SOBRE LA FELICIDAD

Hay que decidir, pues, a dónde nos dirijamos y por dónde,
no sin ayuda de algún hombre experto.

Busquemos qué es lo mejor, no lo más acostumbrado o lo que apruebe el vulgo, pésimo intérprete de la verdad.

La vida feliz está atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos.

El bien, se contenta con la virtud, el verdadero placer será el desprecio de los placeres.

El alma es pura y libre cuando está dispuesta a mantenerse siempre donde se ha detenido y a defender su posición contra los furores y los embates de la fortuna.

El alma -se dice- tendrá sus placeres, Téngalos en buena
hora, después vuelva los ojos al pretérito, embriáguese con los anteriores y anticipe ya los futuros.

Encontrarás la virtud en el templo, es elevado y excelso, al placer, casi siempre en los lugares que temen a la policía, es bajo y mezquino.

Es la naturaleza quien tiene que guiarnos; la razón la observa y la consulta. Es lo mismo, por tanto, vivir felizmente o según la naturaleza.

El placer no es el pago ni la causa de la
virtud, sino algo accesorio; y no se lo acepta porque deleite.

La desidia y la flojedad, estas cosas las disipa la virtud, si algunos aprueba, no goza con su uso, sino con su templanza.

Cuando digo que no hago nada por el placer, hablo del verdadero sabio, aquel quien apetece y tiene la virtud luego de él.

El hombre sumido en los placeres, cree vivir también con virtud; pues oye que el placer no puede separarse de la virtud.

Aquél que llama felicidad al ocio, busca un buen
apoyo para una mala causa.

El que renuncia a muchos menesteres; del mismo modo, el que persigue el placer y lo primero que descuida es su libertad.

Sólo la virtud puede elevarse hasta un lugar que no tenga
acceso el dolor ni el temor, ni ninguna otra cosa que amengüe los derechos del bien supremo

No comprendéis esto, como muchos que están en el circo o en el teatro mientras ha ocurrido una
desgracia en su casa y aún no les han avisado el mal.

Observáis las pupas ajenas, y estáis llenos
de úlceras.¡Vosotros seréis bien felices la primera
vez que podáis imitar nuestros vicios!

El sabio, cuando más piensa en la pobreza es
cuando está en medio de las riquezas, por lo contrario las riquezas os lo permiten todo a vosotros.
Vosotros, como si alguien os hubiera prometido su eterna posesión

Despreciaré todo el imperio de la fortuna, pero si se me da la
elección tomaré lo mejor de él.

¿Pues quién reduce la generosidad sólo a los que visten toga?. Dondequiera que haya un hombre, allí hay lugar para un beneficio.

Como quien recuerda que hay que dar cuenta tanto de los gastos como de los ingresos; dará por motivos rectos y justificados.

Las riquezas, si se pierden, no me quitarán más que a sí mismas; tú te quedarás pasmado. Las riquezas son mías, tú eres de las riquezas.

Dice que los placeres deben despreciarse, no que no se tengan, sino que no se tengan con afán; no las rechaza, pero cuando se van las sigue con mirada tranquila.

Al comer y al beber, mi fin será satisfacer los deseos
naturales, no llenar el vientre y vaciarlo.

Los que se atormentan a sí mismos
están distendidos por tantas cruces como deseos.

Platón, Epicuro, Zenón, todos estos éstos decían, no como vivían ellos mismos, sino cómo hubiesen debido vivir.

No soy un sabio y nunca lo seré. Por esto no exijo de mí ser igual que los mejores, sino mejor que los malos.

La verdadera felicidad reside en la virtud, así se obtendrían privilegios grandes e iguales a los divinos.