por ximena gomez hace 3 años
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Los «aristócratas» venían a identificarlo con el que establecía la vieja Constitución francesa, en desuso tras varios siglos de absolutismo.
Los «anglófonos», menos interesados en el constitucionalismo histórico, se contentaban con adaptar a Francia el modelo monárquico británico.
Mirabeau, por su parte, llamó la atención sobre esta parlamentarización de la Monarquía británica y sostuvo la necesidad de tenerla en cuenta a la hora de articular en Francia una nueva Monarquía.
La cuarta tendencia, conformada por los patriotas e influenciada en gran medida por Rousseau, rechazaron el modelo monárquico en todas sus interpretaciones y se vieron obligados a construir una monarquía completamente nueva. La cual se plasmó en la constitución de 1791.
Pero fue durante la Restauración cuando el constitucionalismo británico alcanzó en Francia su mayor apogeo.Los publicistas franceses post- revolucionarios, así como los doctrinarios, se mostraron partidarios de articular una Monarquía similar a la británica y muy distinta de la de 1791. Una Monarquía que puso en planta la Carta de 1814, otorgada por Luis XVIII.
Blackstone, el jurista inglés más relevante del siglo XVIII, siguió insistiendo en el carácter mixto de la Constitución británica afirmando que en ella se combinaban las tres formas puras de gobierno, la monarquía, la aristocracia y la democracia.
el poder judicial lo ejercían unos jueces independientes, pero el principal Tribunal de Justicia era la propia Cámara de los Lores. Un hecho en el que Montesquieu no había reparado en su análisis de la Constitución inglesa y que había llevado a Locke a omitir el poder judicial en su clasificación de los poderes del Estado. Precisamente debido a esta unión entre los Lores y la judicatura, Blackstone insistía, como se ha visto, en la absoluta necesidad de separar el poder judicial del ejecutivo, pero no del legislativo
Al defender la responsabilidad política, y no meramente penal, del Gobierno, Burke consideraba necesario, asimismo, que el Parlamento controlase no sólo los actos jurídicos de aquél, sino también sus actos políticos o discrecionales, o, dicho de otro modo, no sólo la función ejecutiva del Gobierno, sino la que más tarde se llamaría función de dirección política del Estado o de indirizzo politico
En enero de 1776, Thomas Paine (1737-1809) publicaba una obra muy crítica con la Constitución británica y, en particular, con la Monarquía, que llevaba por título Common Sense. En esta obra, que gozó de una enorme popularidad, Paine adelantaba las claves de su pensamiento y de sus ideales políticos, que se pueden resumir en la defensa de una República basada en la soberanía popular, en la división de poderes y en el reconocimiento de los derechos «naturales» del hombre.
la Gran Bretaña podría servir de ejemplo como el país de las libertades públicas, pero no era desde luego un modelo de organización del Estado.
Esta dimisión se produjo como consecuencia de la moción de censura que el 20 de marzo de 1782 presentó la Cámara de los Comunes, deseosa de acabar la desastrosa guerra de América. El Primer Ministro, en el poder desde 1770, dimitió, a sabiendas de que tal moción prosperaría. Con él dimitió todo el Gabinete, menos el Lord Chancellor, cuyo cargo se consideraba de índole judicial. La dimisión de Lord North estaba cargada de simbolismo al seguir gozando de la confianza regia.
Poco después, en diciembre de 1783, el Monarca nombró Primer Ministro a Pitt el Joven, quien se vio obligado a gobernar en minoría hasta marzo de 1784. De esta manera se estableció la convención constitucional de que sólo cuando el Gabinete es derrotado por el Parlamento en una cuestión clave, el Primer Ministro está obligado a dimitir
Por otro lado, en ese mismo año de 1784, Pitt el Joven, deseando dejar de estar en minoría, solicitó y obtuvo de Jorge III la disolución de los Comunes. Una prerrogativa muy importante de la Corona, que desde entonces se trasladaría de hecho al Primer Ministro.
Otra cosa que contribuyó al desarrollo del sistema parlamentario fue gracias al bipartidismo de la política británica, este ayudó de forma decisiva a consolidarlo, y fueron considerados una pieza esencial del sistema político británico o también llamado constitución material.
Desde el triunfo de la revolución en 1688, tanto los Whigs como los Tories tuvieron conflictos en cada decisión importante de la política británica; esto se debe a que ambos discrepaban sobre cómo se relacionarían la stress partes que componían el parlamento: el Rey, los Lores y los Comunes
Walpole entendía que los partidos eran una pieza imprescindible del estado constitucional por más que su forma no fuera siempre coherente. Mientras que Bolingbroke pensaba lo contrario, por más que admitieran la legalidad de su existencia como una expresión del pluralismo político de la sociedad.
Hume consideraba que el equilibrio entre la Corona, los Lores y los Comunes era un rasgo encomiable de la Monarquía británica y digno de ser tenido en cuenta por otras Naciones , aunque reconocía que su contenido y alcance había dado lugar a la más profunda desavenencia entre los dos principales partidos británicos.
Por más que Hume defendiera la doctrina de una Constitución mixta y equilibrada y no mencionase para nada el papel del Gabinete y del Primer Ministro, no cabe duda de que introdujo importantes correcciones en esta doctrina, al subrayar problemáticas tales como la subordinación del ejecutivo al legislativo y el formalismo en el que se había convertido el veto regio a las leyes.
Ninguno de los documentos constitucionales que se aprobaron entre 1689 y 1701 modificaron de manera sustancial las competencias de que disfrutaba el monarca desde 1660. Sólo una fue destruida de forma incuestionable: la de crear y sostener una fuerza armada en tiempos de paz.
En cualquier caso, el pensamiento constitucional de Locke supuso un punto de partida inexcusable para el posterior debate político y constitucional en Gran Bretaña y, en realidad, en todo Occidente.
Pues bien, la parlamentarización de la Monarquía inglesa comenzó, muy tímidamente, durante el reinado de Ana I, quien sucedió a Guillermo III en 1702, ocupando el Trono de Inglaterra hasta 1714. En realidad, lo que ocupó desde 1707 fue el Trono del Reino Unido de Gran Bretaña, pues en ese año se aprobó la Ley de Unión con Escocia.
Por último, durante el reinado de Ana I se fue estableciendo una creciente homogeneidad dentro de los miembros del Gabinete, como consecuencia del desarrollo de los dos grandes partidos que habían nacido a mediados del siglo XVII: el tory y el whig. Al primero lo había apoyado la Iglesia anglicana, la Aristocracia terrateniente y la Corona; al segundo, los puritanos, la burguesía de las ciudades, la aristocracia ligada a los intereses comerciales y los partidarios del Parlamento.