a donovan tejeda 6 éve
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Mucho se ha escrito en torno al enigma de la creación de esta novela, pero a veces su contexto cultural y la multiplicidad de interpretaciones que ha suscitado, pasan a segundo plano.
En El Rostro de otro, el japonés Kobo Abe nos cuenta la historia de un científico cuyo rostro queda totalmente desfigurado en un accidente de laboratorio. Su rostro está tan deformado que lo venda para ocultarlo, luego idea una máscara, a partir de una cara que él compra a un extraño.
Frankenstein. El caso de la figura de Frankenstein supone también un paradigma de perversión del concepto literario original, al hacerlo bascular desde el conflicto entre religión y ciencia
Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Pero es quizá en la concepción de la monstruosidad entendida como deformidad moral donde la simbiosis de texto e imagen ha alcanzado sus mejores logros. La interpretación clásica atribuye a la obra de Stevenson.
En definitiva, el cine ha fagocitado, en sus sucesivas adaptaciones, la corriente genérica que hacía de los conceptos de deformidad, monstruosidad o alteridad el punto de partida para lecturas psicoanalíticas o sociológicas más profundas.
La “identidad” siente su fragmentación ante la visión del monstruo, tal como ocurre con el desdoblamiento y la fragmentación.
Porque la figura del monstruo siempre trae a colación la otredad, al otro yo y la dignidad de este otro yo. La identidad no está fijada y es un continuo hacerse, es un hacerse-con, porque el hombre es apertura y relación. El monstruo es la amenaza de lo fijado, lleva en sí la conciencia de que el hombre es también los otros, tambalea los fundamentos de un yo delimitado, de una sociedad endogámica.
Un ejemplo es el monstruo del Dr. Frankenstein, resulta un ser repugnante por su deformidad, por la cualidad extraordinaria de un cuerpo que está conformado con amputaciones de otros cuerpos. Antes de cometer ningún crimen, el monstruo de Shelley ya es considerado un criminal, no sólo por la sociedad, sino por su propio creador:
el monstruo se combinan a la vez lo imposible y lo prohibido.
Ya en Egipto encontramos la esfinge; en Grecia, el Cancerbero, la Gorgona, el sátiro, la Quimera, Giges, y muchos más.
la verdad última que lleva el monstruo en sí: el recuerdo la infundamentación, la presencia de la Nada.
La existencia virtual tiene un carácter monstruoso porque rompe los fundamentos de la conciencia humana e introduce en él una duda que cuestiona toda la estabilidad de su pensamiento. El mundo virtual nos recuerda de inmediato a Los seres especulares de Borges. Igual que la reconstrucción y la amputación del cuerpo.