La virtud de la templanza es esencial para mantener un equilibrio en la vida, ayudando a las personas a manejar sus pasiones y deseos de manera racional. La mansedumbre, la humildad y la sobriedad son componentes clave que facilitan la vivencia de esta virtud, permitiendo reconocer las propias insuficiencias y cualidades, y distinguir entre lo razonable y lo inmoderado.