によって Javier Sánchez-Collado 1年前.
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No se puede perder de vista que la moralidad afecta intrínsecamente a la totalidad de la vida humana, no sólo a ciertos contenidos, a algunas conductas, que tendrían un carácter específicamente moral. La atención se ha fijado sobre ellos, y no siempre los mismos; según los lugares y las épocas, el campo de la moralidad se ha ido desplazando, siempre dejando fuera dimensiones humanas que parecían en cada caso “indiferentes”
Relación con el cuerpo, la edad, el trabajo, la amistad, la diversión, la sexualidad, etc.
El contar una buena historia o rodar una buena película incluye todos los elementos.
Intensidad de proyectos
Una vita minima es una pobre vida() Por debilidad vital –biográfica, no biológica-, por cobardía, por no atreverse, por falta de amor, se reduce la vida a un nivel inferior al posible. (101) () Se puede “resbalar” por la vida sin entregarse enérgicamente a ella: no exponerse a las tentaciones, a los fracasos, a las decepciones, a los errores, a los azares adversos, al dolor. Son formas tímidas de suicidio, de negación de la vida(103)
¿Inautenticidad?
En las situaciones más favorables, se elige una carrera primariamente por su remuneración o por un prestigio dentro de los círculos que interesan. En suma, se suele elegir desde (150) fuera, con pocos motivos, o muy superficiales, mínimamente personales. Esto hace que sea improbable la adhesión a la profesión que se ejerce.(151)
() juvenilismo () Al cabo de unos años, las personas no están ya en la fase de mera “disponibilidad” juvenil, y descubren que no han hecho su vida, sino que se han dejado arrastrar, que se la han hecho los usos, las vigencias sociales, la voluntad de aplazar indefinidamente esa operación, difícil y acaso penosa, de “tomar la vida en sus propias manos”. (152)
() La adhesión a las trayectorias es muy débil, y ello hace que se resienta el sentido de la lealtad o fidelidad, en todos los órdenes. Esto último es lo decisivo: la violación de la condición intrínseca e inmodificable de la vida, su irrevocabilidad, motivada ocasionalmente, por motivos mínimos en muchos casos, y en una dimensión aislada, compromete la estructura total de la vida.
Las nociones de destino y vocación se desvanecen, hasta el punto de que apenas se usan, y son muchos los que no se atreven a emplearlas. En esto veo la causa principal de que, a pesar de que las condiciones generales son más favorables que en la mayoría de las épocas, la felicidad sea acaso menos frecuente en la nuestra, y por lo menos pierda gran parte de su posible intensidad.
() Más que una inmoralidad en el sentido de los actos concretos y singulares, lo que se produce es algo previo y envolvente: una evaporación o atenuación del sentido moral. (
Edades
El joven tiene que “darse de alta”. Pero en esta expresión conviven dos sentidos que difieren profundamente. Puede significar impresión de “suficiencia “ o “petulancia”, de independencia y pérdida del sentido de limitación o inmadurez. O bien la conciencia de responsabilidad, de tener que dar cuentas, por lo pronto a (86) sí mismo, y con ello el compromiso de hacer ya algo valioso. Es frecuente que se dé el primer sentido sin el segundo. ()
La madurez tiene () una duración considerable y una relativa estabilidad; va cambiando, pero lentamente () da una impresión de continuidad que sugiere engañosamente poder ser un estado definitivo. () Se la puede interpretar como “haber llegado”. Es la gran tentación de esa edad. Especialmente si va acompañada del éxito, hace olvidar el carácter constitutivamente proyectivo de la vida: () se renuncia a los cambios, a la innovación. (87)
() Es frecuente que el hombre o la mujer maduros () se rodean de una “corteza” que los hace insensibles porque intentan ser invulnerables. Es un mecanismo defensivo, que se paga a un precio altísimo y que envuelve una falsificación, una renuncia a la condición misma de la vitalidad: estar abierto a la realidad, aun con el riesgo de recibir heridas de ella.
() Pero hay otro riesgo, aparentemente opuesto, pero que tiene la misma raíz: el afán de cambiar por cambiar, por fingir una juventud que ya no se tiene y no aceptar la edad efectiva. Esto lleva a infidelidades amorosas, ideológicas, políticas, porque se cree que para innovar hay que variar de ruta, por no ser capaz de permanecer creadoramente en aquella en que se estaba. ((corrupción de mayores que imitan a jóvenes)) (88)
Vejez () Desaparece totalmente la actitud que expresa el “largo me lo fiáis”, característica de la juventud pero que puede extenderse a la madurez. () El viejo sabe que el que habrá de morir –cuando sea- es él mismo. () Por esto la vejez es ante todo la edad de recapitulación de la vida, de plena posesión de ella(89)
() En la vejez se pueden conservar la ilusión y el entusiasmo. () Se pueden iniciar trayectorias nuevas.
Sexualidad
Creo que la moralidad de ese descubrimiento, de la presencia del otro sexo en la perspectiva de cada individuo, tiene dos condiciones primordiales: la primera, el entusiasmo; la segunda, la visión personal de la mujer o del varón.
El desinterés o la indiferencia respecto al otro sexo es ya “inmoral” en una perspectiva antropológica, a diferencia de lo que acaso podría pensarse desde otros puntos de vista. () Dentro de cada configuración colectiva () queda un margen decisivo de libertad, que es el que confiere carácter moral a la conducta. () Hay siempre un margen de originalidad respecto a las figuras que adopta la instalación en el propio sexo () La moralidad consiste en evitar la degradación de la convivencia, aumentar su intensidad (98), () sin reducir lo sexuado a lo meramente sexual o las relaciones pertenecientes a lo social, a la vida colectiva.
La vida humana, en su condición efectiva, antropológica, está constituida por el repertorio de sus instalaciones, desde las cuales se proyecta vectorialmente, con diversas direcciones e intensidades, en una pluralidad de trayectorias, realizadas o no, cuyo conjunto es su conducta, sujeto primario de la moralidad. () La primera instalación es la corpórea. () La instalación en la condición sexuada. () Finalmente, la instalación social, distinta de la convivencia personal, como repertorio de vigencias, usos recursos, interpretaciones recibidas, relaciones de poder, etc., es algo tan importante que viene a ser el equivalente humano de lo que es la naturaleza de cada especie animal
para entender moralmente a otra persona, hay que entenderla en su concreción: especialmente a la de otra época; si se aplican automáticamente unas normas, aunque parezcan verdaderas y se compartan, se advierte cómo se está dejando fuera la mayor parte de la realidad que se pretende comprender.
¿Todo es subjetivo?
No es verdad que todo sea subjetivo: me puedo equivocar, como hemos visto. Mi vida puede ser un fracaso o un éxito.
“Yo hago lo que quiero. ¿Quién puede decirme lo que tengo que hacer?" Nadie (salvo tu jefe, claro). Tampoco parece fácil decir si lo que haces está bien o mal: “si yo lo decido libremente, y a mí me parece bien, ¿qué más da?” Tal vez podría añadirse el matiz de “no hacer daño a nadie”, pero salvo eso, parece impecable el argumento que se resume en “déjame en paz”.
El problema es que “si todas las acciones son equivalentes la libertad no tiene relación con la felicidad”. Y es evidente que libertad y felicidad están relacionadas. ¿Por qué me importa tanto elegir la carrera, la novia, o incluso el plan de fin de semana? Porque hay algo que está en juego: yo mismo (una vez más, “eligiendo me elijo”).
Volvamos al fútbol (del que no deberíamos haber salido). Si dijera que todas las jugadas son equivalentes, entonces no podríamos decir que marcar gol al contrario es mejor que marcárselo en propia puerta. Todo daría igual: ¿qué más da un pase atrás que una falta?
Pero en el fútbol, como en la vida, está claro que el resultado depende del esfuerzo que yo ponga, de lo que yo haga. Y por eso es evidente que me puedo “equivocar”, que mi partido puede ser un desastre, así como mi vida puede ser una vida infeliz o frustrada.
Ya, se dirá, pero en el fútbol el resultado depende de muchos otros factores: la suerte (ese balón que por milímetros no entró), el árbitro (que, ¡oh casualidad! siempre se equivoca a favor de los mismos). Pues es verdad; pero en la vida ocurre lo mismo: hay algo que depende de nosotros -fruto de nuestra libertad- y algo -mucho- que no depende de nosotros, que no elegimos. Por ejemplo, tal vez me haya preparado toda mi vida para ser jugador de fútbol, pero una infortunada lesión hizo imposible mi sueño.
Pero aunque es claro que en la vida y en el fútbol el resultado no depende completamente de nosotros, sí es verdad que si no jugamos acertadamente, no lograremos ganar.
Por eso no es cierto que “todas las acciones son iguales; que no hay acciones buenas o malas"
Pero hay unas normas, como en el fútbol, ante las que tengo que situarme
No se puede hablar de "buena jugada" en abstracto. No se puede valorar si un pase atrás es bueno o malo así, en general. Lo mismo pasa con las decisiones de la vida: hay que verlas en la vida concreta
Peligro de desorientación
s muy frecuente oír expresiones como estas: “yo no lo haría”, “yo no digo que eso esté mal, pero no podría hacerlo”. Falta poco para la disculpa. Si se consideran las sociedades actuales en su conjunto, no los grupos “representativos”, menos aún lo que reflejan los medios de comunicación, se llega a la conclusión de que un número altísimo de personas, probablemente la mayoría, están ancladas en normas a las que adhieren y “no quieren saber más”. () No están seguros de sus razones ni de sus fundamentos; temen ser desdeñados y descalificados, como personas inferiores y de segunda clase, vulgares y sin distinción. (118) () La razón de esto es que un factor de desorientación, de extraordinaria eficacia, es la manipulación de las opiniones. Existen grupos organizados y muy activos que niegan o ponen en entredicho las normas antes vigentes; esto se une a la timidez o inseguridad de los que podrían afirmarlas, interpretarlas y justificarlas
Pero hay "moral sin fundamento": ejemplo de la sociedad tecnológica.
Usos y Vigencias
¿Inevitables?
Contar con las vigencias no quiere decir forzosamente, aceptarlas, compartirlas, adherir a ellas; puede ser (55) discrepar de ellas en mayor o menor grado, disentir totalmente, resistir a ellas. Es decir, dada la indudable presión de las vigencias sociales, hay libertad frente a ellas. () Aceptar las vigencias es cómodo () Es muy frecuente que se consienta a presiones o estímulos que repugnan a sabiendas de que son superables. Incluso se finge una aceptación que no se siente. Casi todos los descensos graves de la moralidad colectiva han tenido como causa principal, más que la violencia incontestable, el consentimiento a lo que se ve como indeseable, injusto o dañino.
Qué son
Hay que entender qué juego está jugando cada uno.
Se puede dar una serie de normas negativas. Pero no positivas.
Es importante incluirlo en la "historia", en la narración de nuestra vida.
La vida es original, en el sentido etimológico.
Incluso cuando la circunstancia sea similar, cada uno la vive a su manera. Ejemplo:
Ya hemos visto que nos podemos equivocar y acertar, eso es lo que importa.
Si todas nuestras acciones fueran equivalentes, la libertad no tendría conexión con la felicidad.
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eres.
La moralidad aparece ante todo como justificación de los actos. Lo que no se justifica es arbitrariedad o frivolidad, en un caso; o bien claudicación, cesión, entrega, en otro. En ambos, la decisión o elección no emana de mí, sino de un azar, una tentación o una imposición. Me siento “responsable” de lo que he hecho, precisamente porque veo que no lo he hecho yo, que la acción no es mía. Esta aparente paradoja es el núcleo mismo de la vivencia de la moralidad o inmoralidad de la conducta. Soy “responsable” porque no puedo responder de la justificación de un acto, ejecutado por mí pero que no emana de mí mismo. He sido actor, pero no autor de él.
((se descubre la libertad, pero no hacia el futuro)) se refiere más bien al pasado: después de haber hecho algo, se tiene la impresión imperiosa de haber podido hacer otra cosa
Se podría decir de algunos que "La vida es un cuento narrado por un loco, lleno de ruido y de furia y que nada significa" (MacBeth)
Porque vivir es preferir