El fin del socialismo marcó un nuevo orden mundial, consolidando a Estados Unidos como una potencia hegemónica en diversos ámbitos. La caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética simbolizaron la inviabilidad del modelo económico y político socialista, dando paso a cambios territoriales significativos como la separación de Checoslovaquia y la disgregación de Yugoslavia en múltiples estados independientes.