a Ana Maria Cano Florez 3 éve
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Se realizaron encuestas para saber como pensaba la población Colombiana sus resultados fueron
Se llego a la conclusión de que estas y otras respuestas indican que la muerte y el morir son asuntos proscritos y tabúes para la mayoría de los colombianos.
La siguiente pregunta fue ¿Cree que es oportuno hablar de la muerte a los niños?
El 40% de los encuestados cree que no es bueno hablarle a los niños de la muerte el 60% restante opina que si pero en el colegio y no en la casa.
La primera encuesta buscaba saber ¿Cuánto tiempo era el necesario para que una persona se pueda reponer del dolor causado por una muerte?
Una tercera parte respondió que entre 1 y 2 años, las dos terceras partes restantes respondió que el dolor es indefinido.
El colombiano no piensa tanto en la muertes por lo cual sus actitudes y pensamientos con respecto al tema no están muy bien fundamentados
La mayoría de las ideas son católicas y con esos conocimientos entienden la muerte, no se tiene claro el concepto del buen morir, desconocían opciones como aliviar el dolor para prolongar la vida.
Evita hablar del tema creyendo que es un mal agüero o simplemente por que causa tristeza, a pesar de estar en un contexto con muertes a diario trata siempre de no tocarlo.
Con las mujeres es totalmente diferente, ellas se les permite demostrar fácilmente sus sentimientos.
Los hombres culturalmente están limitados, la sociedad les enseña que no pueden expresar ciertas emociones como la rabia, agresividad, mal humor.
La sociedad siempre los ha tenido en una concepción, no se les permite llorar ni expresar sus sentimientos y en muchas casos esto los lleva a frustraciones.
Los niños son excluidos de las experiencias familiares como la muerte y la tristeza, se les oculta el dolor, la enfermedad y la soledad, y es ahí donde subestimamos la capacidad que tienen para enfrentar el dolor.
Cuando aceptamos nuestra condición de mortales reconocemos que estos momentos de la vida son inevitables y admitimos sentimientos de despojo y perdida de lo contrario nos cubriríamos con una armadura emocional que nos hace inmunes al peligro y el dolor.
Perdemos nuestra parte humanística al no poder vivir nuestro duelo, nos vemos obligados a actuar siempre con valentía y preferimos eufemismos sobre la muerte.
Los velorios ya no existen, se prefiere las velaciones breves en una funeraria lo cual nos hace referencia a que el luto tiende a desaparecer y que el acompañamiento que se expresaba en el proceso del duelo se ha ido reemplazando.