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Hegemonía y consenso del sistema político

Durante los años sesenta en México, el desarrollo estabilizador tuvo implicaciones significativas en la economía y la sociedad. Este periodo, aunque marcó un crecimiento económico, también inició una crisis económica visible a finales de esa década, impulsada por la desaceleración en países industrializados y políticas proteccionistas que afectaron la balanza de pagos y aumentaron la dependencia de inversiones y créditos internacionales.

Hegemonía y consenso del sistema político

Realizado por

Andi Martínez Epitacio

Víctor Arif Sánchez Juárez

Hegemonía y consenso del sistema político

Las funciones desempeñadas por el Estado mexicano durante la década de los sesenta revelan su carácter de clase y su compromiso con el proyecto capitalista como sistema de producción a nivel internacional. El Estado actuó como garante, conductor y promotor de la acumulación de capital en México, priorizando el crecimiento económico para asegurar altas tasas de ganancia, en línea con los intereses de los capitalistas nacionales y extranjeros.

Crisis política y económica
La década de los sesenta llegó a su fin con una doble crisis política y económica, que amenazaba la estabilidad del sistema dominante. La falta de respuestas adecuadas por parte del Estado dejó pendiente una crisis que podría profundizarse en la siguiente década.
Política laboral y sindical
El Estado promovió la productividad y la contención salarial en beneficio del crecimiento empresarial, priorizando los intereses de la industria sobre el bienestar de los trabajadores. Además, mantuvo un control estricto sobre las organizaciones sindicales.
Represión y resistencia social
Hubo un aumento de la resistencia y oposición social debido al descontento generalizado y el agotamiento de las formas tradicionales de control estatal. Sin embargo, estas manifestaciones fueron reprimidas sistemáticamente.
Política económica alineada con el capitalismo internacional
La política económica del Estado estuvo alineada con el modelo imperialista y se centró en la industrialización como medio para superar el subdesarrollo y la desigualdad social.
Carácter de clase del Estado
El Estado mexicano se mostró como un instrumento de la clase dominante, comprometido con el proyecto capitalista y la acumulación de capital, tanto nacional como extranjero.

Durante la década de los sesenta, la legislación electoral en México se caracterizó por ser un instrumento de dominación política utilizado para controlar y restringir la participación de cualquier partido que representara un desafío al orden establecido. A través de diversas reformas, se buscaba mantener la hegemonía del partido en el poder y limitar la presencia de fuerzas opositoras.

Reformas parciales y limitadas
Aunque se introdujeron algunas reformas en la legislación electoral, estas tendían a ser superficiales y no abordaban los problemas fundamentales del sistema político. Las medidas tomadas estaban diseñadas para fortalecer la posición del partido en el poder y mantener su legitimidad, en lugar de promover una verdadera competencia política.
Crisis de legitimidad y aumento del abstencionismo
La falta de opciones políticas reales y la percepción de que el sistema electoral estaba manipulado condujeron a un aumento del abstencionismo electoral. A pesar de las reformas, la confianza en el proceso electoral disminuyó y las cifras de abstención alcanzaron niveles alarmantes en las elecciones de 1964 y 1967.
Manipulación del sistema electoral
Las reformas electorales se centraban en fortalecer la imagen de los partidos políticos existentes, en lugar de promover una competencia democrática genuina. Por ejemplo, la creación de la figura de "diputados de partido" pretendía dar una apariencia de pluralismo político, pero en realidad no alteraba significativamente el dominio del partido en el poder.
Requisitos para el registro de partidos políticos
La legislación establecía requisitos cada vez más estrictos para el registro de nuevos partidos políticos, lo que dificultaba la entrada de nuevas opciones en el panorama político y reforzaba el control del Estado sobre la competencia electoral.

En el panorama político de México durante la década de los sesenta, se observa una restricción significativa en la competencia por el poder político y una limitada participación de las fuerzas opositoras.

Limitaciones para la participación política efectiva
En general, los partidos políticos legalizados, incluido el PRI, muestran insensibilidad hacia las demandas de los grupos dominados y son incapaces de canalizar eficazmente las manifestaciones de resistencia. La falta de opciones partidistas efectivas contribuye a mantener latentes las amenazas de explosión social.
Papel del PRI
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido en el poder, es un pilar fundamental del sistema político mexicano. Aunque enfrenta dificultades para renovarse internamente, sigue siendo una fuerza dominante. Durante los eventos de 1968, el PRI apoya firmemente las decisiones del gobierno de Díaz Ordaz, incluida la ocupación militar de Ciudad Universitaria.
Respuesta de los partidos ante el movimiento estudiantil de 1968
Durante los sucesos de 1968, los partidos legalizados adoptan posturas que reflejan su falta de oposición efectiva al gobierno. El PAN adopta una posición conciliadora, mientras que el PPS muestra preocupación por los juegos olímpicos y atribuye los problemas a una supuesta conspiración externa. El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana no articula una oposición clara.
Partidos políticos legalizados
Aunque México se define oficialmente como una república representativa y democrática, la competencia política está restringida y controlada. Los partidos políticos legalizados, como el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, enfrentan dificultades para atraer a sectores inconformes debido a su limitada capacidad para abordar las contradicciones sociales del país y su escasa actividad parlamentaria.

En el contexto descrito, se observa una dinámica compleja entre el Estado y diversos sectores de la sociedad, incluyendo organizaciones campesinas y movimientos de clases medias.

Respuesta del Estado
El Estado responde a estos movimientos con represión y tácticas de división, utilizando la burocracia sindical afín al gobierno para desacreditar y aislar a los movimientos. Aunque logra disolver algunos de estos movimientos y mantener su control, enfrenta dificultades para contener completamente la resistencia social.
Movimientos de clases medias urbanas
Los movimientos de clases medias urbanas, como el de los médicos de hospitales públicos y el de los trabajadores de la educación, también desafían al Estado en busca de mejores condiciones laborales y democracia sindical. Aunque enfrentan represión y tácticas de división por parte del gobierno, representan una expresión de descontento y resistencia dentro de la sociedad.
Movimientos campesinos y resistencia
Los movimientos campesinos, como el Movimiento de Liberación Nacional y la Central Campesina Independiente, surgen como respuesta a la subordinación de las organizaciones campesinas al control oficial. Estas organizaciones buscan una transformación radical del sector agrario y desafían el control del gobierno en el campo. Aunque enfrentan la represión estatal y el intento de dividirlas, representan una resistencia significativa.
Debilidad de los partidos de izquierda
Los partidos políticos de izquierda, como el Partido Comunista Mexicano (PCM), atraviesan por una etapa de gran debilidad. En lugar de representar una opción política para los trabajadores, el PCM actúa como mediador de sus demandas. Sin embargo, su incapacidad para interpretar adecuadamente la realidad del país y su enfoque en la lucha contra el imperialismo en lugar del capitalismo debilitan su posición.

La relación entre el Estado y el movimiento obrero en México durante los años sesenta estuvo marcada por una serie de tensiones, cambios y estrategias por parte de ambas partes.

Respuesta del movimiento obrero
A pesar de los intentos del Estado por controlar al movimiento obrero, este demostró ser diverso y resistente. Hubo manifestaciones de apoyo al movimiento estudiantil popular y críticas hacia la burocracia sindical, aunque la posibilidad de consolidar una organización independiente era limitada debido al fracaso reciente de intentos anteriores.
Tácticas de control y cooptación
El Estado utilizó diversas tácticas para controlar y cooptar al movimiento obrero, como la desaparición de organizaciones independientes y la promoción de agrupaciones sindicales afines al gobierno. La rotación sucesiva de la presidencia del Congreso del Trabajo entre diferentes dirigentes era una táctica para lograr la unidad, aunque en realidad no se materializaba de manera efectiva.
Centralización y control estatal
Ante la insurgencia sindical y la dificultad para controlar un movimiento obrero que amenazaba con la dispersión, el Estado buscó establecer mecanismos de control más efectivos. La creación de la Central Nacional de Trabajadores y posteriormente del Congreso del Trabajo respondió a esta necesidad de centralizar y controlar las organizaciones de trabajadores para garantizar el crecimiento económico y la industrialización del país.
Descontento y lucha obrera
A pesar de la represión y la derrota sufrida en movimientos anteriores, como el ferrocarrilero, los trabajadores continuaron luchando por la independencia sindical y cuestionando la autoridad de la burocracia sindical impuesta. La legitimidad del régimen se vio comprometida por la represión armada utilizada para resolver conflictos sindicales, lo que reveló la verdadera posición de clase del Estado.

La Alianza para el Progreso fue un proyecto impulsado por Estados Unidos en la década de 1960, con el objetivo de promover el desarrollo económico en América Latina y contrarrestar la influencia comunista en la región. Sin embargo, este proyecto estaba marcado por intereses imperialistas y tenía implicaciones significativas en la política, la economía y la sociedad de los países latinoamericanos, incluido México.

Participación de México
A pesar de su política exterior independiente, México también participó en la Alianza para el Progreso y recibió créditos que estaban condicionados a ciertas restricciones políticas, como el apoyo al bloqueo contra Cuba. Esto reflejaba la complejidad de las relaciones entre México y Estados Unidos durante esa época.
Dependencia y compromisos políticos
Los países que recibían ayuda a través de la Alianza para el Progreso se veían obligados a aceptar compromisos políticos con Estados Unidos, como la prohibición de cualquier tipo de ayuda a países comunistas. Esto llevó a situaciones en las que los gobiernos latinoamericanos se vieron comprometidos en políticas que no siempre eran coherentes con sus intereses nacionales.
Control político y sindical
La Alianza para el Progreso también tenía como objetivo mantener el control político y sindical en la región. Se financiaron proyectos para promover sindicatos "libres" que estuvieran alineados con los intereses estadounidenses y se evitaran movimientos sindicales independientes que pudieran obstaculizar la penetración de capitales extranjeros.
Intereses imperialistas
Aunque se presentaba como una iniciativa para el desarrollo regional, la Alianza para el Progreso estaba vinculada a los intereses de Estados Unidos y las empresas transnacionales. Estados Unidos buscaba modificar la estructura industrial y económica de los países latinoamericanos para beneficiar a sus empresas y promover la influencia de las inversiones extranjeras.
Objetivos y concepciones de desarrollo
La Alianza para el Progreso se planteó como un esfuerzo para alcanzar el desarrollo económico en la región latinoamericana en un plazo de diez años. Este concepto de desarrollo económico incluía altos niveles de producción, consumo, ingresos, industrialización, tecnología y capital, así como mejoras en la fuerza laboral y reformas estructurales.

El desarrollo estabilizador en México, implementado en los años sesenta, tuvo una serie de implicaciones y consecuencias significativas que afectaron diversos aspectos de la economía y la sociedad.

Desafíos para la redistribución del ingreso
A pesar de los esfuerzos por promover el desarrollo económico, la redistribución del ingreso no se logró. El crecimiento económico fue altamente concentrado, beneficiando principalmente a los sectores externos y privados de la economía, mientras que se profundizó la desigualdad social.
Crisis económica
A partir de finales de los años sesenta, se empezaron a observar signos de crisis económica a nivel nacional e internacional. La desaceleración del crecimiento en los países industrializados y las políticas proteccionistas afectaron la economía mexicana, generando desequilibrios en la balanza de pagos y una creciente dependencia de las inversiones extranjeras y los créditos internacionales.
Inversión y política fiscal
Se promovió la inversión tanto pública como privada, especialmente en sectores industriales y de infraestructura. Sin embargo, estas políticas también aumentaron la dependencia del capital extranjero y contribuyeron a un crecimiento económico desigual y concentrado.
Desigualdad y concentración del ingreso
La política financiera y el ahorro voluntario favorecieron la concentración del ingreso y el fortalecimiento del gran capital, en detrimento de las pequeñas y medianas empresas. Esto contribuyó a una mayor desigualdad social y económica.
Ahorro interno y finanzas públicas
Si bien el ahorro interno se promovió como un logro exitoso, tuvo efectos contradictorios en las finanzas públicas. El gobierno utilizó subsidios y exenciones fiscales para promover el ahorro voluntario, lo que aumentó la deuda interna y externa y afectó las finanzas públicas.
Auge del sistema financiero
El crecimiento del PIB y la estabilidad de precios favorecieron un considerable auge del sistema financiero, con un aumento significativo en la tasa de crecimiento de este sector. Sin embargo, este crecimiento estuvo marcado por una concentración del capital bancario y un aumento en los valores de renta fija, beneficiando principalmente a la banca privada.
Crecimiento económico y estabilidad de precios
Uno de los objetivos principales del desarrollo estabilizador era el crecimiento del producto interno bruto (PIB) y la estabilidad de precios. Si bien se logró un crecimiento económico sostenido y una disminución relativa de la inflación, estos logros no fueron uniformes en todos los sectores económicos.