par Antony Rodriguez Il y a 1 année
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El movimiento romántico, durante parte del siglo XVIII y el XIX, en la búsqueda de lo “autentico”, lo “original”, lo “espontáneo” (todas expresiones que resultaban centrales a esta tradición de pensamiento) que representasen el “alma de un pueblo”, continuará el estudio de estos productos, pero agregándole una carga de valor positiva, lo cual también entrará a formar parte de búsquedas de caracterización delo "nacional”
“Lo que distingue al canto popular en el cuadro de una nación y su cultura no es el hecho artístico ni el origen histórico sino su modo de concebir el mundo y la vida en contraste con la sociedad oficial” (Gramsci,1974:10-11)
Por otra parte y en la tradición gramsciana el concepto remite al menos a dos vertientes:
La cultura popular como par opuesto de la hegemónica, núcleo de resistencia simbólica ante su imposición, un lugar de disputa que continúa, a nivel de las ideas y los significados, las luchas económicas y políticas de los sectores subalternos
La cultura popular como lugar de creación, interpretación y reinterpretación colectiva de los sectores subalternos y, con un sentido más marcadamente político.
Más que la imposición a nivel consciente de una serie de ideas o creencias sobre la legitimidad o el derecho de unos a hacer prevalecer sus modos de pensamiento y sus acciones o, en paralelo, la convicción sobre la posición subordinada de otros modos posibles de pensar y actuar, lo que importa aquí es cómo la organización cotidiana de la existencia, lo efectivamente vivido, es: “organizado prácticamente por significados y valores específicos y dominantes” (Williams1980:130).
En este sentido las mismas pueden coexistir -y coexisten en la práctica- con visiones diferentes y con oposiciones existentes en la sociedad, que pueden organizarse potencialmente en forma de contra hegemonía o hegemonía alternativa.
En una sociedad determinada, en un momento determinado de la historia, coexisten en la misma una serie de ideologías- llamadas también por el autor visiones de mundo- que no son equivalentes, sino que están bajo la dominancia de una y se manifiestan por distintos grados de articulación y elaboración, pudiendo aparecer bajo la forma de filosofía -una visión coherente y formal-; como sentido común (en tanto concepción establecida de lo “correcto” o “normal”), o como:
Religión
Folklore
En la tradición antropológica, el concepto ha transitado una historia de definiciones, redefiniciones y connotaciones muchas veces encontradas, más allá del general reconocimiento de sus aspectos básicos cuando, en particular, se la usa para comprender la especificidad de la naturaleza humana, constituida por su capacidad simbólica.
Un modelo que abstrae para su comprensión tres variantes generales en los usos del significante “cultura”, las cuales, sobre todo en el caso de la última, abrevan también en otras tradiciones de pensamiento y disciplinas tales como:
La variante simbólico-crítica
Esta forma de conceptualizar la cultura -con múltiples variantes a su interior se desarrolla a partir del intento por correlacionar los símbolos y significados con las prácticas y relaciones sociales y la intervención de los primeros en los procesos de reproducción y cambio social.
La variante simbólica. Cultura como conjunto de representaciones y sentidos.
La concepción simbólica desplaza el interés hacia el simbolismo como capacidad/actividad eminentemente humana. En su perspectiva, los fenómenos culturales son fenómenos simbólicos y el estudio de la cultura se basa fundamentalmente en la interpretación de los símbolos y la acción simbólica.
La variante descriptiva. Cultura como descripción de características (conjunto de normas, creencias, costumbres, artefactos).
La clásica definición de Edward B. Tylor (1871), representante de la tradición evolucionista, nos proporciona un ejemplo de esta variante:
La cultura o civilización en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera de los otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad…” (Tylor 1977).
Relaciones estructurados en torno a sistemas de símbolos significativos
producciones
creencias
costumbres
modos de comportamiento
conductas visibles
La confianza y el producto del optimismo iluminista en el progreso y del ascenso de una nueva clase social "la burguesía" en la capacidad de los hombres de hacerse a sí mismos, de producir su propia historia
Sin embargo...
por otra, al identificar el campo de la cultura con la vida intelectual, las artes, las humanidades tal como en Europa y en ciertos sectores sociales que se desarrollaban, en estos se estableció una separación entre éste como un mundo superior de “ideas” y la vida social material, reproduciendo, en el plano del pensamiento
Por una parte esa capacidad de mejoramiento y desarrollo fue referida exclusivamente a aquella sociedad occidental.
Desde una tradición francesa se agrega a esta forma de pensar la cultura y la idea de refinamiento de los modos, las formas y las costumbres, entre:
la “rusticidad” del hombre de campo
VS
El concepto humanista de cultura lleva consigo una idea de perfectibilidad, de desarrollo único, en donde la perfección se asocia (etnocéntricamente) a los avances y la imagen de los pueblos europeos y, dentro de estos, a los productos de la llamada “alta cultura”
Esta concepción, cuando se traslada al uso común, conlleva la idea de presencia o ausencia, como se puede notar en la expresión de:
“Más o menos culto"
Y de grados ser...
Esto se traduce en divisiones entre categorías y fenómenos atribuidos y ordenados como:
En terminos similares... La existencia de dos campos
Lo popular
Lo culto
Cultural popular
Cultura de masas
Alta cultura
“Tener o no tener cultura”
El “hombre civilizado”, el ciudadano (partiendo del sentido primario de habitante de la ciudad)
Personas corrientes
Planificadores
Funcionarios
Político
Educadores