作者:Sebas Asprilla 4 年以前
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Es un mundo más inestable, un mundo mucho más complejo, un mundo en ci que las perturbaciones desempeñan un papel muy importante, y donde una de las cuestiones clave es explicar como surge esa complejidad. La mayoría de los científicos naturales ya no cree que lo macroscópica pueda ser en principio deducid simplemente de un mundo microscópico más simple. Hoy muchos creen que los sistemas complejos se auto-organizan, y que en consecuencia ya no se puede considerar que la naturaleza sea pasiva.
Describe sistemas en equilibra a cercanos al equilibra pero no sistemas que están lejos del equilibra, aunque éstos son por lo menos tan frecuentes, si no más, que los sistemas en equilibrio. Las condiciones de un sistema que está lejos del equilibrio no son reversibles en el tiempo, como aquellos en los que basta conocer la “ley” y las condiciones iniciales para predecir sus estados futuros.
La importancia del análisis de sistemas complejos para el análisis de las ciencias sociales tiene vastos alcances. Es muy clara que los sistemas sociales históricos están compuestos por múltiples unidades interactuantes, caracterizadas por el surgimiento y la evolución de estructuras y organizaciones jerárquicas internas, y comportamientos espacio/temporales complejos. Por otra parte, además del tipo de complejidad que presentan los sistemas dinámicos no lineales con mecanismos fijos de interacción microscópica, los sistemas sociales históricos están formados par elementos individuales capaces de adaptación interna y de aprendizaje por media de la experiencia.
Los métodos de análisis de sistemas complejos ya se han aplicado en varias áreas, como el problema de la relación entre innovaciones estocásticamente generadas y fluctuaciones económicas de largo plazo, que parecen presentar las características del caos determinista. Además se puede mostrar cómo tecnologías rivales, en presencia de contrariedades crecientes de varios tipos, pueden quedar “encerradas” a pesar de la disponibilidad de alternativas superiores. El marco conceptual que ofrecen los sistemas evolutivos complejos desarrollados por las ciencias naturales ofrece a las ciencias sociales un conjunto coherente de ideas que concuerda con visiones que existen desde hace tiempo en las ciencias sociales, particularmente entre los que se resistieron a las formas de análisis nomotético inspiradas por la ciencia de los equilibrios lineales
El segundo gran desafió a la división tripartita del conocimiento en tres grandes reinos surgió del limite final “humanista” de la tensión entre las dos culturas. Ese desafió provino de lo que genéricamente podríamos llamar “estudios culturales”. Por supuesto, cultura era un término utilizado desde mucho tiempo antes, tanto por antropólogos como por estudiosos de las humanidades, pero generalmente no con esta nueva connotación más bien política. El estudio de la “cultura” como una cuasi-disciplina hizo explosión con sus programas, sus publicaciones, sus asociaciones y sus colecciones en las bibliotecas.
Básicamente el mismo problema surgía en la cuestión a veces formulada como lo local contra lo universal y otras veces como acción contra estructura. Se afirmaba que las estructuras y lo universal eran impersonales, eternas o por lo menos de muy larga duración y se encontraban más allá del control del esfuerzo humano. Pero no del todo más allá del control de cualquiera: las estructuras parecían ser manipulables por expertos, racionales y científicos, aunque no por las personas corrientes ni por los grupos que tenían menos poder dentro de las estructuras.
La expansión económica mundial implicó un salto cuantitativo en su escala, tanto para las maquinarias estatales y las empresas económicas, como para las organizaciones de investigación. Las principales potencias estimuladas sobre todo por la guerra fría empezaron a invertir en la gran ciencia y esa inversión se extendió a las ciencias sociales.
consecuencias de esos cambios en el mundo en relación con tres aspectos sucesivos.
La validez de las distinciones entre las ciencias sociales
Probablemente la más notable innovación académica después de 1945 fue la creación de los estudios de áreas como nueva categoría institucional para agrupar el trabajo intelectual El concepto apareció por primera vez en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial fue utilizado en los diez años siguientes al fin de la guerra y a continuación se extendió a universidades de otras partes del mundo.
Los estudios de área fueron entendidos como un campo tanto de estudios como de enseñanza en el que podía reunirse gran cantidad de personas, Estados Unidos, debido a su papel político de dimensión mundial, necesitaba conocer y por lo tanto tener especialistas acerca de las realidades actuales de esas regiones, especialmente en el momento en que esas regiones tenían cada vez mas actividad política.
Aunque los estudios de área se presentaban en el aspecto restringido de la multi disciplinaredad, su práctica ponía de manifiesto el hecho de que había una dosis considerable de artificialidad en las nítidas separaciones institucionales del conocimiento de las ciencias sociales. Los historiadores y los científicos sociales nomotéticos emprendieron por primera vez por lo menos en cantidad considerable el estudio de áreas no occidentales.
El grado en que el patrimonio heredado es parroquial.
La justificación puede hacerse sobre bases morales, prácticas, estéticas, políticas, a alguna combinación de todas ellas, pero todo el conocimiento institucionalizado avanza sobre la premisa de que las lecciones del caso presente tienen importancia para el próximo caso y que la lista de casos potenciales es, para cualquier fin práctico, interminable. Por supuesto que las afirmaciones de este tipo rara vez convencen de una vez y para siempre
El universalismo de cualquier disciplina o de grandes grupos de disciplinas se basa en una mezcla particular y cambiante de afirmaciones intelectuales y prácticas sociales. Esas afirmaciones y prácticas se alimentan mutuamente y son reforzadas a su vez por la reproducción institucional de la disciplina o división. El cambio en la mayoría de los casos adopta la forma de adaptación, una afinación continua, tanto de las lecciones universales supuestamente transmitidas, como de los modos de esa transmisión. Históricamente esto significa que una vez institucionalizada una disciplina sus afirmaciones universalistas son difíciles de desafiar con éxito, independientemente de cuál sea su plausibilidad intelectual presente.
Ahora podemos ver retrospectivamente que la apuesta a que las ciencias sociales nomotéticas eran capaces de producir conocimiento universal era realmente muy arriesgada. Porque a diferencia del mundo natural definido por las ciencias naturales, el dominio de las ciencias sociales no solo es un dominio en que el objeto de estudio incluye a los propios investigadores sino que es un dominio en el que las personas estudiadas pueden dialogar o discutir en varias formas con esos investigadores.
Las cuestiones debatidas en las ciencias naturales normalmente se resuelven sin necesidad de recurrir a las opiniones del objeto de estudio. En cambio la gente (o los descendientes de la gente) estudiada por los científicos sociales ha ido entrando cada vez más en la discusión, por voluntad de los investigadores o no, e incluso en muchos casos en contra de éstos. Esa intrusión ha ido adoptando cada vez más la forma de un desafió contra las pretensiones universalistas.
En conjunto, en el periodo 1945-1970 las opiniones científico sociales predominantes en Europa y Estados Unidos siguieron siendo dominantes también en el mundo no occidental. En realidad, en ese periodo las ciencias sociales académicas tuvieron un crecimiento considerable en el mundo no occidental, a menudo bajo la éjida o con la ayuda de instituciones occidentales que predicaban la aceptación de las disciplinas desarrolladas par ellas en Occidente como universalmente normativas.
El desafió al parroquialismo de la ciencia social desde fines de los años sesenta fue inicialmente, y quizá fundamentalmente, un desafió a su afirmación de representar el universalismo. Los críticos sostuvieron que en realidad era parroquial. Esa critica fue hecha par las feministas que desafiaban la orientación machista, por los diversos grupos que desafiaban el euro-centrismo y más tarde por muchos otros grupos que cuestionaban otras tendencias que percibían como inherentes a las premisas de las ciencias sociales.
El desafió al parroquialismo, sin embargo, ha ido más hondo que la cuestión de los orígenes sociales de los investigadores. Las “voces” nuevas entre los científicos sociales planteaban cuestiones teóricas que iban mis allá de la cuestión de los tópicos o los temas dc estudio legítimos, e incluso mis allá dcl argumento de que las evaluaciones son diferentes si se hacen desde perspectivas diferentes.
En 1978, Engelbert Mveng, catedrático africano, escribió un articulo titulado “De la sumisión a la sucesión” en el que decía: “Hay el Occidente concuerda con nosotros en que el camino hacia la verdad pasa par numerosos caminos distintos de los de la lógica aristotélica o tomista a de la dialéctica hegeliana. Pero es necesario descolonizar las propias ciencias sociales y humanas.
La afirmación de universalidad, con mis a menos calificaciones relevancia universal, aplicabilidad universal, validez universal no puede faltar en la justificación de las disciplinas académicas: es parte de los requisitos para su institucionalización.
Las tres divisiones principales del conocimiento contemporáneo (humanidades, ciencias naturales y ciencias sociales), así como las disciplinas que se consideran componentes de cada una de ellas, han luchado continuamente en una serie de frentes diferentes intelectual, ideológico y político para mantener sus distintas afirmaciones de universalidad. Esto se debe a que todas esas afirmaciones son desde luego históricamente especificas, concebibles únicamente desde dentro de determinado sistema social, impuesto siempre por medio de instituciones y prácticas históricas y, en consecuencia, perecedero.
La expectativa de universalidad, por muy sincera que sea su persecución, no ha sido satisfecha hasta ahora en el desarrollo histórico de las ciencias sociales. En los últimos años los críticos han denunciado severamente los fracasos y las inadecuaciones de las ciencias sociales en esa búsqueda.
El hecho de que las ciencias sociales construidas en Europa y Estados Unidos durante el siglo XIX fueran euro-céntricas no debe asombrar a nadie. El mundo europeo de la época se sentía culturalmente triunfante y en muchos aspectos lo era. Europa había conquistado el mundo tanto política como económicamente, sus realizaciones tecnológicas fueron un elemento esencial de esa conquista y parecía lógico adscribir la tecnología superior a una ciencia superior y a una superior visión del mundo. Parecía plausible identificar el éxito de Europa con el impulso hacia el progreso universal. El periodo entre 1914 y 1945 fue de shock, pues parecía desmentir las afirmaciones occidentales de progreso moral, pero en 1946 el mundo occidental cobró nuevos ánimos.
Es pues en el contexto de cambios en la distribución del poder en ci mundo cuando llegó al primer plano el problema del parroquialismo cultural de las ciencias sociales tal como se habían desarrollado históricamente. Representaba el correlato civilizatorio de la pérdida del dominio político y económico indiscutido de Occidente en el mundo.
Uno de los argumentos principales presentados para terminar con las exclusiones de personal en las estructuras del conocimiento fueron sus potenciales implicaciones para la adquisición de conocimiento válido. En el nivel más simple se decía que la mayoría de los científicos sociales de los últimos 200 años se habían estudiado a si mismos, como quiera que se definieran; e incluso los que estudiaban a “otros” tendían a definir a los otros como reflexiones de sí mismos a en contraste consigo mismos.
En este sentido esas demandas formaban parte de una demanda general para abrir las ciencias sociales. Eso no significa que todas las nuevas proposiciones adelantadas en nombre de nuevas teorizaciones fueran correctas o justificables; lo que si significa es que la empresa de inspeccionar nuestras premisas teóricas en busca de supuestos a priori no justificados es eminentemente válida y constituye, en muchos sentidos, una prioridad para las ciencias sociales en la actualidad.
La respuesta intelectual a esas preguntas fue esencialmente un compromiso incierto, y podría resumirse argumentando que analíticamente las áreas no occidentales eran iguales a las áreas occidentales, ¡pero no del todo! la principal forma que ci argumento adoptó fue la teoría de la modernización, que par supuesto se baso en muchas discusiones y premisa (explicitas e implícitas) de la literatura anterior de las ciencias sociales, pero en definitiva la literatura de la modernización adoptó una forma particular.
Los estudios de área afectaron también la estructura de los departamentos de historia y las tres ciencias sociales nomotéticas. Para la década de 1960 un número considerable de docentes de esos departamentos ya se había comprometido a realizar su trabajo empírico en torno a áreas no occidentales del mundo. Ese porcentaje era mayor en historia y menor en economía, con la ciencia política y la sociología entre ambos extremos. Eso significaba que las discusiones internas dentro de esas disciplinas inevitablemente fueron afectadas por el hecho de que los datos que se discutían, los cursos que los estudiantes debían tomar y los objetos de investigación legítimos se habían ampliado enormemente en términos geográficos
El tercero fue la consiguiente expansión extraordinaria, tanto cuantitativa como geográfica, del sistema universitario en todo el mundo, lo que condujo a la multiplicación del numero de científicos sociales profesionales.
definido por dos realidades geopolíticas nuevas: la llamada guerra fría entre Estados Unidos y la URSS.