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ORACIÓN:
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad
para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:
haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
JUBILEO DE LA MISERICORDIA
Misericordes sicut Pater!
[cfr. Lc 6,36] [Estribillo del Jubileo]
1. Rendiamo grazie al Padre, perché è buono
in aeternum misericordia eius
[cfr. Sal 135/6]
ha creato il mondo con sapienza
in aeternum misericordia eius
conduce il Suo popolo nella storia
in aeternum misericordia eius
perdona e accoglie i Suoi figli [cfr. Lc 15]
in aeternum misericordia eius
2. Rendiamo grazie al Figlio, luce delle genti
in aeternum misericordia eius
ci ha amati con un cuore di carne [cfr. Gv 15,12]
in aeternum misericordia eius
da Lui riceviamo, a Lui ci doniamo
in aeternum misericordia eius
il cuore si apra a chi ha fame e sete [cfr. Mt 25,31ss]
in aeternum misericordia eius
Misericordes sicut Pater!
Misericordes sicut Pater!
3. Chiediamo allo Spirito i sette santi doni
in aeternum misericordia eius
fonte di ogni bene, dolcissimo sollievo
in aeternum misericordia eius
da Lui confortati, offriamo conforto [cfr, Gv 15, 26-27]
in aeternum misericordia eius
l’amore spera e tutto sopporta
[cfr. 1Cor 13,7]
in aeternum misericordia eius
4. Chiediamo la pace al Dio di ogni pace
in aeternum misericordia eius
la terra aspetta il vangelo del Regno [cfr. Mt 24,14]
in aeternum misericordia eius
grazia e gioia a chi ama e perdona
in aeternum misericordia eius
saranno nuovi i cieli e la terra [cfr. Ap 21,1]
in aeternum misericordia eius
Vídeo con imágenes ilustrativas que puede servir para hacer oración.
INVITACIÓN:
Una Iglesia que rompe cadenas y cerraduras que el miedo y el terror consolidan, para dejar entrar a todos, porque Dios ha cancelado la condena que pesaba sobre nosotros. Y arrepentidos podemos obtener el perdón, la absolución, y el indulto de la pena por las ofensas a Dios y a los hermanos.
El Jubileo comienza con el rito de apertura de la Puerta Santa, tal y como hizo el Papa en la catedral de Bangui, en República Centroafricana. En el Vaticano Francisco lo celebrará el 8 de diciembre.
Normalmente la Puerta está cubierta por un muro que hay que derrumbar previamente. Al terminar el Año Santo se vuelve a construir.
Atravesar la Puerta Santa es el principal gesto que realizarán los peregrinos, aunque es mucho más que eso. Las personas decididas a hacerlo manifestarán de este modo su decisión de recomenzar una vida de fe.
Fue convocado por el Papa Francisco, el cual anunció el Jubileo de la Misericordia en marzo y en abril fue convocado oficialmente con la publicación de la bula.
"¿Para qué?
Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Éste no es un tiempo para estar distraídos”.
El organizador del Jubileo explicó la importancia espiritual de este acontecimiento.
RINO FISICHELLA
Organizador, Jubileo de la Misericordia
"Debería hacernos comprender que el sentido fundamental de este jubileo es el de entrar en nosotros mismos y entender que tenemos una profunda necesidad de Dios”.
El logo y el lema ofrecen juntos una buena síntesis del Año jubilar. Con el lema Misericordiosos como el Padre (tomado del Evangelio de Lucas, 6,36) se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida (cfr. Lc 6,37-38).
El logo – obra del jesuita Marko I. Rupnik – se presenta como un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención. El dibujo se ha realizado de manera que se destaque el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. Cristo ve con el ojo de Adán y este lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre.
La escena se coloca dentro la mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la copresencia de las dos naturaleza, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona.
Los signos del Jubileo Catequesis del Papa Francisco: El Jubileo es en todo el mundo no solamente en Roma. 16 diciembre 2015
Por: Papa Francisco | Fuente: www.news.va
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El domingo pasado ha sido abierta la Puerta Santa de la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, y se ha abierto una Puerta de la Misericordia en la Catedral de cada diócesis del mundo, también en los Santuarios y en las Iglesias que los Obispos han dicho hacerlo. El Jubileo es en todo el mundo no solamente en Roma.
He deseado que este signo de la Puerta Santa estuviera presente en cada Iglesia particular, para que el Jubileo de la Misericordia pueda ser una experiencia compartida por cada persona. El Año Santo, en este modo, ha comenzado en toda la Iglesia y viene celebrado en cada diócesis como en Roma, también la primera Puerta Santa ha sido abierta en el corazón de África y Roma es aquel signo visible de la comunión universal. Que esta comunión eclesial sea cada vez más intensa, para que la Iglesia sea en el mundo el signo vivo del amor y de la misericordia del Padre. Que la Iglesia sea signo vivo del amor y de misericordia.
También la fecha del 8 de diciembre ha querido subrayar esta exigencia, vinculando, a 50 años de distancia, el inicio del Jubileo con la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, el Concilio ha contemplado y presentado la Iglesia a la luz del misterio, del misterio de la comunión. Extendida en todo el mundo y articulada en tantas Iglesias particulares, es siempre y sólo la única Iglesia que Jesucristo ha querido y por la cual se ha ofrecido Él mismo. La Iglesia “una” que vive de la comunión misma de Dios.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y en cual nos sumergimos, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por Él. Se trata de un Amor sin fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Pero el perdón y la misericordia no deben permanecer como bellas palabras, sino realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a andar siempre más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en tantos otros signos que son característicos del Jubileo. Pienso en cuantos atravesarán una de las Puertas Santas, que en este Año son verdaderas Puertas de la Misericordia, Puertas de la Misericordia. La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47).
Estén atentos eh, que no haya alguno más despierto, demasiado astuto que les diga que se tiene que pagar, no, la salvación no se paga, la salvación no se compra, la Puerta es Jesús y Jesús es gratis. Y la Puerta, Él mismo, hemos escuchado, que habla de aquellos que dejan entrar no como se debe y simplemente dice que son ladrones, estén atentos, la salvación es gratis.
Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor ayúdame a abrir la puerta de mi corazón. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. Ni siquiera aquella o aquel que me molestan. Ninguno.
Un signo importante del Jubileo es también la Confesión. Acercarse al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que perdona. Dios perdona todo. Dios nos comprende también en nuestras limitaciones nos comprende también en nuestras contradicciones. No solo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más, que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el cielo, Jesús hace fiesta en el cielo y esta es su misericordia. No se desanimen. Adelante, adelante con esto.
Cuántas veces me han dicho: “Padre, no consigo perdonar”, el vecino, el colega de trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada, todos hemos escuchado eso: no consigo perdonar. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si después nosotros no somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande, no es fácil perdonar, porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo puede hacer. Pero si nos abrimos a acoger la misericordia de Dios para nosotros, a su vez somos capaces de perdón. Y tantas veces he escuchado decir: pero a esa persona yo no podía verla, la odiaba, un día me he acercado al Señor, he pedido perdón de mis pecados, y también he perdonado aquella persona. Estas cosas de todos los días, y tenemos cerca de nosotros esta posibilidad.
Por lo tanto, ¡ánimo! Vivamos el Jubileo iniciando con estos signos que llevan consigo una gran fuerza de amor. El Señor nos acompañará para conducirnos a tener experiencia de otros signos importantes para nuestra vida. ¡Ánimo y hacia adelante!
Al venerado hermano Monseñor Rino Fisichella Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización
La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión.
Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de laIglesia y de todo el mundo.
Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad.
El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.
He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.
Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre.
También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.
Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.
Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.
Vaticano, 1 de septiembre de 2015.
FRANCISCUS
La costumbre de celebrar un Año Santo viene de los judíos y en el cristianismo la instituyó el Papa Bonifacio VIII en el siglo XIV.
El Año Santo es un período especial de reconciliación con Dios que la Iglesia propone a sus fieles.
Un párrafo aparte, dedica el Papa al tema del perdón de los pecados: en primer lugar, espera que “los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre”, no improvisándose en esta tarea, sino convertidos en los
“primeros penitentes en buscar el perdón. Fieles servidores del perdón de Dios”, por lo tanto, todo confesor debe acoger a los fieles “como el padre de la parábola del hijo pródigo, un padre que corre al encuentro de su hijo, aunque malgastó sus bienes. Los confesores, entonces, no plantearán demandas impertinentes, por qué sabrán recoger en el corazón de cada penitente la invocación de ayuda y la petición de perdón”, llamados a ser “siempre, en todas partes, en todas las situaciones y, a pesar de todo, el signo la primacía de la misericordia”.
En segundo lugar, el Papa anuncia que durante la Cuaresma del Año Santo enviará los Misioneros de la Caridad, sacerdotes a quienes se les dará “el poder de perdonar los pecados que están reservadas a la Sede Apostólica”.
Ellos son “signo de la atención materna de la Iglesia con el pueblo de Dios”, dice el Papa, y serán los artífices de “un encuentro lleno de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad para superar los obstáculos y reanudar una vida nueva del Bautismo”.
Al mismo tiempo, el Papa pide a las diócesis organizar “misiones populares de modo que tales misioneros sean heraldos de la alegría del perdón.”
Rasgo característico del Jubileo, la indulgencia – dice el Papa – muestra que “el perdón de Dios por nuestros pecados, no conoce fronteras.”
En el Sacramento de la Reconciliación, los pecados son cancelados por el perdón de Dios y con la indulgencia el pecador es liberado “de la impronta negativa, de la consecuencia residual del pecado, que sigue estando en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos”.
En este sentido el que obtiene la indulgencia, es “habilitado para actuar con caridad, para crecer en el amor, en lugar de caer en el pecado”.
Incrementar en las diócesis la iniciativa “24 horas para el Señor”, que se celebrará el viernes y el sábado de la cuarta semana de Cuaresma. En particular, el Papa señaló que muchos jóvenes se están acercando al Sacramento de la Reconciliación, que “permite tocar con la mano la grandeza de la misericordia”, gracias a lo cual muchos de ellos sienten que pueden “volver a descubrir el sentido de su vida.”
Para “despertar nuestras conciencias latentes ante la tragedia de la pobreza”. Por otra parte, el Papa dijo que la misión de Jesús es propio de esto: llevar consuelo a los pobres, a proclamar la liberación a los cautivos de la esclavitud moderna, devolver la vista a los que viven para sí mismos, devolver la dignidad a aquellos que son privados, llegando a ser capaces de “vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, especialmente los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza.” Como dijo San Juan de la Cruz, “en la tarde de la vida, seremos juzgados en el amor”.
Tarea: Realizar la lectura del Mapa Mental sobre el año Jubilar de la Misericordia y luego imprimir la imagen que se te indica a continuación. Seguidamente colorear y traer a la clase para realizar un mural cooperativo.
Llevando consuelo, misericordia, solidaridad y atención a los que viven “situaciones de inseguridad y sufrimiento en el mundo actual, a los muchos hermanos y hermanas privados de dignidad. Que su grito sea convertido en el nuestro –insta el Papa – y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que a menudo reina para ocultar la hipocresía y el egoísmo.”
Mantenerse alejado de las“murmuraciones”, las palabras movidas por “los celos y la envidia y aprovechar lo bueno que hay en cada persona, convirtiéndose en instrumentos de
perdón”.
Porque eso será “una señal de que la misericordia es una meta a alcanzar que requiere compromiso y sacrificio”.