por María Fernanda Torres Zapata hace 2 años
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El concierto europeo se basó en el respeto del statu quo, en el reconocimiento de la existencia de factores que limitaban el poder de cada Estado como consecuencia del poder de las otras grandes potencias. La idea se aplicó únicamente a Europa.
En el último cuarto del siglo XIX tuvo lugar una intensa carrera interestatal de armamentos, junto con la extensión y profundización de la expansión europea en el mundo de ultramar. El concierto europeo se resquebrajó.
Invocaba el principio soberano de “América para los americanos”, pero establecía de hecho la incumbencia norteamericana en el ámbito continental.
EEUU impulsaba ahora, en la era del imperialismo, una traducción de su liderazgo continental por medio de la promoción de Conferencias que buscaban unir a todos los Estados Americanos.
Por otro lado, esa orientación profundizó las diferencias regionales, en función de las diversas “vías nacionales” a través de las cuales se llevó a cabo.
Búsqueda de una identidad latinoamericana y nacional, recortada frente a los imperialismos que la amenazaban.
La otra cara de la “modernización” fue el incremento de la dependencia con respecto a la economía de los países centrales, y la acentuación de los contrastes, tanto entre las diferentes naciones, como entre las diversas regiones con dispares vínculos con la “economía europea”.
Las apetencias de las economías europeas, en este período de crecimiento de las economías industrializadas y de expansión sobre nuevos territorios, encontraron en América Latina un espacio propicio para la obtención de materias primas y un mercado en crecimiento para la colocación de productos de elaboración industrial.
consolidaron un modelo de crecimiento económico basado en la especialización productiva, en la explotación extensiva y en la dependencia de los mercados exteriores.
Fue fundamental, en ese sentido, el papel desempeñado por Inglaterra en la construcción del transporte ferroviario, así como en el desarrollo de los mecanismos financieros y crediticios, y por su condición de mercado consumidor de los bienes producidos en la región. También EEUU iría ganando terreno, y su presencia en el continente llegaría a ser predominante a través de la participación directa en la explotación de minerales y, fundamentalmente, en la agricultura tropical en Centroamérica y el Caribe.
En ellas floreció una incipiente burguesía, vinculada con las actividades comerciales, y muchas veces con los intereses de las potencias imperialistas.
Se mantuvieron fuertes lazos con los intercambios mundiales vía la entrada de materias primas que no competían con la producción nacional e insumos intermedios de los que ésta carecía.
La inversión internacional aumentó aun más rápidamente. El flujo de dinero fue importante tanto para el rápido desarrollo de gran parte de los países que los recibían como para los que invertían en ellos. El capital británico estuvo a la cabeza de las inversiones internacionales.
. Los grandes capitales, por ejemplo, en lugar de abrir una nueva línea de ferrocarril en Gran Bretaña podían dirigirse hacia la periferia donde eran requeridos para abaratar el traslado de los alimentos y de las materias primas requeridos por el taller del mundo.
Los ferrocarriles atrajeron la mitad de las inversiones inglesas en el exterior y las ganancias procedentes de otros países en este rubro fueron casi dos veces superiores a las obtenidas en el Reino Unido.
Los principales receptores fueron países de rápido desarrollo industrial, reciente colonización europea y algunas colonias claves. En 1914, tres cuartas partes de la inversión exterior británica fueron hacia Estados Unidos, Australia, Argentina, Sudáfrica e India.
En la primera década del siglo XX los inmigrantes, la llegada de los extranjeros significó salarios más bajos.
En Australia y Estados Unidos, los sindicatos apoyaron las restricciones a la inmigración y los más afectados fueron los inmigrantes procedentes de Japón y China.
Gran Bretaña fue el centro organizador de esta economía cada vez más global
El papel hegemónico de la principal potencia colonial se basó en la influencia dominante de sus instituciones comerciales y financieras, como también la coherencia entre su política económica nacional y las condiciones requeridas por la integración económica mundial.
La primacía del mercado mundial fue posibilitada por los avances en las tecnologías del transporte y las comunicaciones: el ferrocarril, las turbinas de vapor (que incrementaron la velocidad de los nuevos buques), la telegrafía a escala mundial y el teléfono
La integración de las distintas economías nacionales se concretó a través de la especialización.
Cada región se dedicó a producir aquello para lo cual estaba mejor dotada: los países desarrollados, los bienes industriales; los que contaban con recursos naturales, alimentos y materias primas. El patrón oro aseguró que los intercambios comerciales y los movimientos de capital tuvieran un referente monetario seguro y estable.
Con la aceptación del patrón oro se renunciaba a la posibilidad de devaluar la moneda para mejorar la posición competitiva de los productos nacionales: los gobiernos no podían imprimir dinero ni reducir los tipos de interés para inyectar estímulos a la inversión y aliviar el desempleo en momentos de recesión. La evolución de la economía nacional quedaba atada a la preservación de la confiabilidad ganada por la moneda en el escenario internacional.
En el capitalismo de laissez-faire que fue positivo para el crecimiento económico global hubo algunos ganadores y muchos perdedores. Se beneficiaron figuras vinculadas con distintas actividades y localizadas en diferentes zonas del mundo: banqueros de Londres, fabricantes alemanes, ganaderos argentinos, productores de arroz indochinos.
El movimiento obrero se mostró ambiguo en el debate sobre proteccionismo y libre cambio
al. El conflicto social no podía controlarse solo a través de la represión y los gobiernos tuvieron que reconocer que el liberalismo ortodoxo obstaculizaba sus posibilidades de ganar apoyos en un electorado que incluía cada vez más a los miembros del mundo del trabajo. En la era del imperialismo, algunos gobiernos –mucho de ellos conservadores– exploraron las posibilidades de medidas relacionadas con el bienestar social.
Durante la Conferencia de Berlín, las principales metrópolis, Alemania, Francia, Inglaterra y Portugal, optaron por evitar la existencia de fronteras comunes entre sus nuevos dominios y reconocieron la potestad de Leopoldo II sobre vastos territorios de África central.
En 1875, excepto África del Sur, la presencia europea seguía siendo periférica: las naciones occidentales controlaban únicamente el 10% del continente. En 1914 solo existían dos Estados independientes: Liberia y Etiopía. Francia y Gran Bretaña fueron las principales beneficiadas por el reparto de África.
El principal interés de Gran Bretaña y Francia se concentró en los territorios del norte de África.
La penetración europea fue motorizada por Francia con el desembarco en la costa argelina en 1830.
En cambio, los franceses y los ingleses no solo retuvieron sus posesiones en África occidental –Senegal y Costa de Marfil
La influencia francesa se extendió a Egipto, donde apoyó la construcción del canal de Suez, inaugurado en 1869.
Inmediatamente Gran Bretaña decidió controlar esta vía de comunicación, decisiva para preservar sus intereses imperiales en la India.
Francia, excluida de Egipto, avanzó decididamente sobre Túnez y con mayores dificultades sobre Marruecos, donde debió enfrentar la resistencia de Alemania en dos ocasiones, en 1905 y en 1911. Al mismo tiempo, intentó llegar a las fuentes del Nilo avanzando desde Senegal.
Finalmente Gran Bretaña y Francia pusieron fin a su rivalidad en África: la primera reconoció el predominio francés en la costa del Mediterráneo –excepto Egipto– y Francia aceptó que el Valle del Nilo quedara en manos de los ingleses. La delimitación de las soberanías en el ámbito colonial permitió avanzar en la formación de la Triple Entente.
Entre 1881 y 1912, todos los territorios de la costa mediterránea de África fueron ocupados por un país europeo. La última anexión fue la de las provincias otomanas de Cirenaica y Tripolitania (Libia), concretada por Italia en 1912 con la anuencia de Francia, que así se aseguró el control de Marruecos.
Después de la derrota de Napoleón, en el Congreso de Viena de 1815 la colonia pasó a manos de Gran Bretaña, que impuso la abolición de la esclavitud.
Los afrikáners emigraron hacia el norte para fundar las repúblicas autónomas de Orange y Transvaal, mientras que Gran Bretaña mantuvo su predominio en las colonias de Natal y El Cabo.
Los descubrimientos de yacimientos de diamantes en 1867 y de oro en la década de 1880 condujeron al enfrentamiento entre ingleses y bóers, que competían para aprovecharse de esas riquezas.
La creación de compañías mineras exitosas, como la British South Africa Company, con la actividad política y recurrió al uso de la fuerza para acabar con la autonomía de los bóers.
La guerra anglo-bóer estalló en 1899, y aunque al año los británicos ya habían demostrado su superioridad militar, los bóers continuaron resistiendo a través de la guerra de guerrillas. Después de la brutal represión de los militares británicos, estas poblaciones se rindieron en 1903.
Creación de la Unión Sudafricana en 1910, las dos repúblicas autónomas –Transvaal y Orange– y las dos colonias británicas –El Cabo y Natal– fueron englobadas en un mismo país bajo la supervisión británica, con una destacada autonomía para los afrikáners y con un régimen unitario, en contraste con el federal adoptado en Canadá y Australia.
Los miembros del Parlamento fueron elegidos básicamente por la minoría blanca. Los coloureds, o mestizos, contaron en principio con derechos políticos que se fueron restringiendo según avanzaba el poder de los afrikáners y se reducía el de los anglosajones.
El inglés y el holandés se establecieron como idiomas oficiales, el afrikáans no fue reconocido como idioma oficial hasta 19252.
La legislación segregacionista se extendió a partir de 1910:
a Native Labor Act: impuso a los trabajadores urbanos negros severas condiciones de sumisión
La Native Land Act destinó el 7% del territorio nacional a reservas para ubicar a los negros.
En 1912 se creó el Congreso Nacional Africano, con el objetivo de defender de forma no violenta los derechos civiles y los intereses de los negros africanos.
Enfasis en los cambios constitucionales a través de las peticiones y las movilizaciones pacíficas.
Los bóers pretendían la acabada independencia mientras que la mayoría africana, sometida por ambas comunidades europeas, careció de derechos.
Los europeos llegaron a las costas africanas en el siglo XV buscando el camino hacia las especias.
La esclavitud incremento con la llegada de los comerciantes árabes a la costa oriental africana.
Los portugueses comenzaron el tráfico transatlántico de hombres en la costa occidental de África a mediados del siglo XV. Inmediatamente se sumaron España, Francia, Holanda y Dinamarca.
Los ingleses, que llegaron más tarde, acabaron teniendo el liderazgo en el comercio negrero en relación con la explotación de azúcar en las Antillas y como proveedores de otros Estados.
Inicios de ideología racista que negó a los negros la condición de seres humanos.
La Compañía Holandesa de la Indias Orientales, en su afán de contar con una sólida parada para el aprovisionamiento de las flotas que iban hacia Asia, decidió fundar una colonia. Los primeros colonos holandeses llegaron a Ciudad del Cabo en 1652, para dedicarse a la producción agrícola y ganadera.
En general las fronteras políticas no coincidían con las étnicas.
Entre los imperios anteriores a la colonización resaltaban los de África Occidental:
Zimbabwe
Kanem-Bornou
Mali
Ghana
Irak fue una zona de interés para los ingleses dada su ubicación en la ruta a la India, y para Alemania, a quien el sultán concedió los derechos de construcción y explotación del ferrocarril Berlín-Bagdad. A principios del siglo XX, estas dos potencias, junto con Holanda, avanzaron hacia la exploración y explotación de yacimientos petroleros.
China
China, en cambio, se consideraba autosuficiente, rechazaba el intercambio con países extranjeros, al que percibía como contrario al prestigio nacional. Su apego a los valores de su propia civilización y su desprecio hacia los extranjeros significó que se dieran muy pocos casos de “colaboracionismo”.
La segunda diferencia fue que China contaba con una unidad política más consistente.
Si bien la dinastía manchú careció de los recursos y la cohesión que distinguió a los promotores de la modernización japonesa, no había llegado a hundirse como ocurrió con el Imperio mogol cuando los británicos avanzaron sobre la India.
La exitosa revolución Meiji y el agotamiento del Imperio manchú hicieron posible que Japón se expandiera en Asia oriental, desplazando la secular primacía de Beijing. Las exitosas guerras, primero contra China (1894-1895) y después el Imperio zarista (1904-1905), abrieron las puertas a la expansión de Japón en Asia oriental.
India
En la India, el comercio jugaba un destacado papel económico. Muchos de los gobernantes de las regiones costeras que promovían esta actividad no pusieron objeciones a la penetración comercial de los extranjeros y colaboraron en su afianzamiento.
A fines de ese siglo se convirtió en una colonia estatal. Un rasgo distintivo de esta región fue su fuerte heterogeneidad: millares de islas, cientos de lenguas y diferentes religiones, aunque la musulmana fuera la predominante.
El régimen de explotación de los nativos fue uno de los más crueles. Los holandeses redujeron a la población a la condición de fuerza de trabajo de las plantaciones, sin reconocer ninguna obligación hacia ella.
El islam, que había llegado al archipiélago vía la actividad de los comerciantes árabes procedentes de la India, adquirió creciente gravitación como fuente de refugio y vía de afianzamiento de la identidad del pueblo sometido.
La educación llegó a las masas a través de las mezquitas, a las que arribaron maestros musulmanes procedentes de la Meca y la India.
Tanto Vietnam como Laos y Camboya, aunque eran independientes, pagaban tributo a China y le reconocían cierta forma de señorío feudal.
A partir de la guerra franco-prusiana Francia encaró la conquista sistemática del resto del territorio. Luego de duros combates con los annamitas y de vencer la resistencia china se impuso un acuerdo en 1885, por el que Annam y Tonkín (zonas del actual Vietnam) ingresaron en la órbita del Imperio francés.
El protectorado de Laos se consiguió de manera más pacífica cuando Tailandia cedió la provincia en 1893. Indochina, resultado de la anexión de los cinco territorios mencionados, quedó bajo la autoridad de un gobernador general dependiente de París.
Al mismo tiempo los franceses, definitivamente desalojados de la India, buscan más hacia oriente mercados para sus productos de ultramar y materias primas baratas.
Cuando se inicia la instalación francesa, Vietnam era un país unificado, cuya capital, Hué, se ligaba con las dos grandes ciudades, Hanoi en el norte y Saigón en el sur, a través de la “gran ruta de los mandarines”.
Había adquirido sólidas características nacionales; en lengua vietnamita se habían escrito importantes obras literarias, su escultura y arquitectura reconocían la influencia china, pero tenía características bien diferenciadas.
A mediados de los años 70, Londres pretendió hacer de Afganistán un Estado tributario, pero la violenta resistencia de los afganos –apoyada por Rusia– lo hizo imposible.
Desde el siglo XVI los europeos llegaron a Indochina: primero los portugueses, luego los holandeses, los ingleses y los franceses.
Singapur, junto con Penang y Malaca, integraron la colonia de los Establecimientos de los Estrechos.
Para su producción, los británicos recurrieron a la inmigración masiva de chinos e indios, mientras los malayos continuaban con sus cultivos de subsistencia.
Birmania (Myanmar).
La conquista de esta última fue muy costosa: hubo tres guerras.
Beluchistán (actualmente parte de Pakistán).
Los protectorados de Cachemira (actualmente dividido entre India y Pakistán).
Afán de controlar las rutas que conducían hacia el sur de Asia.
El reforzamiento de su base en la India permitió a Gran Bretaña forzar las puertas de China reduciendo el poder de los grandes manchúes, y convertir el resto de Asia en una dependencia europea, al mismo tiempo que establecía su supremacía en la costa arábiga y adquiría el control del Canal de Suez.
Estos, además, se vieron severamente perjudicados por la reorganización de la agricultura, que fue orientada hacia los cultivos de exportación.
La administración colonial utilizó los ingresos de la colonia para el financiamiento de sus gastos militares.
Los mayores fueron Haiderabad (centro) y Cachemira (noreste); los pequeños comprendían solo algunas aldeas. Muchos de estos príncipes musulmanes eran fabulosamente ricos.
Ejercían un poder absoluto y no existía la separación entre los ingresos del Estado y su patrimonio personal.
El subcontinente indostánico estaba demasiado dividido y era demasiado heterogéneo para unificarse bajo las directivas de una aristocracia disidente con cierta ayuda de los campesinos, como sucedió en Japón.
A fines del siglo XVIII, derrotó a Francia, su principal rival. A mediados del siglo XIX, la mencionada Compañía ya se había convertido en la principal fuente de poder.
Su victoria fue posibilitada, en gran medida, por la decadencia del Imperio mogol y las rivalidades entre los poderes locales.
Las grandes revueltas de 1857-58 fueron el último intento de las viejas clases dirigentes por expulsar a los británicos y restaurar el Imperio mogol.
Una vez reprimido el levantamiento, la administración de la Compañía de las Indias Orientales quedó sustituida por el gobierno directo de la Corona británica.
Por último, la experiencia de Japón, que frente al desafío de Occidente llevó a cabo una profunda reorganización interna a través de la cual no solo preservó su independencia sino que logró erigirse en una potencia imperialista.
Imperios que mantuvieron su independencia formal, pero fueron obligados a reconocer zonas de influencia y a entregar parte de sus territorios al gobierno directo de las potencias: los casos de Persia y China.
Imperios y reinos derrotados militarmente convertidos en colonias, como los del subcontinente indio, de Indochina y de Indonesia.
Aplicó un estricto paternalismo sostenido por tres pilares: la administración colonial, la Iglesia católica y las empresas capitalistas.
Francia, más centralizadora, entregó a una administración europea la conducción total de los territorios.
Puso en práctica el indirect rule (gobierno indirecto).
En el segundo, la presencia imperial se hacía sentir directamente.
En el primer caso – que se aplicó en la región mediterránea y después en las ex colonias alemanas– las naciones “protectoras” ejercían teóricamente un mero control sobre autoridades tradicionales
En Canadá, Uruguay, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Chile, el sur de Brasil las lucrativas exportaciones de granos, carnes y café alentaron la afluencia de inmigrantes y la expansión de grandes ciudades que estimularon la producción de bienes de consumo para la población local. Aquí hubo incentivos para promover una incipiente industrialización.
Crecimiento económico a través del incremento de las exportaciones.
En cambio, en los países semi-soberanos, sus grupos dominantes pudieron instrumentar medidas teniendo en cuenta sus intereses y los de otras fuerzas internas con capacidad de presión.
Pero además, tanto en la esfera colonial como en la de las colonias informales, coexistieron desarrollos económicos desiguales en virtud de los distintos tipos de organizaciones productivas.
Tanto en Latinoamérica como en las Indias Orientales Holandesas, el cultivo del azúcar, por ejemplo, estuvo asociado a la presencia de oligarquías reaccionarias y masas empobrecidas.
En cambio, los cultivos basados en la labor de pequeños y medianos agricultores y en los que el trabajo forzado era improductivo –los casos del trigo, el café, el arroz, el cacao– ofrecieron un marco propicio para la constitución de sociedades más equilibradas y con un crecimiento económico de base más amplia.
Los lazos económicos que Gran Bretaña forjó con determinadas colonias –Egipto, Sudáfrica y muy especialmente la India– tuvieron una importancia central para conservar su predominio.
La India fue una pieza clave de la estrategia británica global: era la puerta de acceso para las exportaciones.
Los éxitos económicos británicos dependieron en gran medida de las importaciones y de las inversiones en los dominios blancos, Sudamérica y Estados Unidos.
La expansión de un pequeño número de Estados desembocó en el reparto de África y el Pacífico, así como también en la consolidación del control sobre Asia.
El escenario latinoamericano no fue incluido en el reparto colonial, pero se acentuó su dependencia de la colocación de los bienes primarios en el mercado mundial.
El crecimiento económico de los países de esta región dependió del grado de integración en la economía global del último cuarto del siglo XIX.
Abrir nuevos mercados y campos de inversión para evitar el estancamiento de la economía nacional.
Además, según su discurso, las culturas superiores tenían la misión de civilizar a las razas inferiores.
En el marco de la gran depresión (1873-1895)
En el caso de los socialistas, algunos dirigentes de la Segunda Internacional también adjudicaron a la expansión europea un significado civilizador. El debate fue especialmente álgido en el congreso de Stuttgart, en 1907.
Pero también hubo liberales que rechazaron la colonización como una empresa “civilizadora”.
Dirigentes liberales de la época –Joseph Chamberlain en Gran Bretaña y Jules Ferry en Francia.
Imperialismo para sostener una política expansionista apoyada por el Estado y basada en un fuerte potencial militar que garantizaría la superioridad de la propia nación.
Estados Unidos y Japón, interesados en el zona del Pacífico, fueron los últimos en presentarse en escena.
Gran Bretaña: fue el único país que, en la primera mitad del siglo XIX, ya tenía un imperio colonial.
Francia fue pionera en la gestación de grupos de derecha radical tan antiliberales y anti- socialistas como capaces de ganar adhesiones entre los sectores populares.
Las ligas nacionalistas emergieron en Alemania en los años 80 como instrumento de presión a favor de una política imperialista en la que Bismarck no se había embarcado.
Los sindicatos católicos lograron mayor arraigo en las ciudades pequeñas y en el campo que en los grandes enclaves industriales urbanos donde tuvieron dificultades para competir con los socialistas.
En el plano interno, las ligas fueron decididamente antisocialistas y antisemitas, además propiciaron la eliminación de las culturas minoritarias como las de los polacos.
La Iglesia Católica rechazó decididamente al liberalismo a través de las opiniones vertidas por el papa Pío IX en el documento Syllabus y la encíclica Quanta Cura publicadas en 1864.
Hasta el último cuarto siglo XIX, las fuerzas conservadoras fueron el principal rival de los liberales.
Proyecto Liberal:
La creación de un sistema constitucional que regulara las funciones del gobierno.
Las instituciones que garantizaran la libertad individual.
El debilitamiento de las aristocracias terratenientes, junto con el fortalecimiento de la burguesía y la creciente gravitación de los sectores medios y de la clase obrera, gestaron el terreno propicio para el avance de la democracia.
Aparición de nuevos actores, los partidos políticos, y la aprobación de leyes sociales desde el Estado.
Ampliación del sufragio apareció asociada con el fraude electoral.
El cuestionamiento de la nueva derecha al liberalismo fue más radical que la del socialismo. Este último rechazaba el capitalismo, pero adhería a principios básicos de la revolución burguesa: la fe en la razón y en el progreso de la humanidad. La derecha radical en cambio, inauguró una política en un nuevo tono que rechazó la lógica de la argumentación y apeló a las masas en clave emocional para recoger sus quejas e incertidumbres frente a los hondos cambios sociales y el impacto de la crisis económica.
La política de la democracia apareció asociada con la creciente gravitación de los elementos lengua, raza, religión, tierra, pasado común que se proponían como propios de cada nacionalidad.
Con la ampliación del cuerpo electoral, los acuerdos entre los notables cedieron el paso a las decisiones de los partidos políticos.
No obstante, desde fines del siglo XIX hasta la Gran Guerra se produjo un avance significativo de la política democrática en la mayoría de los países europeos
La mínima intervención del Estado en la economía.
Defensa de los derechos humanos y civiles.
La industria británica perdió vigor y Alemania junto a Estados Unidos pasaron a ser los motores industriales del mundo.
Las experiencias de Rusia y Japón fueron especialmente espectaculares. Ambos iniciaron su rápida industrialización partiendo de economías agrarias atrasadas, casi feudales.
En el impulso hacia la industria, sus gobiernos desempeñaron un papel clave promoviendo la creación de la infraestructura, atrayendo inversiones y subordinando el consumo interno a las exigencias del desarrollo de la industria pesada.
La apital francés por ejemplo, tuvo un papel destacado en el crecimiento de la industria rusa.
A pesar que entre 1880 y 1914 la industrialización se extendió con diferentes ritmos y a través de procesos singulares, las distintas economías nacionales se insertaron cada vez más en la economía mundial.
El amplio sistema de comercio multilateral hizo posible el significativo crecimiento de la productividad de 1880 a 1914. Simultáneamente se profundizó la brecha entre los países industrializados y las vastas regiones del mundo sometidas a su dominación.
En la era del imperialismo, la economía atravesó dos etapas: la gran depresión (1873-1895) y la belle époque hasta la Gran Guerra. La crisis fue en gran medida la consecuencia no deseada del exitoso crecimiento económico de las décadas de 1850 y 1860, la primera edad dorada del capitalismo.
Los éxitos del capitalismo liberal a partir de mediados del siglo XIX desembocaron en la intensificación de la competencia, tanto entre industrias que crecieron más rápidamente que el mercado de consumo como entre los Estados nacionales, cuyo prestigio y poder quedaron fuertemente asociados a la suerte de la industria nacional. El crecimiento económico fue cada vez más de la mano con la lucha económica que servía para separar a los fuertes de los débiles y para favorecer a los nuevos países a expensas de los viejos.
La gran depresión no fue un colapso económico sino un declive continuo y gradual de los precios mundiales. En el marco de la deflación, derivada de una competencia que inducía a la baja de los precios, las ganancias disminuyeron. Las reducciones de precio no fueron uniformes. Los descensos más pronunciados se concretaron en los productos agrícolas y mineros suscitando protestas sociales en las regiones agrícolas y mineras.
Desde mediados de los años 90, los precios comenzaron a subir y con ellos los beneficios.
Los tres imperios de mayor antigüedad, el persa, el chino y el otomano, con sus vastos territorios y añejas culturas, no cayeron bajo la dominación colonial, pero también fueron profundamente impactados por la expansión imperialista.
En el seno de los mismos se gestaron diferentes respuestas. Mientras unos sectores explotaron los sentimientos anti- extranjeros para restaurar el orden tradicional, otros impulsaron las reformas siguiendo la huella de Occidente, y algunos plantearon la modernización económica, pero evitando la occidentalización cultural.
las mezquitas se abrieron para dar asilo a quienes protestaban
El avance de las tropas zaristas en 1911 condujo a la clausura del nuevo órgano legislativo.
En el caso de China, las derrotas en las llamadas “Guerras del opio” de 1839 a 1842, y posteriormente de 1856 a 1860, significó el principio del fin del Imperio manchú.
nicialmente, el comercio británico con China fue deficitario. Los chinos apenas estaban interesados en la lana inglesa y algunos productos de metal. En cambio, la Compañía de las Indias Orientales incrementaba continuamente sus compras de té.
Frente a esta situación los británicos recurrieran a un producto: el opio que iba a darles importantes márgenes de beneficio, contrarrestando así el déficit con los chinos.
La Compañía de las Indias Orientales, que gozaba del monopolio de la manufactura del opio en la India, organizó el ingreso del opio en China. El opio se vendía en subasta pública y era posteriormente transportado a China por comerciantes privados británicos e indios autorizados
El tráfico de opio hacia China llegó a convertirse, durante un tiempo, en piedra angular del sistema colonial inglés. La producción en la India se convirtió en la segunda fuente de ingresos de la corona británica gracias a la explotación del monopolio que poseía la Compañía de las Indias Orientales.
El tratado de Nanking firmado en 1842 reconoció casi todas las exigencias de Gran Bretaña. Se abrieron nuevos puertos al comercio británico y los ingleses, en caso de ser acusados de algún delito, serían juzgados por sus propios tribunales consulares. Las atribuciones del gobierno chino en el plano comercial fueron limitadas y, además, la isla de Hong Kong pasó a manos de Londres por un lapso de 150 años, con la doble función de centro comercial y base naval.
Este resultado alentó la irrupción de otras potencias: Estados Unidos, Francia y Rusia forzaron a China a la firma de los llamados Tratados Desiguales. En 1860 China se vio obligada a abrir otros once puertos al comercio exterior, los extranjeros gozaron de inmunidad frente a la legislación china y se autorizó a los misioneros a propagar la religión cristiana.
Simultáneamente, el imperio estuvo a punto de ser aniquilado por movimientos revolucionarios; el más importante fue la insurrección Taiping (1851-1864), que estableció una dinastía rival a la manchú y se adueñó de buena parte de China Central y Meridional.
China Central y Meridional.
Adopción de elementos occidentales en el campo tecnológico, militar y educativo.
La guerra con Japón (1894-1895) le imprimió un nuevo giro a la historia de China: dio paso a una gravísima crisis nacional que desembocaría en la caída del imperio en 1911.
China reconoció la independencia de Corea y cedió Formosa a Japón
Con la adquisición de Filipinas en 1898, Estados Unidos ganó presencia en el Pacífico y en defensa de sus intereses comerciales se opuso a la existencia de esferas de influencia exclusiva de otras potencias en el territorio. Indirectamente contribuyó a mantener la unidad de China, especialmente por la cláusula que dejaba en manos del gobierno central la recaudación aduanera en todas las regiones.
En la segunda mitad del siglo XIX, con el avance de los gobiernos europeos, sobre todo Inglaterra y Francia, y a través de la penetración del comercio y de las inversiones extranjeras, el norte de África quedó desvinculado de la autoridad del sultán.
. En Estambul ganó terreno el nacionalismo turco, mientras que en otras áreas del mundo musulmán algunas figuras del campo intelectual proponían la revisión y revitalización del islam.
La expansión europea no solo profundizaba la crisis económica y política del imperio: también cuestionaba la identidad musulmana en el plano cultural y religioso, poniendo en evidencia las debilidades de una civilización que había competido exitosamente con Europa.
Este modernismo islámico fue esencialmente un movimiento intelectual y no dio lugar a organizaciones duraderas, pero perduró como corriente de pensamiento interesada en compatibilizar la interpretación del islam con la reforma sociopolítica del mundo musulmán.
En la década de 1780 Gran Bretaña ocupó el territorio australiano con el establecimiento de una colonia penal en la costa oriental. En el siglo XIX la población europea se fue asentando en diversos núcleos del litoral y desarrolló inicialmente una actividad agraria de subsistencia que rápidamente evolucionó hacia una especialización ganadera.
Hasta mediados de siglo, los squatters –ganaderos con un alto número de de cabezas, la mayoría sin derecho de tránsito por las tierras– fueron los verdaderos dueños de la economía del país.
La consolidación del asentamiento europeo tuvo lugar desde mediados de siglo con el descubrimiento de oro. La reforma agraria de 1861 redujo la hegemonía de los ganaderos, y junto con el desarrollo de la minería se impulsó la agricultura.
La urbanización de la isla acompañó el desarrollo industrial. Sydney y Melbourne devinieron grandes centros urbanos.
La aprobación de la Constitución –redactada entre 1897 y 1898– por el Parlamento británico, estableció una confederación de colonias australianas autónomas. En 1901, las seis colonias (Nueva Gales del Sur, Victoria, Australia Meridional, Australia Occidental, Queensland y Tasmania), como Estados independientes, conformaron la Mancomunidad de Australia, regida por un Parlamento federal. El Territorio del Norte y la capital federal se integraron en 1911.
En Nueva Zelanda, colonia británica desde 1840, el poblamiento fue más lento y, también aquí, la consolidación definitiva de los europeos se produjo a mediados del siglo XIX, con el descubrimiento de oro. El ingreso de los inmigrantes fue acompañado por la violenta expropiación de las tierras a los maoríes. En 1907 el país se transformó en un dominio independiente.