En 1937, una creciente tensión entre las distintas facciones dentro de la República Española llevó a un enfrentamiento armado en Barcelona. En la zona republicana, los militantes de partidos de izquierda impulsaron una revolución social que otorgó poder a comités y órganos populares, además de desatar un fuerte anticlericalismo que persiguió todo lo relacionado con la iglesia.