marchado de casa en otras tantas ocasiones. Al revisar con él qué personas le estaban ayudando en estos momentos tan difíciles, dijo que se apoyaba mucho en su padre, en dos compañeros del colegio, y sobre todo en Jennifer. Jennifer era una amiga suya que había fallecido en un accidente, dos años atrás. Según nos contó César, ella estaba en un plano astral desde el que le daba consuelo y consejo. Tras la perplejidad inicial y tras descartar que se tratara de un delirio, recordamos que «el cliente siempre tiene razón» y el «principio de la utilización», y decidimos explorar de qué forma los consejos de Jennifer le ayudaban. Comprobamos que, en efecto, resultaban de gran ayuda y nos proporcionaban estrategias que acortaron la terapia.