によって MARIA JOSE HERNANDEZ 3年前.
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Cultivar el recuerdo hasta llegar a poder recolocar emocionalmente a la persona muerta.
Evitar cambios sobreañadidos (escuelas, amigos, cuidad), ayuda a restablecer seguridad y estabilidad.
Según las propias necesidades y ayudar a elaborar a aquellas emociones que sobrepasan.
El niño necesitará saber que seguirá siendo cuidado y atendido. Abordar la culpa y poder verbalizarla.
Ofreciendo, sin forzar su presencia y participación en los rituales de despedida (tanatorio, funeral…)
El niño precisa alguien a quien expresar sus dudas, preocupaciones, fantasías, temores, como Emerson decía: «un amigo es alguien con el que puedes pensar en voz alta», y en el momento del duelo, pensar en voz alta es indispensable para elaborar y ordenar los pensamientos y las emociones.
La información al niño debe ser clara y adecuada a su nivel de comprensión, dejándole preguntar todo aquello que necesite.
En este artículo, Cassel distingue claramente entre dolor de sufrimiento y la necesidad de entender los orígenes del sufrimiento humano.
El sufrimiento es experimentado por las personas, no sólo por los órganos, y tiene su origen en los retos que amenazan la integridad de la persona como una entidad social y psicológica compleja.
se olvidan que los niños y adolescentes también se encuentran en duelo, los niños y adolescentes muchas veces no expresan su dolor para no hacer sentir mal a los mayores, por no ponerlos más tristes de lo que ya se encuentran.
callan lo que sienten y como no saben como expresarlo llevan a cuestas un duelo callado
En niños de riesgo elevado o alta vulnerabilidad:
Ya sea por el tipo de pérdida (suicidio, homicidio, accidente traumático), desestructura familiar o psicopatología previa; en estos casos sí se recomendaría una intervención preventiva y precoz por parte de profesionales de la salud.
En niños que expresan ciertas dificultades, y/o en familias con mecanismos de contención escasos
Los profesionales deberán estar atentos para la evolución del niño, y derivar a salud mental según su evolución.
En niños con manifestaciones proporcionadas y familiares contenedores
En estos casos, Worden no recomienda ninguna intervención, simplemente seguimiento por pediatría para dar pautas generales o entidades de ayuda mutua y apoyo social.
Algunos autores advierten que se está sustituyendo la «humanización» de la sociedad por la profesionalización. El mejor acompañamiento es el de una sociedad que ayude a vivir este proceso.
Y muchas veces los profesionales están formados solo para resolver y solucionar.
En una sociedad que «evita» hablar de la muerte, es muy fácil que se profesionalice la atención más que encontrar una respuesta social que facilite el proceso de duelo y sufrimiento.
Hay preguntas y situaciones que no están hechas para ser respondidas o resueltas, sino para ser acompañadas.
Quizás hay culturas o épocas en que el sufrimiento ha podido expresarse a nivel social de una determinada manera que facilite la externalización, con rituales, símbolos u otras expresiones.
Acompañar en el duelo y el sufrimiento requiere no solo aptitudes y conocimientos, sino también actitudes, y no todos los profesionales están preparados para hacerlo.
DUELO NOMAL
·SENTIMIENTOS DE TRISTEZA, RABIA CULPA Y MIEDOS MÁS SIMILARES A LOS ADULTOS, PERO CON MÁS DIFICULTADES PARA EXPRESARLOS. ·PUEDEN AUMENTAR LAS CONDUCTAS DE RIESGO.
-Persistencia de bajo rendimiento escolar -Alteraciones conductuales graves, ansiedad persistente -Deseo reiterado de reunirse con la persona muerta, adoptar el comportamiento y vestimenta del difunto.
·LAS MANIFESTACIONES, MÁS FRECUENTES SON TRISTEZA Y EL LLANTO, PERO NO SIEMPRE APARECEN. MUCHAS VECES SE ESCONDEN PARA LLORAR. ·AUMENTAN ANSIEDADES, CON MIEDOS O PREOCUPACIONES EXCESIVAS. ·LA CULPA PUEDE ESTAR ASOCIADA A EVENTOS REALES MAGNIFICADOS, EN REMORDIMIENTOS POR NO HABER HECHO O DICHO ALGO. ·ES FRECUENTE QUE APAREZCAN A DIFICULTADES DE COMPORTAMIENTO O CONDUCTA EN LA ESCUELA, EN CASA O EN GRUPOS DE AMIGOS. A VECES CUENTA IDENTIFICARLAS COMO MANIFESTACIONES DE DUELO. · DÉFICIT DE ATENCIÓN, EL RENDIMIENTO ESCOLAR A MENUDO DISMINUYE. ·PUEDEN APARECER SÍNTOMAS SOMÁTICOS: DOLOR DE CABEZA, DE ESTOMAGO, ASTENIA. ·PUEDEN “PERCIBIR LA PRESENCIA” DE LA PERSONA MUERTA. ·VIGILAR LA TENDENCIA A SUSTITUIR A LA PERSONA MUERTA, ASUMIENDO EXCESIVAS RESPONSABILIDADES.
SIGNOS DE ALERTA
·Ansiedad de separación persistente después de volver a la rutina. ·Persistencia de comportamientos regresivos superior a los 6 meses.
DUELO NORMAL
·INICIALMENTE NO SUELEN MOSTRAR NINGUNA REACCIÓN (NO COMPRENSIÓN), PUEDEN MANTENER LA CAPACIDAD DE JUGAR Y REÍR EN MOMENTOS DE DESESPERACIÓN. ·PUEDEN HABER REGRESIONES Y PÉRDIDAS DE CAPACIDADES YA ADQUIRIDAS (ENURESIS NOCTURNA, CHUPAR EL PULGAR…) ·DIFICULTAD PARA COMPRENDER LA IRREVERSIBILIDAD DE PERMANENCIA. PUEDE SEGUIR PREGUNTANDO REPETIDAMENTE, DURANTE MESES, CUANDO VOLVERÁ LA PERSONA MUERTA. ·PUEDE SENTIRSE ASUSTADO POR LAS REACCIONES DE SUELO DEL ENTORNO. AUMENTAN LOS MIEDOS EN GENERAL. ·DESEO DE “REEMPLAZO”: PREGUNTAR A MAMA POR QUÉ NO BUSCA OTRO PAPA, OTRO HERMANITO.
Insiste en el tema, no sólo la necesidad de apoyar el duelo infantil, sino el de toda la familia cuando ha muerto un niño, señalando como dificultades la falta de preparación o la sobre implicación emocional que representa para los propios profesionales.
Se expresan con frecuencia a través de la conducta o somatizaciones.
Todo esto hace que cueste identificar el proceso de duelo en los niños.
·Etapa identitaria en la que se mezclan factores de desarrollo físico y fisiológico así como desarrollo cognitivo (la adquisición del pensamiento formal y social), y la búsqueda del rol. ·Se empieza a plantear la muerte de forma abstracta y existencial. ·Se cuestiona las explicaciones recibidas. Necesita ser escuchado y entendido. ·Ayudaran las lecturas, poesía, música…
·Pensamiento pre operacional tardío y operacional concreto . Inicia la comprensión del no retorno, la universalidad y la causalidad (puede empezar a entender causa- efecto). ·Mucha curiosidad por temas relacionados con la muerte y el morir. Si los dejamos, preguntan mucho. ·Empieza a aparecer el miedo a que mueran los padres o uno mismo. ·Iniciar simbolización y abstracción: podemos introducir el cambio de estado.
·Considera la muerte como temporal, reversible y de causa extrema. ·Egocentrismo mágico: todo lo que acontece tiene relación con el mismo, riesgo de considerar la muerte como un castigo . Confunde deseos y pensamientos con eventos. ·Preguntas muy concretas y repetitivas . Quiere la misma respuesta. ·Explicar la muerte como no-funcionalidad. Alejada de la realidad cotidiana, y de lo que ve o toca, pero no puede entender todavía el no-lugar o el cambio de estado. ·Evitar símbolos o metáforas, las entiende literalmente. ·Los cuentos pueden ayudar.
Las manifestaciones del niño en duelo son más variadas que en el adulto y no siempre son directas
Con mucha frecuencia los niños alternan periodos de absoluta normalidad con momentos de gran desesperanza, o tardan meses en expresarlo y cuando lo hacen es en forma conductual, o muy pronto aprenden a contener sus emociones cuando ven a los padres o familiares.
Siempre es peor lo que uno imagina que lo que se puede hablar
Tener un concepto de muerte elaborado ayudara a tener un espacio mental donde situar la experiencia en caso de que llegue alguna perdida cercana. No evitara el dolor. Pero si la desorientación y parte de la incertidumbre.
El niño que convive con la verdad es capaz de afrontar la vida: le protegemos cuando hablamos, no cuando lo evitamos (sobreproteger es desproteger).
inexorabilidad: Que también le pasará a uno mismo.
la universalidad: implica que la muerte llega a todo el mundo
La irreversibilidad: lo que sucede no se puede modificar.
La disfuncionalidad: entender que las funciones corporales se detienen.
El niño o el joven que ha sido educado evitando la muerte, cuando le llega la pérdida, se encuentra como un náufrago en medio, no sólo del dolor sino también de la incertidumbre y muchas veces de la soledad.
Estas creencias ayudan en el imaginario social a evitar hablar de la muerte y el duelo a los niños, pero no están en absoluto basadas en evidencias o estudios.
Hemos creado el mito de que ellos “sufren menos”, que se dan menos cuenta de los procesos de enfermedad, dolor y sufrimiento, y a menudo escuchamos frases hechas como éstas: “los niños se adaptan a todo”, “con un poco de tiempo se olvidarán” o “si los distraemos no sufrirán”.
Resolver un duelo es sentirse mejor, y para ello, requerirá la atención del doliente, intención de cambiar, fuerza de voluntad y valor.
SIGNOS DEL DUELO RESUELTO
Cuando la persona recupera el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta gratificación de nuevo y se adapta a nuevos roles. Cuando la persona puede volver a invertir sus emociones en la vida y en los vivos.
Sin descartar que pueda sentirse triste de vez en cuando, pero las acepta y además consigue hablar de esas emociones con libertad
Cuando la persona es capaz de pensar en el o la fallecida sin dolor. Consigue disfrutar de los recuerdos, sin que estos traigan dolor, resentimiento o culpabilidad.
Se entorpece manteniendo el apego del pasado en vez de continuar formando otros nuevos.
Algunas personas encuentran la pérdida tan dolorosa que se hacen la promesa de no volver a querer nunca más
Es un proceso con altibajos porque, en ocasiones, en fechas señaladas, en aniversarios, se dispara de nuevo el dolor, la impotencia, la tristeza que creíamos superada.
Para que esta cuarta tarea se pueda completar habrá que haber realizado con éxito las tres anteriores
Es no adaptarse a la pérdida.
El duelo nos obliga a solucionar los problemas que surgen de la carencia del ser querido.
Reforzar el desprenderse del ser querido sin renunciar a su recuerdo, que nos facilite vivir sin la otra persona.
El deudo no es consciente de todos los roles que desempeñaba la persona fallecida hasta algún tiempo después de su muerte.
Desarrollar nuevas habilidades y asumir roles que antes desempeñaba la persona fallecida.
Se aprende a vivir solos, solas, a tomar decisiones sin el otro, sin la otra; a desempeñar tareas que antes hacía con el difunto, la difunta, o que compartía con el o ella.
Las emociones pueden estar acompañadas por sensaciones corporales. También pueden aparecer trastornos de la alimentación y alteraciones perceptivas como ilusiones o alucinaciones.
La segunda tarea es la negación de esta segunda tarea, es no sentir, bloquear los sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces se paraliza esta tarea evitando pensamientos dolorosos. El objetivo de esta tarea es conseguir que la persona no arrastre el dolor de la pérdida a lo largo de su vida.
En conclusión, la expresión de las emociones, ante alguien que escucha, se convierte en una tarea necesaria para la elaboración del duelo.
La persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera.
La negación también adquiere la forma de no sentir el dolor, bloquear los sentimientos que están presentes. A veces se refuerza esta actitud evitando pensamientos dolorosos. Idealizar al difunto, evitar las cosas que le recuerdan a él o a ella y usar alcohol, drogas o psicofármacos son otras maneras en que la gente refuerza la negación.
La negación proporciona un alivio transitorio de la dura realidad psicológica de una pérdida potencial. Pero la negación es un problema en si mismo, cuando, en sus formas extremas, impide una transformación que permita seguir adelante con la vida.
Para favorecer la consecución de esta tarea es importante acercarse a todas las evidencias que nos lleven a constatar que nuestro ser querido ha muerto, como hablar de la pérdida, contar las circunstancias de la muerte de manera objetiva, visitar el cementerio o lugar donde se han depositado las cenizas. Esta tarea es más complicada de realizar en muertes repentinas e inesperadas, o en la muerte de los niños y niñas.
Con el tiempo debemos encaminarnos a aceptar la pérdida para reconocer que el ser querido ha muerto, debemos utilizar el tiempo para expresar de forma honesta y auténtica los sentimientos que acompañan la pérdida
El tiempo, además debe emplearse para aprender a vivir sin esa persona. Ese tiempo estará bien invertido si se recupera el interés por la vida, se reconstruye el sentido de esta y se logra volver a gozar de la existencia.
Para recuperarse hay que permitirse bucear en una misma, en uno mismo y descubrir los sentimientos que habitan en nuestro interior, sin censurar, sin negar, pero tampoco recreándonos en ellos y enganchándonos, sino dejándolos ir
Es cierto que habrá momentos difíciles y emociones intensas que amenacen con rompernos. Habrá que atravesar esos desiertos con la esperanza de un mañana mejor.
Para poder considerar un duelo como posible patológico, deberíamos tener en cuenta los siguientes criterios:
El deudo no hace la menor referencia a la pérdida, evitando cualquier circunstancia que pudiera recordarle. El doliente ha desarrollado síntomas físicos como los que experimentaba el fallecido antes de la muerte, incluso imita a éste en gestos, conductas, etc. El deudo realiza cambios radicales en su estilo de vida después de la muerte de su ser querido.
Cuando a los 2 o 3 años de la pérdida no hay una clara evolución satisfactoria. Si la persona presenta una larga historia de depresión subclínica, marcada por la culpa persistente y baja autoestima.
El deudo no puede hablar durante la entrevista del fallecido sin experimentar un intenso dolor. La persona que ha sufrido la pérdida no quiere desprenderse de ninguna pertenencia material que pertenecía al difunto, o, por el contrario, se deshace precipitadamente de todos los objetos (evitación fóbica).
Impulsos destructivos y autodestructivos con abuso del tabaco, alcohol. En su grado extremo puede llevar a realizar intentos de suicidio.
Falta de respuesta o respuesta débil durante las semanas que siguen a la pérdida. Tras las primeras semanas persisten emociones muy intensas de rabia, resentimiento, tristeza o culpa.
Miedo desmesurado a la enfermedad y a la muerte, hipocondría, consultas frecuentes al médico.
Parece que las personas que en su niñez más temprana no han sido estimuladas posteriormente tienen dificultades para desprenderse, tienden a aferrarse, y por eso les resulta tan difícil elaborar el duelo.
NORMAL
Es el duelo más frecuente se caracteriza por diferentes vivencias en todas las dimensiones de la persona.
Características del duelo normal: Aturdimiento y perplejidad ante la pérdida. • Dolor y malestar. • Sensación de debilidad. • Pérdida de apetito, peso, sueño. • Dificultad para concentrarse. • Culpa, rabia. • Momentos de negación.
AMBIGUO
Es la que más ansiedad provoca ya que permanece sin aclarar
Los deudos perciben a determinada persona como ausente físicamente pero presente psicológicamente, puesto que no es seguro si está viva o muerta, ya que no se ha localizado el cuerpo
Esta forma de duelo ambiguo aparece muy frecuentemente en catástrofes y desparecidos por distinta índole.
También es muy común en personas con demencias muy avanzadas o que han sufrido daño cerebral y se encuentran en estado vegetativo persistente.
EXAGERADO
También llamado eufórico. Este tipo de duelo puede adquirir tres formas diferentes:
Caracterizado por una intensa reacción de duelo. En este caso habrá que estar atentos a las manifestaciones culturales para no confundirlo con ellas.
Negando la realidad de la muerte y manteniendo, por lo tanto, la sensación de que la persona muerta continua viva.
Reconociendo que la persona sí falleció, pero con la certeza exagerada de que esto ocurrió para beneficio del deudo.
ENMASCARADO
La persona experimenta síntomas (somatizaciones) y conducta que le causan dificultades y sufrimiento, pero no las relaciona con la pérdida del ser querido.
El deudo acude frecuentemente a los médicos aquejados de diferentes disfunciones orgánicas, pero calla el hecho de su pérdida reciente, ya que no lo relaciona con ello.
CONGELADO O RETARDADO
Se le conoce también como duelo inhibido o pospuesto.
Se presenta en personas que, en las fases iniciales del duelo no dan signos de afectación o dolor por el fallecimiento de su ser querido.
Se instaura en el deudo una especie de prolongación del embotamiento afectivo, con la dificultad para la expresión de emociones y les cuesta reaccionar a la perdida.
CRÓNICO
El deudo se queda como pegado en el dolor, pudiéndolo arrastrar durante años, unido muchas veces a un fuerte sentimiento de desesperación.
La persona es incapaz de rehacer su vida, se muestra absorbida por constantes recuerdos y toda su vida gira en torno a la persona fallecida, considerando como una ofensa hacia el difunto restablecer cierta normalidad.
ANTICIPATORIO
Es un tipo de duelo en el que el deudo ya ha empezado la elaboración del dolor de la pérdida sin que esta haya ocurrido todavía.
Es una forma de anticipar la pérdida que irremediablemente ocurrirá en un corto periodo de tiempo.
Este tipo de duelo es relativamente frecuente cuando el ser querido se encuentra en una situación de terminalidad, aunque no haya fallecido. Es una forma de adaptación a lo que va a llegar.
Se replantean las propias creencias y la idea de trascendencia así como preguntas sobre el sentido de la muerte y de la vida.
Resentimiento hacia los demás, aislamiento social.
Se refiere a cambios que se perciben en la forma de comportarse con respecto al patrón previo.
Aislamiento social, hiperactividad o inactividad, conductas de búsqueda, llanto, aumento del consumo de tabaco, alcohol, psicofármacos u otras drogas.
Se refiere a lo mental.
Dificultad para concentrarse, confusión, embotamiento mental, falta de interés por las cosas, ideas repetitivas, generalmente relacionadas con el difunto, sensaciones de presencia, olvidos frecuentes.
Aquí señalamos los sentimientos que el deudo percibe en su interior. Los más habituales son: sentimientos de tristeza, enfado, rabia, culpa, miedo, ansiedad, soledad, desamparo e impotencia, añoranza y anhelo, cansancio existencial, desesperanza, abatimiento, alivio y liberación, sensación de abandono, amargura y sentimiento de venganza.
Los estados de ánimo pueden variar y manifestarse con distintas intensidades.
Los más habituales son: sentimientos de tristeza, enfado, rabia, culpa, miedo, ansiedad, soledad, desamparo e impotencia, añoranza y anhelo, cansancio existencial, desesperanza,etc..
Se refiere a las molestias físicas que pueden aparecer a la persona en duelo.
Sequedad de boca , dolor o sensación de “vacío” en el estómago, alteraciones del hábito intestinal, opresión en el pecho, opresión en la garganta, hipersensibilidad a los ruidos, disnea, palpitaciones, falta de energía, tensión muscular, inquietud,etc..
Algunas investigaciones han demostrado que las situaciones de estrés están íntimamente relacionadas con la inmunodepresión y, por tanto, el organismo humano es más vulnerable a enfermar.
Y obviamente la muerte de un ser querido es una de las experiencias más estresantes
En efecto, nunca hay que olvidar que las manifestaciones de duelo no son universales, generalizables, sino que vienen mediadas por la cultura en las que sucede.
Sin embargo, la experiencia, el aprendizaje, la personalidad, y otra serie de factores externos, como pueden ser otros vínculos, moldearan de forma individual la respuesta de duelo en cada individuo.
Se van adaptando nuevos patrones de vida sin el fallecido, y se van poniendo en funcionamiento todos los recursos de la persona. El deudo comienza a establecer nuevos vínculos.
Subtopic
El deudo va tomando conciencia de que el ser querido no volverá.
La persona se siente vacía y con una gran soledad. Se experimenta apatía, tristeza y desinterés.
En este periodo que atraviesa el deudo son marcados los sentimientos depresivos y la falta de ilusión por la vida.
Se experimenta una tristeza profunda, que puede ir acompañada de accesos de llanto incontrolado.
Marcada por la urgencia de encontrar, recobrar y reunirse con la persona difunta, en la medida en que se va tomando conciencia de la pérdida, se va produciendo la asimilación de la nueva situación. La persona puede aparecer inquieta e irritable.
Esa agresividad a veces se puede volver hacia uno mismo en forma de autorreproches, pérdida de la seguridad y autoestima.
En esta fase se experimenta sobre todo pena y dolor.
El shock es un mecanismo protector, da a las personas tiempo y oportunidad de abordar la información recibida, es una especie de evitación de la realidad.
Es como un sentimiento de incredulidad; hay un gran desconcierto. La persona puede funcionar como si nada hubiera sucedido.
Otros, en cambio, se paralizan y permanecen inmóviles e inaccesibles.
Ha sido otro estudioso del tema con su teoría de constructo personales, sugiriendo que la experiencia de duelo da lugar a grandes cambios en el espacio vital del individuo.
En el duelo, el individuo debe renunciar a los constructos acerca del mundo que incluía al fallecido y a el mismo en relación al fallecido, y por lo tanto, ha de desarrollar un nuevo esquema de constructor acerca del mundo acorde a sus nuevas circunstancias vitales.
Otro modelo es el de la teoría del vínculo de Bowlby. Esta teoría describe el desarrollo psicoemocional sano en el ser humano.
La persona desarrolla de forma instintiva vínculos (apegos). El mantenimiento de un vínculo se experimenta como fuente de seguridad y dicha.
La meta de la conducta de apego es mantener un vínculo afectivo. Cuando tales vínculos se ven amenazados o rotos, se suscitan intensas reacciones emocionales.
Insistió en que cada duelo reaviva la ambivalencia residual, nunca completamente elaborada, con respecto a nuestro objeto primigenio.
Supone alteraciones más profundas de nuestra relación con nuestros recuerdos, con nuestras representaciones mentales conscientes e inconscientes que nos vinculan con la madre, el padre, la familia originales.
Define los objetivos de la elaboración del duelo en: La retirada de la libido invertida en el objeto. Su sana reinversión en otro objeto.
Creó un modelo de duelo muy directamente inspirado por la depresión, la melancolía, y en el cual las relaciones con los demás, con los “objetos”, son el elemento fundamental de la pérdida que se experimenta con el duelo, es decir, cuando se pierde afectiva-mente algo o a alguien significativo, se pierde una parte del yo, del mundo interno, de la estructura personal.
El ser humano es vulnerable y ello afecta a todas y cada una de las dimensiones o facetas. La vulnerabilidad está arraigada a su ser, a su hacer y a su decir.
Decir que es vulnerable, significa afirmar que no es eterno, que no es omnipotente, que puede acabar en cualquier momento. Significa afirmar que lo que hace puede ser indebido, que lo que dice con sus palabras o sus silencios pueden ser equívocos.
Cada día más, los familiares prefieren realizar los funerales y/o entierro en la más estricta intimidad.
Hoy, sin embargo, ha cambiado la forma de morir, se prefiere en general una muerte rápida, instantánea, sin darse cuenta uno que se muere.
La muerte ha dejado de considerarse una parte de la vida, su final, convirtiéndose en algo molesto de lo que ya no se habla ni tan siquiera con quien la está vivenciando cercana.
La actitud social ante los duelos, en nuestro medio, es de presión hacia su ocultación y aislamiento.