En la educación superior de la Nueva España, diferentes órdenes religiosas jugaron un papel crucial en la difusión del conocimiento filosófico y teológico. Los jesuitas se alinearon con las doctrinas de Francisco Suárez, un renovador de la filosofía escolástica, mientras que los dominicos y agustinos se dedicaron a la filosofía de Santo Tomás de Aquino, defendiendo la tradición tomista.