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av ximena gomez 3 år siden

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Briton - El constitucionalismo británico entre dos revoluciones: 1688 - 1789

La Constitución británica tuvo una influencia significativa en el desarrollo del derecho constitucional liberal, especialmente en Francia. Durante la Asamblea Constituyente de 1789, varias corrientes de pensamiento en Francia vieron en el sistema británico un modelo a seguir para la nueva monarquía francesa.

Briton - El constitucionalismo británico entre dos revoluciones: 1688 - 1789

Briton - El constitucionalismo británico entre dos revoluciones: 1688 - 1789

Dos palabras sobre el influjo de la gran Bretaña en los orígenes del constitucionalismo francés y español

No hay Constitución que haya tenido una influencia tan grande en la formación del Derecho constitucional liberal como la Constitución británica, y ello tanto en el aspecto del Derecho positivo como en el de la teoría y de la técnica jurídico-constitucionales.
En el brillantísimo debate sobre la monarquía que se mantuvo en la Asamblea Constituyente de 1789 en Francia, tres de las tendencias: los «aristócratas», los «anglófonos» y Mirabeau; vieron en la Gran Bretaña una referencia fundamental para construir la nueva monarquía francesa.

Los «aristócratas» venían a identificarlo con el que establecía la vieja Constitución francesa, en desuso tras varios siglos de absolutismo.

Los «anglófonos», menos interesados en el constitucionalismo histórico, se contentaban con adaptar a Francia el modelo monárquico británico.

Mirabeau, por su parte, llamó la atención sobre esta parlamentarización de la Monarquía británica y sostuvo la necesidad de tenerla en cuenta a la hora de articular en Francia una nueva Monarquía.

La cuarta tendencia, conformada por los patriotas e influenciada en gran medida por Rousseau, rechazaron el modelo monárquico en todas sus interpretaciones y se vieron obligados a construir una monarquía completamente nueva. La cual se plasmó en la constitución de 1791.

Pero fue durante la Restauración cuando el constitucionalismo británico alcanzó en Francia su mayor apogeo.Los publicistas franceses post- revolucionarios, así como los doctrinarios, se mostraron partidarios de articular una Monarquía similar a la británica y muy distinta de la de 1791. Una Monarquía que puso en planta la Carta de 1814, otorgada por Luis XVIII.

Política y constitución durante las 3 primeras décadas del reinado de Jorge III (1760-1789)

Desde su acceso al Trono, en 1760, Jorge III se propuso reforzar sus prerrogativas en detrimento del poder del Gabinete, siguiendo el modelo paternalista y autoritario de Monarquía que había defendido Bolingbroke
Una responsabilidad que el propio Lord North defendió con toda claridad en 1778, al afirmar que los crímenes, faltas o errores cometidos por un miembro del Gobierno «debían atribuirse al colegio gubernamental en su conjunto y no a uno de sus miembros por separado»

Blackstone, el jurista inglés más relevante del siglo XVIII, siguió insistiendo en el carácter mixto de la Constitución británica afirmando que en ella se combinaban las tres formas puras de gobierno, la monarquía, la aristocracia y la democracia.

el poder judicial lo ejercían unos jueces independientes, pero el principal Tribunal de Justicia era la propia Cámara de los Lores. Un hecho en el que Montesquieu no había reparado en su análisis de la Constitución inglesa y que había llevado a Locke a omitir el poder judicial en su clasificación de los poderes del Estado. Precisamente debido a esta unión entre los Lores y la judicatura, Blackstone insistía, como se ha visto, en la absoluta necesidad de separar el poder judicial del ejecutivo, pero no del legislativo

Al defender la responsabilidad política, y no meramente penal, del Gobierno, Burke consideraba necesario, asimismo, que el Parlamento controlase no sólo los actos jurídicos de aquél, sino también sus actos políticos o discrecionales, o, dicho de otro modo, no sólo la función ejecutiva del Gobierno, sino la que más tarde se llamaría función de dirección política del Estado o de indirizzo politico

En enero de 1776, Thomas Paine (1737-1809) publicaba una obra muy crítica con la Constitución británica y, en particular, con la Monarquía, que llevaba por título Common Sense. En esta obra, que gozó de una enorme popularidad, Paine adelantaba las claves de su pensamiento y de sus ideales políticos, que se pueden resumir en la defensa de una República basada en la soberanía popular, en la división de poderes y en el reconocimiento de los derechos «naturales» del hombre.

la Gran Bretaña podría servir de ejemplo como el país de las libertades públicas, pero no era desde luego un modelo de organización del Estado.

Esta dimisión se produjo como consecuencia de la moción de censura que el 20 de marzo de 1782 presentó la Cámara de los Comunes, deseosa de acabar la desastrosa guerra de América. El Primer Ministro, en el poder desde 1770, dimitió, a sabiendas de que tal moción prosperaría. Con él dimitió todo el Gabinete, menos el Lord Chancellor, cuyo cargo se consideraba de índole judicial. La dimisión de Lord North estaba cargada de simbolismo al seguir gozando de la confianza regia.

Poco después, en diciembre de 1783, el Monarca nombró Primer Ministro a Pitt el Joven, quien se vio obligado a gobernar en minoría hasta marzo de 1784. De esta manera se estableció la convención constitucional de que sólo cuando el Gabinete es derrotado por el Parlamento en una cuestión clave, el Primer Ministro está obligado a dimitir

Por otro lado, en ese mismo año de 1784, Pitt el Joven, deseando dejar de estar en minoría, solicitó y obtuvo de Jorge III la disolución de los Comunes. Una prerrogativa muy importante de la Corona, que desde entonces se trasladaría de hecho al Primer Ministro.

Los dos primeros Jorges y el debate constitucional (1714-1760)

Tanto Jorge I como Jorge II no asistían a las reuniones del gabinete, lo que hacia que desconocieran ciertos temas sobre la situación de Inglaterra, mas nunca renunciaron por completo a participar en la función que tenían como gobernantes, estos desempeñaron durante su mandato un papel activo en todas las parcelas de gobierno.
Toda esta situación dio lugar a la creación y afianzamiento de los partidos políticos Tory y Whig. Sin embargo fue el partido Whig el que dominó la vida política inglesa durante el tiempo que Jorge I se montó al poder hasta el advenimiento de Jorge III, esto gracias a que se comprometió con la nueva dinastía de los Hannover. A este tiempo se le conoce como la época de la supremacía Whig.

Otra cosa que contribuyó al desarrollo del sistema parlamentario fue gracias al bipartidismo de la política británica, este ayudó de forma decisiva a consolidarlo, y fueron considerados una pieza esencial del sistema político británico o también llamado constitución material.

Desde el triunfo de la revolución en 1688, tanto los Whigs como los Tories tuvieron conflictos en cada decisión importante de la política británica; esto se debe a que ambos discrepaban sobre cómo se relacionarían la stress partes que componían el parlamento: el Rey, los Lores y los Comunes

Walpole entendía que los partidos eran una pieza imprescindible del estado constitucional por más que su forma no fuera siempre coherente. Mientras que Bolingbroke pensaba lo contrario, por más que admitieran la legalidad de su existencia como una expresión del pluralismo político de la sociedad.

Hume consideraba que el equilibrio entre la Corona, los Lores y los Comunes era un rasgo encomiable de la Monarquía británica y digno de ser tenido en cuenta por otras Naciones , aunque reconocía que su contenido y alcance había dado lugar a la más profunda desavenencia entre los dos principales partidos británicos.

Por más que Hume defendiera la doctrina de una Constitución mixta y equilibrada y no mencionase para nada el papel del Gabinete y del Primer Ministro, no cabe duda de que introdujo importantes correcciones en esta doctrina, al subrayar problemáticas tales como la subordinación del ejecutivo al legislativo y el formalismo en el que se había convertido el veto regio a las leyes.

La revolución de 1688 y los reinados de Guillermo III y Ana I

El enfrentamiento entre el Parlamento inglés y Jacobo II, que había pretendido restablecer el catolicismo romano como religión de Inglaterra, concluyó cuando en 1688 el primero obligó a abdicar al monarca, que se exilió en Francia, en donde moriría en 1701.
El triunfo de la revolución de 1688 supuso el punto de partida irreversible del Estado constitucional en Inglaterra. En el Bill of Rights del 13 de febrero de 1689.

Ninguno de los documentos constitucionales que se aprobaron entre 1689 y 1701 modificaron de manera sustancial las competencias de que disfrutaba el monarca desde 1660. Sólo una fue destruida de forma incuestionable: la de crear y sostener una fuerza armada en tiempos de paz.

En cualquier caso, el pensamiento constitucional de Locke supuso un punto de partida inexcusable para el posterior debate político y constitucional en Gran Bretaña y, en realidad, en todo Occidente.

Pues bien, la parlamentarización de la Monarquía inglesa comenzó, muy tímidamente, durante el reinado de Ana I, quien sucedió a Guillermo III en 1702, ocupando el Trono de Inglaterra hasta 1714. En realidad, lo que ocupó desde 1707 fue el Trono del Reino Unido de Gran Bretaña, pues en ese año se aprobó la Ley de Unión con Escocia.

Por último, durante el reinado de Ana I se fue estableciendo una creciente homogeneidad dentro de los miembros del Gabinete, como consecuencia del desarrollo de los dos grandes partidos que habían nacido a mediados del siglo XVII: el tory y el whig. Al primero lo había apoyado la Iglesia anglicana, la Aristocracia terrateniente y la Corona; al segundo, los puritanos, la burguesía de las ciudades, la aristocracia ligada a los intereses comerciales y los partidarios del Parlamento.