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a Juan David Cruz Sahamuel 4 éve

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Las Bienaventurazas

Las bienaventuranzas son una forma literaria presente en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que se relaciona con el deseo natural de felicidad que Dios ha implantado en el corazón humano.

Las Bienaventurazas

Las Bienaventurazas

La bienaventuranza es en la Biblia un género literario con más de un centenar de ejemplos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Son las bendiciones que el Señor nos promete dar, pero si vivimos conforme su Palabra. Las bienaventuranzas son los principios o valores del reino de Dios.

El deseo de la felicidad

Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino, Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer.

Las diez bienaventuranzas

Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Que nos enseñan?

Anuncian una felicidad centrada en Dios y, como consecuencia, en las necesidades materiales y espirituales del prójimo. Esa felicidad será definitiva solamente en el cielo, con la contemplación y posesión de Dios.