El uso legítimo de la fuerza se rige por varios principios esenciales. Primero, la precaución es fundamental; los agentes deben evaluar continuamente la situación para evitar consecuencias adversas y garantizar la seguridad de todos los involucrados.
Los agentes que utilicen la fuerza deben estar sujetos a procesos de supervisión y rendición de cuentas. Si se hace un uso excesivo o indebido de la fuerza, los responsables deben ser sancionados conforme a la ley
Humanidad
El uso de la fuerza debe respetar la dignidad humana. Esto implica evitar que la fuerza cause sufrimiento innecesario, daños injustificados o trato cruel, inhumano o degradante.
Precaución:
La fuerza debe utilizarse con precaución, evaluando constantemente la situación para garantizar que no se produzcan efectos adversos adicionales, especialmente en lo que respecta a la seguridad de los involucrados.
Proporcionalidad:
El uso de la fuerza debe ser proporcional a la amenaza que se enfrenta. Esto significa que la intensidad y la cantidad de fuerza empleada deben ser adecuadas para neutralizar la amenaza, sin exceder los niveles necesarios para la situación.
Legalidad:
La fuerza solo puede ser utilizada cuando esté permitida por la ley, y en el marco de las competencias y facultades de los agentes encargados de hacer cumplir la ley. El uso de la fuerza debe estar justificado por una normativa clara y conforme a los procedimientos establecidos.