av Valentina Mejía för 5 årar sedan
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Es un error que cometen muchos padres y madres de hoy en día. Al no poder pasar con ellos todo el tiempo que nos gustaría, acabamos cayendo en el recurso fácil de compensarles con un regalo, con un juguete, con ese videojuego que siempre piden, con esa tableta, con ese móvil… Es un gran error.
Los niños no aprecian tanto los regalos como pensamos. Y más si lo utilizamos como chantaje, porque ellos, en el fondo, acaban comprendiendo muy bien la estrategia. Así pues, debemos tenerlo claro: no hay nada que compensar. Los padres trabajan y es lo habitual, cada uno en la familia tiene una función y un papel, no tenemos que compensarles con «objetos» por no estar en casa.
Compénsales con «calidad» de vida. El tiempo que estés con ellos, que sea siempre el mejor, el más sincero.
Así que no dudes en hacer cosas juntos con ellos, en
jugar, hablar, cocinar, pasear… Cierra el móvil y ríete con tus hijos, sin preocuparte en si eres o no eres el padre o la madre «perfecta». No importa, hay mil formas de ser un buen progenitor y todos nos valen para educar niños felices.
Educar a nuestros hijos desde que son pequeños en inteligencia emocional será, sin duda, un acierto. Recordemos que la inteligencia emocional, como describe Daniel Goleman «es la capacidad para reconocer los sentimientos propios y los de los demás, motivarnos a nosotros mismos, para manejar acertadamente las emociones, tanto en nosotros mismos como en nuestras relaciones humanas».
En la escuela se enseñan matemáticas, lengua, geografía, música, educación física, etc. Pero no existe una asignatura llamada «inteligencia emocional». Enseñar a nuestros hijos a tomar un contacto sano con sus emociones y las de los demás, les ofrecerá la oportunidad de gozar de una buena salud emocional. En una sociedad donde nos bombardean con estímulos externos, cambiar el foco y aprender a conocerse, será fundamental para crecer en paz y armonía.
Los seres humanos forjan su personalidad en los primeros ocho años de vida. Lo que sigue son adaptaciones en cada etapa, pero lo central se trabaja en la niñez. Conocer a los demás es más sencillo si los pequeños se autoreconocen; ¿en qué consiste este proceso?
Se trata de un tema muy psicológico, interno, pero a la vez importante. La tarea de los padres no es solo modelar los valores, sino entender lo que mueve a sus hijos. Más importante aún es ayudarlos a ejercer la introspectiva.
La comunicación padres-hijo es vital para que los niños identifiquen
valores y sepan lo que hacen. No se trata solo de corregirlos: debemos identificar aquello que los lleva a actuar.
Solo manteniendo una conversación rica en contenido, razonamiento y valores podremos hacer que nuestros pequeños se reconozcan. La meta será hacerles entender el contenido de sus acciones para que ellos formen su propio criterio.
Esto debe darse constantemente, como parte de la cotidianidad. Por ejemplo, podemos realizar actividades didácticas para reforzar el autoreconocimiento; en el proceso, debemos dotar de conceptos a los niños.
Reconociendo lo bueno y lo malo
Este es un ejercicio que se realiza mucho en las aulas. Para llevarlo a cabo, necesitaremos una cartulina, marcadores y revistas para recortar. Lo primero es decirles a los niños que expresen con imágenes y palabras sus aspectos positivos.
La educación empieza desde el momento «cero» del nacimiento, y recuerda, es cosa de dos. Los dos progenitores deben estar de acuerdo en qué pautas educativas hay que aplicar, delimitar qué se va a permitir, qué horarios establecer, qué prohibir y qué negociar.
Los niños deben saber desde muy pequeños que en casa, como en la sociedad, hay unos límites que debemos respetar, y cuanto antes lo sepan más seguros se van a sentir, por que van a saber a qué atenerse en cada momento. Una vez establecidas las normas, ofreceremos derechos, y todos los derechos se negocian y se dialogan.
Es importante, además, que ofrezcamos a los niños una autonomía adecuada según sus edades. Es un modo de que puedan sentirse capaces y seguros de sí mismos, teniendo siempre nuestro apoyo y nuestra orientación en cada momento.
Ofréceles siempre tu confianza, dialoga antes de sancionar, escúchales antes de reprenderles y habla, habla todo lo que puedas con ellos. Que jamás te vean como a un enemigo.
La autonomía es un factor clave en la educación de los hijos. A medida que pasan los años sentirán que gozan de un pensamiento propio y querrán tomar sus propias decisiones. Será positivo dejar que sean ellos quienes comprueben si su decisión es acertada o incorrecta. Muchos padres, por miedo a que sus hijos sufran, tienden a sobreprotección sin percatarse que los están mermando en su capacidad de aprendizaje.
Es posible que no puedas dedicarles todo el tiempo que te gustaría. Tienes un horario de trabajo determinado y a veces, no llegas a tiempo a casa para hacer con ellos los deberes o para salir a pasear un rato. No importa.
No obstante, sí que hay algo que debes evitar. No permitas que se encierren en sus habitaciones, no dejes que la televisión, el ordenador o los videojuegos «os quiten» ese poco tiempo que podéis compartir de la mejor forma: hablando. Mantén con ellos una charla diaria con tranquilidad y cercanía. Conoce cuáles son sus preocupaciones, sus deseos.Si tienen algún problema, no lo resuelvas por ellos, ofréceles estrategias y consejos
para que lo hagan por sí mismos. Para educar niños felices hemos de conseguir primero que sean responsables de sus propios asuntos, dándoles medios con los cuales, afrontar esos pequeños problemas cotidianos.
Hazlo con cariño, preocupándote, pero ofreciéndoles autonomía. Si se equivocan en alguna ocasión, jamás los reprendas o los sanciones. Ayúdales y enséñales que en la vida también hay fracasos y que de todo se debe aprender. Es necesario también que vayan gestionando el importante concepto de la
frustración.
Te disculpas cuando es necesario
Sí, así es. Los niños necesitan darse cuenta de que tú te responsabilizas de tus acciones… es el máximo ejemplo para que aprenda a responsabilizarse de las suyas. Por ejemplo, si en casa un día te sientes cansado/a y tu hijo está algo rebotado y sin pensarlo le gritas… sin duda es una situación incómoda que puede hacer que tu hijo se sienta mal y que tú te arrepientas por no haber controlado los nervios. Si esto ocurre o alguna situación parecida, acércate a tu hijo y pídele perdón.
Coméntale que en ocasiones hasta a los adultos les cuesta mantener el control de las emociones pero que lo sientes de corazón. Es un buen ejemplo de no querer escurrir el bulto y que además, tu hijo vea en primera persona qué es responsabilizarse de los errores y aprender de ellos.
Que tu hijo establezca los puntos
Es necesario que tu hijo sea capaz de establecer un vínculo entre lo que hace y lo que sucede señalando ejemplos en la vida real. Por ejemplo, podrías decirle algo como: ‘Debido a que has estudiado mucho has sacado buena nota en tu examen de matemáticas’ o quizá: ‘Como saltaste en el charco ahora tienes los zapatos empapados y tendrás que tenerlos así hasta llegar a casa’.
Es importante que los niños sean capaces de conectar lo que sucede con las consecuencias de ello. Cuanta más experiencias le hagas ver más fácil será para tu hijo identificar la causa-efecto y más sencillo será para él trabajar a través de su diálogo interno antes y después de sus propias acciones.
Pon en marcha la honestidad
Si quieres que tu hijo te diga la verdad intenta mantener la calma cuando estés mostrando tu insatisfacción sobre su comportamiento. Estar tranquilo y accesible hará que tu hijo sienta confianza para que en el futuro pueda confesar y aceptar sus acciones. En caso de tener miedo a las consecuencias preferirá mentir a decírtelo porque no confiará en tu reacción. Es prioritario que le digas a tu hijo que todo el mundo comete errores y lo que importa para hacerlo de otra manera la próxima vez y hacer que sea mejor sin consecuencias, es darse cuenta del error y aprender de él. Además, es importante alabar la honestidad.
Aceptar las consecuencias
No queremos decir que tengas que estar castigando a tu hijo a diestro y siniestro, sino que para ser responsable tendrá que aprender a aceptar las consecuencias de sus palabras, acciones y decisiones. Es la única forma de que entienda las normas y la disciplina. Si intentas salvarle de todo e intentar que no tenga ni consecuencias naturales solo para que no sufra, entonces… no sabrá de responsabilidad e incluso le costará madurar a un ritmo natural. Permite que entienda las consecuencias naturales de sus acciones.