a Erick Apol 5 éve
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Se le presenta el gran interrogante del móvil. Éste no había sido el robo, puesto que no le había despojado de nada. Se trataría, pues de política o quizás mediaba una mujer.
Al descubrirse en la pared aquella inscripción, se inclinó más la suposición que mediaba una mujer.
Al escudriñar con mucho cuidado la habitación, confirmó en la estatura del asesino, y le proporcionó los detalles adicionales referentes al cigarro de Trichinopoly y a la largura de las uñas.
Al no ver señales de lucha llego, a la conclusión de que la sangra que manchaba el suelo había brotado de la nariz del asesino, debido a su emoción. Pudo comprobar que la huella de la sangre coincidía con la de sus pisadas. Es cosa rara que una persona, como no sea de temperamento sanguíneo, sufra ese estallido de sangre por efecto de la emoción.
Cuando salieron de la casa procedió a Telegrafiar a la Jefatura de Policía de Cleveland, circunscribiendo la pregunta a lo relativo al matrimonio de Enoch Drebber. La contestación fue terminante. Le informaba de que ya con anterioridad había acudido Drebber a solicitar la protección de la ley contra un angulo rival amoroso, llamado Jefferson Hope.
En ese momento llego a la conclusión de que el hombre que había entrado en la casa con Drebber no era otro que el mismo cochero del carruaje. Las marcas que descubrió en la carretera demostraron que el caballo se había movido de un lado a otro de una manera que no lo había hecho de haber estado alguien cuidándolo.
Finalmente pensó que si alguien quiere seguirle los pasos a otra persona en sus andanzas por Londres, qué mejor puede adoptar que el de hacerse conductor de un coche público.
Por lo que se valió de su cuerpo de vagabundo para localizar a todos los propietarios de coches de alquiler de Londres, hasta que identificaron al perpetrador el señor: Jefferson Hope