by Juan Carlos Abajo 5 years ago
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Una educación integral debe incluir esta dimensión de la ser humano, porque sin ella el desarrollo de las personas, de las culturas y de los pueblos puede verse seriamente comprometido. ¿Pero en qué se traduce esta urgencia? ¿Qué métodos, recursos o estrategias pueden contribuir a un estímulo de la inteligencia espiritual?
El cultivo de la inteligencia espiritual es el camino para avanzar hacia este horizonte de plenitud y de sentido que nos mueve. Este es el verdadero poder de la espiritualidad. Quien ha madurado en esta inteligencia será capaz de percibir la realidad desde el asombro y la misericordia; podrá conmoverse ante todo cuanto existe (ante las criaturas, ante la bondad, o ante la belleza…); poseerá una intuición que irá más allá del simple raciocinio; se preocupará por la fidelidad a la voz interior más que por la eficacia mensurable e inmediata; aceptará generosamente las situaciones de fracaso, de dolor y de muerte encontrando en ellas un sentido liberador.
(Scranton, Pensilvania, 1943) Psicólogo y pedagogo estadounidense que formuló y desarrolló la teoría de las inteligencias múltiples. Hijo de una familia alemana que emigró a Estados Unidos para escapar de las persecuciones del
, estudió en la Universidad de Harvard, por la que se doctoró en psicología social en 1971, iniciando luego una carrera docente que lo llevaría a formar parte del plantel de dicha institución como titular de la cátedra de cognición y educación y profesor adjunto de psicología.
En 1970, un año antes de doctorarse, se convirtió en codirector del Proyecto Zero, un grupo de investigación creado en 1967 por la Escuela Superior de Educación de Harvard cuyo objeto de estudio eran los procesos de aprendizaje de niños y adultos. Los trabajos de investigación de Howard Gardner, que acabarían propiciando cambios significativos en los modelos educativos, lo llevaron a la conclusión de que la inteligencia no se reduce sólo a la capacidad de solucionar las cuestiones abstractas, como habitualmente tiende a creerse, sino que se compone de varias facetas que interactúan entre sí, aunque cada una de ellas se adapte específicamente a las diversas situaciones que el individuo aborda a lo largo de su vida.
En una primera etapa, Gardner y su equipo de Harvard distinguieron siete tipos de inteligencia, desarrolladas en distintas áreas del cerebro. Así, la primera de ellas, la inteligencia lingüística-verbal, es la capacidad de usar correctamente el lenguaje; se aprecia en los niños a los que les gusta leer y contar cuentos, y que aprenden con facilidad otros idiomas. La segunda, llamada inteligencia lógico-matemática, corresponde a la capacidad de manejar números y establecer relaciones lógicas; la poseen de modo innato los niños que resuelven con fluidez cálculos aritméticos y se aprecia en los adultos que manejan fácilmente conceptos abstractos.
Le siguen la inteligencia corporal-cinética, que atañe a la facultad de expresar sentimientos e ideas con el propio cuerpo y facilita el uso de herramientas; se aprecia en las personas hábiles con sus manos y en aquellas que tienen aptitudes para el deporte o la danza. La inteligencia espacial supone la capacidad de orientarse en el espacio, de interpretar planos y croquis o de visualizar volúmenes representados en dos dimensiones. La inteligencia musical la tienen los individuos capaces de percibir y expresar el ritmo, el timbre y el tono de los sonidos musicales.
La inteligencia interpersonal la desarrollan las personas que se comunican fácilmente con los demás y manifiestan empatía hacia ellos, mientras que la inteligencia intrapersonal, por último, facilita la introspección y la capacidad de aprovechar el autoconocimiento, y permite expresar los sentimientos.
A este listado se añadió más adelante una octava faceta, la naturalista, que consiste en la capacidad para conectar con la naturaleza. Según Gardner, esta potencialidad ya fue característica de los primeros seres humanos, cuya supervivencia dependía de la observación del clima y el uso de plantas aptas para el consumo. En fechas más recientes, Gardner y su equipo barajaron la posibilidad de añadir nuevas vertientes a la nómina anterior, como la espiritual o la digital.
En el marco teórico de la psicología y la pedagogía contemporáneas, las propuestas de Gardner contenían un elemento novedoso: la tesis de que la inteligencia natural, cuantificada desde los estudios de
y Théodore Simon mediante el cociente intelectual (CI), no es un sustrato idéntico en todos los individuos. Según este planteamiento, conocido en los ámbitos académicos como teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia constituye una base biopsicológica singular, en cuya formación se aglutinan diversas aptitudes y capacidades que no siempre se desarrollan en todo su potencial a causa de la uniformidad del sistema educativo, que no presta suficiente atención a los rasgos diferenciales del alumno. Así lo expuso Howard Gardner en su principal obra, Estructuras de la mente: la teoría de las inteligencias múltiples (1983).
Entre los ensayos del investigador estadounidense que han sido traducidos al español, destacan Educación artística y desarrollo humano (1994), Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica (1995), Historia de la revolución cognitiva(2002), Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad (2002) y Las cinco mentes del futuro (2005). En mayo de 2011 Howard Gardner fue distinguido con el premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales por haber "revelado las diversas manifestaciones del intelecto humano" y por la valía de sus investigaciones, "decisivas para la evolución del modelo educativo".
Profundizando en el concepto de inteligencia nos damos cuenta de que nos encontramos con una realidad compleja y multiforme. La inteligencia o el saber humanos no tienen una forma única. Podemos considerar sabia a una persona que posee muchos conocimientos. Pero también podríamos aplicar el mismo calificativo a un hombre prudente y bien aposentado, o a alguien con una rica vida interior, o a uno que sabe vivir bien, etc… Partimos de esta premisa para presentar el complejo mapa de las inteligencias estudiado profusamente por la psicología actual.
La inteligencia espiritual(IES) sería la capacidad para plantearse y responder a las grandes cuestiones que afectan al ser humano:
¿Quién soy?
¿De dónde vengo?
¿A dónde voy?
¿Para qué vivir?
¿Hay algo más allá de lo que vemos?
¿Cuál es el sentido de la vida? Etc...
Cada vez hay más personas en la sociedad que se están cansando de la superficialidad de sus vidas y buscan un nuevo conjunto de valores por los que vivir; valores que enfaticen un nuevo estilo de realización colectiva y de responsabilidad frente a un mundo que se encuentra en un estado de creciente fragilidad.