da Verenisse Ccoyto Rojas mancano 3 anni
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BATALLA DE AYACUCHO BICENTENARIO
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Un día como hoy, en 1824, se libró la Batalla de Ayacucho, donde el Ejército Unido Libertador del Perú, al mando de Antonio José de Sucre, consiguió una victoria que selló la gesta emancipadora de Perú y el continente americano. ¿Cuál era la situación de España durante la Batalla de Ayacucho? La restauración en 1820 de la constitución liberal de 1812, con la caída del rey Fernando VII de España, es parte de un intermedio liberal que incluye la oposición al envío de soldados a América para sostener el orden colonial.
Eso significaba que el virrey José de la Serna debía defender el orden colonial frente a la insurgencia independentista sin nuevos refuerzos, quedando por ello el virreinato peruano librado a sus propias fuerzas y recursos militares. Antes de las batallas de Junín y Ayacucho, los realistas habían derrotado a sucesivas expediciones enviadas al sur por el Congreso peruano entre 1822 y 1823, que vio reforzado y reformado su ejército con la llegada de Simón Bolívar, declarado Jefe Supremo por el Congreso en 1823. Precisamente en Junín, el 6 de agosto de 1824, las fuerzas del general realista José de Canterac fueron derrotadas por el ejército de Bolívar. Canterac emprendió su retirada hacia el Cusco de inmediato. Faltaban solo cuatro meses para la victoria en Ayacucho.
En la retirada hacia Cusco fue hostigado sin descanso por las avanzadas patriotas. Esto motivó que las tropas realistas inicien en octubre de 1824 su desplazamiento hacia el norte, casi de manera paralela al ejército comandado por el venezolano Antonio José de Sucre. Luego de varias semanas de escaramuzas, las tropas del virrey La Serna se enfrentaron al ejército patriota dirigido por Sucre el 9 de diciembre de 1824, en la Pampa de Ayacucho, colindante con el pueblo de Quinua. Pero esta no fue solo una pelea entre españoles y criollos: miles de indígenas de Pomacocha, Vilcas Huamán, Carhuanca, Huancaray, Andahuaylas y más aportaron a Bolívar, señala el historiador huamanguino David Quichua. Basilio Auqui, líder morochuco, es símbolo de estas luchas previas. El triunfo patriota obligó al virrey a suscribir la capitulación, quedando así culminada la Independencia del Perú. Pero, si bien hemos escuchado sobre la «Capitulación de Ayacucho», muchas veces ignoramos su contenido.
Es el documento en el que José de Canterac, al mando del ejército realista del Perú, acepta el retiro de las tropas españolas de Perú, tras ser derrotado por el Ejército Unido Libertador del Perú, dirigido por Antonio José de Sucre. Si bien el virrey era José de la Serna, este ya había sido capturado por el ejército de Sucre. La capitulación consta de 18 acuerdos entre los realistas y los libertadores que son resumidos a continuación.
Capitulación de Ayacucho:
1. Entrega de todo el territorio. El documento señala que se entrega “hasta Desaguadero” -Puno-, pero también lo que quedaba del ejército español: guarniciones, caballos, y todo lo que pertenezca al gobierno español.
2. Los soldados españoles podían regresar a su país y el gobierno de Perú debía subvencionar la mitad de sus sueldos mientras permanecieran aquí, y luego costear sus pasajes. Se prohibía que vuelvan a tomar las armas contra América o viajar a un territorio aún ocupado por España.
3. Los soldados españoles podían permanecer en el Perú y ser admitidos en el ejército peruano si así lo deseaban.
4. Las personas no podrían ser incomodadas si previamente habían trabajado u opinado a favor del rey, siempre que sus conductas no vayan contra las leyes peruanas.
5. Cualquier habitante del Perú, sea español o americano, eclesiástico, comerciante, propietario o empleado, podía migrar con su familia a otro país, si así lo deseaba, u optar por residir aquí, siendo el gobierno responsable de garantizar ese derecho.
6. Siempre que sus conductas no atenten contra la causa, se respetaría la propiedad privada de españoles que se hallaran fuera del Perú, pudiendo disponer de esta hasta después de tres años, además que se garantizaba lo mismo para los americanos que tuvieran intereses en España.
7. Se concedía el plazo de un año para que los interesados se acojan al punto 5: cualquier habitante del Perú podía residir en la república o migrar a otro país.
8. En este punto los españoles pedían que Perú reconozca las deudas contraídas por el gobierno español en el Perú. No obstante, los libertadores observaron que el Congreso del Perú resolvería lo que convenga a los intereses de la república.
9. Los españoles pedían que los empleados continúen en sus puestos o migrar si así lo deseaban, según los puntos 2 y 5. Los libertadores respondieron que la permanencia de un empleado sería decidida por el gobierno, según su comportamiento.
La batalla de Junín fue un conflicto bélico que se desarrolló el 6 de agosto de 1824, en la zona de Junín, Perú, y en medio del proceso de la independencia de los territorios americanos colonizados por España.
Durante la batalla de Junín se enfrentaron los siguientes bandos:
La batalla se libró durante el proceso de Independencia del Perú y frente a las tropas realistas que se resistían a estas pretensiones. El resultado fue la victoria decisiva de las fuerzas independentistas y, junto con la batalla de Ayacucho, esta batalla fue uno de los procesos que consolidó la Independencia del Perú y la erradicación definitiva del dominio español en América.
Representación de la batalla de Junín por Martín Tovar y Tovar.
La Independencia del Perú, proclamada finalmente el 28 de julio de 1821, requirió de varias batallas para lograr la rendición de las tropas realistas en el virreinato, entre ellas la de Junín, que fue una de las más cruciales.
En 1823, el rey Fernando VII de España abolió la Constitución Liberal de Cádiz, la cual generó una profunda división en las tropas españolas asentadas en Perú, junto con el levantamiento del general Olañeta en contra del virrey La Serna. Este hecho redujo a la mitad el ejército leal a la Corona española.
Así, con las fuerzas del virrey divididas se facilitó la posibilidad de un enfrentamiento más equilibrado entre las fuerzas españolas y las patriotas, hecho que permitió la victoria independiente de la batalla de Junín.
La victoria lograda en Junín, por parte de las fuerzas del Perú, abrió el paso definitivo hacia la Independencia del Perú, que terminó de consolidarse con la batalla de Ayacucho.
Además, a partir de este conflicto se fortaleció el liderazgo continental de Simón Bolívar, quien siguió uniendo esfuerzos y voluntades para continuar con la Independencia de Sudamérica.
El Perú era un virreinato de vital importancia, tanto por su salida al océano Pacífico como por su comercialización a través de los Andes. De esta manera, su liberación de la Corona española constituyó una gran victoria durante el proceso de independencia americana.
Luego de la batalla de Junín, muchos soldados españoles enfermaron o desertaron, lo cual redujo su capacidad de reacción y generó entre ellos un efecto colectivo de frustración e inferioridad.
Este evento histórico fue de gran importancia ya que la victoria contundente de los patriotas inició el camino hacia la rendición de los españoles de forma definitiva en América.
Esta batalla, además, dio lugar a la batalla de Ayacucho, la cual se libró el 9 de diciembre de 1824 y selló definitivamente la Independencia del Perú.
Entre los protagonistas que participaron en la batalla de Junín se encuentran:
Guayaquil fue el lugar donde el día 26 de julio de 1822, se entrevistaron los dos importantes libertadores de América, como lo fueron don Simón Bolívar y don José de San Martín, en el cual trataron el destino de las acciones por la independencia del continente americano..
Los libertadores de América, don Simón Bolívar y don José de San Martín, sostuvieron un encuentro importante, el día 26 de julio de 1822, conocido como la "Entrevista de Guayaquil", en el cual ambos personajes se reunieron a solas y sin testigos.
Bolívar y San Martín trataron tres asuntos en este encuentro: el destino de la provincia de Guayaquil, la reparación de la ayuda que el Perú había brindado anteriormente para la liberación de aquella provincia, y el final de la campaña contra los realistas, cuya definitiva etapa debía librarse en Perú.
Luego, Bolívar agasajó a San Martín con un banquete, y a la mitad del mismo, y bajo un estricto secreto de todo lo conversado, tal cual lo convenido, San Martín se retiró hacia el muelle, y se embarcó hacia el Perú.
Los rebeldes del Cuzco de 1814 diseñaron una bandera con los colores blanco y azul, distintivos del hábito de la Virgen de las Mercedes, a quien designaron patrona de sus armas.
La Rebelión del Cuzco fue un episodio de la guerra de Independencia del Perú que implicó la sublevación de gran parte de la provincia del Cuzco y parte de la provincia de Charcas y proclamó la autonomía y autogobierno del Cuzco, tanto de cualquier poder extranjero como del Virreinato del Perú, gobernado por el virrey José Fernando de Abascal y Sousa. La junta de gobierno quería secundar las acciones autonomistas de Buenos Aires. Tuvo lugar en los años 1814 y 1815, y terminó sofocada por fuerzas realistas del virreinato peruano.
El origen de la rebelión fue la reclamación sostenida por miembros del ayuntamiento del Cuzco para instalar la diputación provincial cusqueña, y autónoma del gobierno virreinal de Lima, según lo que preveían las Cortes de Cádiz de 1812 (hasta la Restauración absolutista en España), pero que el tribunal de la Real Audiencia del Cuzco resolvió contrariamente dando orden de prisión sobre los reclamantes. Los hermanos Angulo, miembros del cabildo del Cuzco, huyeron el 3 de agosto de 1814 y encontraron apoyo en el cacique Mateo Pumacahua para formar una Junta de Gobierno del Cuzco. Bajo el mando de José Angulo se organizaron tres expediciones: la primera tomó la ciudad de La Paz; la segunda dirigida al norte asaltó la ciudad de Huamanga; la tercera, al frente de Pumacahua, ocupó Arequipa.
La rebelión tuvo sus orígenes en la confrontación política entre el cabildo constitucional (favorable a la autonomía cusqueña) y la Real Audiencia del Cuzco (favorable al virrey de Lima). En este enfrentamiento surgió el liderazgo de los hermanos José, Vicente Angulo y Mariano Angulo, acompañados por José Gabriel Béjar, Juan Carbajal y Pedro Tudela. José y Vicente Angulo eran oficiales del ejército realista en Abancay, entonces partido de la intendencia cuzqueña.
Pumacahua inicialmente prometió 4.000 hombres, pero su llamado fue tan popular que más de 20.000 se sumaron a su causa.
En la madrugada del martes 3 de agosto de 1814, se produjo un golpe de estado incruento en el que la guarnición del Cuzco se sumó masivamente a los ideales independentistas.
Los jefes militares y las autoridades leales al virrey, fueron confinados en el cuartel general, antiguo convento jesuita y luego, en tiempos republicanos, sede de la Universidad Nacional San Antonio Abad
La proclama cuzqueña está fechada del 3 de agosto de 1814 y el proyecto de la junta de gobierno del Cuzco era que se secundara las acciones autonomistas de Buenos Aires. El 8 de septiembre de 1814, en la catedral del Cuzco, con la bendición del obispo José Pérez y Armendáriz, se rindió culto solemne a una nueva bandera, de franjas transversales azul y blanco.
Los españoles ocuparon el Cuzco el 25 de marzo de 1815. El 21 de abril fueron ejecutados la mayoría de los líderes patriotas sobrevivientes: Pumacahua, los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo, José Gabriel Béjar, Pedro Tudela y otros. El uniforme de José Angulo y su estandarte militar fueron enviados por Ramírez al virrey en calidad de trofeos de guerra. Así concluyó uno de los primeros capítulos de la guerra de independencia peruana.
Cuando se supo del avance de la columna del general Manuel Belgrano hacia el Alto Perú, los criollos de Tacna liderados por los hermanos Juan Francisco y Enrique Pallardelli se rebelan contra las autoridades coloniales y apresan al gobernador de la ciudad. Juan F. Pallardelli mantenía correspondencia con Belgrano para coordinar la revuelta con la llegada de las tropas porteñas.
Pero Belgrano es derrotado en Vilcapugio y Ayohuma, por lo que la revuelta es sofocada sin poder contar el auxilio militar de Belgrano. El 3 de Noviembre siguiente las tropas realistas retoman la ciudad de Tacna.
Escrito por Marissa Bazán Díaz Revista Ideele N°297. Abril 2021
En Huánuco[1], el 22 de febrero de 1812, estalló un levantamiento calificado en su época como “revolución”,[2] involucrando acciones violentas como saqueos, degollamientos, canibalismo y una serie de desmanes que se fueron desencadenando a medida que los rebeldes fueron llegando a la ciudad. Si bien fue corta, aproximadamente un mes, tuvo un importante impacto, siendo el uso de la violencia una forma para lograr objetivos: el primero, ser una vía rápida para que se cumplan sus exigencias, como la caída de las malas autoridades y la mejora de su situación económica; el segundo, demostrar —por lo menos simbólicamente— que se estaba logrando el triunfo al margen de lo material.
De esta manera, estas acciones no fueron irracionales o producto de los efectos del alcohol y la barbarie; en realidad, se trató de una práctica recurrente en otros levantamientos andinos, donde se mezcló la violencia con las danzas y festejos. Por tanto, lo que se observa en esta rebelión es la cultura política de los sectores populares en los Andes, la cual pasó a ser conocida por todos los estamentos sociales, por lo que cuando llegaron San Martín y Bolívar, buscaron evitar la activación de esta lógica impidiendo el liderazgo indígena y demostrando que antes de 1821, en el Perú, existió una actividad regional frente al gobierno español. En realidad, la independencia fue un proceso más largo de lo que estamos acostumbrados a creer.
Ahora bien, ingresando al contexto histórico del Virreinato del Perú, se debe señalar que desde el siglo XVIII, se aplicaron las reformas borbónicas, las cuales afectaron a todos los súbditos. Además, hacia 1808, se inició la crisis de la corona española -por la invasión de Napoleón- que generó “el espíritu juntista” en América y develó el descontento reinante. Huánuco, fue afectada por ambas circunstancias alentándose a la rebelión de 1812. De esta manera, tres factores la encauzaron: económicamente los chapetones, representados por autoridades como los subdelegados peninsulares Diego García de Huánuco y Alonso Mejorada de Panataguas, pasaron a controlar el tabaco, principal negocio de los criollos, y la venta de productos como la coca, perjudicando a los indios. A nivel político, estas autoridades fueron vistas como abusivas, ya que brindaban beneficios a los peninsulares, como la familia Llanos, por lo que el cabildo de criollos los rechazaba.
El último factor, fue el tomar conocimiento que el rey Fernando VII, no estaba en el trono, lo cual generó una serie de rumores, cuestionamientos y un imaginario político donde la población empezó a creer que un Inca iba a tomar el poder. Sin embargo, esto último no nos debe hacer pensar que la rebelión de Huánuco fue un movimiento que buscó restaurar el Tahuantinsuyo o un gobierno independiente. Teniendo en cuenta las declaraciones del cura Ignacio Villavicencio “la insurrección no ha sido contra el Estado ni la Monarquía, sino contra los chapetones que tiranizaban y robaban a los indios”, por lo que los poderes debían pasar a los criollos (CDIP, Tomo III, Vol. I, p. XXXVII). Es decir, este levantamiento fue contra las malas autoridades y no planteó la destrucción del poder monárquico, siendo la apelación a la figura del Inca una estrategia para convocar principalmente de manera simbólica a la población andina, utilizada por los diversos líderes como los curas, autoridades criollas, alcaldes indios y la población interesada en que se lleve a cabo.
Estas acciones no fueron irracionales o producto de los efectos del alcohol y la barbarie; en realidad, se trató de una práctica recurrente en otros levantamientos andinos, donde se mezcló la violencia con las danzas y festejos. Por tanto, lo que se observa en esta rebelión es la cultura política de los sectores populares en los Andes, la cual pasó a ser conocida por todos los estamentos sociales, por lo que cuando llegaron San Martín y Bolívar, buscaron evitar la activación de esta lógica impidiendo el liderazgo indígena y demostrando que antes de 1821, en el Perú, existió una actividad regional frente al gobierno español. En realidad, la independencia fue un proceso más largo de lo que estamos acostumbrados a creer.
De esta manera, desde el 20 de enero de 1812, comenzaron a circular pasquines contra los vecinos peninsulares, intensificándose en la época de carnavales, o sea, en febrero. Las autoridades tuvieron noticia de esto, como lo declaró el doctor Pedro Ángel Jadó, cura español de la Doctrina de Huariaca, quien escribió: “… ya el Subdelegado de Huánuco havia visto dos cartas de los indios Panataguas, escritas a un mozo de Huánuco en que le avisaron estar pronto a venir el dia señalado a la Ciudad… Ya también havia visto el Subdelegado uno o mas cartas de un Alcalde de Barrio de la ciudad en que le daba parte de varias juntas secretas de indios, señalando los lugares de ellas en la ciudad, y los modos de aprehender a los que congregaban.” (CDIP, Tomo III, Vol. 4, p. 198)
Como se lee, el subdelegado Diego García contaba con información del posible estallido de la rebelión, pero no le dio importancia. Teniendo en cuenta que los conflictos violentos eran una práctica constante por aquel entonces —no olvidemos las rebeliones dieciochescas, en especial la de Túpac Amaru II que estaban en el recuerdo junto a otros levantamientos posteriores—, resulta improbable que para el subdelegado la información proporcionada le halla parecido descabellada, por lo que esto puede solo ser explicado por un asunto de dejadez y negligencia, a la cual el cura Jadó calificó como un acto de “estupidez y miedo”.
Otro asunto que se desprende del documento es cómo la rebelión se gestó gracias a la existencia de “varias juntas secretas”, las cuales en el documento se asocian a la participación en ella de indios, aunque en realidad involucró a otros grupos sociales como los curas fray Ignacio Villavicencio y Duran Martel, la familia Rodríguez, Antonio Espinoza “el limeño”, entre otros. Estas reuniones se hicieron en tiendas y casas, espacios políticos desde donde se organizó la rebelión, forjándose el pronunciamiento del agustino Duran Martel, el 18 de febrero, quien redactó una misiva de convocatoria general, en los siguientes términos: “Amados hermanos nuestros; dense noticia a todos los pueblos con esta misma carta sin demora ni disculpa, para que todos estén aquí a las cuatro de la mañana a una misma hora bien animados con escopetas cargadas, ondas, flechas, sables, rejones, puñales, cuchillos, palos y piedras para acabar con los chapetones de un golpe…” (CDIP, Tomo III, Vol. 2. P. 63.)
Como se lee, desde días previos a la rebelión se estaba haciendo un llamado a la población para que se armen con lo que puedan y, a la vez, difundan la convocatoria. Era sábado, cuando los alzados ejecutaron sus amenazas, siendo enfrentados por un grupo de veinticinco hombres armados, por órdenes del subdelegado García. En los siguientes días llegaron más indios, acompañados en algunos casos por sus esposas e hijos, llegando a quince mil alzados aproximadamente procedentes de varios pueblos propios de la Intendencia de Tarma. Por fin, el 22 de febrero fue tomado el puente de Huayaupampa y Huánuco pasó al control de los indios. Los peninsulares huyeron, conscientes de las prácticas violentas que se suscitarían, conocedores de las costumbres propias de los levantamientos indígenas, el subdelegado García no fue la excepción, se fue junto a los oficiales que debían cuidar a la ciudad (CDIP, Tomo III, Vol. 1. p. 266).
Al día siguiente, varios capitanes, la mayoría alcaldes de indios, dirigieron las acciones, ingresando a la ciudad de manera violenta, a pesar de que los chapetones ya se habían retirado, de estos es necesario rescatar a José Contreras que fue catalogado como el principal indio organizador de la toma de Huánuco, importante de ser mencionado puesto que la historiografía tradicional asocia a esta rebelión solo con el criollo José Crespo y Castillo, cuando en realidad él no fue el principal organizador, curas y alcaldes indígenas estuvieron detrás de manera trascendental. El acceso a la ciudad de los rebeldes fue narrado así:
“Que querían registrar las casas de estos (los europeos), y que ningún valiente americano se entrometiese a impedirles amenasandonos con el exterminio… y hechos victimas de su furor, se arrojaron sobre la infeliz ciudad; después de haber empeñado su palabra estos pérfidos, que no harian más que registrar y retirarse: Despues de haber besado la mano a los sacerdotes que casi incados les pedían la guarda de sus propiedades, y después para la mayor seguridad obligaron a don Domingo Berrospi a que tomase sobre si el cargo de Jues, y que en reconocimiento le besaron la mano según su costumbre, olvidaron todo quanto habían prometido quando se hallaron dueños de la ciudad sin la menor resistencia de nuestra parte: savemos Señor excelentísimo como explicarnos. Como si fueran unos leones que buscan la presa o como unos condenados que asi mismos se despedazan, poseídos del furor y de la embriagues, cerrando los ojos a las presas sin ver ni la persuasión ni el clamor, empezaron el saqueo de los Mercaderes y de las casas con tan obstinada sequedad que las del Dr. Don Bartolome Bedoya Fiscal del Cusco, la del Subdelegado, y la de los vecinos del mayor vrio (sic) fueron reducidas al polvo. Solo verlas infunde tanto terror y espanto que se hace increíble.” (CDIP, Tomo III, Vol. 1, p. 282)
Leyendo la descripción, se resalta como a pesar de que los rebeldes prometieron solo “registrar y retirarse” a los criollos, representados por don Domingo Berrospi y a los sacerdotes, lo que ocurrió fue el saqueo a la ciudad, bebiendo alcohol, llenos de furor, destruyendo especialmente las casas de las autoridades como la del subdelegado García y la de otros, seguramente peninsulares, a los cuales los denominó el testigo como los vecinos de “mayor vrio”. Estas acciones se prologaron hasta el día lunes, para destruir los edificios utilizaron piedras y hachas, robaron varios objetos, gritaban y siguió la borrachera, agregó a la narración Berrospi (CDIP, Tomo III, Vol. 1, p. 266). Ni siquiera el templo y convento de San Francisco fue respetado porque pertenecían a loa “europeos” (CDIP, Tomo III, Vol. 1, pp. 282-283). Para los testigos de esa época estas acciones fueron calificadas como irracionales y propia de la naturaleza “idiota” de los indios, debido a su alcoholismo (CDIP, Tomo III, Vol. 2, pp. 480-483).
Sin embargo, los rebeldes actuaron de acuerdo a la cultura política andina, por lo que los saqueos, bailes, brindis, entre otras manifestaciones, formaron parte de una tradición procedente de otras rebeliones.[3] Por otro lado, la destrucción y robos de las casas de la elite de la ciudad tendría un carácter simbólico, por ello, a pesar de la retirada de sus opresores, se aplicaron acciones violentas, porque representó una especie de venganza, búsqueda de justicia y a la vez el poder imaginar una victoria para animar al sostenimiento de la rebelión y tener el apoyo de más reclutas, de allí que en las diversas declaraciones se señale que las casas de los “Europeos”, recibieron los ataques más violentos.[4] Esta propuesta la confirma la siguiente declaración del cura Jadó: “Al saqueo de las casas de los europeos siguieron muchas de criollos dirijiendo las roturas de las puertas los mismos mozos, y mosas de Huanuco que vengavan por mano de los yndios sus particulares agravios…” (CDIP, Tomo III, Vol. 4, pp. 199). Por tanto, no se cree que los alzados fueron simples saqueadores, ladrones, idiotas, bárbaros, alcohólicos, entre otros calificativos, ya que contaron con intereses propios que los llevaron a tomar el arriesgado camino de la insurgencia. Actuar así fue su forma de hacer política por lo que la misma lógica fue aplicada por los rebeldes en pueblos como Ambo, Llata, Chupan, entre otros.
Francisco Antonio de Zela fue precursor de la Independencia del Perú, que encabezó la Revolución de Tacna de 1811.
Zela es conocido por dar el primer grito libertario del Perú en la ciudad de Tacna el 20 de junio de 1811 siendo considerado el líder de la primera insurrección armada por la independencia del Perú. La rebelión de Tacna estuvo en estrecho contacto con la revolución argentina, que se inició en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Los argentinos enviaron un ejército a la Provincia de Charcas, bajo el mando del general Antonio González Balcarce y del abogado Juan José Castelli. Los rioplatenses enviaron proclamas a varias ciudades del sur del Perú, invitándolos a seguir la revolución.
Zela fue el primero en responder. Declaró su adhesión a la Junta de autogobierno de Buenos Aires y su fidelidad al rey de España, de acuerdo con la posición de la Junta. Zela fue apoyado por un numeroso grupo de criollos, mestizos e indígenas, entre ellos el cacique de Tacna, Toribio Ara, junto a su hijo José Rosa Ara y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja.
Bajo la dirección de Zela, en la ciudad de Tacna, se asaltó primero el cuartel de caballería del Regimiento Dragones del Rey y luego el cuartel de infantería que estaban situados a dos cuadras de distancia a la voz de “…cargar y adelante”, la noche del 20 de junio de 1811. Zela enarboló una bandera con colores azul y blanco a cuatro campos triangulares, estableciendo por escasos tres días un gobierno libre, autogobierno adherido a los principios de la Junta de Buenos Aires.
El mismo día (20 de junio) el ejército patriota argentino fue derrotado por el ejército realista peruano encabezadas por el brigadier José Manuel de Goyeneche en la Batalla de Guaqui, en las cercanías del lago Titicaca, y por lo tanto, Zela nunca recibió el apoyo necesario. Esta noticia deterioró la moral de la reducida tropa de Zela, como resultado de ello, fueron diezmados y algunos capturados por los españoles sin presentar batalla.
Los principales dirigentes de la rebelión fueron sometidos a juicio, entre ellos Zela, que fue llevado a Lima. Allí, gracias las influencias de su familia y a la mediación de importantes personajes se le conmutó la pena de muerte por la de encierro perpetuo en el morro de La Habana. Pero se consiguió modificar aún más la sentencia: una pena de diez años de presidio en la cárcel de Chagres de Panamá, y terminados éstos, expatriación perpetua. Su prisión en Lima duró cuatro años y en 1815 fue trasladado a Panamá. Afectado por el clima tropical y las duras condiciones de su encierro, falleció algunos años después.